jueves, 10 de julio de 2014

Un gran silencio. Recitado por Agustín García Calvo.




Un gran silencio. Recitado por Agustín García Calvo.

https://soundcloud.com/chamalle-burro/un-gran-silencio-canciones-y-soliloquios-cxxxvi-agarcia-calvo


De Canciones y soliloquios. 

CXXXVI


Un gran silencio 
me habrá debido de despertar
esta mañana. Un gran silencio:
suspendidas estaban las fuerzas –no
de la tormenta y quieto el tiempo; 
ni un mal papel por la calle –no
que rozase el pavimento;

el aire en las palmas del patio –no

retenía el aliento;

tal vez se habrían confundido de hora –no
las criadas y los lecheros
y seguirían dormidos –no
o se habrían muerto;
mi dormitorio y mi almohada –no
la había invadido el silencio;
ni había pregones ni periódicos –no
ni relojes ni teléfonos,
ni chasquidos de trapas de las tiendas –no
ni bostezos de tenderos;
ni goteaba el grifo del lavabo –no
ni en mis sienes el pulso quieto.
De las voces de lo que no sonaba –no
infinito sería el cuento.
Había que despertarse y beberla –no
la negación de todo
con todo el entendimiento.
¡No despiertes, no!
¿Quién iba a poder oírlo entonces
todo este gran silencio?
 

 

Un Gran Silencio ¿Agustín García Calvo? Recitado por Carmen Corral





Un gran silencio - De Agustín García Calvo recitado por Carmen Corral
https://m.soundcloud.com/chamalle-burro/un-gran-silencio-de-canciones-y-soliloquios-cxxxvi-carmen



De Canciones y soliloquios. 

CXXXVI


Un gran silencio 
me habrá debido de despertar
esta mañana. Un gran silencio:
suspendidas estaban las fuerzas –no
de la tormenta y quieto el tiempo; 
ni un mal papel por la calle –no
que rozase el pavimento;

el aire en las palmas del patio –no

retenía el aliento;

tal vez se habrían confundido de hora –no

las criadas y los lecheros
y seguirían dormidos –no
o se habrían muerto;
mi dormitorio y mi almohada –no
la había invadido el silencio;
ni había pregones ni periódicos –no
ni relojes ni teléfonos,
ni chasquidos de trapas de las tiendas –no
ni bostezos de tenderos;
ni goteaba el grifo del lavabo –no
ni en mis sienes el pulso quieto.
De las voces de lo que no sonaba –no
infinito sería el cuento.
Había que despertarse y beberla –no
la negación de todo
con todo el entendimiento.
¡No despiertes, no!
¿Quién iba a poder oírlo entonces
todo este gran silencio?

DE CHÁCHARA CON CHICHO



- A ver. Y ¿qué queréis hacer conmigo ahora?

 - Pues…

- Ya: como no tengo ni fuerzas para escurrirme de vuestros manejos, 
aprovechar para aseguraros bien de que estoy difunto.

 - ¡Hombre, Chicho, qué cosas dices! Difunto. Como si pudiera yo hacer contigo
 nada, cuando ni siquiera sé qué hacer conmigo.

 - Pues ya podías ir aprendiendo los elementos, con la cara que se te va poniendo 
con los años, ¿no?

- Ah. Porque tú sigues contando años.

-No que yo sepa contarlos por mis dedos, pero es que me puede servir todavía un tablerillo
 que tengo aquí al lado para echar cuentas de esas cosas.

- ¿Cuáles?

- Ésas del tiempo. O ¿sigues todavía dándole vueltas a ver cómo
 te desenredas de sus redes?

- ¿Para eso te sirve ese tablerillo?

Por lo menos, me dice que eso que a mí no me pasa (porque no puede), es a tí a
 quien le está pasando.

- ¿A mí?, venga, Chicho, no quieras ahora tomarme el pelo: ¿a mí que nunca me pasa
 nada de verdad, ni siquiera lo último ni lo primero?

- Pues será por eso. Y, en cambio, ¿a mí sí? ¿A mí me ha pasado todo lo
 que tenía que pasarme?

- Tal vez no, ya que sigues aquí dándome la lata y no te dejas…

- ¿Qué? ¿desaparecer?, ¿hacerme del todo la purita nada, como dicen los creyentes y los ateos? 

- Quiera yo lo que quiera, eso, Chicho, tú sabes que no.

- ¿Que no qué?

-  Eso de la pura nada.

-  Ya: a lo mejor, porque tú no puedes ser todos ni todo.

 - A lo mejor; pero, entonces, tampoco uno.

-  Lo que no puedes, desde luego, es ser yo.

-  No, no puedo.

- Pues ¡qué poquito puedes tú, maestro!

- Lo que me dejan los otros.

-¿Lo que ellos no saben?

 - Pues eso será.

 - Pues eso.



    Agustín García Calvo


    Radio Tres. Pensamiento Tres: “Medios de Formación de Masas”. Xavier Bermúdez y Agustín García Calvo.





    Una de las características de los autodenominados “Medios de Comunicación”, a los que aquí solemos aludir como “Medios de Formación de Masas”, es la de vender sistemáticamente una serie de clichés, de verdades hechas, de valores establecidos, que pretenden pasar como lo que ocurre en el mundo, ser la traducción de lo que vamos viviendo. Y otra de las características es conseguir que los individuos que consumen sus clichés, consideren éstos como una graciosa ocurrencia propia, como una opinión personal. Entre los medios de formación, el que parece que mas éxito va teniendo en estas dos labores es indudablemente la Televisión.
    Pues bien, sobre esto, es sobre lo que hoy os invitamos a participar.
    Buenos días Agustín!

    Agustín: ¡Buenos días!.

    X. Bermúdez: ¿Qué nos cuentas sobre esto?

    Agustín: Vamos a intentar meternos con los Medios de Formación de Masas de la manera más clara y fría posible, reprimiendo si es preciso un poco la pasión que tantas heridas como sobre el pueblo infieren esos medios nos hacen sentir. Vamos a intentar con un poco de calma hablar contra ellos, esplicar qué son. Y sí: como representante supremo, como el más alto representante, de la Televisión en especial.
    No porque haya una monomanía un poco caprichosa contra la Televisión. Todos son Medios de Formación de Masas. También éste que estamos usando en este momento, también la radio, también la prensa, pero, evidentemente, la Televisión se caracteriza por haber nacido ya precisamente para eso, y solo para eso, de una manera descarada. Y esto lo revela hasta en la forma del aparato, en las condiciones de la proyección, y en las formas en que se recibe.

    Todo eso tenemos que irlo viendo. Pero, tal vez, para algunos de los oyentes, especialmente que no sean familiares con estas charlas, habría que recordar qué es eso de ‘masas’, qué estamos diciendo ahí. Hace un par de decenios, todavía a estos medios se les llamaba a la americana, Mass Media. Parece que el término se ha abandonado y que se prefiere volverlos a llamar, eso, “Medios de Comunicación”. Una falsedad sangrante. Porque comunicar parece querer decir que, entre dos, entre varios de la gente, pueden venir a participar de lo que haya común entre ellos: lo que hay de común, que es esencialmente el lenguaje común, que unos y otros usan. Mientras que aquí se trata por el contrario de imponer desde arriba algo. Todo lo más opuesto a la comunicación. Así es como se forman las masas, pero las masas están costituídas por Personas, precisamente: por Personas individuales. De tal forma que, mientras aquello que llamamos pueblo y que estaría por debajo -no es contable, no tiene número de almas-, las masas sí están contadas, tienen número de almas, y como consecuencia, cada una de las almas adquiere una individualidad, una personalidad propia. No es estraño que después estos mismos Medios de Formación de Masas, por ejemplo, en la propaganda comercial, acudan constantemente a la esplotación de la personalidad individual de cada uno, precisamente para vender masivamente sus productos.

    Esta es una razón que con frecuencia no se entiende. Estamos muy acostumbrados a contraponer algo así como una presunta libertad individual contra la masificación o la uniformización. Eso es una gran mentira que convendría ir desvelando poco a poco. No. Las masas están literalmente compuestas de individuos como usted y como yo. Personas. Que cada una de ellas tiene que creer que tiene sus ideas. Y que tiene su voluntad, que compra y hace lo que quiere, precisamente para que los medios consigan que todos en conjunto hagan lo que está mandado y compren lo que se les vende. Esa es la noción de masas a la que tenemos que acudir. Los Medios de Formación de Masas y la Televisión a la cabeza ejercen por tanto, costantemente, una esplotación, un dominio de aquello otro a lo que llamamos pueblo. No deberíamos consentir que se hiciera, ni aquí ni en ninguna parte, una mera crítica, más o menos intelectual, de estos Medios de Formación de Masas. La única crítica de verdad sería aquella que promoviera, desde los más hondo de los corazones de quienes oyeran, una especie de levantamiento popular, de levantamiento de eso de pueblo que quede en nosotros, y que es lo que esta oprimido, y dominado por los Medios de Formación. Ojalá alguna de las voces que surjan entre nuestros oyentes sean una especie de prenuncio o inicio, puesto que ya hablar es hacer, de ese levantamiento popular.
    No sé si tenemos alguna voz por el momento...

    X. Bermúdez: Sí. Tenemos ya la primera voz. A ver. Adelante.

    Voz Primera: Sí. Soy Roberto, desde Gerona.

    Agustín: Hola.

    X. Bermúdez: ¿Qué tal?

    Voz Primera: Bien.

    X. Bermúdez: Pues venga, cuéntanos.

    Voz Primera: Pues el programa parece muy interesante, sobre todo, lo que se acaba de decir. Pero, más que nada lo de que “cuando se habla se hace”, yo la verdad es que discrepo un poco, porque hablar es lo que hacen los políticos. Yo soy un punki de Gerona, y sobre lo que se dice de las masas, las masas es un grupo de gente, en esta sociedad al menos, que está masificada desde fuera, que es gente que no pinta nada, que son un rebaño, que son borregos, que no piensan porque no quieren pensar. Eso lo primero, y lo segundo, porque no los dejan. Y una escepción seríamos nosotros los punkis, jevis, anarcas, y gente de todas las tribus cuyo denominador común sería [….] del círculo, que tratamos de zafarnos de eso, que no aceptamos la mili y un mogollón de cosas juntas. En general, la sociedad y los dogmas, de esta sociedad, que son cuatro tíos que la tienen por el mango. Y nos zafamos de ella porque pensamos que es incompatible con nuestra individualidad. ¿No?

    Agustín: Bueno…

    Voz Primera: … y los Medios de Comunicación son fundamentales, por ejemplo, Radio Tres. Es que me han echado un cable tremendo. La verdad es que me hubiera suicidado de no ser por vosotros. Y no es por dar piropos. Simplemente la verdad. O, al menos, lo pienso así. Ahora tengo diecisiete años. Y creo que mira, estoy mal, estoy fuera de casa hace cuatro semanas o así, mis padres no me entienden. Estoy tomando una postura que a lo mejor, mira. Fue una tontería: “o te cortas el pelo, te quitas el imperdible de la oreja o te largas”. Pero para mi es mosquearme, es meterse conmigo. Yo se lo he dicho a mi padre: soy tú hijo y no tú esclavo. Entonces claro, o sea, que me lo pida bien y de otra manera, y mira, el pelo me crecerá de aquí a cuatro cinco meses. Aparte, tendré dieciocho en enero, y podré hacer lo que quiera, pero ahora estoy en una situación muy difícil para mí. Yo soy estudiante. No he pegado golpe en mi vida, y encontrar trabajo en este país… estando la situación como está… y bueno, dentro de todo lo tengo fácil, porque estoy en Cataluña, y, mira, quién quiere trabajar, trabaja ¿no? Ahora que te tienes que tirar diez horas y cobrando mil pelas al día.

    X. Bermúdez: Bueno, pues muchas gracias por tu llamada y ánimos!

    Agustín: Sí. Puesto que este joven oyente nuestro nos ha planteado unas cuantas cuestiones sobre esto de la cuestión de Masas conviene que volvamos sobre algunos de los puntos. Hablar no es hacer siempre, no es siempre hacer. Hay una distinción muy clara: lo que hacen los políticos, como lo que hacen los comerciantes, es decir una y otra vez lo que ya está dicho. Tal vez no sea, de primeras, fácil distinguir cuándo se está diciendo lo que ya está dicho o cuando se está hablando desde abajo, desde eso a lo que llamo un poco a lo cursi, “corazón”. Pero, si se distingue, esa es la diferencia. Ese hablar que es decir lo que está dicho, el hablar de los comerciantes y de los políticos, efectivamente, eso no es acción más que en el sentido de conservación de lo que ya está dado, o, peor todavía, aparente cambio para mantenimiento de lo mismo. Pero hay, desde abajo, desde el pueblo, con el lenguaje popular, el lenguaje no manejado por nadie, hay una posibilidad de que se diga lo que no estaba dicho y ese decir ya sería una acción. Lo mismo que las otras acciones: hay acciones como la del trabajo -que nuestro oyente duda si merece la pena someterse a él o no-, hay acciones como la del trabajo, las de la fábrica, las de la oficina, que consisten en hacer lo que ya está hecho, y hay alguna posibilidad de que se puedan hacer cosas que no sean precisamente hacer lo que ya está hecho. Por lo demás nuestro oyente todavía sigue cayendo un poco en la creencia en la libertad individual. Hay que insistir que ese rebaño de que él habla y que él dice que no piensa, tiene como condición necesaria el de ser un rebaño bien contado, y para que un conjunto esté bien contado, sea un conjunto de veras, tiene que estar compuesto de elementos bien cerrados, que cada uno se crea que es el que es, y que tenga las menos dudas posibles respecto a ello. Así es como la Masa está compuesta de individuos, y me gustaría que ya que nuestro oyente dice haber recibido algún beneficio de estas charlas, pues recibiera también esto un poco de desintegración de su idea todavía respecto a una libertad individual. Esto tal vez le desanimaría de empeñarse mucho en emplear apellidos como punki o ni siquiera anarka, porque tal vez no hacen falta. Tal vez cuantos menos apellidos se tengan mejor, y a veces, apellidos como esos pueden venir a ser un mero sustituto del apellido paterno, que se rechaza. Bueno. Sigamos adelante.

    X. Bermúdez: Sí, de momento no hay más voces.

    Agustín: Muy bien, y entonces seguimos haciendo costar cómo la Televisión es la reina, la cabeza, el representante por escelencia de esto que llamamos ‘Medios de Formación de Masas’. Como he dicho, está ya creada para eso, no por ninguna necesidad ni ningún deseo, como tal vez puede suponerse que lo había bajo la creación del telégrafo, del teléfono, hasta tal vez de esta utilización de las ondas eléctricas o del aire mismo por la radio. Ninguna necesidad, ningún deseo, si no ya desde el principio una mera imposición, y esto es algo que se refleja hasta en los detalles de la estructura: la forma, que no puede cambiarse por más vueltas que se le dé, por más aeromodelismos que se ensayen. La forma de ese bloque con su pequeña pantalla delante es ya representativa. Ese es el nuevo altar, el altar del hogar que ha venido a sustituir al que era el de los lares, en otras formas de hogar más atrasadas, menos progresadas. Sobre todo la forma de proyección: la lluvia de fotones, por así decir, por emplear la jerga técnica pedante de los científicos. La lluvia de fotones sobre los ojos -al menos en el cine había un reflejo de la proyección sobre una pantalla blanca de donde volvía a los ojos-, ahora se trata de la proyección directa. Parece ser como símbolo de esto que decimos, de que se trata de la imposición directa de la imagen. El meter literalmente la imagen por los ojos. Y la imagen, no lo olvidemos, son las ideas mismas, lo que se trata de imponer. Y las ideas son también la voluntad, el hacer.

    Pero aparte de la forma, la televisión tiene mucho que enseñarnos, a otros respectos. No es por ponernos a añorar, pero no podemos menos de acordarnos de tiempos en que la televisión no había invadido. En que a los niños, a los muchachos, se nos echaba a la calle y, con más o menos coscorrones y más o menos suerte, íbamos esplorando y tratando de entender un poco qué era este mundo en dónde se nos había metido, qué era esta vida. El choque con la tierra, con el campo, la mirada de vez en cuando al cielo o al río, el choque con los amigos o los enemigos. Como digo, con más menos coscorrones, íbamos muy poco a poco y con cierta vaguedad intentando entender qué era esto del mundo, de la vida. Bueno. A nuestros niños y muchachos, los nacidos ya bajo el régimen de la Televisión, eso se les da hecho. Ellos ya tienen una visión del mundo y de la vida. Es la que a través de los diferentes programas, se trate de publicidad -que como se sabe son los programas mejor hechos, los más dignos- o se trate de concursitos, o se trate mismo de noticiarios, bien diferidos, o se trate de peliculitas, con frecuencia rancias, del tiempo de sus padres o de sus abuelos, se les da ya una idea de la vida, se les esplica cómo es el mundo. Esta idea es necesariamente limitada, sumisa, y por decirlo con una palabra, imbécil, pero lo importante es que se les da hecha. Estos niños ya no tienen necesidad de ir a ningún sitio a aprender nada. Ellos saben ya cómo es el mundo. De esa manera que la televisión les muestra.

    Bueno, esto es terrible, la consecuencia es que estos muchachos, estos niños, no tienen nada que hacer en realidad, salvo mirar la televisión. Por fortuna, la televisión les da resuelta la mitad de la vida: con estar delante de la televisión, la mitad de la vida ya está hecha. La otra mitad se llena fácilmente, pues, no sé..., yendo a una discoteca o haciendo cualquier otra cosa de las cosas que están mandadas. Es el resultado de lo que estoy diciendo. No puedo olvidarme de cómo el otro día, a una muchacha de catorce años, a la que le tengo mucho cariño, cuando alguno de los familiares le reprochaba que se levantara demasiado tarde, pues venía a decir: “¿Qué tengo que hacer...?¿Para qué me voy a levantar...?”. Esto es una voz que por desgracia es muy representativa de todo lo que pasa. Yo no creo que exageremos cuando a los Medios de Formación de Masas, la Televisión a la cabeza, les atribuimos mucho de esta anulación del esperimento, del choque, con la vida, sustituido por una especie de recetas imbéciles. Después, esplicaré -después de que oigamos a algún oyente más- cómo es que estas recetas de la vida tienen que ser imbéciles. Pero, por lo pronto impuestas desde arriba. Impuestas, y además con esa falacia sangrienta de que cada niño, cada muchacho tiene que creerse que a él le gusta aquello, que si se sienta ahí es porque quiere, y que, por tanto, las ideas que tenga son las suyas y lo que le guste comprar o hacer es lo que a él le gusta comprar o hacer, no lo que le mandan.

    X. Bermúdez: Bueno. Pues tenemos dos llamadas, me parece. Vamos con la primera de ellas. ¡Hola!

    Segunda voz: ¡Hola! Soy María de Madrid. Médico Psiquiatra.

    Agustín: Muy bien.

    Segunda voz: Trabajo en un Hospital Psiquiátrico, y me resulta interesante su discurso acerca de la televisión, porque yo he observado que la mayoría de los delirios de mis esquizofrénicos hablan de que la televisión les ve. Es la televisión quien les vigila. Es como una sustitución del antiguo delirio de los esquizofrénicos sobre Dios. Yo creo, me parece, que por fin se ha conseguido de una manera bastante esacta la cuadratura, no del círculo, sino del triángulo, la cuadratura de la divina providencia. Por fin Dios ha invadido todos los hogares y más que nosotros ver la televisión, parece ser que lo que pasa es que la televisión nos ve a nosotros. Y me resulta interesante todo ese discurso que usted está dando, porque de alguna manera en esto patológico se ve bastante la normalidad de lo que pasa. Y nada más que eso era...

    Agustín: Pues muy bien. Muy agradecido. Es muy apreciable su contribución, y más cuando viene de una esperiencia profesional. Yo lo había hecho por mi cuenta en casos aislados que me han tocado cerca, con...-Bueno. Voy a decir “locos”, porque no soy especialista- con más o menos locos que efectivamente se sentían señalados por la tele. Por ejemplo: la tele anunciaba que se les iba a ejecutar a tal hora del día siguiente. O por la tele se veía que los alemanes, en competencia con los rusos se estaban preocupando del caso particular de ese, de ese fulano. Esto es muy interesante. El delirio confirma esto que hemos dicho de la relación entre la Masa y el Individuo, de paso. Porque en todos esos casos, al menos en los que yo conozco, lo característico es que los medios públicos: la televisión, por ejemplo, y por tanto esas entidades como Rusia, Alemania, o Estados Unidos, se ocupan personalmente de uno. Ahí se ve muy claramente la relación qué decíamos entre individuo y masa. Pero, muchas gracias sobre todo por lo que nuestra oyente nos ha dicho tan certeramente respecto a cómo es más bien la televisión la que está viendo a los televidentes. Cómo es en cierto modo ese ojo de Dios que estaba dentro del triangulo al que ella hacía referencia. Efectivamente, se ha conseguido de esa manera que Dios, en cada hogar, y en cada una de las almas esté realmente metido.

    X. Bermúdez: Pasamos a la siguiente llamada. ¡Hola...!

    Tercera voz: Estoy bastante de acuerdo con todo lo que se está plantando respecto a la televisión, y quería destacar algunos aspectos que me parecen importantes como el poder de manipulación que tiene todavía y ha tenido, de hecho, en la toma de decisiones de la mayoría de personas sencillas y que no tienen una gran clarificación en cuanto a ideas, ¿No? Claro, esta eso del tema de la O.T.A.N. Hasta antes de las elecciones prácticamente el voto decidido era en contra de ella. A raíz de todo el tema del jaleo televisivo que se armó con respecto a ciertos poderes, pues se llegó a poder cambiar el voto decidido de la O.T.A.N por aquella gran población que no estaba todavía decidida al respecto, ¿No? Luego hay otra serie de detalles, así como apuntes realmente del tema. La televisión sigue siendo todavía y se ve en la familia prácticamente como una dama de compañía: llegan a casa y lo primero que se hace es encender la televisión, aunque no se vea, pero es una especie de dama que te hace romper tu soledad y te inhibe en muchos aspectos -¿no?- provocando lo que supone ya de incomunicación y aislamiento, en familias, en hermanos, en padres, con respecto a hijos y demás ¿no? Otro aspecto que creo que es importante es que realmente creo que está sirviendo como creadora de niños amorfos, sin creación, sin imaginación, que son el futuro ejército de lo que luego puede ser un poder consumista y de manipulación. Y ya como último, querría también hablar de que todo en nuestra vida va en base a lo que supone el lenguaje televisivo, o sea: toda nuestra vida nos la planteamos incluso con fe y con palabras y con frases que salen a diario en programas. Y todo esto supone también, al final de todo, como la gran invasión que nos está suponiendo con las horas de producción de televisión. Prácticamente todo está hecho en Estados Unidos, o la gran parte de la producción de horas televisivas, con lo que consiguientemente nos trae de invasión cultural profunda. Vamos. Nada más que esto, yo quería manifestar mi solidaridad con todo lo que estáis planteando acerca de la televisión porque me parece que es muy importante y debemos de hacer todo lo posible, por lo menos de ser coscientes de ello y tener una actitud crítica ante esto. Gracias.

    X. Bermúdez: Bien. Muchas gracias a ti. Agustín. Quiero que recuerdes que a ti no te pilló muy de sorpresa el resultado de la O.T.A.N., ¿no?

    Agustín: Lo de la O.T.A.N es un poco anecdótico. Efectivamente, es una típica resolución de masas y por tanto pude preverla con una gran anticipación de un mes no solo en cuanto al resultado del referéndum, sino en cuanto a las cifras. Fue una de las presunciones un poco tontas que entonces saqué a luz. ¡Ah, si la manipulación se refiriera solo a tonterías como esa de la O.T.A.N, esas que se hacen pasar como importantes y decisivas y que no son nada después de todo! Lo peor es que la manipulación se refiere a cosas que diríamos mucho más íntimas, mucho más profundas. Desde luego el modelo de la manipulación hay que buscarlo en el comercio, en esto que se llama márquetin, y que parece lo más serio del mundo. La manera en que se puede influir, no ya por aquellos medios subliminales que antaño se nos decía, por medio del subconsciente, sino directamente, a través de los ojos, sobre las facultades superiores del alma. Es decir, sobre las ideas y sobre la voluntad. En los procedimientos de publicidad y de técnicas de venta y de márquetin, aparece más claro que en ningún otro sitio.

    Sí. Es importante lo que nuestro oyente nos ha recordado: el “aunque no se vea”, “aunque no se mire”. Esta presencia que viene a confirmar lo que antes decíamos de que parece como si efectivamente fuera más bien la televisión la que está encargada de vernos, de vigilarnos, dentro del hogar, y sí: de hacernos compañía, pero de esa manera tremenda que nos podía hacer compañía el Propio Señor. No la buena compañía de uno con otro, que más o menos no saben por dónde andan, y que se buscan en la oscuridad para ver si en el choque entre sus ignorancias y sus vacilaciones pueden encontrar algo o no, sino en la compañía del vigilante, del ojo del Señor, si es que a eso se puede llamar ‘compañía’ más que otras cosas como “Imperio” o “Reinado”. Sí. Es frecuente eso: “aunque no se vea” “aunque no se mire”. Lo importante es que esté allí, que esté haciendo acto de presencia. Se puede estar haciendo otras cosas: he visto a la gente, pues comiendo, por supuesto, comiendo delante de la televisión, acariciándose más o menos perezosamente delante de la televisión. Incluso, muchos chicos haciendo como que al mismo tiempo que están delante de la televisión, están estudiando y cosas por el estilo. Todo se puede hacer delante de la televisión. Con tal de que sea delante del ojo de Dios, todo ya queda, de alguna manera, redimido, es decir: pierde todo peligro de que sea nada interesante, nada no ocurrido antes. Se garantiza que todo lo que delante de la televisión se haga, incluso los besos y los abrazos, cualquier cosa, está ya perfectamente condicionado. No puede representar ningún peligro. Bueno. Si no tenemos…

    X. Bermúdez: Sí. Tenemos un par de ellas más... ¡Hola!

    Cuarta voz: Bueno. En primer lugar os quería felicitar por el programa, y quería comentar un tema, que es el asunto de los vídeos, o sea, el consumo masivo que hay por las familias de los vídeos, ¿no?, los videoclubs, que están abarrotados y que se ven cantidad de películas infames y tal -¿no?- en detrimento de las salas de cine y eso. Que parece como si la gente estuviese así como viciada, con las pantallas de los televisores. Me gustaría que me comentara un poco el tema este, que oigo muy mal...

    X. Bermúdez: Bien. De acuerdo.

    Agustín: Oímos bien. Sí. Gracias. Lo del vídeo, como todo el mundo sabe, es un rizar el rizo: es un invento sobre este invento que ya desde el principio dijimos que estaba hecho para lo que está hecho, para lo que sirve, para lo único para lo que puede servir. Por si hay todavía algún tonto que se cree que la televisión se puede usar para otra cosa que para lo que se usa. El vídeo venía a complementarla y efectivamente: lo mismo en forma de películas de vídeo, que en forma de vídeos de canciones ilustradas, esa especie de conflación forzada entre una canción generalmente poco interesante y una serie de imágenes, que más o menos sigan su ritmo, o que se trate simplemente de esos otros juegos complementarios para la pantalla que también se venden mucho, el caso es que todo ello viene simplemente a aumentar el ámbito y por tanto el imperio del invento fundamental, que es la televisión. Por si acaso las varias cadenas no dan abasto para tener a cada oyente convencido de que dando vuelta a un botón está viendo lo que quiere -cayendo en esta creencia tan tonta, tan sangrientamente tonta- por si acaso eso no basta, pues todavía viene la posibilidad de los vídeos, que uno puede comprar aparte, que uno puede ponerse cuando le parezca, aparentemente. No es más que una ampliación de la falsificación que tal vez la hace estallar un poco.

    Hace falta realmente haberse convertido en un individuo de la masa, es decir, en alguien que como decía uno de nuestros oyentes, “no piensa, sino que tiene ideas, las que le han impuesto”, hace falta eso para seguirse creyendo que efectivamente, cuando tiene una programación, o una serie de programaciones que se le ofrecen, o, cuando tiene una serie de vídeos, también, que se le ofrecen a la venta, él con elegir entre uno de los botoncitos o comprar uno de los vídeos está realmente haciendo un acto de elección, buscando algo de lo que él quería, previamente. “¡Hombre! Aquí tiene usted una disputa entre los directivos de fútbol respecto a el tercer jugador estranjero o no”. ¡Ah! ¡Pues muy interesante!”. El oyente está convencido de que le interesaba mucho aquello y puesto que se lo han puesto delante de los ojos, pues él está obligado a creer, mientras permanezca delante de la pantalla, está obligado a creer que efectivamente él se lo ha buscado, que él lo ha buscado”. El vídeo, en fin, no hace más que ampliar la falsificación. ¿Había otra llamada?

    X. Bermúdez: Sí. Tenemos todavía dos. A ver. Vamos con la primera. ¡Hola!

    Quinta voz: Mira. Yo, en medio de este discurso en contra de la televisión, me gustaría… no hablar a favor de la televisión, pero sí quisiera lanzar un par de ideas. En principio el discurso me parece un tanto –me parece que se llamaban- “ludista”, aquellos que rompían los telares en la Inglaterra preindustrial. Estoy de acuerdo en que el medio condiciona el mensaje, pero no tanto. La televisión, el video, el cine, son tecnologías que están ahí. Son nuevos medios de comunicación que han surgido y estás ahí para que los usemos. La cuestión está en cómo la vamos a usar. A nadie se le ocurre decir pestes de la imprenta y de los libros y hay que recordar que libros como el “Mein Kampf” se hicieron, y a nadie se le ocurre echar pestes de la imprenta porque se escribió. No sé. Yo creo que el problema es más un problema social que un problema del medio. No creo que sea el medio quien haga uniforme a la sociedad, sino que esta sociedad nos está haciendo uniformes pero con muchas más cosas, no solamente con el medio televisivo. El medio televisivo es un medio más -valga la redundancia- para uniformizar esta sociedad, para hacerla más tonta, más servil a los poderes internacionales. Pero la televisión en sí es un medio que está ahí, que se puede usar bien y que se puede usar mal. Me parece a mí.

    Agustín: Está bien. Está bien que por lo menos uno de nuestros oyentes se haya puesto a hacer no tanto como una defensa, pero sí a volver a sostener aquello de que un medio es un medio y de que por tanto depende de cómo se le use. Bueno. A nuestro oyente no le hemos convencido hasta el momento -puede que ahora tampoco lo convenzamos- de que eso es una falsedad a su vez. Entre los chismes, de diversa índole, inventados, –él ha citado el telar mecánico y la imprenta- hay que distinguir, porque con el progreso, y especialmente con esto que llamamos “progreso progresado”, a lo que se ha llegado es a que la reproducción del procedimiento de invención –una vez que el ‘inventar’ está inventado- produzca cosas que ya tienen, cada vez más, marcada en su forma misma su función y su finalidad. Cada vez es más mentira –si alguna vez fue verdad- que haya una independencia entre los medios y los fines. Siempre los medios han condicionado. El libro mismo, la imprenta, la reproducción en miles de ejemplares de una misma cosa, probablemente condiciona muchísimo todo lo que por el libro se pueda decir, pero con el progreso del Progreso, este condicionamiento no ha hecho más que aumentar y ha alcanzado una especie de cenít con la Televisión. No. Hay que desengañar a nuestro oyente y a alguno que pueda seguir pensando lo mismo. No. No es verdad. La Televisión no puede servir para nada más que para lo que sirve. Incluso las cosas que se meten en ella, especialmente esas cosas culturales, más o menos finas por así decir, no están ahí nada más que para atender a esa parte de las masas que son las elites –porque también hay masas de elite o elites masivas- y además para mantener justamente esta creencia falsa en que la televisión podría servir para otra cosa. No. Hay demasiado puesto en la forma y en la función. Está inventada para eso y sirve para eso. No se la puede usar para ninguna otra cosa. Evidentemente, esta uniformización de que habla nuestro oyente no la produce solo la tele desde allí –ya lo hemos dicho al comienzo: la tomamos simplemente como representante-, pero estos Medios de formación de masas con la tele a la cabeza efectivamente son los medios para conseguir esto: que en vez de haber algo como pueblo vivo, haya simplemente masa de individuos que cada uno se cree que tiene sus ideas y que quiere lo que quiere cuando quiere lo que le mandan. Hay una necesidad intrínseca en que la Programación y lo que por la televisión se emite sea imbécil, en el sentido que antes decíamos. Sea necesariamente imbécil, es decir, sumiso y además sumiso con esta falsedad de que se crea que hay en esa sumisión algún resto de libertad. Los que la dirigen, los personajes que están más o menos a la cabeza de las programaciones y que piensan que si conviene renovar esto o lo otro, hacer este programa o retirarlo y demás, esos nos interesan muy poco. Sabemos ya, porque otros días lo hemos visto con otros ejemplos, que los ejecutivos son ejecutivos, simplemente, que en realidad los poderes son los poderes astractos, y ellos, los administradores, los servidores de la imbecilidad. Claro: ellos tienen que ser normalmente imbéciles también, y las honrosísimas escepciones pues están espuestas continuamente a no dudar mucho en ninguno de esos cargos de administración, pero la imbecilidad está sobre todo en los entes astractos mismos. Los servidores, claro, tienen que serlo en cierto modo también porque tienen que someterse. Para trepar, para ocupar puesto, tienen que llegar a creerse ellos mismos pues cosas como esas: que se puede hacer un programa mucho más interesante, que se puede utilizar la televisión para esto y para lo otro, y, naturalmente, para creerse estas cosas, pues hay que padecer una cierta debilidad. Una debilidad que por otro lado es una fe. Ésta misma fe que se trata de imponer a los individuos de la masa.

    X. Bermúdez: Creo que quiere repetir intervención nuestro primer oyente.
    Adelante.

    Voz Primera: Bueno. Estoy aquí tomando apuntes y tal y me lo estoy pasando muy bien, solo que le encuentro una pega a vuestro programa, si es que me dejáis decirla…

    X. Bermúdez: Claro. Por supuesto.

    Voz Primera: O sea... El señor…la verdad es que no lo conozco. No sé cómo se llama, pero es un hombre mayor, por la voz, y me chocó mucho lo primero que dijo cuando llamó la chica… bueno, la señora, la psiquiatra, que la felicito, la trató con mucha educación sobre su esperiencia y tal y cual. Y me sentí un poco como ofendido, si se puede llamar así, por sentir que tengo diecisiete años...O sea: me sentí marginado y, bueno, quería esplicar que a lo mejor aunque yo no sea psicólogo, por ahora, tengo muchas ambiciones y me baso en lo último que se dijo aquí sobre la imbecilidad, que sería la enfermedad colectiva de esta sociedad. ¿No? Que sería el cada cual creerse superior porque si no no podría dormir tranquilo al estar con el coco comido, por la televisión, por todo un entorno sobre el que tú tienes que ser “el mejor”. Esa es la primera norma de esta sociedad, o así lo veo yo ¿no? Entonces, con esta norma cada cual se tiene que, o probárselo a sí mismo como pueda o engañarse. Y engañarse es lo que desgraciadamente hace la mayoría. Porque, bueno, aquí estamos en Democracia, pero esto no es Democracia ni es nada. O sea: es una Democracia de una mayoría imbécil. Es lo de Colón y la mayoría: ¿Quién tenía razón?: ¿Colón cuando decía que la tierra era redonda o la mayoría cuando decía que era cuadrada? La tenía Colón, lo que pasa es que este tío se lo supo montar como para demostrarlo y entonces dijo: “Pues mira, ves, la tierra es redonda porque, mira, coges un barco, te das la vuelta al mundo y llegas aquí. Bueno: tuvo mala suerte, descubrió América, metió la pata, pero bueno, el tío era un chapucero que hizo lo que pudo. Lo que más me molesta de esta sociedad, los chapuceros, la gente que trata de hacerlo lo mejor posible y se equivoca. Y eso está en todos los sitios, en la televisión, en la calle, en la policía… del primero al último de todos los bichos que… de todas las personas que formamos esta sociedad y me incluyo a mí mismo, por eso soy punk, que creo que quiere decir ‘basura’, o algo así en inglés. Lo primero que hay que hacer es uno mirarse a sí mismo, al espejo, y luego cambiar, y no empezar a cortar a los demás porque tengan diecisiete sin conocerlos o sin tener todavía todas las cartas sobre la mano, porque es que uno en este plan –y lo digo por esperiencia- se gana enemigos. O sea, yo me he peleado con mogollón de jipis y jevis diciendo: “Ves. Los pankis somos superiores, porque somos una [raza] especial….”. Y lo que se dijo también sobre que esto era el apellido de mi padre, o sea, la falta del apellido de mi padre…. yo lo tengo clarísimo: mi padre no es ningún Dios y no le debo ningún respeto. El simple hecho de que se haya acostado con mi madre y me haya tenido a mí, no implica ninguna responsabilidad de mí para con él. Yo ya soy mayorcito y si él me dice que me corte el pelo, que me lo exija de una manera de persona a persona, no de padre en un pedestal a hijo en el suelo, porque así no funciona. Él me pegó bastante… y yo le he dicho “¡vale”! Me has pegado y no me he defendido porque eres mi padre”, pero ahora no me creo eso … he evolucionado y ahora te lo digo: “me vas a pegar pero ahora me voy a defender y el que va a perder eres tú”, porque yo me conozco y mi padre toma anticoagulantes, tuvo embolias y es abrirle una vena y se va en sangre…por eso es que estoy esquivándolo, porque el tío me está buscando. Mi padre es una persona que todavía se cierra en unas ideas totalmente arcaicas y, bueno, el conflicto generacional de bla, bla, bla, ¿no? y es normal que me rechace….
    X. Bermúdez: Perdona. Que se nos echa el tiempo encima. Que había alguna otra llamada. Y no te tomes como nada personal la respuesta que se haga. Olvídate un poquito de la edad, y bueno, aquí se está para decir las cosas lo más clarito posible, y desde luego no te lo tomes como una cosa personal.

    Voz Primera: De acuerdo...No será la primera vez ni la última que llame.

    Agustín: Bueno. Sí. Por lo pronto, supongo que nuestro oyente se sentirá ahora todavía con menos ganas de considerarse un marginado ¿no?, puesto que le hemos dejado tanto espacio y nos ha contado tantas cosas interesantes de su vida y demás. En comparación con nuestra amiga psiquiatra que le daba algo de envidia, pues ha ocupado una cantidad enorme de terreno, incomparablemente más ¿no? De manera que lugar para la marginación no se ve que hay mucho. En cuanto a la mención de la juventud de los diecisiete años, a mí me parece envidiable, deseable, y todo lo que quieras, en cuanto no se sepa a sí misma, en cuanto no tenga demasiada idea de sí misma, ¿no? Permitirá nuestro oyente que volvamos a hablar otra vez de la catalogación, como “punki” o como otra cosa, como un caso más de lo que todo el mundo trata de encontrar: una manera de encasillarse, que es una manera de encontrar su personalidad, y no olvide que la Masa está hecha de Personas. También de punkis. Los diecisiete años... ¡ojalá vivan! y, para que vivan, cuanto menos se sepa, cuanto menos conciencia de ello se tenga, mejor. No hay que olvidar que el año pasado las Autoridades nos estuvieron dando, haciendo vivir, un “Año de la Juventud”, y que la juventud puede convertirse en algo tan fascista como en tiempos de Mussolini y Hitler. Cuando no se sepa, cuando viva, cuando venga a formar parte de ese levantamiento popular: el pueblo vivo que todos esperamos contra esta imposición de los Medios de Formación de Masas.

    X. Bermúdez: ¡.Sí! Pasamos, a ver, a la siguiente llamada. ¿Hola?
    Sexta voz: Hola. Buenos días. Yo tengo el programa desde que me levanto, toda la semana, y ¿cómo explicarle? Yo “por ser algo”, como dice Agustín, soy madrileño. Pero, tengo… pues veinticinco, más edad que el niño este que ha llamado ahora. Entonces, claro, me doy cuenta de lo que sucede perfectamente y de la manipulación tan salvaje que se nos hace con la televisión. Ahora, la parte didáctica de la televisión, si estuviese bien estructurada ¿no sería buena? Es la única pregunta. Por ejemplo a mí me encantan los documentales. Pues… no sé, la parte histórica, la parte didáctica que puede tener el objeto este, porque si no, no vemos nada, porque todo es manipulación.

    Agustín: Muy bien. Gracias por su pregunta, que efectivamente viene a llenar un hueco en toda esta discusión. Yo tal vez como me he pasado la vida dedicándome, o por lo menos dentro de los medios didácticos o pedagógicos, tal vez no tenga tanto respeto ni admiración por lo didáctico. Efectivamente, a uno le gusta que le enseñen animalitos vistos de cerca con el teleobjetivo y supongo que nuestro oyente hace referencia a cosas como éstas, para las que la televisión podría servir. Pero, por desgracia, hasta esas cosas, están de tal manera incluidas dentro de todo lo demás, que no se puede decir que ahí los televidentes vayan a sacar un ojo distinto para ver aquello que les muestra el teleobjetivo, en cuanto a Naturaleza o vida de animales, de aquel que emplean para ver todas las demás estupideces.

    Todo viene a quedar incluido en lo mismo, e incluso, actuar como disculpa para lo más característico y representante. En fin: para recordar lo que es Cultura en la televisión, más que acudir a esos rincones de los documentales didácticos., hay que acudir a lo que domina, una parte enorme de los programas televisivos que son los concursitos: nada más característico de la televisión –bueno. Nada más, escepto los spots publicitarios, que suelen estar en primer lugar- pero, después de ellos, nada más característico ni propio que los concursitos. Ahí está la Cultura. Esos premios en dinero, o en autos o en chalets por “saber lo que hay que saber”, es decir: por tener asimilado cada uno aquello que todos tienen que tener sabido, eso es lo más representativo y eso es lo que denuncia de una vez todo aquello que la Cultura hace dentro de la Televisión. La utilización también de la Cultura como otro medio de dominio del Capital y del Estado a través de este medio de formación de masas. No. Una vez más siento decir que el medio es demasiado poderoso: está demasiado claramente conformado para que se pueda esperar de él ningún uso que no sea el que tiene.

    X. Bermúdez: Y vamos a dar paso a la que creo que debe ser ya la última llamada. ¡Hola!

    Séptima voz: Buenos días. La primera cuestión era un poco siguiendo las últimas palabras y anteriormente otra cuestión que plantaban, que algunas veces se quiere hacer como un paralelismo entre la revolución que supuso la imprenta y esta otra revolución de la imagen. Quería que Agustín, si pudiera ser, que explicase esas diferencias – que yo creo que están en eso del Progreso progresado- entre la diferente situación de la imprenta y el libro y la imagen con el cine y la televisión. En segundo lugar quería también… es que no acabo de entender esáctamente a qué es a lo que hace referencia con la noción de ‘pueblo’, oponiéndolo a ‘masa’. Y la relación esta de la libertad: ¿la libertad se da solo en la masa? ¿la libertad individual se da solo en la masa? ¿en el pueblo no habría libertad? ¿no cabría una libertad en el pueblo? No lo acabo de entender.

    Agustín: De acuerdo. Cuestiones demasiado importantes y grandes para la hora que se nos ha hecho. Apenas podremos aludir a ellas y en parte tendremos que dejarlas para que salgan a propósito de otras cosas, como saldrán, cualquiera de estos días. En cuanto a la precisión respecto a lo del Progreso progresado respecto al poder de formación de masas y la comparación entre la imprenta y la televisión, pues apenas puedo dar más que dos rasgos. hay una manera elemental por la cual el escrito puede servir para formar masas: es el bando, el edicto, puesto en una pared. La gente va a verlo y al que leyere se le informa de tal cosa y se le ordena tal o cual cosa. Eso es lo más primitivo. Cuando se inventa la imprenta lo característico es lo de la reproducción. Entonces, lo esencial es que ya no hace falta que la gente se agrupe delante de la pared donde está el edicto: cada uno tiene su ejemplar, y a cada uno se le informa personalmente -puesto que puede comprar su ejemplar del libro- de lo que tiene que saber y por tanto de lo que tiene que hacer. Pero esto realmente parece un juego de niños cuando se le compara en el Progreso progresado con un invento que ya no parece que responda a ningún deseo anterior. Al fin y al cabo, la imprenta respondía a un deseo porque la labor de los copistas en los renacimientos medievales y en el italiano había proliferado cada vez más. La multiplicidad de copias que se hacían pues era tan grande que en efecto se estaba apeteciendo un procedimiento mecánico, de una manera semejante a como el desarrollo de las redes de diligencias parece que estaba prenunciando y diciendo la necesidad de que viniera el ferrocarril, mientras que, en cambio, la televisión, lo mismo que el auto, no estuvieron precedidos por ninguno de estos síntomas de necesidad. En este sentido decimos que estos chismes del Progreso progresado se han inventado solo desde arriba, para imposición. En fin: “imposición” sobre la masa, que quiere decir formación de la masa. Bueno. Tal vez convenga una vez más decirlo: ‘masa’ quiere decir individuos. La masa está compuesta de individuos. Esta masa que los Medios de formación de masas forman, son masas compuestas de individuos de los cuales cada uno cree que tiene sus ideas personales y su voluntad personal. Así es como se consigue la obediencia masiva y la muerte del pueblo. Eso otro a lo que se llama pueblo, en cambio no se sabe lo que es. Los individuos personales, la masa, sí se sabe lo que son. Eso otro, lo que se supone que hay por debajo, a lo que aludimos también con nuestros corazones heridos por la formación de masas, pero no se sabe lo que es por fortuna. Y no se sabe lo que es porque no está contado –como he dicho-, no está compuesto de individuos. Ese sujeto que no es nadie personal y que por tanto no es ninguna masa sería el único sujeto posible de una revolución, de un levantamiento entre otras cosas y casi en primer lugar, contra estos medios de formación de masas que más que esclavizarlo, lo convierten en otra cosa, le hacen que deje de ser aquello vivo, indefinido, no sabido, no contado, para que se convierta en un conjunto de individuos a lo que propiamente llamamos ‘masa’.

    X. Bermúdez: Pues con esto despedimos por hoy y hasta el próximo viernes…

    Salud!



    Se puede escuchar esta grabación en directo, y más...,  en la página de Lucina: 

    http://www.editoriallucina.es/cms/agustin-garcia-calvo/465-programa-pensamiento-radio-3?start=1


    ADVERTENCIA SOBRE LA PREGUNTA «¿QUÉ ES?»





    ¿Agustín García Calvo? Del librillo "¿Qué es el Estado?" que se publicó en Barcelona en 1977


    Cuando se pregunta, como en esta colección se ha venido haciendo acerca de muchos temas políticos, «¿Qué es tal cosa?», lo que se está haciendo es tomar una idea que la gente sabe más o menos lo que es, puesto que funciona y domina en el terreno, por ejemplo, de la política, y hacer con ella, al ponerla entre interrogantes, como si no se supiera bastante bien lo que es o lo que significa. Con ello se están produciendo dos resultados contrarios uno al otro: por un lado se intenta llegar a saber bien el significado de esa idea, cerrar o completar su definición; pero por el otro lado, el hecho mismo de ponerse a preguntar por ella corre el peligro de revelar que no era tan claro su significado, que no se sabía tan de fijo qué es lo que era tal cosa, Por lo primero se quiere hacer de esa idea un arma más segura y más perfecta en la lucha de las ideas, por ejemplo de las políticas; con lo segundo se arriesga el preguntador a debilitar o entorpecer el manejo y dominio de la idea.

    Así, «estado» es una idea dominante: se usa a cada paso en el lenguaje político y hasta en el vulgar: se usa como sabiendo lo que significa. Entonces, al preguntarnos qué es, pueden pasar dos cosas: si de verdad eso era una idea definida, si se sabía lo que era, no estaríamos haciendo más que decir lo que estaba ya dicho, explicar lo que estaba ya sabido; pero si no era así, si acaso el dominio de esta idea entre la gente se fundaba en parte en que no se supiera bien lo que era «estado», entonces la labor de la pregunta puede ser perturbadora, creativa,- esto es destructiva.
    Porque es que, SI HABLAS DE UNA COSA, HABLAS CONTRA ELLA: sólo se habla de aquello contra lo que se habla: hablar de una idea —quiéralo o no lo quiera el que está hablando— es ponerla en tela de juicio y por tanto hacerla peligrar de algún modo como idea.


    Pero esto tendrá dos sentidos opuestos según la condición de la palabra sobre la que hablemos: si su poder consistía en creerse una idea definida, en creerse que significaba una cosa determinada, entonces el hablar denunciará esa pretensión y puede que con ello la reduzca a una cierta inseguridad o impotencia relativa; si por el contrario la gracia de la palabra parecía estar en que fuera todavía relativamente libre, vaga, indefinida, entonces el hablar de ella habrá reducido esa relativa indefinición o libertad a una forma cerrada y manejable y habrá convertido lo que la palabra vagamente sugería en una verdadera idea, dispuesta para usarse como arma en el campo de las ideas: habrá metido en una especie de prisión aquello que quizá estaba todavía fuera del Sistema o por lo menos mal encajado en él.


    Si hablas de una cosa definida, puede que estés luchando por su indefinición; si hablas de algo indefinido, seguramente estás contribuyendo a definirlo y darle muerte.
    Por eso es por lo que el enamorado sensible y cuidadoso no habla de su amor; por eso nunca se atrevería uno, si pudiera ser inteligente u honrado, a hablar de palabras tales como libertad, vida, placer, amor...: el hablar de vida, por ejemplo, lo reduciría a ser «la vida», o sea una idea de la que puede sin grave exageración decirse que es la muerte de aquella vida desconocida: pues la idea de la vida la reduce a tiempo, que es la muerte de la vida. Y ya se ve en qué trampa caen, movidos por buena intención y pasión santa, aquellos militantes de oposición, izquierda, revolución, o como quiera que ello se llame, que se dedican por escrito y por oral a hablar justamente de cosas como ésas, que a lo mejor no se sabía todavía lo que eran y ofrecían así alguna incierta promesa de poder actuar como perturbadoras del dominio ideológico, que es (se me había olvidado decirlo, por parecerme harto evidente; pero por si acaso) lo mismo que el político.

    En cambio, uno, movido por un deseo quizá que no sabe de dónde le viene, se arrojaría sin más a hablar de palabras de ésas que le parecen ser como los nuevos nombres o epifanías del Señor y que con gusto se escriben por tanto, como el Suyo, con mayúscula; nombres que le parece que representan en este mundo ideas bien costituidas y dominantes; y así, al hablar de ellas, es decir contra ellas, le dejan abierta alguna posibilidad —no asegurada, desde luego, por nadie ni por nada— de que el hablar acerca de ellas pudiera ser en algún sentido liberador.
    Por ejemplo, el mismo aproximadamente que suscribe se ha venido dedicando estos últimos tiempos a hablar, en diferentes asambleas o concilios, acerca de palabras como Orden, Poder, Dinero, amén de otras como Progreso, Trabajo, Enseñanza, de las que pensaba que representaban los conceptos, bien costituidos y sabidos (puesto que la gente y la Prensa los usan a cad
    a paso), de «el orden», «el poder», «el dinero», y también «el progreso», «el trabajo» y «la enseñanza».

    Pues bien, de esos conceptos, en el campo político, es seguramente el de «Estado» el caso más perfecto en cuanto a costitución ideal (casi como una suma de los otros que he mentado) y por tanto en cuanto a éxito, así en el lenguaje como en la práctica política, que vienen a ser, según lo dicho, la misma cosa.
    En efecto, ¿qué es el Estado?

    La Huella. Recitado por ¿Agustín García Calvo?




    La Huella.

     Gabriela Mistral


    Recitado
     por Agustín García Calvo


    Del hombre fugitivo
    sólo tengo la huella,
    el peso de su cuerpo,
    el viento que lo lleva.
    Ni señales ni nombre,
    ni el país ni la aldea;
    solamente la concha
    húmeda de su huella;

    solamente esta sílaba
    que recogió la arena
    ¡y la Tierra -Verónica
    que me lo balbucea!



    Solamente la angustia
    que apura su carrera;
    los pulsos que lo rompen,
    el soplo que jadea,
    el sudor que lo luce,
    la encía con dentera,
    ¡y el viento seco y duro
    que el lomo le golpea!


    Y el espinal que salta,
    la marisma que vuela,
    la mata que lo esconde,
    y el sol que lo confiesa,
    la duna que lo ayuda,
    la otra que lo entrega,
    ¡y el pino que lo tumba
    y el Dios que lo endereza!


    Y su hija, la sangre,
    que tras él lo vocea:
    la huella, Dios mío,
    la pintada huella:
    el grito sin boca,
    la huella la huella!


    Su señal la coman
    las santas arenas.
    Su huella tápenla
    los perros de niebla.
    Le tome de un salto
    la noche que llega
    su marca de hombre
    dulce y tremenda.
    Yo veo, yo cuento
    las dos mil huellas.

    ¡Voy corriendo, corriendo
    la vieja Tierra,
    rompiendo con la mía
    su pobre huella!
    ¡O me paro y la borran
    mis locas trenzas,
    o de bruces mi boca
    lame la huella!

    Pero la Tierra blanca
    se vuelve eterna;
    se alarga inacabable
    igual que la cadena;
    se estira en una cobra
    que el Dios Santo no quiebra
    ¡y sigue hasta el término
    del mundo la huella!