A la orilla de tu cuerpo, te miro simular en la
de la engañosa modestia de la santa, y olvidar
la madeja de tu sangre, que te bulle en el sueño, que te
traiciona, como yo te traiciono nombrando tu silencio,
precisando los límites de tu calma, bahía que sueña un
mar informe. Sé que no deseas el día, recelosa de
clamor y pujanza, que recibes el fin de la jornada no
como un declinar, sino como el abrirse a una ancha patria, que turbada contemplas al estío erguir
sus claros pabellones y enardecer a los hombres con joviales
sus claros pabellones y enardecer a los hombres con joviales
arengas, para luego recostarlos en renovada noche.
¿Qué guirnalda buscar para ornar tu cabeza, que no te
inquiete en su cerco de dicha?
El sermón del fresno
Miguel Ángel Velasco
Illustration by Julia Margaret Canon.
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