miércoles, 20 de abril de 2016

Del magnífico drama escrito en el exilio de Don Miguel de Unamuno, EL OTRO

Finca Mallorquina 1925 
Anglada Camarasa


Pero es que es tan aconsejable para no traicionar lo vivo, que nunca puede ser un instante, como se dejaban decir otras fórmulas, con aquello de “no traicionar el instante” (porque cuando vas a decirlo ese instante ha pasado, y ese mal nombrado “istante” que no es más que “ahora”, que cuando lo dices ya no es “a h o r a”), tener en la memoria ese recuerdo vivo de palabras queridas, veladas siempre aquí, nunca muertas, para cuando haga falta sacarlas del hondo sueño o olvido, y cambiarlas, retocarlas, revivirlas, como tenerlas metidas dentro del tiempo de la representación como le  pasaría a cualquier obra de teatro, o cuento o novela dialogada donde haya atisbos de que ahí pasa un tiempo, el tiempo de lo representado. Por eso nos las traemos estas palabras amadas, sin olvidar que representarlas bien, a cada cosa a su tiempo, cosa por cosa, es tan importante como tenerlas en la memoria y sacarlas en el momento justo. 



“Las gentes temen tanto quedarse a solas con uno a quien tienen por loco, siempre peligroso, como temen entrar a solas en un camposanto. Un loco, creen, es como un muerto. Y tienen razón, porque un loco lleva dentro de sí mismo a un muerto…”


OTRO.- Un espejo y una llave no pueden estar juntos…
(Rompiéndolo y tirándolo).
ERNESTO.- Vamos, sigue, que me...
OTRO.- No temas. Me vi entrar como si me hubiese desprendido de un espejo, y me vi sentarme, donde tú estás...No te palpes, no; no estás soñando eres tú, tú mismo…Me vi entrar, y el otro…yo…se puso como estoy, como estás  (ERNESTO cambia de postura). Y se me quedó mirando a los ojos y mirándose en mis ojos. (ERNESTO, inquieto, baja la vista). Y entonces sentí que se me derretía la conciencia, el alma; que empezaba a vivir, o mejor a desvivir, hacia atrás, a redrotiempo, como en una película que se haga correr al revés. Empecé a vivir hacia atrás, hacia el pasado, a reculones, arredrándome… Y desfiló mi vida y volví a tener veinte años, y diez, y cinco, y me hice niño, ¡niño!, y cuando sentía en mis santos labios infantiles el gusto de la santa leche materna…, desnací, me morí… Me morí al llegar a cuando nací, a cuando nacimos…
ERNESTO.- (Intentando levantarse) ¡Descansa!
OTRO.- ¿Descansar?¿Descansar yo ya?¿Pero no me decías que me descargase? ¿Y cómo quieres que descanse sin descargo? No, no te levantes…, vuelve a sentarte y …guarda la llave. Estoy inerme. ¿O es que te duele lo del espejito?
ERNESTO.- Es que…
OTRO.- Sí, es que es peligroso hallarse encerrado con un loco, con un muerto, ¿no es eso? Pero oye…
ERNESTO.- Acaba, pues…
OTRO.- Al rato me fue retornado la conciencia, resucité; pero sentado ahí, donde tú estás, y aquí, donde estoy, estaba mi cadáver…, aquí, aquí…está! ¡Yo soy el cadáver, yo soy el muerto! Aquí estaba…, lívido… ( Se tapa los ojos). ¡Aún me veo! Aquí estaba, lívido, mirándome con sus ojos muertos, con sus ojos de eternidad, con sus ojos en que se quedó, como en trágica placa, la escena de mi muerte…Y para siempre, para siempre…
ERNESTO.- ¡Pero descansa, hombre, descansa!
OTRO.- ¡Ah!, no, ya no podré descansar nunca,…, nunca…, ni muerto, lo cogí y –¡cómo pesaba!, ¡cómo pesa!- lo bajé ahí, a una bodega, y allí lo encerré y allí lo tengo encerrado…
ERNESTO.- Bueno…
OTRO.- ¡No hay bueno que valga! ¡Porque ahora mismo te vas a venir conmigo, a la bodega, a que te enseñe el cadáver del otro, del que se me murió aquí!… Ahí abajo está, a oscuras, muriéndose a oscuras…


(…la continuación de la trama hay que leerla en la novela..)