jueves, 6 de noviembre de 2014

LA CULPA ES DE LOS VIRUS / y 2 Agustín García Calvo

Individuos y causas 
ENFERMEDAD Y PROGRESO / 2
El País.- 14 de Marzo de 1989

Sir John Everett Millais, Bt, The Foolish Virgins, 1864
En su último progreso, los virus han tenido que hacerse esencialmente técnicos informáticos: así, en la vulgarización B les esplicarán cómo es que el virus, una vez que logra que la célula lo acoja en su interior, se entromete en su ADN de tal modo que, cuando ese centro emita las oportunas instrucciones de reproducción de la célula, ellas incluyan los datos introducidos de contrabando, que son los del propio virus; así que, cuando la célula se reproduce, ya sus copias sucesivas llevan en sí la reproducción del virus; que él de por sí no sabe reproducirse a la manera tradicional, porque los científicos ni siquiera acaban de decidir si se trata o no propiamente de un ser vivo; pero ni aun eso atenta a su realidad. Y con esas habilidades informáticas de los virus, ya no les extraña a ustedes lo que les contaban en la noticia C de cómo al joven que había introducido información subrepticia en la red informática del Pentágono se le identificó enseguida como virus; ni las fascinantes teorías, de que la vulgarización B les informa, de que, además de para causar enfermedades, los virus pueden servir para organizar la vida toda del Planeta y que "todas las bacterias están interconectadas por organismos semejantes a los virus en una sola asociación genética de escala mundial".
Pero esa lógica condición informática de los virus, que los tiempos les imponen (contra los cuales tiempos estamos aquí tratando de hacer un poco de contrainformación), no quita para que se les vea (ésa es la única prueba definitiva de realidad), aunque haya de ser por el electrónico. Pues bien, ¿qué vemos? Vemos extensiones de sustancia, más o menos accidentadas o fluctuantes, en las que se destacan unos puntitos, coloreados en rubí o en esmeralda, según la onda que al electrónico le pongamos. Muy bien. Pero lo que no podemos ver es que esos puntitos sean los causantes, y no, por ejemplo, deformaciones concomitantes que a los tejidos les aparecen cuando sufren la alteración que sea, así como a la leche, cuando se corta, le salen unos puntitos amarillos, sin que a nadie se le ocurra que ahí están los culpables del accidente. Eso no puede verse con microscopio de Dios que valga: porque la diferencia entre 'causa' y 'circunstancia concomitante' no se ve, sino que se decide en virtud de otros intereses superiores. Los cuales necesitan que los culpables sean individuos, y mejor cuanto más individuales.
De ahí que el progreso de la noción de 'causa' o de 'culpable' haya sido a lo largo de toda la Historia en el sentido de la individuación, así en el campo de la Justicia como en el de la Medicina.
Para ello puede ser ilustrativa la historia de la palabra misma. Porque ¿se han fijado ustedes lo difícil que es poner en Plural esa palabra, para así poderle deducir un verdadero Singular?: el inglés ha tenido que inventar viruses, y aquí, si no acudimos a los Artículos, no sabremos si hablamos de los virus o de un virus o simplemente de lo virus. Y es que esa vieja palabra indoeuropea, latín vi:rus, griego (w)i:ós, indio vi:sás, nunca tuvo propiamente Plural ni Singular, ya que lo único que significaba eran cosas como 'flujo espeso', 'viscosidad', 'flúido ponzoñoso' (los romanos lo usan a veces para hablar del licor seminal, que entonces, naturalmente, no contenía aún espermatozoides causantes de nada) y sustancias por el estilo, generalmente con una nota de 'capacidad de insinuación o penetración por los tejidos'. Quiere decirse que esa situación del virus corresponde a un mundo en que la culpa es algo como un gas o flujo pestilente, un miasma, que le entra a la ciudad o cae sobre los campos, y en cuanto a la causa (la noción de 'causa' física se inventa, como suele suceder, a partir de la jurídica de 'culpa'), no se había inventado todavía.
Pero ya desde el comienzo de nuestros recuerdos históricos ha sido preciso que esa culpa indistinta y flúida se concentrara para buen orden, en un chivo expiatorio, un pharmakós humano entre los griegos (¡donde estaban las raíces de nuestra Farmacia!) al que ejecutar o expulsar de los muros para librar a la ciudad del mal. Y así, tirando la Medicina y la Ciencia por la vía que el Derecho y la Política les indicaba, han tenido que hacer que aquello, lo virus, adquiriendo el estatuto de microbio, y por ende el de bicho y por ende el de persona, venga a ser víruses, y cada uno de los víruses un virus, que, individual como usted y como yo, se cuele por las paredes de las células, organice en sus centros un lío informático, o funcione de telefonista entre las bacterias del Universo, y venga cada vez más a ser responsable personal de lo que pasa.
No sé si con esto, para efectos de medicina y de remedio, queda lo bastante claro que no es nada seguro que el buen método sea el de buscar con cada vez más potentes microscopios puntitos cada vez más diminutos y centrar en virus individuados la causa de nuestros males, o si no sería más eficaz que volviéramos a concebirlos como un miasma o flujo indistinto del que hubiera que intentar limpiarse con chorros de las aguas más frescas o contrainfórmáticas que se pudiera. Pero, lo que es en cuanto a política y desgobierno, pienso que tal vez se va entendiendo un poco mejor ahora cómo es que, al paso que el Señor, Estado y Capital, necesita cada vez más imperiosamente convertir las poblaciones en Masas, espesas y solidarias, al mismo tiempo necesita que esas Masas estén cada vez más estrictamente compuestas de Individuos, cada vez más individuales y personales, cada vez más responsables y causantes, cada uno y en conjunto, hasta el día del Ideal, en que, en una votación perfecta y sin abstenciones, la suma de las voluntades y causas individuales venga a ser lo mismo que el Poder Constituido que gobierna las Masas de Individuos.

Disculpad el retraso de esta segunda parte tan maravillosa y os recuerdo también que algo de unión tienen estos artículos con aquel Programa de Pensamiento 3 - Radio 3, en donde el mismo Agustín hace mención de estas publicaciones...!Qué lo disfruten bien! ;)


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¡ADIÓS, VIRUS! DESMIÉNTETE Y MUERE!
Adioses al Mundo. Número 10
Agustín García Calvo
The Lost Piece of Silver. John Everett Millais
Que ya está bien, ¡vive Dios!, que ya no aguanto más tu pesadez blanduzca cayéndome a la menor encima y hundiéndome en la miseria; que ya estoy harto da tomarme como cosa natural y fatalita esto de que, cuando más sano y ligero y lúcido anda uno danzando por entre autos y disquetes y red universal de papamoscas, de pronto, zas, por el hecho de que te has colado entre los prójimos y cualquiera, en un descuido, te me vehicula, pues ahí está uno otra vez tosiendo, moqueando como un imbécil, tomando conciencia de sus bofes y entresijos y hasta del cómputo por cm3 de sus globulitos, y si se le hincha esto o lo otro (nada bueno, no) y, en fin, hecho un guiñapo, sin ganas de amor ni razón que valga, que tú te aprovechas para hacerle sorber vahos y meterse pócimas o jeringazos, para nada, para seguir aguantando hasta que a tí se te antoje empezar a refluír y cande divertirte con nosotros.
Tan harto - aquí te lo digo, virus - que, igual si eres tú mismo el que al fin me matas que si es un atropello de auto u otra causa natural por el estilo, gran consuelo me da el pensar que nunca más vas a tu capricho a convertirme la vida en un chapoteo y aterrarme con la amenaza de tu plasta bulbosa en los carraspeos o lloriqueos de cualquier prójimo, ni a meterme vacunas o drogas profilácticas, para que tú les busques las vueltas y te me metas en las entretelas y me dejes hecho un residuo de la sombra de burro que al menos era antes, cuando no te tenía a tí. Nunca más estadísticas de gripes ni de SIDAS ni de pestes: ¡gracias, mamá muerte, por liberarme al menos de todo eso!
Que es que tú eras el fantasma de la enfermedad informe, sin figura cierta ni síndromes ni procesos regulares, ni crisis ni convalecencias, como las que tenían aquellos males que sabía la Medicina; y me hacían reír amargamente cuando aún distinguían entre ‘catarro’, ‘gripe’, ‘flu’, ‘neumonía atípica’, ‘SIDA de Dios latente’, o tumores de 43% de malignidad o chapuzas iatrogénicas, como si todo no fuesen disfraces gelatinosos de tí mismo: tú eras la peste indefinida, que no se sabía ni por qué ni con qué derivaciones o secuelas ni en qué momento acababas de veras nunca.
Y eras también la peste pública (esto es, estadística), pero metiéndote en los órganos privados de cada quisque. Sí, porque eres el mismo que ha venido al acecho acompañando (seguro que no por casualidad) a esta triste Sociedad del Progreso desde que la conocemos: eras la peste de Atenas de hace más de 24 siglos, con el embrollo de síntomas típico tuyo que Tucídides y Lucrecio nos refieren; eras el miasma que debió asolar el Imperio, y encenagar la idea de ‘Imperio’, más que bárbaros ni cristianos, y el que despobló la florida Europa del S. XV, y el que se arrojó, andando el primer tercio de éste, a repetir lo mismo, cuando estaba a trompicones consolidándose, en falso, la idea de ‘gripe’ y la de ‘progreso’.
Y eres tú, oh peste, oh miasma amorfo, el que nos visitas dos o tres veces al año, si te da por ahí, y dejas tiritando y con la cabeza mas ilusa todavía a los millones de acólitos del Régimen, que nada pueden contra tí, sino, eso sí, seguir moviendo por gracia tuya capital en farmacias y laboratorios.
Y el que seas tú el gran fracaso de la Medicina puede ser, sí, justicia del Señor, pero se debe también a la Teoría, a la Fe en que la Causa son agentes individuales; que así te descomponían en virusillos, y los buscaban uno a uno en las placas de los microscopios. ¡Cómo te reías tú de ellos!, que no se dan cuenta de que tú eres el virus, miasma informe y amalgama pegajosa, y que el microscopio no puede distinguir entre ‘agentes causales’ y ‘proliferaciones concomitantes’; y, lo mismo que en el caso notorio del SIDA, la fe en el virus causante, H.I.V. o como la Teoría oficial lo llame, lo que ha hecho es estorbar un posible ataque contra tu miasma, así con la gripe o flu o cualquier cosa que te titulen: que, mientras sigan creyendo en las Causas y los Individuos, nada podrán hacer de veras, y tú seguirás, oh peste, campando por los ámbitos del Bienestar.
Pues ahí te dejo con ellos, oh miasma sin nombre; que, lo que es a mí, aunque me cueste pasar el trance de mi muerte, ya no me atrapas más ni me entonteces. Sigue haciendo de las tuyas, a ver si ayudas al menos que se hunda el Régimen y sus ilusiones; que yo, con lo poco de sentido y gracia que me dejes, lo que haré será decirte esto que te digo, la verdad que hace reventar a los fantasmas.