jueves, 10 de julio de 2014

DE CHÁCHARA CON CHICHO



- A ver. Y ¿qué queréis hacer conmigo ahora?

 - Pues…

- Ya: como no tengo ni fuerzas para escurrirme de vuestros manejos, 
aprovechar para aseguraros bien de que estoy difunto.

 - ¡Hombre, Chicho, qué cosas dices! Difunto. Como si pudiera yo hacer contigo
 nada, cuando ni siquiera sé qué hacer conmigo.

 - Pues ya podías ir aprendiendo los elementos, con la cara que se te va poniendo 
con los años, ¿no?

- Ah. Porque tú sigues contando años.

-No que yo sepa contarlos por mis dedos, pero es que me puede servir todavía un tablerillo
 que tengo aquí al lado para echar cuentas de esas cosas.

- ¿Cuáles?

- Ésas del tiempo. O ¿sigues todavía dándole vueltas a ver cómo
 te desenredas de sus redes?

- ¿Para eso te sirve ese tablerillo?

Por lo menos, me dice que eso que a mí no me pasa (porque no puede), es a tí a
 quien le está pasando.

- ¿A mí?, venga, Chicho, no quieras ahora tomarme el pelo: ¿a mí que nunca me pasa
 nada de verdad, ni siquiera lo último ni lo primero?

- Pues será por eso. Y, en cambio, ¿a mí sí? ¿A mí me ha pasado todo lo
 que tenía que pasarme?

- Tal vez no, ya que sigues aquí dándome la lata y no te dejas…

- ¿Qué? ¿desaparecer?, ¿hacerme del todo la purita nada, como dicen los creyentes y los ateos? 

- Quiera yo lo que quiera, eso, Chicho, tú sabes que no.

- ¿Que no qué?

-  Eso de la pura nada.

-  Ya: a lo mejor, porque tú no puedes ser todos ni todo.

 - A lo mejor; pero, entonces, tampoco uno.

-  Lo que no puedes, desde luego, es ser yo.

-  No, no puedo.

- Pues ¡qué poquito puedes tú, maestro!

- Lo que me dejan los otros.

-¿Lo que ellos no saben?

 - Pues eso será.

 - Pues eso.



    Agustín García Calvo


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