Illustration: Louise Richardson
MASA Y RAZÓN
vocabulario.6.
Hemos venido viendo cómo, a partir de cuestiones puramente lógicas como ‘¿Qué es?’, el propio ímpetu de la indagación obliga, cambiando a otras cuestiones, como ‘¿Hay?’ o ‘¿Cuántos?’, que no son tan puras, sino que se acercan a dotar a sus términos de algo semejante a la realidad, a que la cuestión misma se vaya convirtiendo de lógica en física: por un estremo, lo que se diga de términos ya de por sí formales o matemáticos, como ‘todo’ o ‘tres’ o hasta ‘23’ será lo que menos diga o, en fin, no diga nada, puesto que está ya dicho, y así “trilátero” para ‘triángulo’ o “indivisible” para ‘23’ estén vacíos en tal sentido y sirvan meramente como confirmatorios de su definición, mientras que, por el otro estremo, la aplicación de los términos ideales a cuantías brutas o sin número y a cosas indefinidas, o carentes en cualquier idioma vulgar de todo significado, será, en cambio, la práctica más nueva y creativa de realidades.
Que, bajo esto, quede latiendo una duda que no sólo turba el sentido común, sino que se presenta a la teoría física, con el problema de la ‘medida’, y obligando a veces a distinguir ‘verdades’ de ‘pruebas’ en las fórmulas, es algo que nos ha llevado en otra ocasión a descubrir que, cierto, la madre inmensa es capaz de aprender matemáticas para su formación, pero el matemático es tan solo Dios.
Así es como, por un proceso que funciona entre nosotros en los dos sentidos opuestos, el más puro ideal o astracción desnuda (pasando, digo, de ‘nada’ a ‘seña de nada’, o sea ‘punto’, indibujable, de ahí a punto como cruce de trazos, de ahí…) vienen a sentirse como ‘cosa’ palpable, mientras, en el otro sentido, sentimientos o sensaciones los más brutos y resistentes a toda denominación, van pasando de ahí a precisos y dominantes en uno u otro vocabulario y sociedad y propagándose la supuesta ‘masa’ o palabra como ideal, hasta que el amor, por ejemplo, más bestial y sensitivo se convierta en un objeto de la Fe y la Teoría.
Lo que importa, de momento, es no confundir estas imaginaciones (por así llamarlas) de la génesis o costitución del mundo con lo que está ya dado (y es lo primero que se nos da a los mortales) como realidad: en la cual no puede haber otra cosa, ni debe hablarse de ella, que la lucha entre la pura razón y la mera masa, la lucha en que las cosas de la realidad están realizadas o realizándose.
Agustín García Calvo. Publicado en La Razón
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