martes, 21 de octubre de 2014

LA CULPA ES DE LOS VIRUS. Agustín García Calvo.

La culpa es de los virus
ENFERMEDAD Y PRORESO / 1
El País.- 13 de Marzo de 1989 




Louis Edouard Fournier,  ”The Funeral of Shelley” (ca.1889) 




Apenas habrá estos años causantes más vulgarizados que esos serecillos que se llaman como usted sabe, virus. Hace tiempo que han dejado chicos a los masones, los judíos, los gamberros, los etarras, los drogotas. Se ve pues que son de primera importancia, política, y a por ellos vamos.De la vulgarización tomo unos ejemplos que me aportan amables amigos que leen Prensa: A) EL PAÍS 25 Febr.'87 p. 6 de 'Futuro'; B) MUY nº 90, Nov. '88, pp. 93 ss.; y añado, para el caso de la identificación como virus de un sujeto que estropeó las redes informáticas de conexión entre el Pentágono y las Universidades durante unos días, C) EL PAÍS 5 Nov. '88 p. 7. Pues bien: "Conocidos desde hace tiempo de ser causantes de la viruela, la fiebre amarilla, la poliomielitis, la gripe y el resfriado común, los virus son los culpables del 80% de las enfermedades agudas que afectan cada año a la población de los -países desarrollados" (A); más modestamente: "Los virus contribuyen a que contraigamos hepatitis, gripe, sarampión, polio, rabia, fiebre amarilla, SIDA y muchos otros trastornos más" (B). Pero lo peor es que también "se hallan involucrados en algunos cánceres y leucemias y en numerosas enfermedades autoinmunes, entre ellas la esclerosis múltiple y la diabetes" (B); y "Recientemente, los científicos han empezado a sospechar que los virus tienen mucho que ver en las cardiopatías, defectos de nacimiento, diabetes, síndrome de Alzheinier, esclerosis múltiple y casi la cuarta parte de los cánceres humanos" (A).
Ahora bien, eso de que contribuyan, estén involucrados o tengan mucho que ver ¿no les parece a ustedes que estropea un poco la idea de que sean causantes o culpables? Y eso de que tengan que ver en casi lacuarta parte de los cánceres... ¿No van con eso a perder los virus el crédito y prestigio de ser los causantes verdaderos? ¿No quedarán amenazados de que se les confunda y degrade a la condición de circunstancias, de factores coadyuvantes, todo lo más de cómplices o colaboradores? Pero la causa, señores, como la madre, es una, y no debe nunca la noción de 'causa' confundirse con la de 'circunstancia`: si no, ¿adónde iríamos a parar? El policía debe descubrir quién es el asesino de la Marquesa, y se acabó; y es preciso que se sepa quién, personalmente, mató al Comendador. Sólo así la justicia y el Gobierno de los pueblos tendrán un fulcro en que apoyarse; sólo así se curarán las enfermedades sociales y las personales; sólo así, eliminada la persona culpable de haber introducido instrucciones indebi.das en la red informática del organismo de los Estados Unidos, podrá el Pantágono regir corno Dios manda los procesos constitucionales y reproductivos del Gran Cuerpo; y descubierto asimismo el culpable puntual de la gripe fantasmática, podrá el Pequeño Cuerpo acudir cada día sin falta a la Oficina y evitarse el enorme dispendio de Horas de Trabajo que al Capital y Estado les cuesta el mantenerse indefinida, informe y sin causa individual la tal pliaga.Cosa que, por cierto, deja en, entredicho el nombre mismo, influenza, o flu para abreviar y no acatarrarse mientras se pronuncia, o grippe o trancazo o cualquiera otro de los que se han ensayado desde que empezó a reinar, desde comienzos de siglo, la enfermedad informe: pues ¿cómo puede decentemente tener nombre una cosa que es casi cualquier cosa y se manifiesta casi de cualquier forma, hasta el punto de que, sólo con que te encuentres mal o raro, a falta de otra interpretación más precisa, ya estás sospechando que te La has mangao? Hace sonreír que todavía, en la vulgarización A, se distinga entre "gripe y resfriado común"; y las historias que dos veces al año sacan los Medios de Formación de Masas acerca de las varias y mutantes cepas o generaciones de virus de la gripe hacen sonreír también, por lo menos mientras no La ha atrapado uno.
Claro que las cuentas no son tan simples: si se pudiera individuar el causante verdadero y fijo de Eso, y en consecuencia apresarlo, juzgarlo y condenarlo a muerte, no parece que, en cambio, el fijar de paso y apresar al virus causante de esa institución más reciente que bajo la sigla S.I.D.A. condena como espada justiciera del Señor a los prójimos y deudos que atentan un poquito contra Sus leyes fuera a ser tan buen negocio: porque ahí, si un virus definido se fija en la pantallita y se individúa como culpable, ¿no se perderá con ello una ocasión preciosa de que a los Indivíduos personales les hiera la flecha de su culpa personal, de que la mísera jodienda de los mortales vuelva a los miedos tenebrosos y urinarios del tiempo de los Escolapios y de que renazcan esplendorosas las fábricas de preservativos?
Hay su DEBE y su HABER con esto en el libro del Señor. Pero se ve que la necesidad más alta y siempre más urgente que Él padece es ésa de la individuación de la Culpa, y por tanto, la de que cada vez los virus se hagan más individuales, más definidos y precisos como seres y causantes.
Y el motivo que el Señor y su Ciencia ofrecen para esa millonaria campaña de persecución del Virus, a saber, que es para la cura de nuestras plagas y enfermedades, se vuelve un tanto dudoso como motivo cuando consideramos que precisamente algunas de las plagas virales más arcaicas que en las vulgarizaciones A y B se citan, la rabia la primera, Pasteur y sus secuaces acertaron a curarlas sin tener la menor idea de que hubiera cosas tales como virus personales en el mundo, sino tratándolas como si fueran flujos infecciosos. Algo más importante y transcendente que la cura de los mortales debe ser lo que promueve el proceso de individuación progresiva de los virus.Más sospechoso aún, porcierto, resulta eso de que el desarrollo progresivo de los virus se haya producido tan exactamente según los cánones que rigen en general el Progreso Progresado, que son según la proporción aritmética siguiente: así como la noción de 'bichos' (piojos, lombrices, sarna) vino con el Progreso de nuestros abuelos a dar en la de 'microbios' (con la noción de más éxito, la de'bacterias', incluída), que exigía ya pasar del ojo desnudo al microscopio, inventado a punto, para ver a los microbios, esto es, incluírlos en la Realidad, así también análogamente la noción arcaica de 'microbios' ha dado el paso, apoyado como por casualidad en el microscopio electrónico que se requiere para verlos, a la noción de 'virus' (bichos: microbios:: microbios x), el mismo proceso por el que, una vez inventado el ferrocarril con el Progreso, hubo- que inventar el automóvil para el Progreso Progresado, y una vez que la radio, la televisión: es decir, pasar de los chismes ideados por fuerza de necesidades previas a los chismes ideados por deducción de los ideados previamente. De un microbiólogo ilustre cita la vulgarización B p. 102: "Estamos ahora, respecto a los virus, donde los bacteriólogos del siglo XUX estaban respecto a las bacterias".
Hagamos aquí un alto, no vayan a caer ustedes en la trampa que su lenguaje culto les tiene preparada para estos trances y a preguntarse si lo que estaré aquí insinuando es que "Los virus no existen"; una tontería semejante a la de aquéllas que concluyen que "El Amor no existe", sin darse cuenta de que con la sola admisión del verbo 'existir', aunque sea para decir "No", ya están domesticando su rebeldía y cayendo en el engaño. Existir, sólo existe Dios, y lo demás son malas imitaciones. Pero aquí no estamos tratando asuntos metafisicos, sino cuestiones prácticas, de política y de salud. Sigamos pués un poco examinando cómo son los virus.


sábado, 18 de octubre de 2014

INFORMACIÓN Y CÁNCER. Agustín García Calvo

Información y cáncer.
ENFERMEDAD Y POLÍTICA 
El País.- 27 ENERO DE 1989




Esta entrada quiere, además de lo propio de presentarles estos artículos del maestro, ser una comunión. Comunión entre los corazones de Lixo Solera, hermano de mi amigo el Príncipe Galín, y del maestro Agustín, que ahora nos enteramos que esta semana cumplía ochenta y ocho años. Como allí se habían juntado, en aquellas sesiones en Santiago de Compostela, ahora vuelven a juntarse aquí con nosotros. Salud!

Carmen


                           Edouard John Mentha | Maid Reading in a Library Late 19th - early 20th century


Gracias, Carmen, por traerlo aquí de de nuevo. Previo a este articulo, la primera andanada que el maestro dio contra la Información y su relación con el cáncer fue en la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela a los médicos y alumnos . Facilitó esta sesión facultativa nuestro buen amigo, y médico también, Lixo Solera, fallecido el pasado año.

Isabel Escudero Ríos

Pasemos hoy del cuerpo social al cuerpo personal. No será tan grande el salto: no nos saldremos con ello del campo de la política. Pues ¿no es el separar la vida privada de la pública el primer truco del Poder, que crea cada uno que tiene una vida privada suya, con la que puede hacer lo que le dé la gana, a fin de que Capital y Estado puedan hacer con el conjunto de las vidas privadas lo que Ellos quieran, o sea que cada uno en su casa, para que Dios en la de todos? Pues entonces, cuando a la gente se le hace creer que la enfermedad de cada uno es cosa privada y suya (ejemplo eximio: porque la enfermedad de uno es lo que le hace ser propiamente uno y le da su personalidad privada: sanos y hermosos, todos somos iguales), se está con ello haciendo política, infundiendo ideas falsas, que es el arma primera del Poder; así que aquí nosotros, cuando entremos a averiguar qué pasa con las enfermedades y a descubrir sus mecanismos, estaremos haciendo también política; la contraria, naturalmente. A mí de pequeño me había comprado mi padre un libro de aquellos que sacaban para ayudarles a los niños a tragar amenamente las amargas píldoras de las Ciencias; y ése tenía el plan, apoyado en muchas hábiles ilustraciones, de explicar los órganos y fisiología del cuerpo humano por medio de una constante comparación con la organización y funcionamiento de una nación constituida; de manera que las fases de la digestión aparecían como un transporte fluvial de bienes pasando por esclusas y compuertas, distribuyéndose por canales y diversas factorías; el sistema nervioso era un sistema de centrales eléctricas y tendidos telefónicos que recorrían el territorio; en fin, las infecciones eran un asalto de ejércitos invasores que querían apoderarse del Estado y alterar su buena Constitución, mientras que allí acudían los leucocitos, soldados leales de la Nación, que aun a costa de sus propias vidas detenían, apresaban y aniquilaban a los microbios enemigos. 

Voy a seguir un poco por esa vía tradicional de poner en relación de analogía la economía y política del cuerpo de uno con el organismo y fisiología de los estados, generalmente usada en el sentido inverso, como en el caso ejemplar de Menenio Agripa convenciendo a los plebeyos rebeldes para venir a trato con los patricios por el simple medio de contarles la fábula de los miembros, que ("no estando antaño en el consenso de todos que ahora rige, sino teniendo cada cual su acuerdo, cada uno su discurso", según Livio lo refiere) se habían rebelado contra el vientre ocioso y glotón y decidido no proporcionarle y prepararle los alimentos. 

Pero aquí, claro, nos guardaremos de saber cuál seguimos de los dos sentidos de la analogía, el que quiere socializar los hechos fisiológicos o el que pretende hacer pasar los estados por hechos naturales, ni cuál de las dos cosas es la que debe explicar la otra, o si mutuamente. O más bien, es que no vamos a usar la cosa como mera comparación, sino con un sentido de práctica eficacia, que sirva para revelar y, por ende, curar (puesto que la revelación de la verdadera cara de los males es ya su cura, dado que la fuerza de los males está en ocultarse bajo caras falsas), revelar y curar -digo- las plagas más terribles de nuestro mundo y nuestro cuerpo. 

Ya un primer paso daremos por esa vía sólo con preguntarnos a la vez "¿Cuál es la enfermedad que en el mundo actual amenaza más tétrica y aciagamente nuestras vidas?" y a la vez "¿Cuál es la plaga más conspicua y notoria que caracteriza a las urbes (y aun a los desiertos intermedios) de este nuestro mundo progresado?". 

Pues la respuesta a la primera pregunta apenas podrá ser otra que "Eso que llaman cáncer", y cuya condición más notable, así visto por fuera, es que lleva ya un siglo estando tétricamente de moda y eludiendo los millonarios esfuerzos de la Ciencia para descubrir sus mecanismos; lo cual, aunque parezca mentira, no ha traído hasta ahora consigo la consecuencia de descubrir que hay algo en los supuestos mismos de la Ciencia que no marcha. 

En cuanto a la segunda pregunta, si la respuesta no se les presenta tan inmediata a los lectores, bastará con que se coloquen, como la ficción científica les enseña desde pequeños, en la situación de un extraterrestre (pero que fuera extra- de verdad, no como esos que se van con una nave espacial a meter por un Agujero Negro, a fin de repetir allí las mismas tonterías que en su pueblo) que echase una mirada por encima a las urbes y desiertos del mundo progresado: nada más notable le chocaría que el que están plagadas de información, esto es, de signos visuales y auditivos, no agotados en un uso inmediato, ni tampoco ornamentales, sino dando a troche moche instrucciones y noticias: letreros de tráfico y comerciales, amén de pintadas personales, vehículos transportando cien marcas y cifras, y hasta peatones con camisa de letrero, completando los datos de la cartulina que llevan contra la piel, pantallas y altavoces emitiendo constantemente mensajes políticos, comerciales y culturales, señoras repitiéndoselos una a otra a las dos puntas de un cable telefónico, hojas impresas volando por doquiera cargadas de información, pitidos de guardias y guiños de semáforos, quilómetros de rayas luminosas para guía de aviones, centros escolares atestados de gráficos, mapas y chismes audiovisuales para guía de los niños; en fin, una cuantía de información que se come literalmente los muros, calles, pieles, aires, ojos.

 Pues bien, ¿cómo no poner enseguida en relación lo uno con lo otro? 

Vamos, para el cáncer, a seguir la imaginería más avanzada que para el funcionamiento del organismo la Ciencia nos ofrece. ¿Cuál es ella? Como por casualidad, consiste en aplicarle al cuerpo el mismo artilugio que rige el gobierno y tráfico del mundo: hay unos dispositivos informáticos en los centros cerebrales (más bien del cerebelo o cerebro primitivo, oculto bajo el superior: porque éstos son procesos de información secretos, que mejor que pasen desapercibidos para mí o mis facultades superiores), los cuales están constantemente transmitiendo a todos los órganos y regiones más alejadas del cuerpo humano, por medio mismo del flujo de la sangre, y por el código más sencillo, el binario o de SI/NO, como el de un ordenador cualquiera, mensajes o instrucciones de comportamiento, y a cada célula en especial instrucciones sobre los ritmos y maneras en que debe reproducirse.

 Pues bien, aceptada esa imaginería, tan verdadera para nuestra época como cualquiera otra para la suya, preguntémonos ahora en qué consiste el cáncer. Dentro de lo incierto y resbaladizo de lo que sabe de ese mal la Ciencia, una cosa parece clara y constante para los varios tipos que se comprenden bajo el nombre: a saber, que consiste en una proliferación desordenada de ciertas células del organismo.

 Buscando entonces la culpa donde se debe, es decir, en los centros de información, deduciremos que el mal viene de que se ha producido alguna alteración o confusión en alguno de los dispositivos informáticos del cerebro o sub-cerebro que estaban encargados de mantener el buen orden de los procesos reproductivos. 

Ya sólo nos falta renunciar a la convicción de que el cerebro elemental, en donde se sitúan esos mecanismos, esté absolutamente separado, esté inconexo con el cerebro superior, donde se asientan mis facultades superiores y el mecanismo de los procesos voluntarios y conscientes, entre ellos la ingestión y procesamiento de las informaciones que por vía consciente, y aun subliminar, se me transmiten; pues nada parece en principio oponerse a que se supongan conexiones entre los unos centros y los otros, y a que se investiguen con más precisión de lo que, a mi noticia, se ha venido haciendo. 

Porque, si esas conexiones se establecen, entonces parece que la causa del cáncer está clara: el exceso evidente de información a que la organización de nuestro mundo somete los centros superiores de cada uno de los individuos de sus masas, y sobre todo, la condición de inútil (esto es, no demandada por necesidad ni deseo y que no se emplea ni agota inmediatamente en algo a lo que servir) de la gran mayoría de esa información, es un hecho que debe producir algún trastorno y malfuncionamiento de esos centros; que eso no encuentre un cauce de repulsión ni de protesta, sino que, desapercibidamente, se acumule y asimile, es justamente la condición para que ese trastorno se contamine o repercuta en los centros informáticos inferiores, que así, alterados y confundidos en sus procesos propios, transmitan a las células de algún sitio instrucciones excesivas y malreguladas, que son las que se manifiestan como cáncer.

 Esto abre una clara vía para el estudio de biólogos y médicos. Ya la propuse el año pasado entre estudiantes de Medicina en Santiago de Compostela; pero, aunque hasta algún ilustre Profesor presente de Fisiología me hizo la gracia de no echar a broma el planteamiento, no parece que hasta ahora se haya hecho mucho caso de este posible modo de ataque de la cuestión y el mal. Por lo cual insisto. 

Que no es, al fin y al cabo, una investigación tan difícil, aun dentro del estilo de investigaciones de mero tanteo y estadísticas que se vienen haciendo sobre el cáncer: lo mismo que se investigan, por ejemplo, las relaciones con el consumo de tabaco, nada parece impedir que se calcule al menos la relación de la ingestión per cápita de información inútil (ya que el cómputo de BITS de información puede hacerse muy formalmente y hasta es fácil determinar criterios para separar la información redundante o no utilizada) con el cáncer. No sería seguramente más caro que las otras investigaciones millonarias que se hacen con tan escaso y dudoso resultado. 

Ésa es la vía de revelación de las causas ocultas y la vía, por ende, de salud que les propongo. ¿Que habría que contar con factores de predisposición y herencia, que explicaran que dos individuos sometidos al mismo flujo de información inútil no contraigan el cáncer igualmente? Por supuesto; pero eso pasa con cualesquiera causas de enfermedades que se propongan. 

¿Me advierten que, como es sabido, una cuarta parte de los cánceres más o menos se explican ya por intervención de virus? Ta ta tá: ahí tocan ustedes a la noción de 'virus' misma y con ella al replanteamiento de la noción de 'causa': una cuestión tan rica y apasionante que habrá que reservarle, si la salud en tanto no nos desfallece, otra entrada en este Rotativo.

jueves, 28 de agosto de 2014

SILENCIO Y SOSIEGO Por Carmen Martín Gaite



SILENCIO Y SOSIEGO 

Por Carmen Martín Gaite
30 de diciembre de 1963




Como rebelión al papel pasivo e inmanente que la historia ha venido asignado a la mujer, se asiste en nuestros días al espectáculo de una rebelión indiscriminada. Nadie, al menos que yo sepa, se ha parado a preguntarse por qué la mujer –dado que en otros tiempos no lo ha hecho por razones que se pretenden ver tan claras de sujeción al varón, etc...– no empieza a aprovechar ahora con cierto equilibrio esa    << l i b e r t a d >>    que se dice a todas horas estar conquistando.

La situación social de la mujer no es en sí misma inferior ni superior a la del varón. Muchas incomodidades y motivos de inquietud les son comunes como a todo ser nacido y dotado de conciencia. Más bien, hablando de un modo imparcial, puede decirse que para el libre ejercicio de las facultades de observación y experimentación de la realidad, tiene una mujer campo más propicio y podría alcanzar mayor sosiego.

Pero el decir esta palabra he nombrado un tabú naciente: precisamente contra ese sosiego, único camino cabal para el conocimiento, es contra el viejo ídolo que dispara su pólvora en ciega algarabía los insurrectos, y no se acercan una vez derribado sino para pisotearlo, sin verlo siquiera, igual que pasa en todas las revoluciones donde nada se salva ni se analiza, donde salvajemente se confunde y destruye todo lo que antes regía, sin separar lo idóneo de lo vicioso.

Y de esta forma como quiera que el sosiego, el silencio y el recogimiento –circunstancias como he dicho totalmente imprescindibles para cualquier atinado razonar– hayan venido siendo usadas por la mujer a lo largo de su desventurada historia como meros adornos refulgentes prendidos en su atavío, cofres sin abrir nunca bajo su tocador, se ha dado en confundir sosiego con inmanencia, la pasividad, la cerrilidad, la pereza mental y demás actitudes viciosas y descarriadas que han ido tarando su posible inteligencia, pero en las que el sosiego y el silencio han tenido una parte meramente accidental.

Ya en M a d a me B o b a r y asistimos a una reacción escalofriante de la protagonista. Nunca en mayor aberración y egoísmo ha venido a parar un deseo en su raíz noble de extender su vida, de hacerla menos mezquina. A un bovarismo desenfrenado están avocadas hoy la mayoría de las mujeres.

La falsa actividad engaña hoy a hombres y mujeres alentados por la propaganda, por la prisa de las ciudades, por los héroes del cine –triunfantes seres a imitar–, por el espejuelo del bienestar duradero, de estadios materiales a escalar, por la consecución del futuro.

Pero la diferencia entre hombre y mujeres actuales estriba en que ellos no estrenan nada. Siempre han ambicionado honor y gloria los varones, siempre han hecho ellos la guerra, han regido los estados, han inventado las constituciones, se han agitado por la consecución de lo que creían mejor. Cuando a la postre les parecía vanos o ilusorios sus afanes, de entre todos, unos pocos se apartaban a reflexionar sobre las contradicciones existentes, es decir elegían el silencio y el sosiego, que a las mujeres por no poderlo elegir, por sufrirlo como una condena desde la infancia, no les valía para nada. Ésta y no otra es la diferencia esencial.

Hoy la mujer que se dice <<e m a n c i p a d a>>, que estrena su libertad, está más lejos del sosiego que nunca. Tiene demasiado cerca la imagen de haberlo descastado como al peor enemigo y tardará mucho tiempo en pararse a pensar sobre este pretendido enemigo, embriagada como está por su primera victoria aún vacilante y poco afirmada de poder entrar y salir, de ser tenida en consideración, de agitarse , y hormiguear entre los varones, de hacer ruido como ellos. No sabe aún de lo que quiere hablar, se goza simplemente en poseer el derecho de hacerlo y todas sus energías las consume en seguirse rebelando cada día con mayor encono contra las trabas que aún encuentra para su total realización. Sin embargo pocas veces se pregunta dónde está ni en qué consiste esta realización.

En el centro queda (con peligro de ser ahogado para siempre) el problema de los hijos (¿por qué una mujer no contribuye de verdad a cambiar la petrificación de las costumbres?), de la convivencia (histerismo, reeducación), del no–egoísmo, del recuperado y elegido ensimismamiento.

La mujer emancipada rechaza y sufre la soledad más que nunca, perdida en la confusión de letreros que la circundan. Al aburrimiento de la mujer que hacía media ha sucedido la angustia de la soledad. No sabe combatir, sino en medio de algarabía y la alteración que todo lo confunden, esta angustia que le viene de un mundo que sabe puesto en crisis pero no tiene la lucidez de afrontar.

Porque la lucidez es fruto arrancado a la tiniebla a fuerza de silencio y sosiego. Y pocas mujeres todavía conocen el tesoro que se encerraba en aquellos cofres que les sirvieron antaño de adorno y que hoy han tirado sin abrirlos. Aún tendrá que pasar algún tiempo para que con la libertad recién estrenada lleguen a elegir y hagan suyo de verdad ese sosiego que les perteneció inertemente durante siglos y que por ignorar que no era la fuente de los males de ese mundo del cual han abjurado, rechazan sin discriminación
todavía.





(No tenía este hermoso texto níngun titulo. Yo me animé a éste, que parecía pedirlo. El cuadro es de Paul Gustave Fischer, que desagradecida de mí nunca añado el autor de estos hermosos cuadros,
 pero es porque en realidad les he mandado siempre para mi página de Pinteres adónde hago una recompilación de muchos autores. Salú!)  http://www.pinterest.com/carmenhbella/


¡COSAS DE FRANCESES! Miguel de Unamuno.

¡COSAS  DE   FRANCESES!
-Un cuento disparatado-




    Es cosa sabida que nuestros vecinos los franceses son incorregibles cuando en nosotros se ocupan, pues lo mismo es de ellos meterse a hablar de España que meter la pata.

    A las innumerables pruebas de este aserto añada el lector el siguiente cuento que da un francés por muy característico de las cosas de España, y que, traducido al pie de letra, dice así:

    Don Pérez era un hidalgo castellano dedicado en cuerpo y alma a la ciencia y a quién tenían por modestísimo sus compatriotas.

    Pasábase las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio, enfrascado en el estudio de un importante problema de química, que para provecho y gloria de su España con honra había que conducirle al descubrimiento de un nuevo explosivo que dejara inservibles cuantos hasta hoy se han inventado.
    El lector que se figure que nuestro Don Pérez no salía del laboratorio manipulando en él retortas, alambiques, reactivos, crisoles, y precipitados dará muestras de no conocer las cosas de España.
Un hidalgo Español no puede descender a manejos de droguería y entender de tan rastrero modo la excelsitud de la ciencia, que por algo ha sido España plantel de teólogos.
    Don Pérez se pasaba las horas muertas, como dicen los españoles, delante de un encerado devanándose los sesos y trazando fórmulas y más fórmulas para dar con al deseada. De ningún modo quería manchar sus investigaciones con las impurezas de la realidad; recordaba el paso aquel en que los villanos galeotes apedrearon a Don Quijote y no quería que hicieran lo mismo con él los hechos. Dejaba a los Sancho Panzas de la ciencia el mandil y el laboratorio, reservándose la exploración de la cima de Montesinos.

     Quede el proceder por tanteos para los que viven en tinieblas y no han nacido, como la inmensa mayoría de los españoles, en posesión de la verdad absoluta o la han dejado perder por su soberbia.

     Al cabo de tanta brega dio don Pérez con la deseada fórmula, y el día en que ésta se hizo pública fue el regocijo para toda España. Hubo colgaduras, cohetes, y gigantones y sobre todo combates de toros. Las charangas alegraban las calles de las ciudades tocando el himno de Riego.

     Las Cortes decretaron coronar de laurel en el Capitolio de Madrid a don Pérez, así que hiciera volar el Peñón de Gibraltar con todos sus ingleses, o cuando menos la gran montaña del Retiro, de Madrid.

     Adornando las paredes de zapaterías y barberías de los pueblos y en no pocos hogares aparecía entre números de La Lidia, el retrato de don Pérez, junto al de Ruiz Zorrilla unas veces y al de el pretendiente don Carlos otras. A un nuevo aguardiente anisado le bautizaron con el nombre de “Anisado explosivo Pérez”.

      No faltaron, sin embargo, Sanchos y socarrones bachilleres que trataban de echar jarros de agua fría al popular entusiasmo; pero desde que aparecieron en los periódicos escritos del eminente geómetra don López y del no menos eminente teólogo don Rodríguez, rompieron lanzas a favor del nuevo explosivo Pérez, los descontentos se redujeron al silencio público y a la lima sorda.

Llegó el día de la prueba. Todo estaba dispuesto para hacer volar una colinilla, situada en las llanuras de la Mancha,  y no faltaron animosos creyentes que se comprometieron a dar fuego a la mecha en compañía de don Pérez.

Cuando la mecha empezó a arder, estalló un formidable “-¡Olé!, ¡olé!...”, de la multitud, que desde lejos contemplaban la prueba y algunos palidecieron.

     Y cuando el fuego llegó al explosivo se oyó un ruido semejante a un trueno, se levantó una gran polvareda, y al disiparse ésta apareció la figura de don Pérez radiante de esplendor. La multitud le aclamó frenética, dio vivas a su madre y a su gracia, y le llevaron en brazos como sacan a don Frascuelo de la plaza cuando mata a un toro según las reglas de la metafísica tauromáquica. Y por todas partes no se oía más que: ¡Olé! ¡Viva España con honra!

Los periódicos hicieron su agosto.

     Unos aseguraban que el cerro se había hecho polvo, otros mostraban cicatrices que recibieron de los pedazos en que se deshizo; pero algunos días después se aseguraba que unos pastores habían visto el cerro en el mismo lugar que antes, y cuando se confirmó esta noticia se levantó esa gran polvareda de indignación popular.

    Era imposible el caso; el cerro tenía que haber volado, porque eran infalibles las fórmulas del encerado de don Pérez.

    Era una mano aleve que había mojado el explosivo, la mano del un maligno encantador de don Pérez y envidioso de su fama.

    Este encantador, sucediendo el caso en España, ya se sabe cuál tenía que ser: el Gobierno.

    La opinión pública se pronunció contra éste en los cafés y las tertulias, y los periódicos hicieron resaltar la desatentada conducta  del maligno encantador que se empeñaba en vivir divorciado de la opinión pública, tan perita en Química como es en España, sobre todo después de ilustrada por el eminente geómetra don López y no el no menos teólogo don Rodríguez.

    En aquella campaña se recordó a Colón, a Cisneros, a Miguel Servet, a los tercios de Flandes, el Salado, Lepanto, Otumba, y Wad-Ras, los teólogos de Trento y el valor de la infantería española, que con él hizo vana la ciencia del gran capitán del siglo. Con tal motivo se insistió una vez más en la falta de patriotismo de aquellos que no querían más que lo extranjero, habiendo mejor en casa, y se recordó al pobre don Fernández, cuyos libros en España  tenían que tomarlos las corporaciones mientras eran traducidos a todos los idiomas cultos incluidos el japonés y bajo bretón.

    El pobre don Pérez, perseguido por malandrines, trató de vindicar la honra de España, y como se proponía demostrar la eficacia del explosivo, con el que había de volar hasta Gibraltar y desenmascarar al Gobierno, le presentaron candidato a la Diputación a Cortes. Las Cortes son la academia en que se reúnen a discutir todos los sabios de España, asamblea que, siguiendo las gloriosas tradiciones de los Concilios de Toledo, hace a pluma y a pelo, ya de Congreso político, ya de Concilio, en que se dilucidan problemas teológicos, como sucedió allá por el 69.

    En cuanto los administradores de don Pérez presentaron su candidatura, el inminente toreador don Señorito, viviente ejemplo del consorcio de las armas con las letras, sintió arde su sangre, y al salir de un combate de toros en que arrebató al público estoqueando seis colombinos con la más castiza filosofía, se fue a un mitin y volvió a arrebatarle con un discurso en favor de la candidatura de don Pérez.
    Solo en la pintoresca España se ven cosas semejantes.  Después de brindar por la patria, desplegó don Señorito el trapo, dio un pase a España con honra, otro de pecho a Gibraltar y sus ingleses, uno de mérito a don Pérez, sostuvo una lucidísima brega, aunque algo bailada, acerca de la importancia y carácter de la química, y, por fin, remató la suerte dando al Gobierno una estocada hasta los gavilanes.
   El público gritó ¡olé tu salero!, y pedía que dieran al tribuno la oreja del bicho, uniendo en sus vítores los nombres de don Pérez y de don Señorito.
    Allí estaba también el gran organizador de las ovaciones, el Barnum español, el popularísimo empresario don Carrascal, que se proponía llevar en una   t o u r n é e    por España al sabio don Pérez, como se había llevado ya al gran poeta nacional.
    El buen don Pérez se dejaba hacer, traído y llevado por sus admiradores, sin saber en qué había de acabar todo aquello.
    Pero ni la elocuencia tribunicia del toreador don Señorito, ni la actividad del popularísimo don Carrascal, ni la protección del gran político don Encinas, movieron al gobierno español, que siguió comiendo el turrón a dos carillos, y sordo a las voces del pueblo, según es su costumbre.

    ¡Y todavía sigue en pie el Peñón de Gibraltar con sus ingleses!

     Convengamos en que solo un francés es capaz, después de ensartar tal cúmulo de disparates, sobre todo el de presentarnos a un torero de tribuno a favor de la candidatura a diputado de un sabio, solo un francés, decimos, es capaz de dar tal cuento por característico de las cosas de España. ¡Cosas de franceses!

      Pero, señor, ¿cuándo aprenderán a conocernos nuestros vecinos,  por lo menos tanto como nosotros nos conocemos?




(Un cuento muy verídico, si es que quedan pocas diferencias entre  la literatura y la vida real. Así pues, Don Pérez fue Isaac Peral, http://es.wikipedia.org/wiki/Isaac_Peral
y don López fue José de Echegaray, http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_de_Echegaray y hasta  el torero era Luis Mazzantini. Y más real fue la foto de este Submarino Peral torpedero que hace las veces de la bomba explosiva en el cuento y su inventor Don Pérez en este cuento de don  Miguel de  Unamuno. Y más y más y más aún, los franceses...

Un cuento que nos trae recuerdos y sones de otra época, que no es tan otra época, y lo más importante, es que al contarse puede sentirse  "la cara de la eternidad” que nunca cambia: la problemática, ahora, de cualesquier Gobierno en cualquier época, no como cuento sublimado, como hace la Historia, sino como parodia o descreencia siempreviva y necesaria, aquí y ahora.  Con la diferencia solo de que la algarabía de la gente en la calle se ha sustituido hoy por la algarabía de la necesidad de saber y estar al tanto de las noticias que Dios, o lo que es lo mismo, la Información, reparte a través de los medios de Comunicación de Masas; y los caballeros y militares y sus larguísimos submarinos hoy  recuerdan a cualesquiera edificios altísimos y a sus más altísimos grandes movimientos empresariales o de Dinero. Poco ha cambiado y tiene su gracia entender el cuento, no como algo acontecido hace mil años o a modo de información de la Historia, sino como algo de ayer mismo, sobre todo para que no les aburra, acostumbrados como estarán a sentir la importancia de sus vidas y de sus grandes curiosidades sobre los nuevos Nombres Propios que puedan darse ahora tanto en política como en Ciencia y en cualquiera  de sus publicaciones formativas científicas o filosóficas. Sí. Sí. Con todo eso con lo que les tienen a ustedes tan entretenidos).


Del Libro "Cuadernos de Todo", de Carmen Martín Gaite






Del Libro "Cuadernos de Todo", de Carmen Martín Gaite, que me anda acompañando en las olas serenas de este verano. Espero y gusten del mismo placer de estas lecturas...Salú! 



La casa como tiranía. 



La casa como nido. La casa supongo que en un principio sería funcional, sitio dónde recogerse. Pero nadie ve la posibilidad de rehabilitarla como tal refugio del frío, de la intemperie y basta. ¿Porqué se debe fidelidad a la casa como un santuario? “Ahora tienes ganas de irte de casa” , le reprochaban las mujeres a sus maridos. Y es por el simple pecado de abjurar de la casa como religión. Les obliga a ser hipócritas, a esconder esta legítima apetencia de todo hombre a salir y relacionarse. No hay ningún hombre en quien se haya muerto del todo, pero abjuran de ella, la esconden, tratan de justificarla suciamente, con razones falsas. Pocas veces se pide al familiar que permanezca en casa por razones positivas –una conversación, un quehacer- sino para encanallecerle en la pura inmanencia, para abortar en él todo balbuceante deseo de relación (desmayado por la falta de uso, casi agonizante.)



Las relaciones públicas.


¡Claro que le gusta a un hombre irse al café! A toda persona le gusta estar con personas, fuera, al aire, en terreno neutral. La tertulia.

Y todo el remedio que se les ocurre a las mujeres que se dicen más inteligentes es convertir estas relaciones públicas en privadas, privatizar más, al servicio de lo único que le interesa: cortar juego, encerrar. Algunas se engañan y creen estar siendo generosas. Creen que todo consiste en la cantidad. A una casa dónde viene cincuenta amigos, ¿Cómo se la va a llamar mezquina, cerrada? Pero la cuestión está en para qué vienen esos cincuenta amigos. Si la razón primera es la de evitar que el otro se relacione directamente, sin una mediatización o fiscalización, ¡valiente generosidad! Es agrandar la jaula, hacerla de oro, adornarla y reafirmarla  cada vez más en su carácter de jaula: consagrarse, pues, definitivamente a la vida privada e íntima, a la vida en jaula. Esos amigos acaban siendo propios, se ejerce sobre ellos el mismo derecho de propiedad –en otro grado- que sobre las personas de la familia. Deja de existir una posible relación, porque se les acerca, se le hace cosa privada, se le familiariza. Y la falta de distancia –la justa para ver más que su letrero y otras cuantas particularidades personales: sus piernas, si nariz- convierte también en cosa a esa persona, en instrumento guardado en la vaina, podado de su peligrosidad, de su palabra.

Las mujeres, como los padres, casi nunca dan gratis. Llevan su mira, más o menos inconscientemente: la de cobrarse más tarde o más temprano. Al libre hay que traerlo a vereda, meterlo en cintura, encerrarlo, y para esto se emplean los métodos más maquiaveélicos y refinados que quepa imaginar. Se arma el tinglado más aparatado de pregonada generosidad. Pero el tema sigue siendo: Traer al hombre a casa, o salir con él, pero mientras no haya interés, ¿para qué? No se podrá fingir tal compañía.

Acabo de ver una obra de teatro repugnante: La bella malmaridada que llena a diario el teatro María Guerrero. Casi toda la gente sale compadeciendo a la pobre imbécil de Lisbella y enalteciendo su resignación ejemplar. Al caer el telón parece que se ha logrado algo (al menos momentáneamente) porque se a logrado cerrar de nuevo al marido en casa. En el caso de Lope –que no veía otro problema más allá de las relaciones sexuales- los motivos del marido para salir eran tan mezquinos que no voy a defenderlos; pero una mujer como ésa, que nos presenta Lope como ideal, hartaría a golpes de <<dueño mío>> al más recoleto varón. ¿Qué vanidad masculina no va surgir ante tan rendido vasallaje y permanente incienso?

No sé qué idea ha movido a la dirección del María Herrero a poner en escena una obra así. Supongo que pretende demostrar el avance que se ha producido con los años, pero todas las mujeres del teatro se solidarizaban más o menos con la repugnante Lisbella, que era ella misma la merecedora de trato tan indigno.

Para mi modo de ver no han cambiado tanto las cosas y la risa irónica no procede, más bien la melancolía. Porque ha sido solamente el aspecto de la cuestión lo que ha variado. Es decir han variado las técnicas usadas para encerrar al marido en casa; pero persiste idéntico deseo, en el que coinciden un noventa y cinco por ciento de las mujeres <<enamoradas>> de un marido. Colgadas, cachipegadas, inseguras de sí. Que no se vaya, que vuelva, Dios bendito. Lisbella salía a buscarle. Las de ahora salen con él. Lisbella rezaba. Las de ahora arman fiestas en casa, preparan –llegado un caso extremo- programas de celos. Pero mientras el interés siga centrado en la propia relación, no se ha dado ni un solo paso adelante.

Y son diez minutos. Dar noticia de los asuntos cotidianos –incluidas consultas, ayudas, etc.- puede llegar a una o dos horas. Luego hay que inventar cosas, escenas, gestos que justifiquen la salida en común, ya que no hay una relación activa, verdadera, que justifica esa compañía.

Las mujeres que salen al café y bostezan se llevan la casa a cuestas, la cama a cuestas, la están esgrimiendo como en esa nubecilla de los tebeos cada vez que le miran, que suspiran, que le dicen <<yo tengo sueño>>, no dejan al hombre libre, independiente. No le dejan su tiempo, el ciclo de tiempo propio que le pida su lectura, su quehacer o su conversación. Llaman continuamente la atención sobre su mísera, insegura persona.

Se me dirá: <<Es que el hombre que quiere estar libre, que se quede soltero>> . Así se contesta con la inercia, la cerrazón de quien no quiere contribuir a arreglar nada. ¿Por qué se va a quedar soltero si quiere mujer, y ella hombre? ¿Por qué no se le va a dar sin condiciones lo que se le da lleno de peros, que son para él un continuo criadero de remordimiento? <<Es que si a un hombre se le deja solo en un mundo cuajado de peligros...>> Y yo digo ¡mentira! Un hombre acaba yendo siempre a donde quiere. Y el incentivo de lo prohibido le hará ver con un espejismo de verdad esa mezquinas evasiones sexuales, que en la mayoría de los casos podrían no existir si se les permitiera un completo desarrollo intelectual. Las mujeres tienen celos de todo lo que no son ellas y su casa. Eso es lo grave. De todo lo que es relación pública, posibilidad de libertad.

¿Quién ha dicho que una mujer sólo tenga celos de otra mujer? Tienen tantos y aun más de los amigos, de los libros, de todo lo que al hombre le llama a una salida al ancho mundo de la comunicación con los otros.

jueves, 10 de julio de 2014

Un gran silencio. Recitado por Agustín García Calvo.




Un gran silencio. Recitado por Agustín García Calvo.

https://soundcloud.com/chamalle-burro/un-gran-silencio-canciones-y-soliloquios-cxxxvi-agarcia-calvo


De Canciones y soliloquios. 

CXXXVI


Un gran silencio 
me habrá debido de despertar
esta mañana. Un gran silencio:
suspendidas estaban las fuerzas –no
de la tormenta y quieto el tiempo; 
ni un mal papel por la calle –no
que rozase el pavimento;

el aire en las palmas del patio –no

retenía el aliento;

tal vez se habrían confundido de hora –no
las criadas y los lecheros
y seguirían dormidos –no
o se habrían muerto;
mi dormitorio y mi almohada –no
la había invadido el silencio;
ni había pregones ni periódicos –no
ni relojes ni teléfonos,
ni chasquidos de trapas de las tiendas –no
ni bostezos de tenderos;
ni goteaba el grifo del lavabo –no
ni en mis sienes el pulso quieto.
De las voces de lo que no sonaba –no
infinito sería el cuento.
Había que despertarse y beberla –no
la negación de todo
con todo el entendimiento.
¡No despiertes, no!
¿Quién iba a poder oírlo entonces
todo este gran silencio?
 

 

Un Gran Silencio ¿Agustín García Calvo? Recitado por Carmen Corral





Un gran silencio - De Agustín García Calvo recitado por Carmen Corral
https://m.soundcloud.com/chamalle-burro/un-gran-silencio-de-canciones-y-soliloquios-cxxxvi-carmen



De Canciones y soliloquios. 

CXXXVI


Un gran silencio 
me habrá debido de despertar
esta mañana. Un gran silencio:
suspendidas estaban las fuerzas –no
de la tormenta y quieto el tiempo; 
ni un mal papel por la calle –no
que rozase el pavimento;

el aire en las palmas del patio –no

retenía el aliento;

tal vez se habrían confundido de hora –no

las criadas y los lecheros
y seguirían dormidos –no
o se habrían muerto;
mi dormitorio y mi almohada –no
la había invadido el silencio;
ni había pregones ni periódicos –no
ni relojes ni teléfonos,
ni chasquidos de trapas de las tiendas –no
ni bostezos de tenderos;
ni goteaba el grifo del lavabo –no
ni en mis sienes el pulso quieto.
De las voces de lo que no sonaba –no
infinito sería el cuento.
Había que despertarse y beberla –no
la negación de todo
con todo el entendimiento.
¡No despiertes, no!
¿Quién iba a poder oírlo entonces
todo este gran silencio?

DE CHÁCHARA CON CHICHO



- A ver. Y ¿qué queréis hacer conmigo ahora?

 - Pues…

- Ya: como no tengo ni fuerzas para escurrirme de vuestros manejos, 
aprovechar para aseguraros bien de que estoy difunto.

 - ¡Hombre, Chicho, qué cosas dices! Difunto. Como si pudiera yo hacer contigo
 nada, cuando ni siquiera sé qué hacer conmigo.

 - Pues ya podías ir aprendiendo los elementos, con la cara que se te va poniendo 
con los años, ¿no?

- Ah. Porque tú sigues contando años.

-No que yo sepa contarlos por mis dedos, pero es que me puede servir todavía un tablerillo
 que tengo aquí al lado para echar cuentas de esas cosas.

- ¿Cuáles?

- Ésas del tiempo. O ¿sigues todavía dándole vueltas a ver cómo
 te desenredas de sus redes?

- ¿Para eso te sirve ese tablerillo?

Por lo menos, me dice que eso que a mí no me pasa (porque no puede), es a tí a
 quien le está pasando.

- ¿A mí?, venga, Chicho, no quieras ahora tomarme el pelo: ¿a mí que nunca me pasa
 nada de verdad, ni siquiera lo último ni lo primero?

- Pues será por eso. Y, en cambio, ¿a mí sí? ¿A mí me ha pasado todo lo
 que tenía que pasarme?

- Tal vez no, ya que sigues aquí dándome la lata y no te dejas…

- ¿Qué? ¿desaparecer?, ¿hacerme del todo la purita nada, como dicen los creyentes y los ateos? 

- Quiera yo lo que quiera, eso, Chicho, tú sabes que no.

- ¿Que no qué?

-  Eso de la pura nada.

-  Ya: a lo mejor, porque tú no puedes ser todos ni todo.

 - A lo mejor; pero, entonces, tampoco uno.

-  Lo que no puedes, desde luego, es ser yo.

-  No, no puedo.

- Pues ¡qué poquito puedes tú, maestro!

- Lo que me dejan los otros.

-¿Lo que ellos no saben?

 - Pues eso será.

 - Pues eso.



    Agustín García Calvo


    Radio Tres. Pensamiento Tres: “Medios de Formación de Masas”. Xavier Bermúdez y Agustín García Calvo.





    Una de las características de los autodenominados “Medios de Comunicación”, a los que aquí solemos aludir como “Medios de Formación de Masas”, es la de vender sistemáticamente una serie de clichés, de verdades hechas, de valores establecidos, que pretenden pasar como lo que ocurre en el mundo, ser la traducción de lo que vamos viviendo. Y otra de las características es conseguir que los individuos que consumen sus clichés, consideren éstos como una graciosa ocurrencia propia, como una opinión personal. Entre los medios de formación, el que parece que mas éxito va teniendo en estas dos labores es indudablemente la Televisión.
    Pues bien, sobre esto, es sobre lo que hoy os invitamos a participar.
    Buenos días Agustín!

    Agustín: ¡Buenos días!.

    X. Bermúdez: ¿Qué nos cuentas sobre esto?

    Agustín: Vamos a intentar meternos con los Medios de Formación de Masas de la manera más clara y fría posible, reprimiendo si es preciso un poco la pasión que tantas heridas como sobre el pueblo infieren esos medios nos hacen sentir. Vamos a intentar con un poco de calma hablar contra ellos, esplicar qué son. Y sí: como representante supremo, como el más alto representante, de la Televisión en especial.
    No porque haya una monomanía un poco caprichosa contra la Televisión. Todos son Medios de Formación de Masas. También éste que estamos usando en este momento, también la radio, también la prensa, pero, evidentemente, la Televisión se caracteriza por haber nacido ya precisamente para eso, y solo para eso, de una manera descarada. Y esto lo revela hasta en la forma del aparato, en las condiciones de la proyección, y en las formas en que se recibe.

    Todo eso tenemos que irlo viendo. Pero, tal vez, para algunos de los oyentes, especialmente que no sean familiares con estas charlas, habría que recordar qué es eso de ‘masas’, qué estamos diciendo ahí. Hace un par de decenios, todavía a estos medios se les llamaba a la americana, Mass Media. Parece que el término se ha abandonado y que se prefiere volverlos a llamar, eso, “Medios de Comunicación”. Una falsedad sangrante. Porque comunicar parece querer decir que, entre dos, entre varios de la gente, pueden venir a participar de lo que haya común entre ellos: lo que hay de común, que es esencialmente el lenguaje común, que unos y otros usan. Mientras que aquí se trata por el contrario de imponer desde arriba algo. Todo lo más opuesto a la comunicación. Así es como se forman las masas, pero las masas están costituídas por Personas, precisamente: por Personas individuales. De tal forma que, mientras aquello que llamamos pueblo y que estaría por debajo -no es contable, no tiene número de almas-, las masas sí están contadas, tienen número de almas, y como consecuencia, cada una de las almas adquiere una individualidad, una personalidad propia. No es estraño que después estos mismos Medios de Formación de Masas, por ejemplo, en la propaganda comercial, acudan constantemente a la esplotación de la personalidad individual de cada uno, precisamente para vender masivamente sus productos.

    Esta es una razón que con frecuencia no se entiende. Estamos muy acostumbrados a contraponer algo así como una presunta libertad individual contra la masificación o la uniformización. Eso es una gran mentira que convendría ir desvelando poco a poco. No. Las masas están literalmente compuestas de individuos como usted y como yo. Personas. Que cada una de ellas tiene que creer que tiene sus ideas. Y que tiene su voluntad, que compra y hace lo que quiere, precisamente para que los medios consigan que todos en conjunto hagan lo que está mandado y compren lo que se les vende. Esa es la noción de masas a la que tenemos que acudir. Los Medios de Formación de Masas y la Televisión a la cabeza ejercen por tanto, costantemente, una esplotación, un dominio de aquello otro a lo que llamamos pueblo. No deberíamos consentir que se hiciera, ni aquí ni en ninguna parte, una mera crítica, más o menos intelectual, de estos Medios de Formación de Masas. La única crítica de verdad sería aquella que promoviera, desde los más hondo de los corazones de quienes oyeran, una especie de levantamiento popular, de levantamiento de eso de pueblo que quede en nosotros, y que es lo que esta oprimido, y dominado por los Medios de Formación. Ojalá alguna de las voces que surjan entre nuestros oyentes sean una especie de prenuncio o inicio, puesto que ya hablar es hacer, de ese levantamiento popular.
    No sé si tenemos alguna voz por el momento...

    X. Bermúdez: Sí. Tenemos ya la primera voz. A ver. Adelante.

    Voz Primera: Sí. Soy Roberto, desde Gerona.

    Agustín: Hola.

    X. Bermúdez: ¿Qué tal?

    Voz Primera: Bien.

    X. Bermúdez: Pues venga, cuéntanos.

    Voz Primera: Pues el programa parece muy interesante, sobre todo, lo que se acaba de decir. Pero, más que nada lo de que “cuando se habla se hace”, yo la verdad es que discrepo un poco, porque hablar es lo que hacen los políticos. Yo soy un punki de Gerona, y sobre lo que se dice de las masas, las masas es un grupo de gente, en esta sociedad al menos, que está masificada desde fuera, que es gente que no pinta nada, que son un rebaño, que son borregos, que no piensan porque no quieren pensar. Eso lo primero, y lo segundo, porque no los dejan. Y una escepción seríamos nosotros los punkis, jevis, anarcas, y gente de todas las tribus cuyo denominador común sería [….] del círculo, que tratamos de zafarnos de eso, que no aceptamos la mili y un mogollón de cosas juntas. En general, la sociedad y los dogmas, de esta sociedad, que son cuatro tíos que la tienen por el mango. Y nos zafamos de ella porque pensamos que es incompatible con nuestra individualidad. ¿No?

    Agustín: Bueno…

    Voz Primera: … y los Medios de Comunicación son fundamentales, por ejemplo, Radio Tres. Es que me han echado un cable tremendo. La verdad es que me hubiera suicidado de no ser por vosotros. Y no es por dar piropos. Simplemente la verdad. O, al menos, lo pienso así. Ahora tengo diecisiete años. Y creo que mira, estoy mal, estoy fuera de casa hace cuatro semanas o así, mis padres no me entienden. Estoy tomando una postura que a lo mejor, mira. Fue una tontería: “o te cortas el pelo, te quitas el imperdible de la oreja o te largas”. Pero para mi es mosquearme, es meterse conmigo. Yo se lo he dicho a mi padre: soy tú hijo y no tú esclavo. Entonces claro, o sea, que me lo pida bien y de otra manera, y mira, el pelo me crecerá de aquí a cuatro cinco meses. Aparte, tendré dieciocho en enero, y podré hacer lo que quiera, pero ahora estoy en una situación muy difícil para mí. Yo soy estudiante. No he pegado golpe en mi vida, y encontrar trabajo en este país… estando la situación como está… y bueno, dentro de todo lo tengo fácil, porque estoy en Cataluña, y, mira, quién quiere trabajar, trabaja ¿no? Ahora que te tienes que tirar diez horas y cobrando mil pelas al día.

    X. Bermúdez: Bueno, pues muchas gracias por tu llamada y ánimos!

    Agustín: Sí. Puesto que este joven oyente nuestro nos ha planteado unas cuantas cuestiones sobre esto de la cuestión de Masas conviene que volvamos sobre algunos de los puntos. Hablar no es hacer siempre, no es siempre hacer. Hay una distinción muy clara: lo que hacen los políticos, como lo que hacen los comerciantes, es decir una y otra vez lo que ya está dicho. Tal vez no sea, de primeras, fácil distinguir cuándo se está diciendo lo que ya está dicho o cuando se está hablando desde abajo, desde eso a lo que llamo un poco a lo cursi, “corazón”. Pero, si se distingue, esa es la diferencia. Ese hablar que es decir lo que está dicho, el hablar de los comerciantes y de los políticos, efectivamente, eso no es acción más que en el sentido de conservación de lo que ya está dado, o, peor todavía, aparente cambio para mantenimiento de lo mismo. Pero hay, desde abajo, desde el pueblo, con el lenguaje popular, el lenguaje no manejado por nadie, hay una posibilidad de que se diga lo que no estaba dicho y ese decir ya sería una acción. Lo mismo que las otras acciones: hay acciones como la del trabajo -que nuestro oyente duda si merece la pena someterse a él o no-, hay acciones como la del trabajo, las de la fábrica, las de la oficina, que consisten en hacer lo que ya está hecho, y hay alguna posibilidad de que se puedan hacer cosas que no sean precisamente hacer lo que ya está hecho. Por lo demás nuestro oyente todavía sigue cayendo un poco en la creencia en la libertad individual. Hay que insistir que ese rebaño de que él habla y que él dice que no piensa, tiene como condición necesaria el de ser un rebaño bien contado, y para que un conjunto esté bien contado, sea un conjunto de veras, tiene que estar compuesto de elementos bien cerrados, que cada uno se crea que es el que es, y que tenga las menos dudas posibles respecto a ello. Así es como la Masa está compuesta de individuos, y me gustaría que ya que nuestro oyente dice haber recibido algún beneficio de estas charlas, pues recibiera también esto un poco de desintegración de su idea todavía respecto a una libertad individual. Esto tal vez le desanimaría de empeñarse mucho en emplear apellidos como punki o ni siquiera anarka, porque tal vez no hacen falta. Tal vez cuantos menos apellidos se tengan mejor, y a veces, apellidos como esos pueden venir a ser un mero sustituto del apellido paterno, que se rechaza. Bueno. Sigamos adelante.

    X. Bermúdez: Sí, de momento no hay más voces.

    Agustín: Muy bien, y entonces seguimos haciendo costar cómo la Televisión es la reina, la cabeza, el representante por escelencia de esto que llamamos ‘Medios de Formación de Masas’. Como he dicho, está ya creada para eso, no por ninguna necesidad ni ningún deseo, como tal vez puede suponerse que lo había bajo la creación del telégrafo, del teléfono, hasta tal vez de esta utilización de las ondas eléctricas o del aire mismo por la radio. Ninguna necesidad, ningún deseo, si no ya desde el principio una mera imposición, y esto es algo que se refleja hasta en los detalles de la estructura: la forma, que no puede cambiarse por más vueltas que se le dé, por más aeromodelismos que se ensayen. La forma de ese bloque con su pequeña pantalla delante es ya representativa. Ese es el nuevo altar, el altar del hogar que ha venido a sustituir al que era el de los lares, en otras formas de hogar más atrasadas, menos progresadas. Sobre todo la forma de proyección: la lluvia de fotones, por así decir, por emplear la jerga técnica pedante de los científicos. La lluvia de fotones sobre los ojos -al menos en el cine había un reflejo de la proyección sobre una pantalla blanca de donde volvía a los ojos-, ahora se trata de la proyección directa. Parece ser como símbolo de esto que decimos, de que se trata de la imposición directa de la imagen. El meter literalmente la imagen por los ojos. Y la imagen, no lo olvidemos, son las ideas mismas, lo que se trata de imponer. Y las ideas son también la voluntad, el hacer.

    Pero aparte de la forma, la televisión tiene mucho que enseñarnos, a otros respectos. No es por ponernos a añorar, pero no podemos menos de acordarnos de tiempos en que la televisión no había invadido. En que a los niños, a los muchachos, se nos echaba a la calle y, con más o menos coscorrones y más o menos suerte, íbamos esplorando y tratando de entender un poco qué era este mundo en dónde se nos había metido, qué era esta vida. El choque con la tierra, con el campo, la mirada de vez en cuando al cielo o al río, el choque con los amigos o los enemigos. Como digo, con más menos coscorrones, íbamos muy poco a poco y con cierta vaguedad intentando entender qué era esto del mundo, de la vida. Bueno. A nuestros niños y muchachos, los nacidos ya bajo el régimen de la Televisión, eso se les da hecho. Ellos ya tienen una visión del mundo y de la vida. Es la que a través de los diferentes programas, se trate de publicidad -que como se sabe son los programas mejor hechos, los más dignos- o se trate de concursitos, o se trate mismo de noticiarios, bien diferidos, o se trate de peliculitas, con frecuencia rancias, del tiempo de sus padres o de sus abuelos, se les da ya una idea de la vida, se les esplica cómo es el mundo. Esta idea es necesariamente limitada, sumisa, y por decirlo con una palabra, imbécil, pero lo importante es que se les da hecha. Estos niños ya no tienen necesidad de ir a ningún sitio a aprender nada. Ellos saben ya cómo es el mundo. De esa manera que la televisión les muestra.

    Bueno, esto es terrible, la consecuencia es que estos muchachos, estos niños, no tienen nada que hacer en realidad, salvo mirar la televisión. Por fortuna, la televisión les da resuelta la mitad de la vida: con estar delante de la televisión, la mitad de la vida ya está hecha. La otra mitad se llena fácilmente, pues, no sé..., yendo a una discoteca o haciendo cualquier otra cosa de las cosas que están mandadas. Es el resultado de lo que estoy diciendo. No puedo olvidarme de cómo el otro día, a una muchacha de catorce años, a la que le tengo mucho cariño, cuando alguno de los familiares le reprochaba que se levantara demasiado tarde, pues venía a decir: “¿Qué tengo que hacer...?¿Para qué me voy a levantar...?”. Esto es una voz que por desgracia es muy representativa de todo lo que pasa. Yo no creo que exageremos cuando a los Medios de Formación de Masas, la Televisión a la cabeza, les atribuimos mucho de esta anulación del esperimento, del choque, con la vida, sustituido por una especie de recetas imbéciles. Después, esplicaré -después de que oigamos a algún oyente más- cómo es que estas recetas de la vida tienen que ser imbéciles. Pero, por lo pronto impuestas desde arriba. Impuestas, y además con esa falacia sangrienta de que cada niño, cada muchacho tiene que creerse que a él le gusta aquello, que si se sienta ahí es porque quiere, y que, por tanto, las ideas que tenga son las suyas y lo que le guste comprar o hacer es lo que a él le gusta comprar o hacer, no lo que le mandan.

    X. Bermúdez: Bueno. Pues tenemos dos llamadas, me parece. Vamos con la primera de ellas. ¡Hola!

    Segunda voz: ¡Hola! Soy María de Madrid. Médico Psiquiatra.

    Agustín: Muy bien.

    Segunda voz: Trabajo en un Hospital Psiquiátrico, y me resulta interesante su discurso acerca de la televisión, porque yo he observado que la mayoría de los delirios de mis esquizofrénicos hablan de que la televisión les ve. Es la televisión quien les vigila. Es como una sustitución del antiguo delirio de los esquizofrénicos sobre Dios. Yo creo, me parece, que por fin se ha conseguido de una manera bastante esacta la cuadratura, no del círculo, sino del triángulo, la cuadratura de la divina providencia. Por fin Dios ha invadido todos los hogares y más que nosotros ver la televisión, parece ser que lo que pasa es que la televisión nos ve a nosotros. Y me resulta interesante todo ese discurso que usted está dando, porque de alguna manera en esto patológico se ve bastante la normalidad de lo que pasa. Y nada más que eso era...

    Agustín: Pues muy bien. Muy agradecido. Es muy apreciable su contribución, y más cuando viene de una esperiencia profesional. Yo lo había hecho por mi cuenta en casos aislados que me han tocado cerca, con...-Bueno. Voy a decir “locos”, porque no soy especialista- con más o menos locos que efectivamente se sentían señalados por la tele. Por ejemplo: la tele anunciaba que se les iba a ejecutar a tal hora del día siguiente. O por la tele se veía que los alemanes, en competencia con los rusos se estaban preocupando del caso particular de ese, de ese fulano. Esto es muy interesante. El delirio confirma esto que hemos dicho de la relación entre la Masa y el Individuo, de paso. Porque en todos esos casos, al menos en los que yo conozco, lo característico es que los medios públicos: la televisión, por ejemplo, y por tanto esas entidades como Rusia, Alemania, o Estados Unidos, se ocupan personalmente de uno. Ahí se ve muy claramente la relación qué decíamos entre individuo y masa. Pero, muchas gracias sobre todo por lo que nuestra oyente nos ha dicho tan certeramente respecto a cómo es más bien la televisión la que está viendo a los televidentes. Cómo es en cierto modo ese ojo de Dios que estaba dentro del triangulo al que ella hacía referencia. Efectivamente, se ha conseguido de esa manera que Dios, en cada hogar, y en cada una de las almas esté realmente metido.

    X. Bermúdez: Pasamos a la siguiente llamada. ¡Hola...!

    Tercera voz: Estoy bastante de acuerdo con todo lo que se está plantando respecto a la televisión, y quería destacar algunos aspectos que me parecen importantes como el poder de manipulación que tiene todavía y ha tenido, de hecho, en la toma de decisiones de la mayoría de personas sencillas y que no tienen una gran clarificación en cuanto a ideas, ¿No? Claro, esta eso del tema de la O.T.A.N. Hasta antes de las elecciones prácticamente el voto decidido era en contra de ella. A raíz de todo el tema del jaleo televisivo que se armó con respecto a ciertos poderes, pues se llegó a poder cambiar el voto decidido de la O.T.A.N por aquella gran población que no estaba todavía decidida al respecto, ¿No? Luego hay otra serie de detalles, así como apuntes realmente del tema. La televisión sigue siendo todavía y se ve en la familia prácticamente como una dama de compañía: llegan a casa y lo primero que se hace es encender la televisión, aunque no se vea, pero es una especie de dama que te hace romper tu soledad y te inhibe en muchos aspectos -¿no?- provocando lo que supone ya de incomunicación y aislamiento, en familias, en hermanos, en padres, con respecto a hijos y demás ¿no? Otro aspecto que creo que es importante es que realmente creo que está sirviendo como creadora de niños amorfos, sin creación, sin imaginación, que son el futuro ejército de lo que luego puede ser un poder consumista y de manipulación. Y ya como último, querría también hablar de que todo en nuestra vida va en base a lo que supone el lenguaje televisivo, o sea: toda nuestra vida nos la planteamos incluso con fe y con palabras y con frases que salen a diario en programas. Y todo esto supone también, al final de todo, como la gran invasión que nos está suponiendo con las horas de producción de televisión. Prácticamente todo está hecho en Estados Unidos, o la gran parte de la producción de horas televisivas, con lo que consiguientemente nos trae de invasión cultural profunda. Vamos. Nada más que esto, yo quería manifestar mi solidaridad con todo lo que estáis planteando acerca de la televisión porque me parece que es muy importante y debemos de hacer todo lo posible, por lo menos de ser coscientes de ello y tener una actitud crítica ante esto. Gracias.

    X. Bermúdez: Bien. Muchas gracias a ti. Agustín. Quiero que recuerdes que a ti no te pilló muy de sorpresa el resultado de la O.T.A.N., ¿no?

    Agustín: Lo de la O.T.A.N es un poco anecdótico. Efectivamente, es una típica resolución de masas y por tanto pude preverla con una gran anticipación de un mes no solo en cuanto al resultado del referéndum, sino en cuanto a las cifras. Fue una de las presunciones un poco tontas que entonces saqué a luz. ¡Ah, si la manipulación se refiriera solo a tonterías como esa de la O.T.A.N, esas que se hacen pasar como importantes y decisivas y que no son nada después de todo! Lo peor es que la manipulación se refiere a cosas que diríamos mucho más íntimas, mucho más profundas. Desde luego el modelo de la manipulación hay que buscarlo en el comercio, en esto que se llama márquetin, y que parece lo más serio del mundo. La manera en que se puede influir, no ya por aquellos medios subliminales que antaño se nos decía, por medio del subconsciente, sino directamente, a través de los ojos, sobre las facultades superiores del alma. Es decir, sobre las ideas y sobre la voluntad. En los procedimientos de publicidad y de técnicas de venta y de márquetin, aparece más claro que en ningún otro sitio.

    Sí. Es importante lo que nuestro oyente nos ha recordado: el “aunque no se vea”, “aunque no se mire”. Esta presencia que viene a confirmar lo que antes decíamos de que parece como si efectivamente fuera más bien la televisión la que está encargada de vernos, de vigilarnos, dentro del hogar, y sí: de hacernos compañía, pero de esa manera tremenda que nos podía hacer compañía el Propio Señor. No la buena compañía de uno con otro, que más o menos no saben por dónde andan, y que se buscan en la oscuridad para ver si en el choque entre sus ignorancias y sus vacilaciones pueden encontrar algo o no, sino en la compañía del vigilante, del ojo del Señor, si es que a eso se puede llamar ‘compañía’ más que otras cosas como “Imperio” o “Reinado”. Sí. Es frecuente eso: “aunque no se vea” “aunque no se mire”. Lo importante es que esté allí, que esté haciendo acto de presencia. Se puede estar haciendo otras cosas: he visto a la gente, pues comiendo, por supuesto, comiendo delante de la televisión, acariciándose más o menos perezosamente delante de la televisión. Incluso, muchos chicos haciendo como que al mismo tiempo que están delante de la televisión, están estudiando y cosas por el estilo. Todo se puede hacer delante de la televisión. Con tal de que sea delante del ojo de Dios, todo ya queda, de alguna manera, redimido, es decir: pierde todo peligro de que sea nada interesante, nada no ocurrido antes. Se garantiza que todo lo que delante de la televisión se haga, incluso los besos y los abrazos, cualquier cosa, está ya perfectamente condicionado. No puede representar ningún peligro. Bueno. Si no tenemos…

    X. Bermúdez: Sí. Tenemos un par de ellas más... ¡Hola!

    Cuarta voz: Bueno. En primer lugar os quería felicitar por el programa, y quería comentar un tema, que es el asunto de los vídeos, o sea, el consumo masivo que hay por las familias de los vídeos, ¿no?, los videoclubs, que están abarrotados y que se ven cantidad de películas infames y tal -¿no?- en detrimento de las salas de cine y eso. Que parece como si la gente estuviese así como viciada, con las pantallas de los televisores. Me gustaría que me comentara un poco el tema este, que oigo muy mal...

    X. Bermúdez: Bien. De acuerdo.

    Agustín: Oímos bien. Sí. Gracias. Lo del vídeo, como todo el mundo sabe, es un rizar el rizo: es un invento sobre este invento que ya desde el principio dijimos que estaba hecho para lo que está hecho, para lo que sirve, para lo único para lo que puede servir. Por si hay todavía algún tonto que se cree que la televisión se puede usar para otra cosa que para lo que se usa. El vídeo venía a complementarla y efectivamente: lo mismo en forma de películas de vídeo, que en forma de vídeos de canciones ilustradas, esa especie de conflación forzada entre una canción generalmente poco interesante y una serie de imágenes, que más o menos sigan su ritmo, o que se trate simplemente de esos otros juegos complementarios para la pantalla que también se venden mucho, el caso es que todo ello viene simplemente a aumentar el ámbito y por tanto el imperio del invento fundamental, que es la televisión. Por si acaso las varias cadenas no dan abasto para tener a cada oyente convencido de que dando vuelta a un botón está viendo lo que quiere -cayendo en esta creencia tan tonta, tan sangrientamente tonta- por si acaso eso no basta, pues todavía viene la posibilidad de los vídeos, que uno puede comprar aparte, que uno puede ponerse cuando le parezca, aparentemente. No es más que una ampliación de la falsificación que tal vez la hace estallar un poco.

    Hace falta realmente haberse convertido en un individuo de la masa, es decir, en alguien que como decía uno de nuestros oyentes, “no piensa, sino que tiene ideas, las que le han impuesto”, hace falta eso para seguirse creyendo que efectivamente, cuando tiene una programación, o una serie de programaciones que se le ofrecen, o, cuando tiene una serie de vídeos, también, que se le ofrecen a la venta, él con elegir entre uno de los botoncitos o comprar uno de los vídeos está realmente haciendo un acto de elección, buscando algo de lo que él quería, previamente. “¡Hombre! Aquí tiene usted una disputa entre los directivos de fútbol respecto a el tercer jugador estranjero o no”. ¡Ah! ¡Pues muy interesante!”. El oyente está convencido de que le interesaba mucho aquello y puesto que se lo han puesto delante de los ojos, pues él está obligado a creer, mientras permanezca delante de la pantalla, está obligado a creer que efectivamente él se lo ha buscado, que él lo ha buscado”. El vídeo, en fin, no hace más que ampliar la falsificación. ¿Había otra llamada?

    X. Bermúdez: Sí. Tenemos todavía dos. A ver. Vamos con la primera. ¡Hola!

    Quinta voz: Mira. Yo, en medio de este discurso en contra de la televisión, me gustaría… no hablar a favor de la televisión, pero sí quisiera lanzar un par de ideas. En principio el discurso me parece un tanto –me parece que se llamaban- “ludista”, aquellos que rompían los telares en la Inglaterra preindustrial. Estoy de acuerdo en que el medio condiciona el mensaje, pero no tanto. La televisión, el video, el cine, son tecnologías que están ahí. Son nuevos medios de comunicación que han surgido y estás ahí para que los usemos. La cuestión está en cómo la vamos a usar. A nadie se le ocurre decir pestes de la imprenta y de los libros y hay que recordar que libros como el “Mein Kampf” se hicieron, y a nadie se le ocurre echar pestes de la imprenta porque se escribió. No sé. Yo creo que el problema es más un problema social que un problema del medio. No creo que sea el medio quien haga uniforme a la sociedad, sino que esta sociedad nos está haciendo uniformes pero con muchas más cosas, no solamente con el medio televisivo. El medio televisivo es un medio más -valga la redundancia- para uniformizar esta sociedad, para hacerla más tonta, más servil a los poderes internacionales. Pero la televisión en sí es un medio que está ahí, que se puede usar bien y que se puede usar mal. Me parece a mí.

    Agustín: Está bien. Está bien que por lo menos uno de nuestros oyentes se haya puesto a hacer no tanto como una defensa, pero sí a volver a sostener aquello de que un medio es un medio y de que por tanto depende de cómo se le use. Bueno. A nuestro oyente no le hemos convencido hasta el momento -puede que ahora tampoco lo convenzamos- de que eso es una falsedad a su vez. Entre los chismes, de diversa índole, inventados, –él ha citado el telar mecánico y la imprenta- hay que distinguir, porque con el progreso, y especialmente con esto que llamamos “progreso progresado”, a lo que se ha llegado es a que la reproducción del procedimiento de invención –una vez que el ‘inventar’ está inventado- produzca cosas que ya tienen, cada vez más, marcada en su forma misma su función y su finalidad. Cada vez es más mentira –si alguna vez fue verdad- que haya una independencia entre los medios y los fines. Siempre los medios han condicionado. El libro mismo, la imprenta, la reproducción en miles de ejemplares de una misma cosa, probablemente condiciona muchísimo todo lo que por el libro se pueda decir, pero con el progreso del Progreso, este condicionamiento no ha hecho más que aumentar y ha alcanzado una especie de cenít con la Televisión. No. Hay que desengañar a nuestro oyente y a alguno que pueda seguir pensando lo mismo. No. No es verdad. La Televisión no puede servir para nada más que para lo que sirve. Incluso las cosas que se meten en ella, especialmente esas cosas culturales, más o menos finas por así decir, no están ahí nada más que para atender a esa parte de las masas que son las elites –porque también hay masas de elite o elites masivas- y además para mantener justamente esta creencia falsa en que la televisión podría servir para otra cosa. No. Hay demasiado puesto en la forma y en la función. Está inventada para eso y sirve para eso. No se la puede usar para ninguna otra cosa. Evidentemente, esta uniformización de que habla nuestro oyente no la produce solo la tele desde allí –ya lo hemos dicho al comienzo: la tomamos simplemente como representante-, pero estos Medios de formación de masas con la tele a la cabeza efectivamente son los medios para conseguir esto: que en vez de haber algo como pueblo vivo, haya simplemente masa de individuos que cada uno se cree que tiene sus ideas y que quiere lo que quiere cuando quiere lo que le mandan. Hay una necesidad intrínseca en que la Programación y lo que por la televisión se emite sea imbécil, en el sentido que antes decíamos. Sea necesariamente imbécil, es decir, sumiso y además sumiso con esta falsedad de que se crea que hay en esa sumisión algún resto de libertad. Los que la dirigen, los personajes que están más o menos a la cabeza de las programaciones y que piensan que si conviene renovar esto o lo otro, hacer este programa o retirarlo y demás, esos nos interesan muy poco. Sabemos ya, porque otros días lo hemos visto con otros ejemplos, que los ejecutivos son ejecutivos, simplemente, que en realidad los poderes son los poderes astractos, y ellos, los administradores, los servidores de la imbecilidad. Claro: ellos tienen que ser normalmente imbéciles también, y las honrosísimas escepciones pues están espuestas continuamente a no dudar mucho en ninguno de esos cargos de administración, pero la imbecilidad está sobre todo en los entes astractos mismos. Los servidores, claro, tienen que serlo en cierto modo también porque tienen que someterse. Para trepar, para ocupar puesto, tienen que llegar a creerse ellos mismos pues cosas como esas: que se puede hacer un programa mucho más interesante, que se puede utilizar la televisión para esto y para lo otro, y, naturalmente, para creerse estas cosas, pues hay que padecer una cierta debilidad. Una debilidad que por otro lado es una fe. Ésta misma fe que se trata de imponer a los individuos de la masa.

    X. Bermúdez: Creo que quiere repetir intervención nuestro primer oyente.
    Adelante.

    Voz Primera: Bueno. Estoy aquí tomando apuntes y tal y me lo estoy pasando muy bien, solo que le encuentro una pega a vuestro programa, si es que me dejáis decirla…

    X. Bermúdez: Claro. Por supuesto.

    Voz Primera: O sea... El señor…la verdad es que no lo conozco. No sé cómo se llama, pero es un hombre mayor, por la voz, y me chocó mucho lo primero que dijo cuando llamó la chica… bueno, la señora, la psiquiatra, que la felicito, la trató con mucha educación sobre su esperiencia y tal y cual. Y me sentí un poco como ofendido, si se puede llamar así, por sentir que tengo diecisiete años...O sea: me sentí marginado y, bueno, quería esplicar que a lo mejor aunque yo no sea psicólogo, por ahora, tengo muchas ambiciones y me baso en lo último que se dijo aquí sobre la imbecilidad, que sería la enfermedad colectiva de esta sociedad. ¿No? Que sería el cada cual creerse superior porque si no no podría dormir tranquilo al estar con el coco comido, por la televisión, por todo un entorno sobre el que tú tienes que ser “el mejor”. Esa es la primera norma de esta sociedad, o así lo veo yo ¿no? Entonces, con esta norma cada cual se tiene que, o probárselo a sí mismo como pueda o engañarse. Y engañarse es lo que desgraciadamente hace la mayoría. Porque, bueno, aquí estamos en Democracia, pero esto no es Democracia ni es nada. O sea: es una Democracia de una mayoría imbécil. Es lo de Colón y la mayoría: ¿Quién tenía razón?: ¿Colón cuando decía que la tierra era redonda o la mayoría cuando decía que era cuadrada? La tenía Colón, lo que pasa es que este tío se lo supo montar como para demostrarlo y entonces dijo: “Pues mira, ves, la tierra es redonda porque, mira, coges un barco, te das la vuelta al mundo y llegas aquí. Bueno: tuvo mala suerte, descubrió América, metió la pata, pero bueno, el tío era un chapucero que hizo lo que pudo. Lo que más me molesta de esta sociedad, los chapuceros, la gente que trata de hacerlo lo mejor posible y se equivoca. Y eso está en todos los sitios, en la televisión, en la calle, en la policía… del primero al último de todos los bichos que… de todas las personas que formamos esta sociedad y me incluyo a mí mismo, por eso soy punk, que creo que quiere decir ‘basura’, o algo así en inglés. Lo primero que hay que hacer es uno mirarse a sí mismo, al espejo, y luego cambiar, y no empezar a cortar a los demás porque tengan diecisiete sin conocerlos o sin tener todavía todas las cartas sobre la mano, porque es que uno en este plan –y lo digo por esperiencia- se gana enemigos. O sea, yo me he peleado con mogollón de jipis y jevis diciendo: “Ves. Los pankis somos superiores, porque somos una [raza] especial….”. Y lo que se dijo también sobre que esto era el apellido de mi padre, o sea, la falta del apellido de mi padre…. yo lo tengo clarísimo: mi padre no es ningún Dios y no le debo ningún respeto. El simple hecho de que se haya acostado con mi madre y me haya tenido a mí, no implica ninguna responsabilidad de mí para con él. Yo ya soy mayorcito y si él me dice que me corte el pelo, que me lo exija de una manera de persona a persona, no de padre en un pedestal a hijo en el suelo, porque así no funciona. Él me pegó bastante… y yo le he dicho “¡vale”! Me has pegado y no me he defendido porque eres mi padre”, pero ahora no me creo eso … he evolucionado y ahora te lo digo: “me vas a pegar pero ahora me voy a defender y el que va a perder eres tú”, porque yo me conozco y mi padre toma anticoagulantes, tuvo embolias y es abrirle una vena y se va en sangre…por eso es que estoy esquivándolo, porque el tío me está buscando. Mi padre es una persona que todavía se cierra en unas ideas totalmente arcaicas y, bueno, el conflicto generacional de bla, bla, bla, ¿no? y es normal que me rechace….
    X. Bermúdez: Perdona. Que se nos echa el tiempo encima. Que había alguna otra llamada. Y no te tomes como nada personal la respuesta que se haga. Olvídate un poquito de la edad, y bueno, aquí se está para decir las cosas lo más clarito posible, y desde luego no te lo tomes como una cosa personal.

    Voz Primera: De acuerdo...No será la primera vez ni la última que llame.

    Agustín: Bueno. Sí. Por lo pronto, supongo que nuestro oyente se sentirá ahora todavía con menos ganas de considerarse un marginado ¿no?, puesto que le hemos dejado tanto espacio y nos ha contado tantas cosas interesantes de su vida y demás. En comparación con nuestra amiga psiquiatra que le daba algo de envidia, pues ha ocupado una cantidad enorme de terreno, incomparablemente más ¿no? De manera que lugar para la marginación no se ve que hay mucho. En cuanto a la mención de la juventud de los diecisiete años, a mí me parece envidiable, deseable, y todo lo que quieras, en cuanto no se sepa a sí misma, en cuanto no tenga demasiada idea de sí misma, ¿no? Permitirá nuestro oyente que volvamos a hablar otra vez de la catalogación, como “punki” o como otra cosa, como un caso más de lo que todo el mundo trata de encontrar: una manera de encasillarse, que es una manera de encontrar su personalidad, y no olvide que la Masa está hecha de Personas. También de punkis. Los diecisiete años... ¡ojalá vivan! y, para que vivan, cuanto menos se sepa, cuanto menos conciencia de ello se tenga, mejor. No hay que olvidar que el año pasado las Autoridades nos estuvieron dando, haciendo vivir, un “Año de la Juventud”, y que la juventud puede convertirse en algo tan fascista como en tiempos de Mussolini y Hitler. Cuando no se sepa, cuando viva, cuando venga a formar parte de ese levantamiento popular: el pueblo vivo que todos esperamos contra esta imposición de los Medios de Formación de Masas.

    X. Bermúdez: ¡.Sí! Pasamos, a ver, a la siguiente llamada. ¿Hola?
    Sexta voz: Hola. Buenos días. Yo tengo el programa desde que me levanto, toda la semana, y ¿cómo explicarle? Yo “por ser algo”, como dice Agustín, soy madrileño. Pero, tengo… pues veinticinco, más edad que el niño este que ha llamado ahora. Entonces, claro, me doy cuenta de lo que sucede perfectamente y de la manipulación tan salvaje que se nos hace con la televisión. Ahora, la parte didáctica de la televisión, si estuviese bien estructurada ¿no sería buena? Es la única pregunta. Por ejemplo a mí me encantan los documentales. Pues… no sé, la parte histórica, la parte didáctica que puede tener el objeto este, porque si no, no vemos nada, porque todo es manipulación.

    Agustín: Muy bien. Gracias por su pregunta, que efectivamente viene a llenar un hueco en toda esta discusión. Yo tal vez como me he pasado la vida dedicándome, o por lo menos dentro de los medios didácticos o pedagógicos, tal vez no tenga tanto respeto ni admiración por lo didáctico. Efectivamente, a uno le gusta que le enseñen animalitos vistos de cerca con el teleobjetivo y supongo que nuestro oyente hace referencia a cosas como éstas, para las que la televisión podría servir. Pero, por desgracia, hasta esas cosas, están de tal manera incluidas dentro de todo lo demás, que no se puede decir que ahí los televidentes vayan a sacar un ojo distinto para ver aquello que les muestra el teleobjetivo, en cuanto a Naturaleza o vida de animales, de aquel que emplean para ver todas las demás estupideces.

    Todo viene a quedar incluido en lo mismo, e incluso, actuar como disculpa para lo más característico y representante. En fin: para recordar lo que es Cultura en la televisión, más que acudir a esos rincones de los documentales didácticos., hay que acudir a lo que domina, una parte enorme de los programas televisivos que son los concursitos: nada más característico de la televisión –bueno. Nada más, escepto los spots publicitarios, que suelen estar en primer lugar- pero, después de ellos, nada más característico ni propio que los concursitos. Ahí está la Cultura. Esos premios en dinero, o en autos o en chalets por “saber lo que hay que saber”, es decir: por tener asimilado cada uno aquello que todos tienen que tener sabido, eso es lo más representativo y eso es lo que denuncia de una vez todo aquello que la Cultura hace dentro de la Televisión. La utilización también de la Cultura como otro medio de dominio del Capital y del Estado a través de este medio de formación de masas. No. Una vez más siento decir que el medio es demasiado poderoso: está demasiado claramente conformado para que se pueda esperar de él ningún uso que no sea el que tiene.

    X. Bermúdez: Y vamos a dar paso a la que creo que debe ser ya la última llamada. ¡Hola!

    Séptima voz: Buenos días. La primera cuestión era un poco siguiendo las últimas palabras y anteriormente otra cuestión que plantaban, que algunas veces se quiere hacer como un paralelismo entre la revolución que supuso la imprenta y esta otra revolución de la imagen. Quería que Agustín, si pudiera ser, que explicase esas diferencias – que yo creo que están en eso del Progreso progresado- entre la diferente situación de la imprenta y el libro y la imagen con el cine y la televisión. En segundo lugar quería también… es que no acabo de entender esáctamente a qué es a lo que hace referencia con la noción de ‘pueblo’, oponiéndolo a ‘masa’. Y la relación esta de la libertad: ¿la libertad se da solo en la masa? ¿la libertad individual se da solo en la masa? ¿en el pueblo no habría libertad? ¿no cabría una libertad en el pueblo? No lo acabo de entender.

    Agustín: De acuerdo. Cuestiones demasiado importantes y grandes para la hora que se nos ha hecho. Apenas podremos aludir a ellas y en parte tendremos que dejarlas para que salgan a propósito de otras cosas, como saldrán, cualquiera de estos días. En cuanto a la precisión respecto a lo del Progreso progresado respecto al poder de formación de masas y la comparación entre la imprenta y la televisión, pues apenas puedo dar más que dos rasgos. hay una manera elemental por la cual el escrito puede servir para formar masas: es el bando, el edicto, puesto en una pared. La gente va a verlo y al que leyere se le informa de tal cosa y se le ordena tal o cual cosa. Eso es lo más primitivo. Cuando se inventa la imprenta lo característico es lo de la reproducción. Entonces, lo esencial es que ya no hace falta que la gente se agrupe delante de la pared donde está el edicto: cada uno tiene su ejemplar, y a cada uno se le informa personalmente -puesto que puede comprar su ejemplar del libro- de lo que tiene que saber y por tanto de lo que tiene que hacer. Pero esto realmente parece un juego de niños cuando se le compara en el Progreso progresado con un invento que ya no parece que responda a ningún deseo anterior. Al fin y al cabo, la imprenta respondía a un deseo porque la labor de los copistas en los renacimientos medievales y en el italiano había proliferado cada vez más. La multiplicidad de copias que se hacían pues era tan grande que en efecto se estaba apeteciendo un procedimiento mecánico, de una manera semejante a como el desarrollo de las redes de diligencias parece que estaba prenunciando y diciendo la necesidad de que viniera el ferrocarril, mientras que, en cambio, la televisión, lo mismo que el auto, no estuvieron precedidos por ninguno de estos síntomas de necesidad. En este sentido decimos que estos chismes del Progreso progresado se han inventado solo desde arriba, para imposición. En fin: “imposición” sobre la masa, que quiere decir formación de la masa. Bueno. Tal vez convenga una vez más decirlo: ‘masa’ quiere decir individuos. La masa está compuesta de individuos. Esta masa que los Medios de formación de masas forman, son masas compuestas de individuos de los cuales cada uno cree que tiene sus ideas personales y su voluntad personal. Así es como se consigue la obediencia masiva y la muerte del pueblo. Eso otro a lo que se llama pueblo, en cambio no se sabe lo que es. Los individuos personales, la masa, sí se sabe lo que son. Eso otro, lo que se supone que hay por debajo, a lo que aludimos también con nuestros corazones heridos por la formación de masas, pero no se sabe lo que es por fortuna. Y no se sabe lo que es porque no está contado –como he dicho-, no está compuesto de individuos. Ese sujeto que no es nadie personal y que por tanto no es ninguna masa sería el único sujeto posible de una revolución, de un levantamiento entre otras cosas y casi en primer lugar, contra estos medios de formación de masas que más que esclavizarlo, lo convierten en otra cosa, le hacen que deje de ser aquello vivo, indefinido, no sabido, no contado, para que se convierta en un conjunto de individuos a lo que propiamente llamamos ‘masa’.

    X. Bermúdez: Pues con esto despedimos por hoy y hasta el próximo viernes…

    Salud!



    Se puede escuchar esta grabación en directo, y más...,  en la página de Lucina: 

    http://www.editoriallucina.es/cms/agustin-garcia-calvo/465-programa-pensamiento-radio-3?start=1