lunes, 9 de febrero de 2015

Un Cuento de Don Miguel de Unamuno y Jugo



SUEÑO



Cuando conocí a don Hilario no era ya nadie ni hacía nada, resultando un sujeto de los más borrosos y comunes a pesar de su fama de raro. Mas aun así y todo tuve la fortuna de presenciar una de sus explosiones, una erupción de sus honduras espirituales, y oírle contar sus desventuras con aquella voz gangosa y lenta y aquel modo doloroso que en casos tales, y hasta volver a caer en su habitual huronería, le dominaba por completo.


Ciego de mozo por la lectura y el estudio creía a pies juntillas haber sido tal vicio la fuente de sus males. Con hidrópica sed de saber misterios había devorado de todo, ciencias, letras, humanidades, con encarnizamiento insaciable. El misterio se le iba agrandando a la par que descubría nuevas caras por que abordarle y sentía desazón e impaciencia al encontrarse cientos de veces con las mismas cosas en cientos de libros diversos. Anhelando novedades, ideas nuevas o renovadas que le refrescaran la mente, encontrábase con insoportables repeticiones. Todos los libros que tratan una materia contienen un fondo común y ese fondo le daba ya sueño, a puro machaqueo. El que consigue descubrir una verdad en química no se conforma con menos que con escribir un tratado completo de química, y gracias, si no pretende que esa verdad modifique todas las restantes y sea piedra sillar de un nuevo sistema.

Al acostarse dejaba sobre la mesilla de noche tres o cuatro libros, solicitado a la vez por todos ellos; tras breve vacilación cogía uno, lo hojeaba, leía trozos salteados, empezaba un capítulo, inatento, distraído por el deseo de los restantes libros de la mesilla; y así lo dejaba para tomar otro y a su vez dejarlo en cuanto se convertía en lo que decían el sugestivo lo que dirían. Muchas veces tocaba a uno y otro y se quedaba sin ninguno, y acabó por ni tocarlos siquiera, optando por dormir al sentimiento de la vecindad de sus queridos libros.

Pasó a leer monografías, notas bibliográficas, referencias, extractos, y sobre todo revistas. De las revistas se fue a las revistas de revistas. Pero aquí todo era esqueleto sin carne ni alma, planos esquemáticos. Y lo peor que los extractos le resultaban más palabreros y vacíos que las obras mismas extractadas. Y ¡qué desilusión al ver estropeados los más hermosos títulos!

Buscó por fin las obras atiborradas de referencias y notas para leer estas; sobre el andamiaje que el autor levantara para construir su obra, fantaseaba él otra. Y acabó en leer catálogos.

¡Los catálogos! Pocas cosas más sugestivas que un catálogo. Sobre un título, ¡qué de fantasías nebulosas, imprecisas!, ¡qué de imaginar sin concepto alguno! Se acostaba con un catálogo y lo iba hojeando. Su conocimiento de idiomas vivos le ayudaba mucho.

Wiezzieski: «El problema del mal», ¡qué campo tan vasto!, y vagaba sin idea alguna por oscuros vislumbres de esa proclama; seis chelines, ¡qué cosas dirá! y pasaban por su mente Warren Hastings, Lord Clive, el budismo, el espíritu inglés, mil otras imágenes; Bonnet-Ferriere: «El arte en la vida», nueva evocación de inarticulada sinfonía de larvas ideas; Schmaushauser: «El derecho asirio»... decididamente, aún se ha hecho poco de derecho histórico, ¡qué campo!; Hembrani: «La filosofía de la química», ¡¡décima quinta edición!!, ¡¡20 liras!!, y durante un rato veía ordenados rigodones de átomos llenos de personalidad y de vida; López Martínez: «Comentarios al Derecho procesal», ¡qué lata tan soberana! Y quedábase dormido.

A la par iba cobrando desenfrenado amor al sueño. Pasábase el día, mientras revolvía libros u hojeaba catálogos, esperando la hora de acostarse y acariciando la imagen del sueño, y una vez acostado se arrebujaba en las sábanas a gozar en la espera del momento de sumersión en la inconsciencia. Daba a las veces en ponerse a espiar el momento preciso en que entraba en el sueño, momento que se le escapaba siempre, pues siempre se distraía en la coyuntura propicia. Otras veces se revolvía preso de ardiente agitación pensando en la nada, que le aterraba más que el infierno. ¡La nada!, estar cayendo, cayendo por el vacío inmenso... no, no estar cayendo siquiera...

Se levantaba tarde, se vestía, lavaba y almorzaba con toda calma, leía el periódico hasta los anuncios, repasaba algún catálogo, miraba con cariño a sus libros tocándolos, cambiándolos de lugar, hojeando algunos, y así le llegaba la hora de comer. Después café, rato de sentada en el casino viendo jugar al tresillo, que no entendía poco ni nada, paseo lento, gradual invasión de sueño, frugalísima cena y a la cama temprano.

El día en que estalló me decía:

-¡Qué enfermedad más terrible el... pero no, bien mirado, ni es enfermedad ni es terrible! Paso el día esperando la hora de acostarme, acariciándola en mi imaginación, y me acuesto deleitándome en la idea de que voy a dormir para resucitar con el nuevo día, lleno de frescura espiritual. ¡El sueño! Es la vis medicatrix naturae y la digestión mental... Durante el sueño bajan digeridas las ideas al fondo del olvido donde se hacen carne de nuestra alma... Lo que mejor sabemos es lo olvidado. Todo eso de corrientes nuevas, de crisis espiritual, de degeneración, de fin de siglo, de neurosis y neurastenia, de misticismo y anarquismo, todo eso es sueño social y nada más. ¡Claro está!, tanta revista de revistas, tanta bibliografía y tanto catálogo... sueño, sueño, no es más que sueño. ¿Los agitadores, los revolucionarios dice usted? Aspirantes a sonámbulos.

Vuelvan las tinieblas medievales y a dormir...

-Pero eso es negar el progreso.

-¿El progreso? ¿Pero usted cree que no hay más progreso que la vigilia? Hay que digerir el progreso, y el hartazgo da sueño. ¡A dormir!, a dormir para hacer la digestión espiritual del progreso y despertar en otro siglo con la cabeza fresca, de buen humor y enriqueciendo el vivífico y fecundante fondo del olvido, que es algo positivo, muy positivo, créamelo usted.




The fish hall at the central market
Victor Gabriel Gilbert

CRECE LA FLOR


¿Agustín García Calvo?


Crece la flor de la noche:
la sembraron en lo hondo del cieno,
nadie sabe quién;
sus raíces como pámpanos ciegos,
blancas, blancas de puro no ver,
las entrañas de la tierra atraviesan
¿quién sabrá para qué?;
ya va abriendo sus vías secretas
a través de la roca, a través
de tus carnes dormidas:
déjala, déjala crecer;
ya, ya rompe la costra, y al aire
su tallo cristalino se alza,
que nadie lo ve,
y echa ramas y hojas de sombra,
y se abre por el mundo la flor
de la falta de fe:
déjala, déjala, déjala
crecer la flor:
es la flor de la noche, la flor
de la desilusión:
ella cubre la tierra y las almas
en un puro frío de amor;
ella esparce por doquiera un aroma
donde se muere todo olor,
que tiene la virtud de que todos los nombres
los sume en olvido,
y va borrando las cosas
de todo color,
desliendo las ciudades y montes
y las casas de la luna y el sol,
y todo trasparente lo vuelve
la maravilla de la flor,
y desnudo va dejando el globo del mundo
y desnudo tu corazón,
desnudo a lo de fuera, a la herida
del no de que no,
abriéndonos y perdiéndonos
ni en sueño ni en vela,
más allá que las estrellas y el agua celeste
y que sombra ni luz de Dios,
desnudos a lo sin fin, desnudos
a la verdad de lo que no se sabe,
a la verdad de lo que no.




sábado, 27 de diciembre de 2014

Poesía de Gabriela Mistral: A d i ó s


Es en la poesía en donde mejor se siente y más anula esa oposición entre las cosas reales y las imaginarias, que ambas eran Realidad. Con este juego de “adioses” de nuestra Gabriela que cuanto más se dicen adiós más cerquita están “sin decirse adiós”  las mujeres y sus enamorados,  “la luna y el sol”, y con ellos, “el uno y el dos”: es donde más sienten las musas cuando aciertan algo más en contra de esa separación impuesta entre algo real y algo imaginario, que fuera casi como partir el sentimiento, o dicho de otra manera, volverlo mentira. Toda una pre-ciencia la buena poesía que nos canta la Mistral, ella que presiente desde muy abajo eso de "no haber inicio" y nos lleva a esa vaguedad donde recogernos mejor el corazón.  No todo está cumplido ni hecho, y menos dicho. ¡Disfrútenla!

 

GABRIELA MISTRAL
Adiós
 
En costa lejana
y en mar de Pasión,
dijimos adioses
sin decir adiós.
Y no fue verdad
la alucinación.
Ni tú la creíste
ni la creo yo,
«y es cierto y no es cierto»
como en la canción.
Que yendo hacia el Sur
diciendo iba yo:
«Vamos hacia el mar
que devora al Sol».
Y yendo hacia el Norte
decía tu voz:
«Vamos a ver juntos
donde se hace el Sol».
Ni por juego digas
o exageración
que nos separaron
tierra y mar, que son
ella, sueño y el
alucinación.
No te digas solo
ni pida tu voz
albergue para uno
al albergador.
Echarás la sombra
que siempre se echó,
morderás la duna
con paso de dos...
Para que ninguno,
ni hombre ni dios,
nos llame partidos
como luna y sol;
para que ni roca
ni viento errador,
ni río con vado
ni árbol sombreador,
aprendan y digan
mentira o error
del Sur y del Norte,
del uno y del dos!

lunes, 22 de diciembre de 2014

De la Tertulia n. 282 Política del Ateneo de Madrid ¿AGC?


    Quede aquí el recuerdo nunca terminado de uno de los mejores ejemplos que hemos podido sentir en las carnecillas, aquellas y aquellos que alguna vez se pasearon por el Ateneo, no hace mucho de  ná, de lo que pueda dar de sí una verdadera Política del Pueblo, y que, si equivocados llegan hasta aquí, escuchen algo más que no sea lo de siempre: esa política vendida al Dinero y al Nombre, con que os  atiborran, o lo que es lo mismo, esos malos sustititos de ella, de esa verdadera política que saca sus gracias de muy... muy abajo..."-Ya se oyen palabras viejas.  -Pues aguzad las orejas".



  "Justamente viene bien por eso con lo que están diciendo o voceando estos muchachos en Sol, porque se trataba, como recordáis a propósito de la cuestión del orden y de los niveles de ordenación, de volver a entender mejor cómo es esta lucha, esta guerra siempre posible contra el Orden establecido.  Es la cuestión del dejarse hablar, el dejarse hablar uno mismo contra el cosmos, contra la ordenación que se nos ofrece.  Esto es así, porque solo hablando, es decir, dejándose hablar, dejándose pensar, lo que no sucede de ordinario, solo así se puede atacar la fe en el Orden, y el Orden no tiene otra manera de sustentarse más que por medio de la fe; de manera que, sintiendo que es justamente esa necesidad, ese fundamento en la fe, lo que sostiene el Orden, y viendo que el dejarse pensar, el dejarse hablar, la razón suelta, es lo que ataca las ideas, lo que ataca la fe, lo que puede destruirla, es por eso por lo que estamos en esta tertulia política.  Es así como se entiende la política del pueblo-que-no-existe, o, por decirlo de una manera más clara y negativa, la política que no hacen los políticos que hacen la política que hacen los políticos, que ésa ya sabéis bien cuál es, de manera que en contra de eso cabe siempre esta otra, donde la voz vendría de verdad desde abajo, desde lo que nos queda de pueblo vivo que no existe, pero que lo hay, y que habla, y como medio de romper con las ideas recibidas, aceptadas, con más o menos resignación, la imposición de ideales como el Futuro.... en definitiva, la fe en que efectivamente cabe ordenar, progresar, ir para mejor, desde Arriba, por leyes, por reglamentos, y eso es justamente lo que aquí no creemos, o no creen los que me acompañan en la no creencia.  Esto es justamente lo que no creemos, y por eso pensamos que lo que aquí se intenta hacer es una manera de ataque más rápida, y al mismo tiempo que va más a fondo, que es desmentir, librar a la gente, pero sobre todo en primer lugar librarse uno mismo, de las ideas, de la fe que tiene, y que le permite seguir viviendo fundándose justamente en esa creencia, en esa fe.

    Me voy a entretener entonces lo primero en volver sobre el Psicoanálisis, la disolución del alma; de uno, por supuesto, porque es ahí justamente donde también esta guerra se está dando.  Como volveré a recordaros después, la Realidad, cualquiera que sea y por todas partes que sea, es una lucha, es una guerra, pero esa guerra no se da por ahí, por los astros ni por las poblaciones de los Estados, sino que se da también en uno mismo, dentro de uno mismo; de manera que entonces resulta (los que me acompañan ya lo habrán oído de otras maneras muchas veces) resulta que en uno, en uno mismo, en mí mismo por ejemplo, en uno cualquiera de vosotros, hay dos, por lo pronto y necesariamente hay un rebelde y hay un sumiso, ¡qué se le va a hacer!  Lo siento si alguno de vosotros se siente molesto de encontrarse dividido, pero no hay más remedio que decirlo así, tienen que ser así las cosas: en uno mismo hay un rebelde y hay un sumiso, y están naturalmente en guerra entre sí más o menos declarada, más o menos violenta, y con triunfo alternativo más o menos por un lado o por el otro, pero en fin, aunque parezca un poco bárbaro decirlo así, eso es lo que pasa con nuestra alma de cada uno, la mía incluida también.  Eso es lo que pasa con lo que en términos más modernos se llama “El Yo” (porque no se habla mucho de el alma, no está de moda), con lo que se llama “El Yo”, pero que tiene esta condición: que yo no soy El Yo, y por tanto El Yo no es yo, como recordáis de otras muchas ocasiones en que esto ha surgido.

   En esta lucha estamos, con esto hay que contar, y ya se advierte que esto que vale para cada uno en su aislamiento, cuando se trata de colectividades o de conjuntos aproximativos, esto hace que también en cualquier conjunto, en cualquier población, lo uno esté luchando con lo otro, lo rebelde, por donde aflora eso de pueblo-que-no-existe, que es del que decimos que se trata de dejarlo hablar, y por el otro lado los Señores, el señor, la señora, y el conjunto de señores y señoras, las clases altas de la Sociedad, y el aparato gubernativo y el aparato financiero. Todo eso se da en cualquier colectividad necesariamente, pero importa ahora en este rato recordar que conviene atacarlo en éste su origen primero, en el uno, y reconocer y acostumbrarse a reconocer que a uno le pasa esto que le pasa.  Eso evitaría desde luego muchas ilusiones, muchas falsedades de los que a lo mejor se lanzan a una lucha, a una rebeldía contra el Orden, pero manteniendo la fe en uno mismo, que es lo mismo que la fe en Dios, que es lo mismo que la fe en el Estado, que es lo mismo que la fe en el Dinero, que es lo mismo que la fe en el Futuro.  Con lo cual no se puede hacer nada; nada que valga.  Así que en mí mismo, en uno cualquiera de vosotros, están siempre guerreando un rebelde con un sumiso, es decir, alguien que se las arregla para organizar lo que llaman su vida, dicho mejor ‘su existencia’, que tiene su Porvenir, que lucha por su Porvenir, que busca una colocación de las que el Estado le ofrece, o el Capital le ofrece; que está haciendo su Porvenir, porque está convencido de que vivir es eso, que la vida es el Porvenir.  Eso es efectivamente la Doctrina del Capital, la Doctrina del Estado, y eso es lo que a uno, en cuanto sumiso, le conviene, ¿eh?, le conviene, porque si no os creéis esto, mal andáis en cuanto a vuestra colocación social y en cuanto a vuestras posibilidades de éxito en lo financiero, o en lo político, o en lo que sea.  Es lo que a uno, en cuanto sumiso, le conviene: creer que el Futuro............... aunque por debajo le está diciendo el pueblo que el futuro no está, no hay, y sin embargo creer que el Futuro, que es el Tiempo, es el que hay que cuidar, al que hay que atender, al que hay que mirar, y que justamente esa atención a lo futuro es la vida.  Aquí por lo bajo, como me habéis oído decirlo de vez en cuando, Futuro no quiere decir más que muerte, porque la muerte es siempre-futura, pero el sumiso no quiere enterarse de esto: tiene sus ideas también de la muerte, como las tiene de la vida, pero no se entera de lo que pasa, porque le conviene no enterarse, porque para vivir más o menos a gusto, como cualesquiera de nosotros vivimos más o menos a gusto, y especialmente en el Régimen del Bienestar, hay que creérselo esto, no dejarse entorpecer por muchas dudas, y si no, uno funciona mal.  Y por otra parte en uno hay uno que no se lo cree, hay uno que siempre echa de menos, encuentra en el Orden que se le ofrece nada más que resquebrajamientos, tormentos, desgracias, preocupaciones, ansiedades, y que por tanto no puede menos de levantarse contra ese Orden que le está impuesto, y que está establecido. Confío en que estáis conmigo reconociendo en cada uno de vosotros esta guerra.

   Hay que añadir todavía que hay una tendencia a que uno de los dos se imponga en uno, sea el que venza.  Si mi pensamiento está bien encaminado, eso nunca puede conseguirse, porque la guerra siempre dura, no solo hasta la muerte, sino más allá de la muerte, pero eso no impide que uno tenga que creérselo, y tratar de imponerse como vencedor.  Si llamamos sumiso al que está de acuerdo con el Orden, al que tiene un puesto en la Sociedad, al que ha organizado una familia dentro de la Sociedad, al que maneja dinero de todos los bancos, el que por tanto está de acuerdo con los bancos con tal de que los bancos no le engañen, o no le engañen demasiado, etc., etc., ése, el sumiso, si vence, si se impone en uno, eso es mortífero, porque justamente ése trae consigo la muerte, porque trae el Futuro, la muerte que nunca está aquí, el Futuro.  De manera que si  eso llegara a cumplirse (pero ya digo que la guerra continúa siempre, nunca se impone del todo), si llegara a cumplirse sería literalmente mortífero, sería el dador de la muerte, es decir, conseguiría el Ideal que Dios, el Estado y el Capital, procuran, es decir, el Ideal de que ya no haya nada que hacer.  Lo que el Estado está deseando, lo que el Capital está deseando, es que todos fuerais así de creyentes, y entonces estaríais ya muertos, y por tanto no habría nada que temer desde las alturas, ni nada que intentar hacer y luchar desde abajo.  Pero nunca se cumple.

   Hay que añadir, para evitar una malicia que siempre se presenta, que en el caso de que el que venciera en uno fuera el rebelde, el que no aguanta, el que ha descubierto que todo lo que le contaban acerca del mundo, de la sociedad, de él mismo, era mentira, y que no lo soporta, porque hay algo ahí que se levanta contra cualquier verdad, si ése venciera en cambio, eso de ninguna manera podría ser mortífero, eso no produciría nada, porque de la negación, de la pura negación al Orden, no se desprende ninguna conclusión, no se desprende ningún otro Futuro que haya que mantener.  De la negación no sale nada, la negación es meramente la negación, no sale otro Orden, no sale otro Poder, es simplemente una negación, una destrucción de la fe, de la mentira, de la fe en que el Poder está sustentado.  Salvo, claro, que, como puede pasar, y pasa, entre cualesquiera revolucionarios, el NO viene a ser realista, exitoso, sostenerse en este mundo, y entonces naturalmente el NO mismo se ha convertido en un sí.  Aquella rebeldía que estallaba de una manera tan viva ha venido después de la revolución a calmarse y consolidarse en un nuevo Orden, y entonces estamos a la vuelta de la calle, estamos haciendo lo que siempre en cuanto sumisos hacemos, es decir, hacer lo que ya está hecho una y otra vez.  Hacer lo que ya está hecho, y procurando el cambio justamente, el cambio en la ordenación para que la ordenación en sí continúe.  

   A veces esta conversión de la negación viva en una nueva Ley, en un nuevo Orden, pasa por trances intermedios (como tiene que ser, así de mal estamos hechos cada uno en su alma y las poblaciones en el conjunto), de manera que sucede eso que digo de que en una revolución, en una revuelta cualquiera, se encuentra uno con el dilema de decir “si no hago más que decir NO así por las buenas, esto no va a dar nada de sí, y esto tiene que dar algo de sí”.  Bueno, ahí tenéis el ejemplo, ya que viene a cuento, entre estos muchachos y gente en la Puerta del Sol y por esos sitios: por timidez, y por realismo, tienen que mantener y adoptar términos tan horrendos como el de Democracia, “una buena”.  Esto es realismo, esto es timidez: no se puede decir “¡no, no queremos ningún Orden, no nos hace falta!  ¡NO al Orden, NO al Poder!”.  Parece que eso no es realista, se arriesga a no producir nada, y ésa es la timidez de la que hablo, que vuelve justamente a la consolidación: entonces se hace que el NO se convierta en declaraciones parciales, como por ejemplo en este caso “Democracia, pero buena, mejor”.

   Como digo, estamos al cabo de la calle, y al cabo de la calle hemos estao muchas veces justamente por el mismo error: no hay una Democracia buena, no hay una Democracia mejor, la Democracia es simplemente el tipo de gobernación más avanzado de todos, el que nos ha tocado, y por tanto el  más mortífero sin más, pero por lo demás no deja de ser una forma del Poder, una forma de la ordenación como cualquier otra.  El trampantojo estaba ya hecho desde los antiguos griegos, cuando se inventó el término, y se les hacía pensar que cabían cosas como un Poder (kratos) de algo como pueblo (demos), y el pueblo nunca puede estar en el Poder, ¡es una cosa tan sencilla de reconocer!  El pueblo es el sometido, el que padece, el que más o menos se rebela o se resigna, pero que padece la ordenación que desde Arriba se le impone (las leyes, los juicios, los partidos, las votaciones, todo lo que se le impone), y eso nunca puede estar en el Poder, es casi como una tautología, no hace falta para nada insistir en ello: eso es el no-Poder.  El no-Poder, de manera que la trampa de “Democracia” estaba ya desde el origen mismo del término y de su aplicación en algunas de las antiguas ciudades griegas, y después no ha hecho más que mantenerse la misma trampa. 


   Por eso es necesario insistir en que si en uno mismo domina el resignado con el Orden que se le ofrece, el realista, el creyente en el Futuro, que quiere decir Dinero, el que por tanto se permite tranquilamente disfrutar de la gloria de tener una familia, de manejar su economía en la medida en que se le deje, ése, el sumiso, en caso de que venza, produce muerte; eso es como si uno directamente se resignara a estar muerto.  Es un poco duro de entender, pero es así: como si uno se resignara a estar muerto.  No digo a morirse mañana y eso, porque a eso ya se sabe que nos tienen resignados: como si uno se resignara a estar muerto, porque justamente la resignación con el Orden establecido viene a dar en lo mismo.  Y que en cambio el decir NO en la medida que en uno queda algo de disconforme, algo de pueblo-que-no-existe, algo de común y no personal, eso es una acción.  En esta tertulia política suponemos que es la acción que nos traemos con lo de dejarnos hablar, que es una acción sin más, y la primera y más elemental de las acciones, porque va a atacar la fe, que es el sustento mismo del Poder, y de ahí no puede salir ningún Futuro, que es de ellos, para ellos.  Ni puede salir ningún Futuro, ni ningún nuevo cosmos, ni ninguna nueva ordenación, ni nada.  Saldrá lo que ello quiera salir, pero no nosotros, que ni podemos saberlo, ni preveerlo, ni nada, o, si no, pues volvemos a lo mismo: convertimos esta acción del negar en algo que no es más que una acción de recostruir, de hacer lo que ya está hecho una vez y otra vez, sin cansarnos.  Así de simple es como se presentan las cosas.

   Por fortuna, la hipótesis de que venza del todo el sumiso y se quede perfectamente conforme consigo mismo, con el Mundo, con la Familia, con Dios, y con Todo, o la hipótesis de que venza el disconforme, el desintegrador, el negador del Orden, el rebelde, ambas hipótesis son irrealizables: no hay más verdad de uno mismo que la división, que su división en el sentido que os la he presentado, y no se puede llegar a El Yo verdadero en ningún sitio, eso son fantasías, ilusiones de las que nos imponen a cada paso.  No hay más verdad que la división, queriendo decir ‘verdad’ justamente por tanto ‘la contradicción’, lo que no suele tomarse como verdad, pero es así: en la Realidad no hay verdad; hay pretensión, sí, imposición, sí, de verdad, de verdades, pero todo falso, no hay verdad.  La Realidad en general es esta guerra, esta división, y voy a, antes de dejaros pasar la palabra, recordar cómo esto se generaliza desde el caso de uno mismo al de lo que llamábamos Realidad en general. 

   Los que me acompañáis no olvidan por un momento que el descubrimiento más elemental es que la Realidad no es todo lo que hay, lo cual tiene el resultado primero de separar de la Realidad “Todo”, y por tanto “Nada”, y por tanto los Números Ideales, y cualesquiera otros ideales que se nos impongan.  Es en la guerra entre Todo, Nada, Dios, Poder, los Números puros, que se imponen desde Arriba, y la resistencia siempre viva, la resistencia desde abajo, es en el choque, en la lucha entre lo uno y lo otro, en donde se sitúa esto que llamamos Realidad o Existencia, y la Ley, esa contradicción que he mostrado para el caso de uno mismo, la podéis generalizar, por todas partes se da.  Es la Ley de la Existencia, que es lo mismo que la Ley de la Realidad, y animales, plantas, piedras, cristales, astros, nubes, cualesquiera cosas que queráis decir o imaginar, están sujetas a esta Ley, están en guerra, como en el caso de nosotros, de uno mismo.  Es decir, que no pueden menos por un lado de tratar de subsistir, para lo cual tienen que aprovechar las ideas que de Arriba le vienen impuestas, ese saber que viene de Arriba, para subsistir, es decir, para evitar al atacante, para apresar la presa en el caso de los animales, para cualesquiera otra cosa en el resto de las formas de existencia.  Tienen que aprovecharlos, como nosotros en nuestras poblaciones aprovechamos justamente los números (para poner el caso más eximio), y cualesquiera otras formas de aparición de Todo o Nada, las aprovechamos para mentir y para subsistir.  Esto es así, para que no entendáis esta guerra de que os hablo como algo en que los contrincantes están tan netamente separados: los contrincantes están por el contrario intrincadamente unidos, confundidos lo uno con lo otro, y bestias, árboles, astros, nosotros, tienen que aprovechar las ideas que se imponen, la fe en que las cosas son lo que son, y los números, que acompañan a esta fe en que las cosas son lo que son.  Tienen que aprovechar eso para subsistir simplemente. 

   Nosotros en el caso estremo, pues tenemos que aprovechar los dineros, que son números, que son Futuro, que son por tanto objetos impuestos desde Arriba, de Fe, pero tenemos que aprovecharlos para subsistir, para ir tirando, para lo que se llama existencia, y esto lo hacemos naturalmente contra una tendencia que tenemos desde abajo, diríamos, una especie de infinita pereza que nos invade, que es la tentación, el deseo, de dejarnos ir, de librarnos de todo el tormento de las ordenaciones y de la fe que nos están impuestos, como un verdadero respiro de liberación.  Dejarnos ir, dejarse llevar, y lo que al principio decíamos de dejarse hablar es una parte de esto, de esta especie de deseo profundo y contraideal que abandona la pretensión de ser uno el que  existe, y que por el contrario nos lleva a dejarnos ir, dejarnos perder, dejarnos de ser lo que se nos manda que seamos.

   No creo que haga falta más, por lo menos esta noche, para generalizar lo que he mostrado para el caso de uno a la Realidad en general.  Pero hay que añadir que es que el caso de el Hombre es especial, y es por eso por lo que aquí, en esta tertulia política, lo que nos queda de pueblo no está simplemente contra una forma u otra de gobierno: está contra el Hombre mismo.  Que es lo mismo que estar contra Dios, porque efectivamente de por sí esto de el Hombre, en cuanto se nos hace que le impongamos al resto de las cosas como si el Hombre fuera el observador, las cosas las observadas, el Hombre fuera el dominador, las otras dominadas, etc., es este Hombre el que así se convierte en objeto del desengaño, del desmentimiento: no tiene para ello ningún fundamento, ninguna razón, no tiene ninguna razón.  Naturalmente, si el Hombre se apodera de la razón, él mismo, y piensa que los astros y las flores y los árboles no la tienen, y no hablan, entonces, claro, por pura consecuencia en primer lugar va a tener razón, y la razón será la suya, pero eso, como tantas veces hemos dicho, es un puro patriotismo, y por tanto tan falso y tan imbécil como todos los patriotismos, solo que aplicado a la Humanidad, aplicado al Hombre, contra el que estamos.  Y es por eso por lo que, aunque esta guerra de la Realidad sea común a cualesquiera cosas, en el caso nuestro lo es de esta manera especial: con una exageración.  Con una exageración: que trata de imponer el Todo (como en los regímenes totalitarios, como el Dios Todopoderoso de la antigua Iglesia), o la Nada, que es lo mismo por el otro lado: se trata de imponer la fe en los números esactos como reales, se trata de imponer la verdad en la Realidad, donde no hay más verdad que la guerra, pero se trata de imponerla una y otra vez. 

   Las bestias, los astros, por la Ley de la Existencia, para subsistir, tienen que mentir como nosotros, tienen que aprovechar los entes ideales que les caen de Arriba para aplicarlos al negocio de salvar el pellejo, de atrapar la presa, de no chocar unos con otros, etc.  Tienen que hacerlo así, y en ese sentido se puede decir que eso que queda por debajo, que no ha quedado todavía reducido a Realidad, y a lo que por tanto no tenemos que darle nombre (aunque se le dan de vez en cuando nombres, falsos, como Natura y cosas así, que aquí le decimos la desconocida) tiene que aprender Matemáticas en cuanto se trata de la realización: si se trata de que las cosas vengan a intentar ser las que son y cada una la que es, y de esa manera pelearse unas con otras, entonces efectivamente hay que aplicar los números, los significados esactos que van con ellos, echar las cuentas, hacer las cuentas.............  Eso es subsistir, y vosotros lo sabéis como yo igualmente, pero esto no se da más que en virtud de que se pasa de lo desconocido a la Realidad, que está costantemente costituída por el intento de conocer, de saberse, y por tanto por la mentira, que ésa no puede ser.

   Pues bien, el Hombre está contra esas posibilidades de vida, de desconocido, de una manera especial, simplemente en cuanto que Él se presume el Sujeto del saber, el Autor de las ideas y de los ideales, y sobre esa mentira se sostiene.  Ésa es la mentira del Hombre, a la que directamente atacamos en esta tertulia en nombre de lo que no es Hombre, sino común, pueblo-que-no-existe, y de lo que en cada cual, gracias a su imperfección, quede de pueblo-que-no-existe.  Bueno, como se ha hecho tarde me tengo que callar aquí"  



 ¿AGC?

APUNTES SOBRE “DESTINO”


 

APUNTES SOBRE “DESTINO”


A


La raíz de la fe y la equivocación esta en que las formulaciones en Futuro se toman como predicaciones (cuando en verdad una formulación en Futuro nunca puede liberarse de su condición modal originaria: no decir, sino hacer cosas como prometer o amenazar), y como tales, entonces, se les atribuyen los valores lógicos de V(erdad) y F(alsedad).

B
¿Que son, por cierto, V y F? Formalmente, V es una predicación tal que "No V” es imposible, esto es, contradictorio; F es una predicación tal que "No F" es necesario, esto es, tautológico.

C
Pero, si se usan teniendo en cuenta la Realidad (o sea con el criterio famoso de la adaequatio rei), ya se trata de otra cosa: V y F implican entonces la comprobación experimental (no se dará V a "Gato en tejado" hasta que se compruebe que gato en tejado), y por ende V y F quedan encomendados al futuro.

 

D

Pues bien, tomar las formulaciones en Futuro como predicaciones (v. a) es imitar el procedimiento c de atribución de V real a los hechos, saltando del trance de comprobación científica de hechos al trance de producción de hechos, esperados o temidos, que vengan así a dar V a la predicación o predicción que de ellos se hubiera formulado.

 

E

Es decir que se equipara el cumplimiento de la promesa o la amenaza con el acto experimental de la comprobación científica de hechos, pese a que éstos se suponen dados sin ninguna actividad (por el contrario, la Ciencia la prohíbe) conducente a modificar la Realidad de modo que viniera a dar V a la predicción de hechos.

 

F

Pero, entre tanto, se da el paso trascendental para la fe y equivocación: a saber, que la conexión lógica se toma como conexión física: por ejemplo, y por excelencia, la relación de causa: lo que era una relación sintáctica de la formulación se toma como una relación entre hechos, perteneciente a la Realidad.

G

Interviene, por su lado, la previsión o expectativa rítmica: habiéndose reconocido, en el registro de la sucesión (donde se da como una correspondencia de pulsos entre el suceso y su observador), el hábito de repetición mecánica (producción ordenada de veces de lo mismo, esto es, que uno mismo se presente como múltiples), se confía en que siga en adelante sucediendo igual. La previsión científica no es más que un refinamiento de esa expectativa rítmica.

 

H

La equiparación de las formulaciones en Futuro con predicaciones, segun c-f, con consiguiente atribución de F o V, repercute ahora sobre las predicacio­nes de hechos (que, desde que hay hechos futuros, están ya en Pasado): así como "P fut" será V cuando el hecho la haya comprobado, así "Q fut-de-pas" ha sido V porque se ha cumplido: y entonces, pasando a la Realidad, así como un hecho futuro es real en cuanto que se le prevee con éxito, así un hecho-hecho (pasado) hubo de tener su previsión, y gracias a su éxito se ha realizado el hecho; lo cual, según f, pone ya la previsión con el hecho en relación de causa.

 

I

La suma o conjuntación del proceso de equivocación c-f con el tratamiento científico de  g viene a dar en la idea del Tiempo, "espacio sobre el que trascurren los procesos". Y la inversión señalada en h sostiene entonces la idea de "inversión de sentido del Tiempo”, Futuro a Pasado, como Pasado a Fu­turo.

 

J

La posibilidad, por su parte, no es, lógicamente, mas que la no-imposibilidad, esto es, la no-contradicción (cfr. b), que en ciertas formas de lenguaje formal (es decir cerrado), viene a ser lo mismo que V. Pero en aplicación real o física del término, posibilidad es lo mismo que infinitud o indeterminación. El intento de reducción de esa incertidumbre a números da lugar al cálculo de probabilidades. Pero es la colocación de la posibilidad en el Tiempo, establecido según f, lo que viene a parar en la imaginaria, vulgar y científica del Presente (es decir el punto en que se esta hablando) como un agujero por el que al pasar las posibilidades infinitas quedan convertidas en certidumbre, esto es, en hechos, pasados, naturalmente, y fatales en Pasado.

 

K

Pero en verdad el punto en que la cosa se esta diciendo no era de la Realidad ("fuera de", "antes de", son ya metáforas, sostenes del artilugio de superación de la contradicción en que la Realidad consiste), y por tanto, no conocía Tiempo: la conversión, a su vez, de ese decir en hecho o cosa es justamente el acto en que, juntamente,
1) la lógica o razón se interpreta como física,
2) Yo me hago un ser real, y desde entonces la suerte del átomo refleja la de mi, y
3) las posibilidades infinitas ("infinito" consistía en no ser nadie ni nada determinado) pasan, por ese agujero puntual, a convertirse en hechos, determinados, esto es, fatales “hacia atrás”.

L

Y bien, la idea de Tiempo, establecida en i, con sus inversiones de sentido, entonces, por una vía, otra vez, de sentido en cierto modo inverso a la señalada en b, plantea las cuestiones de fatalidad o necesidad "hacia adelante" o en Futuro.

GLOSA DEL PUNTO J


M

La posibilidad es, a su modo, cosa, realidad, para los sistemas finitos y cerrados: por ejemplo, todas las posiciones de las piezas en un tablero de ajedrez (de todas o del numero de ellas que se quiera) son posibles realmente, son verdaderos "seres en potencia" en el sentido aristotélico; lo cual quiere decir que, a su modo, están ya realizadas, en cuanto previstas, y una partida de ajedrez no puede ser mas que un hacer lo que ya esta hecho. A ese ideal justamente aspira la organización económica y política del mundo, cuyos manejos no tienen sentido mas que partiendo de la suposición de que lo que se quiere ordenar es un sistema finito, un conjunto.

N

Caso especial (y único) es el del sistema finito (= definido), pero no cerrado, sino interminable, es decir, el de la serie de los números naturales (cualquier otro sistema con esas características no es mas que una copia del de la serie de los núme­ros): ahí se da que, a partir del cualquier punto en que se caiga, las potencias, desde luego, de los números ya contados o costatados (un Pasado, a su manera) son propiamente seres en potencia, son posibles en cuanto, según su regla, realizados o previstos, y también, secundariamente, los compuestos, o producto de números pasados, son po­sibles y reales; pero los primos sucesivos, que parecen ser los únicos números de verdad nuevos, no tienen el mismo tipo de posibilidad: los primos no tienen otra forma de aparición que la de los agujeros de la criba de Eratóstenes, es decir, que son los fallos de la previsión: su posibilidad no es más que el residuo de todas las posibilidades o seres en potencia: lo cual debe de deberse a que los primos consisten en el desajuste entre dos maneras de ordenación, la de las potencias y productos y la de la sucesión monótona o por regla "+ 1", de la serie.        
               

Ñ

Pero en la verdadera infinitud (= indefinición, imperfectibilidad, imprevisibilidad) no caben seres en potencia: cualquier cosa es posible, y por tanto, ninguna está dada como posible en realidad; pues la Realidad se constituye por la reducción directa, según k, de la infinitud a unicidad, y solamente queda, dentro de esa Realidad, las previsiones para sistemas parciales finitos, cerrados o en la serie, que, como seres en potencia, son ya, a su manera, parte de la Realidad (los proyectos, esperanzas o temores, de cosas son también cosas); pero no hay una Reali­dad, infinita y total al mismo tiempo, a la que pudieran referirse "posibilidades en general".   

O

Cuando se trata la Realidad como un sistema (según ejemplarmente sucede con physis o rerumnatura en la Física epicúrea; pero tal es el destino de toda Física), donde se concede de palabra la infinitud (de átomos y de espacio), pero se mantiene la totalidad (summa), es lógico y sumamente ilustrativo lo que pasa: todas las cosas que pueden suceder están ya sucedidas en algún sitio. En efecto, contando con un sinfín, no puede negarse ninguna posibilidad (echadas al alto los millones de letras que se quiera, no puede no su­ceder que vengan alguna vez a ordenarse en forma de El Quijote, y como esa condición ha estado rigiendo desde siempre, no puede no haber sucedido que en algún sitio se hayan ya ordenado de esa forma): ahora bien, por un salto nuevamente de la Física a la Lógica, la no-posibilidad de la negación se identifica con la posibilidad, y, de ahí, volviendo a la Física de nuevo, esa posibilidad se costituye como real, como la de los seres en potencia de los sistemas finitos, cerrados o seriales por lo menos.

P

En esa equivocación entre la posibilidad real en los sistemas totales y la infinitud de posibilidades en la infinitud tiene el Tiempo sus raíces, y ahí también la eterna preocupación de los mortales, todos y la Mayoría, por su Destino.



¿A.G.C?

domingo, 21 de diciembre de 2014

LA MANCHITA DE LA UÑA. Miguel de Unamuno y Jugo



LA MANCHITA DE LA UÑA


       Procopio abrigaba lo que se podría llamar la superstición de las supersticiones, o sea la de no tenerlas. El mundo le parecía un misterio, aunque de insignificancia. Es decir, que nada quiere decir nada. El sentido de las cosas es una invención del hombre, supersticioso por naturaleza. Toda la filosofía -y para Procopio la religión era filosofía en niñez o en vejez, antes o después de su virilidad mental- se reducía al arte de hacer charadas, en que el todo precede a las partes, a mi primera, mi segunda, mi tercera, etcétera. El supremo aforismo filosófico de Procopio, el a y el zeda de su sabiduría, era este: «Eso no quiere de­cir nada». No hay cosa que quiera decir nada, aunque diga algo; lo dice sin querer. En rigor el hombre no piensa más que para hablar, para comunicarse con sus semejantes y asegurarse así de que es hombre.
Un día Procopio, al ir a cortarse las uñas -operación que llevaba a cabo muy a menudo-, observó que en la base de la uña del dedo gordo de la mano derecha, y hacia la izquierda, se le había aparecido una manchita blanca, como una peca. Cosa orgánica, no pegadiza; cosa del tejido. «¡Bah! -se dijo-, irá subiendo según crece la uña y acabará por desaparecer; un día la cortaré con el borde de la uña misma». Y se propuso no volver a pensar en ello. Pero como el hombre propone y Dios dispone, dispuso Dios que Procopio no pudiese quitarse del espíritu la manchita blanca de la uña.
       Cuando se puso una vez, al poco del descubrimiento, a escribir Pro-copio, la manchita no le dejaba llevar la pluma por donde él quería. «¡Pero esto es una estupidez! -se decía, irritado contra sí mismo-; ¡si esto no quiere decir nada!, ¡degradantes supersticiones!». Recordaba que cuando niño se le había dicho que esas pintitas blancas en las uñas son mentiras y que les salen a los niños mentirosos; pero él ni era ya niño -ni viejo todavía- ni recordaba haber dicho, ni haberse dicho, recientemente mentira alguna de consideración. Además, aquello no quería decir nada. Y salió de paseo al campo, a ver si con el aire libre y soleado se le quitaba la pintita aquella del magín.
    ¡Que si quieres! Más fácil le habría sido quitársela de la uña. «¿Pero qué puede querer decir una cosa así? -se decía, sin querer decirse-. ¿Qué puede querer decir? ¡Claro está que nada! Alguna causa tendrá, ¡claro!, porque no hay efecto sin causa, y esto es indudablemente efecto, efecto de algo; por algo me ha salido esta manchita en la uña y precisamente en la del dedo gordo de la mano derecha y no en ninguna otra de las diez. ¿A ver?». Y se puso a examinar las demás uñas. Y luego se dijo: «No hay efecto sin causa, como no hay causa sin efecto; pero ¿para qué me ha salido esta manchita?... ¿Manchita?». Y se puso a cavilar si era o no mancha. Porque las manchas le parecía que han de tirar a negro. «Sin embargo, sin embargo -se añadió-, blanco sobre negro es tan mancha como negro sobre blanco; en una levita negra mancha la leche como en una pechera de camisa blanca la tinta». 

Creía con estas cavilaciones trascendentales poder desechar de su magín la manchita; pero ¡quia!, ¡ni por esas! Ya la cuestión no era lo que aquella pintita significaría, sino si significaba o no algo. Y en rigor, si hay algo que signifique cosa alguna.
Procopio creía no creer en «agüeros», hechicerías y cosas supersticiosas -creencia que, según le habían enseñado en el Padre Astete[1], es pecaminosa-; pero la superstición de Procopio era que nada quiere decir nada, que ninguna cosa tiene significación. «Y si no, vamos a ver -se decía-: ¿qué quiere decir esto de que yo me llame Procopio?, ¿por qué me hizo bautizar con ese nombre mi padre, que, por su parte, se llamaba Wilibrordo?, y tenía, por cierto, un hermano, tío mío, Burgundóforo...». Mas ni aun así... 

No, no lograba con estas digresiones apartar su obsesión de la manchita. La pequita estaba allí, en la uña, sonriéndose, sí, sonriéndose irónicamente y diciéndole: «Adivina, adivinanza, ¿qué hace el huevo en la paja? Y yo, ¿qué hago aquí?». Y era un huevo, un huevecillo -un ovillo- de pesares trascendentales. Conque no quería decir nada, ¿eh? Pues, por lo menos, decía querer. ¿Y decir querer no es acaso el colmo del querer decir? La pequita decía querer amargarle el poso de las aguas del espíritu, el sedimento de las supersticiones.
Empezó la cosa -ya le llamaba, hablando consigo mismo, «la cosa»- a causarle un íntimo desasosiego, algo como un cosquilleo del cauce del alma. ¡Dolor, no! Dolor no era; no llegaba a dolor. Pero algo que no le dejaba descansar, como cuando no se acuerda uno del nombre de su padre o de su hijo o del propio nombre. Y recordaba cómo, siendo niño, tuvo que salir de la iglesia dejando de oír una misa, a que devotísimamente asistía, porque no podía dominar los cosquilleos a despabilar los mocos de las velas del altar. Y se le reprodujo aquella congoja infantil.
¿Se pintaría la uña? ¿Se la rasparía? ¿Se la cortaría? Mejor era dejarla crecer. Y acaso con su deseo de que desapareciese la misterio­sa -sí, ¡misterio, misterio!- manchita fuera creciendo más deprisa la uña. Porque... ¿no influye acaso la voluntad en el crecimiento, más o menos lento, de las uñas?
«Dicen que a Newton -se decía Procopio- se le ocurrió lo de la gra­vitación viendo caer una manzana... 

Cuentos, ¡claro! Pero ¿no será la aparición de esta manchita en mi uña algo así como la caída de una manzana newtoniana? Y ahora, ¿qué descubro yo?». Y se puso a pensar qué es lo que descubriría. Porque necesitaba descubrir algo; el ánimo le pedía un descubrimiento. Solo que como nada significaba nada... ¿Descubriría esto: que nada significaba nada? Creía tenerlo descubierto, mas para sí solo; y cuando no logra uno descubrir a los otros lo que cree tener descubierto, empieza a sospechar que ni a sí mismo se lo descubrió.
«¿Y si yo pudiese demostrar -se añadió- que la cosa no significa nada?». Empezó a asustarse. La obsesión de la manchita no le dejaba pensar en otras cosas más serias. ¿Más serias? ¿Y por qué más serias?
Procopio se volvió a su casa con la mente henchida de intenciones de pensamientos. La manchita de la uña se le había convertido en una nebulosa cósmica de la razón. Y no quería dormirse, no fuera que la manchita se le convirtiese en sueño... Procopio tenía un supersticioso horror a las supersticiones.


[1] Es decir, en el famoso Catecismo de la doctrina Cristiana de este jesuíta, uno de los más difundidos desde finales del siglo xvi.

Pequeño Manifiesto de Nadie...


Este manifiesto no es de nadie, por sus palabras fluyen diversas voces.

Se pueden hacer  algunas Rectificaciones o añadidos según: 

Se han mantenido sólo los NOES vivos (o sea las CONTRAS y RECONTRAS) ya que los puntos de A FAVOR DE -pese a la buena intención- pueden -como suelen- derivar en un alegato PROVIDA con estandarte en la Plaza de Colón (¡jesúsquépena!). 

Y se ha añadido una advertencia urgente CONTRA  / INFORMATIVA que en pura lógica debía de ir como punto primero:
Se trata de una decena de principios elementales, no de FINES, ni de MANDAMIENTOS. Así pueden hundirse frágilmente en claros naufragios.

Contra la demo-CRACIA. Si es pueblo no es PODER y si es PODER no es pueblo. Asi que NO PODEMOS, pero sí PODAMOS, sin confundir poda con tala.

Contra las URNAS. Sarcófagos de ilusiones y voluntades.

Contra el DINERO. DIOS de la MUERTE que esclaviza, idiotiza,aniquila a la gente y la convierte en Humanidad que huele mal.

Contra el ESTADO. Que pretende que seamos una mayoria que para ëllos es todos, un número y un carnet, un territorio , una propiedad en compraventa permanente...

Contra los EJÉRCITOS, la POLICÍA, LOS SIQUIÁTRICOS, las CÁRCELES

Contra las PATRIAS, los MUROS y las FRONTERAS.

. Contra la MUERTE y la INMORTALIDAD, -que son una misma cosa-, siempre futura, y han subyugado con el miedo a las criaturas desde la espulsión del paraiso...

CONTRA LA INFORMACION:QUINTO JINETE DE LA APOCALIPSIS QUE CULMINA Y PERFECCIONA A LOS 4 de siempre.... porque galopa más rápido. a "tiempo real"...( dicen los creyentes)  ..( El viejo Buñuel ya lo advirtió en su último suspiro y lo siente cualquiera que no se deje intoxicar por la Administración de muerte informativa)

Y el décimo : CONTRA MÍ MISMO,  en lo que tengo de esclavo del Estado, el dinero y el miedo: "Niégate a ti mismo, lo dijo Cristo".    Déjate vivir, pero a condición de que no sepas lo que es vivir, déjate sorprender por  lo que ello sea.


Contra el FUTURO.
¡ahora!