sábado, 27 de diciembre de 2014

Poesía de Gabriela Mistral: A d i ó s


Es en la poesía en donde mejor se siente y más anula esa oposición entre las cosas reales y las imaginarias, que ambas eran Realidad. Con este juego de “adioses” de nuestra Gabriela que cuanto más se dicen adiós más cerquita están “sin decirse adiós”  las mujeres y sus enamorados,  “la luna y el sol”, y con ellos, “el uno y el dos”: es donde más sienten las musas cuando aciertan algo más en contra de esa separación impuesta entre algo real y algo imaginario, que fuera casi como partir el sentimiento, o dicho de otra manera, volverlo mentira. Toda una pre-ciencia la buena poesía que nos canta la Mistral, ella que presiente desde muy abajo eso de "no haber inicio" y nos lleva a esa vaguedad donde recogernos mejor el corazón.  No todo está cumplido ni hecho, y menos dicho. ¡Disfrútenla!

 

GABRIELA MISTRAL
Adiós
 
En costa lejana
y en mar de Pasión,
dijimos adioses
sin decir adiós.
Y no fue verdad
la alucinación.
Ni tú la creíste
ni la creo yo,
«y es cierto y no es cierto»
como en la canción.
Que yendo hacia el Sur
diciendo iba yo:
«Vamos hacia el mar
que devora al Sol».
Y yendo hacia el Norte
decía tu voz:
«Vamos a ver juntos
donde se hace el Sol».
Ni por juego digas
o exageración
que nos separaron
tierra y mar, que son
ella, sueño y el
alucinación.
No te digas solo
ni pida tu voz
albergue para uno
al albergador.
Echarás la sombra
que siempre se echó,
morderás la duna
con paso de dos...
Para que ninguno,
ni hombre ni dios,
nos llame partidos
como luna y sol;
para que ni roca
ni viento errador,
ni río con vado
ni árbol sombreador,
aprendan y digan
mentira o error
del Sur y del Norte,
del uno y del dos!

lunes, 22 de diciembre de 2014

De la Tertulia n. 282 Política del Ateneo de Madrid ¿AGC?


    Quede aquí el recuerdo nunca terminado de uno de los mejores ejemplos que hemos podido sentir en las carnecillas, aquellas y aquellos que alguna vez se pasearon por el Ateneo, no hace mucho de  ná, de lo que pueda dar de sí una verdadera Política del Pueblo, y que, si equivocados llegan hasta aquí, escuchen algo más que no sea lo de siempre: esa política vendida al Dinero y al Nombre, con que os  atiborran, o lo que es lo mismo, esos malos sustititos de ella, de esa verdadera política que saca sus gracias de muy... muy abajo..."-Ya se oyen palabras viejas.  -Pues aguzad las orejas".



  "Justamente viene bien por eso con lo que están diciendo o voceando estos muchachos en Sol, porque se trataba, como recordáis a propósito de la cuestión del orden y de los niveles de ordenación, de volver a entender mejor cómo es esta lucha, esta guerra siempre posible contra el Orden establecido.  Es la cuestión del dejarse hablar, el dejarse hablar uno mismo contra el cosmos, contra la ordenación que se nos ofrece.  Esto es así, porque solo hablando, es decir, dejándose hablar, dejándose pensar, lo que no sucede de ordinario, solo así se puede atacar la fe en el Orden, y el Orden no tiene otra manera de sustentarse más que por medio de la fe; de manera que, sintiendo que es justamente esa necesidad, ese fundamento en la fe, lo que sostiene el Orden, y viendo que el dejarse pensar, el dejarse hablar, la razón suelta, es lo que ataca las ideas, lo que ataca la fe, lo que puede destruirla, es por eso por lo que estamos en esta tertulia política.  Es así como se entiende la política del pueblo-que-no-existe, o, por decirlo de una manera más clara y negativa, la política que no hacen los políticos que hacen la política que hacen los políticos, que ésa ya sabéis bien cuál es, de manera que en contra de eso cabe siempre esta otra, donde la voz vendría de verdad desde abajo, desde lo que nos queda de pueblo vivo que no existe, pero que lo hay, y que habla, y como medio de romper con las ideas recibidas, aceptadas, con más o menos resignación, la imposición de ideales como el Futuro.... en definitiva, la fe en que efectivamente cabe ordenar, progresar, ir para mejor, desde Arriba, por leyes, por reglamentos, y eso es justamente lo que aquí no creemos, o no creen los que me acompañan en la no creencia.  Esto es justamente lo que no creemos, y por eso pensamos que lo que aquí se intenta hacer es una manera de ataque más rápida, y al mismo tiempo que va más a fondo, que es desmentir, librar a la gente, pero sobre todo en primer lugar librarse uno mismo, de las ideas, de la fe que tiene, y que le permite seguir viviendo fundándose justamente en esa creencia, en esa fe.

    Me voy a entretener entonces lo primero en volver sobre el Psicoanálisis, la disolución del alma; de uno, por supuesto, porque es ahí justamente donde también esta guerra se está dando.  Como volveré a recordaros después, la Realidad, cualquiera que sea y por todas partes que sea, es una lucha, es una guerra, pero esa guerra no se da por ahí, por los astros ni por las poblaciones de los Estados, sino que se da también en uno mismo, dentro de uno mismo; de manera que entonces resulta (los que me acompañan ya lo habrán oído de otras maneras muchas veces) resulta que en uno, en uno mismo, en mí mismo por ejemplo, en uno cualquiera de vosotros, hay dos, por lo pronto y necesariamente hay un rebelde y hay un sumiso, ¡qué se le va a hacer!  Lo siento si alguno de vosotros se siente molesto de encontrarse dividido, pero no hay más remedio que decirlo así, tienen que ser así las cosas: en uno mismo hay un rebelde y hay un sumiso, y están naturalmente en guerra entre sí más o menos declarada, más o menos violenta, y con triunfo alternativo más o menos por un lado o por el otro, pero en fin, aunque parezca un poco bárbaro decirlo así, eso es lo que pasa con nuestra alma de cada uno, la mía incluida también.  Eso es lo que pasa con lo que en términos más modernos se llama “El Yo” (porque no se habla mucho de el alma, no está de moda), con lo que se llama “El Yo”, pero que tiene esta condición: que yo no soy El Yo, y por tanto El Yo no es yo, como recordáis de otras muchas ocasiones en que esto ha surgido.

   En esta lucha estamos, con esto hay que contar, y ya se advierte que esto que vale para cada uno en su aislamiento, cuando se trata de colectividades o de conjuntos aproximativos, esto hace que también en cualquier conjunto, en cualquier población, lo uno esté luchando con lo otro, lo rebelde, por donde aflora eso de pueblo-que-no-existe, que es del que decimos que se trata de dejarlo hablar, y por el otro lado los Señores, el señor, la señora, y el conjunto de señores y señoras, las clases altas de la Sociedad, y el aparato gubernativo y el aparato financiero. Todo eso se da en cualquier colectividad necesariamente, pero importa ahora en este rato recordar que conviene atacarlo en éste su origen primero, en el uno, y reconocer y acostumbrarse a reconocer que a uno le pasa esto que le pasa.  Eso evitaría desde luego muchas ilusiones, muchas falsedades de los que a lo mejor se lanzan a una lucha, a una rebeldía contra el Orden, pero manteniendo la fe en uno mismo, que es lo mismo que la fe en Dios, que es lo mismo que la fe en el Estado, que es lo mismo que la fe en el Dinero, que es lo mismo que la fe en el Futuro.  Con lo cual no se puede hacer nada; nada que valga.  Así que en mí mismo, en uno cualquiera de vosotros, están siempre guerreando un rebelde con un sumiso, es decir, alguien que se las arregla para organizar lo que llaman su vida, dicho mejor ‘su existencia’, que tiene su Porvenir, que lucha por su Porvenir, que busca una colocación de las que el Estado le ofrece, o el Capital le ofrece; que está haciendo su Porvenir, porque está convencido de que vivir es eso, que la vida es el Porvenir.  Eso es efectivamente la Doctrina del Capital, la Doctrina del Estado, y eso es lo que a uno, en cuanto sumiso, le conviene, ¿eh?, le conviene, porque si no os creéis esto, mal andáis en cuanto a vuestra colocación social y en cuanto a vuestras posibilidades de éxito en lo financiero, o en lo político, o en lo que sea.  Es lo que a uno, en cuanto sumiso, le conviene: creer que el Futuro............... aunque por debajo le está diciendo el pueblo que el futuro no está, no hay, y sin embargo creer que el Futuro, que es el Tiempo, es el que hay que cuidar, al que hay que atender, al que hay que mirar, y que justamente esa atención a lo futuro es la vida.  Aquí por lo bajo, como me habéis oído decirlo de vez en cuando, Futuro no quiere decir más que muerte, porque la muerte es siempre-futura, pero el sumiso no quiere enterarse de esto: tiene sus ideas también de la muerte, como las tiene de la vida, pero no se entera de lo que pasa, porque le conviene no enterarse, porque para vivir más o menos a gusto, como cualesquiera de nosotros vivimos más o menos a gusto, y especialmente en el Régimen del Bienestar, hay que creérselo esto, no dejarse entorpecer por muchas dudas, y si no, uno funciona mal.  Y por otra parte en uno hay uno que no se lo cree, hay uno que siempre echa de menos, encuentra en el Orden que se le ofrece nada más que resquebrajamientos, tormentos, desgracias, preocupaciones, ansiedades, y que por tanto no puede menos de levantarse contra ese Orden que le está impuesto, y que está establecido. Confío en que estáis conmigo reconociendo en cada uno de vosotros esta guerra.

   Hay que añadir todavía que hay una tendencia a que uno de los dos se imponga en uno, sea el que venza.  Si mi pensamiento está bien encaminado, eso nunca puede conseguirse, porque la guerra siempre dura, no solo hasta la muerte, sino más allá de la muerte, pero eso no impide que uno tenga que creérselo, y tratar de imponerse como vencedor.  Si llamamos sumiso al que está de acuerdo con el Orden, al que tiene un puesto en la Sociedad, al que ha organizado una familia dentro de la Sociedad, al que maneja dinero de todos los bancos, el que por tanto está de acuerdo con los bancos con tal de que los bancos no le engañen, o no le engañen demasiado, etc., etc., ése, el sumiso, si vence, si se impone en uno, eso es mortífero, porque justamente ése trae consigo la muerte, porque trae el Futuro, la muerte que nunca está aquí, el Futuro.  De manera que si  eso llegara a cumplirse (pero ya digo que la guerra continúa siempre, nunca se impone del todo), si llegara a cumplirse sería literalmente mortífero, sería el dador de la muerte, es decir, conseguiría el Ideal que Dios, el Estado y el Capital, procuran, es decir, el Ideal de que ya no haya nada que hacer.  Lo que el Estado está deseando, lo que el Capital está deseando, es que todos fuerais así de creyentes, y entonces estaríais ya muertos, y por tanto no habría nada que temer desde las alturas, ni nada que intentar hacer y luchar desde abajo.  Pero nunca se cumple.

   Hay que añadir, para evitar una malicia que siempre se presenta, que en el caso de que el que venciera en uno fuera el rebelde, el que no aguanta, el que ha descubierto que todo lo que le contaban acerca del mundo, de la sociedad, de él mismo, era mentira, y que no lo soporta, porque hay algo ahí que se levanta contra cualquier verdad, si ése venciera en cambio, eso de ninguna manera podría ser mortífero, eso no produciría nada, porque de la negación, de la pura negación al Orden, no se desprende ninguna conclusión, no se desprende ningún otro Futuro que haya que mantener.  De la negación no sale nada, la negación es meramente la negación, no sale otro Orden, no sale otro Poder, es simplemente una negación, una destrucción de la fe, de la mentira, de la fe en que el Poder está sustentado.  Salvo, claro, que, como puede pasar, y pasa, entre cualesquiera revolucionarios, el NO viene a ser realista, exitoso, sostenerse en este mundo, y entonces naturalmente el NO mismo se ha convertido en un sí.  Aquella rebeldía que estallaba de una manera tan viva ha venido después de la revolución a calmarse y consolidarse en un nuevo Orden, y entonces estamos a la vuelta de la calle, estamos haciendo lo que siempre en cuanto sumisos hacemos, es decir, hacer lo que ya está hecho una y otra vez.  Hacer lo que ya está hecho, y procurando el cambio justamente, el cambio en la ordenación para que la ordenación en sí continúe.  

   A veces esta conversión de la negación viva en una nueva Ley, en un nuevo Orden, pasa por trances intermedios (como tiene que ser, así de mal estamos hechos cada uno en su alma y las poblaciones en el conjunto), de manera que sucede eso que digo de que en una revolución, en una revuelta cualquiera, se encuentra uno con el dilema de decir “si no hago más que decir NO así por las buenas, esto no va a dar nada de sí, y esto tiene que dar algo de sí”.  Bueno, ahí tenéis el ejemplo, ya que viene a cuento, entre estos muchachos y gente en la Puerta del Sol y por esos sitios: por timidez, y por realismo, tienen que mantener y adoptar términos tan horrendos como el de Democracia, “una buena”.  Esto es realismo, esto es timidez: no se puede decir “¡no, no queremos ningún Orden, no nos hace falta!  ¡NO al Orden, NO al Poder!”.  Parece que eso no es realista, se arriesga a no producir nada, y ésa es la timidez de la que hablo, que vuelve justamente a la consolidación: entonces se hace que el NO se convierta en declaraciones parciales, como por ejemplo en este caso “Democracia, pero buena, mejor”.

   Como digo, estamos al cabo de la calle, y al cabo de la calle hemos estao muchas veces justamente por el mismo error: no hay una Democracia buena, no hay una Democracia mejor, la Democracia es simplemente el tipo de gobernación más avanzado de todos, el que nos ha tocado, y por tanto el  más mortífero sin más, pero por lo demás no deja de ser una forma del Poder, una forma de la ordenación como cualquier otra.  El trampantojo estaba ya hecho desde los antiguos griegos, cuando se inventó el término, y se les hacía pensar que cabían cosas como un Poder (kratos) de algo como pueblo (demos), y el pueblo nunca puede estar en el Poder, ¡es una cosa tan sencilla de reconocer!  El pueblo es el sometido, el que padece, el que más o menos se rebela o se resigna, pero que padece la ordenación que desde Arriba se le impone (las leyes, los juicios, los partidos, las votaciones, todo lo que se le impone), y eso nunca puede estar en el Poder, es casi como una tautología, no hace falta para nada insistir en ello: eso es el no-Poder.  El no-Poder, de manera que la trampa de “Democracia” estaba ya desde el origen mismo del término y de su aplicación en algunas de las antiguas ciudades griegas, y después no ha hecho más que mantenerse la misma trampa. 


   Por eso es necesario insistir en que si en uno mismo domina el resignado con el Orden que se le ofrece, el realista, el creyente en el Futuro, que quiere decir Dinero, el que por tanto se permite tranquilamente disfrutar de la gloria de tener una familia, de manejar su economía en la medida en que se le deje, ése, el sumiso, en caso de que venza, produce muerte; eso es como si uno directamente se resignara a estar muerto.  Es un poco duro de entender, pero es así: como si uno se resignara a estar muerto.  No digo a morirse mañana y eso, porque a eso ya se sabe que nos tienen resignados: como si uno se resignara a estar muerto, porque justamente la resignación con el Orden establecido viene a dar en lo mismo.  Y que en cambio el decir NO en la medida que en uno queda algo de disconforme, algo de pueblo-que-no-existe, algo de común y no personal, eso es una acción.  En esta tertulia política suponemos que es la acción que nos traemos con lo de dejarnos hablar, que es una acción sin más, y la primera y más elemental de las acciones, porque va a atacar la fe, que es el sustento mismo del Poder, y de ahí no puede salir ningún Futuro, que es de ellos, para ellos.  Ni puede salir ningún Futuro, ni ningún nuevo cosmos, ni ninguna nueva ordenación, ni nada.  Saldrá lo que ello quiera salir, pero no nosotros, que ni podemos saberlo, ni preveerlo, ni nada, o, si no, pues volvemos a lo mismo: convertimos esta acción del negar en algo que no es más que una acción de recostruir, de hacer lo que ya está hecho una vez y otra vez, sin cansarnos.  Así de simple es como se presentan las cosas.

   Por fortuna, la hipótesis de que venza del todo el sumiso y se quede perfectamente conforme consigo mismo, con el Mundo, con la Familia, con Dios, y con Todo, o la hipótesis de que venza el disconforme, el desintegrador, el negador del Orden, el rebelde, ambas hipótesis son irrealizables: no hay más verdad de uno mismo que la división, que su división en el sentido que os la he presentado, y no se puede llegar a El Yo verdadero en ningún sitio, eso son fantasías, ilusiones de las que nos imponen a cada paso.  No hay más verdad que la división, queriendo decir ‘verdad’ justamente por tanto ‘la contradicción’, lo que no suele tomarse como verdad, pero es así: en la Realidad no hay verdad; hay pretensión, sí, imposición, sí, de verdad, de verdades, pero todo falso, no hay verdad.  La Realidad en general es esta guerra, esta división, y voy a, antes de dejaros pasar la palabra, recordar cómo esto se generaliza desde el caso de uno mismo al de lo que llamábamos Realidad en general. 

   Los que me acompañáis no olvidan por un momento que el descubrimiento más elemental es que la Realidad no es todo lo que hay, lo cual tiene el resultado primero de separar de la Realidad “Todo”, y por tanto “Nada”, y por tanto los Números Ideales, y cualesquiera otros ideales que se nos impongan.  Es en la guerra entre Todo, Nada, Dios, Poder, los Números puros, que se imponen desde Arriba, y la resistencia siempre viva, la resistencia desde abajo, es en el choque, en la lucha entre lo uno y lo otro, en donde se sitúa esto que llamamos Realidad o Existencia, y la Ley, esa contradicción que he mostrado para el caso de uno mismo, la podéis generalizar, por todas partes se da.  Es la Ley de la Existencia, que es lo mismo que la Ley de la Realidad, y animales, plantas, piedras, cristales, astros, nubes, cualesquiera cosas que queráis decir o imaginar, están sujetas a esta Ley, están en guerra, como en el caso de nosotros, de uno mismo.  Es decir, que no pueden menos por un lado de tratar de subsistir, para lo cual tienen que aprovechar las ideas que de Arriba le vienen impuestas, ese saber que viene de Arriba, para subsistir, es decir, para evitar al atacante, para apresar la presa en el caso de los animales, para cualesquiera otra cosa en el resto de las formas de existencia.  Tienen que aprovecharlos, como nosotros en nuestras poblaciones aprovechamos justamente los números (para poner el caso más eximio), y cualesquiera otras formas de aparición de Todo o Nada, las aprovechamos para mentir y para subsistir.  Esto es así, para que no entendáis esta guerra de que os hablo como algo en que los contrincantes están tan netamente separados: los contrincantes están por el contrario intrincadamente unidos, confundidos lo uno con lo otro, y bestias, árboles, astros, nosotros, tienen que aprovechar las ideas que se imponen, la fe en que las cosas son lo que son, y los números, que acompañan a esta fe en que las cosas son lo que son.  Tienen que aprovechar eso para subsistir simplemente. 

   Nosotros en el caso estremo, pues tenemos que aprovechar los dineros, que son números, que son Futuro, que son por tanto objetos impuestos desde Arriba, de Fe, pero tenemos que aprovecharlos para subsistir, para ir tirando, para lo que se llama existencia, y esto lo hacemos naturalmente contra una tendencia que tenemos desde abajo, diríamos, una especie de infinita pereza que nos invade, que es la tentación, el deseo, de dejarnos ir, de librarnos de todo el tormento de las ordenaciones y de la fe que nos están impuestos, como un verdadero respiro de liberación.  Dejarnos ir, dejarse llevar, y lo que al principio decíamos de dejarse hablar es una parte de esto, de esta especie de deseo profundo y contraideal que abandona la pretensión de ser uno el que  existe, y que por el contrario nos lleva a dejarnos ir, dejarnos perder, dejarnos de ser lo que se nos manda que seamos.

   No creo que haga falta más, por lo menos esta noche, para generalizar lo que he mostrado para el caso de uno a la Realidad en general.  Pero hay que añadir que es que el caso de el Hombre es especial, y es por eso por lo que aquí, en esta tertulia política, lo que nos queda de pueblo no está simplemente contra una forma u otra de gobierno: está contra el Hombre mismo.  Que es lo mismo que estar contra Dios, porque efectivamente de por sí esto de el Hombre, en cuanto se nos hace que le impongamos al resto de las cosas como si el Hombre fuera el observador, las cosas las observadas, el Hombre fuera el dominador, las otras dominadas, etc., es este Hombre el que así se convierte en objeto del desengaño, del desmentimiento: no tiene para ello ningún fundamento, ninguna razón, no tiene ninguna razón.  Naturalmente, si el Hombre se apodera de la razón, él mismo, y piensa que los astros y las flores y los árboles no la tienen, y no hablan, entonces, claro, por pura consecuencia en primer lugar va a tener razón, y la razón será la suya, pero eso, como tantas veces hemos dicho, es un puro patriotismo, y por tanto tan falso y tan imbécil como todos los patriotismos, solo que aplicado a la Humanidad, aplicado al Hombre, contra el que estamos.  Y es por eso por lo que, aunque esta guerra de la Realidad sea común a cualesquiera cosas, en el caso nuestro lo es de esta manera especial: con una exageración.  Con una exageración: que trata de imponer el Todo (como en los regímenes totalitarios, como el Dios Todopoderoso de la antigua Iglesia), o la Nada, que es lo mismo por el otro lado: se trata de imponer la fe en los números esactos como reales, se trata de imponer la verdad en la Realidad, donde no hay más verdad que la guerra, pero se trata de imponerla una y otra vez. 

   Las bestias, los astros, por la Ley de la Existencia, para subsistir, tienen que mentir como nosotros, tienen que aprovechar los entes ideales que les caen de Arriba para aplicarlos al negocio de salvar el pellejo, de atrapar la presa, de no chocar unos con otros, etc.  Tienen que hacerlo así, y en ese sentido se puede decir que eso que queda por debajo, que no ha quedado todavía reducido a Realidad, y a lo que por tanto no tenemos que darle nombre (aunque se le dan de vez en cuando nombres, falsos, como Natura y cosas así, que aquí le decimos la desconocida) tiene que aprender Matemáticas en cuanto se trata de la realización: si se trata de que las cosas vengan a intentar ser las que son y cada una la que es, y de esa manera pelearse unas con otras, entonces efectivamente hay que aplicar los números, los significados esactos que van con ellos, echar las cuentas, hacer las cuentas.............  Eso es subsistir, y vosotros lo sabéis como yo igualmente, pero esto no se da más que en virtud de que se pasa de lo desconocido a la Realidad, que está costantemente costituída por el intento de conocer, de saberse, y por tanto por la mentira, que ésa no puede ser.

   Pues bien, el Hombre está contra esas posibilidades de vida, de desconocido, de una manera especial, simplemente en cuanto que Él se presume el Sujeto del saber, el Autor de las ideas y de los ideales, y sobre esa mentira se sostiene.  Ésa es la mentira del Hombre, a la que directamente atacamos en esta tertulia en nombre de lo que no es Hombre, sino común, pueblo-que-no-existe, y de lo que en cada cual, gracias a su imperfección, quede de pueblo-que-no-existe.  Bueno, como se ha hecho tarde me tengo que callar aquí"  



 ¿AGC?

APUNTES SOBRE “DESTINO”


 

APUNTES SOBRE “DESTINO”


A


La raíz de la fe y la equivocación esta en que las formulaciones en Futuro se toman como predicaciones (cuando en verdad una formulación en Futuro nunca puede liberarse de su condición modal originaria: no decir, sino hacer cosas como prometer o amenazar), y como tales, entonces, se les atribuyen los valores lógicos de V(erdad) y F(alsedad).

B
¿Que son, por cierto, V y F? Formalmente, V es una predicación tal que "No V” es imposible, esto es, contradictorio; F es una predicación tal que "No F" es necesario, esto es, tautológico.

C
Pero, si se usan teniendo en cuenta la Realidad (o sea con el criterio famoso de la adaequatio rei), ya se trata de otra cosa: V y F implican entonces la comprobación experimental (no se dará V a "Gato en tejado" hasta que se compruebe que gato en tejado), y por ende V y F quedan encomendados al futuro.

 

D

Pues bien, tomar las formulaciones en Futuro como predicaciones (v. a) es imitar el procedimiento c de atribución de V real a los hechos, saltando del trance de comprobación científica de hechos al trance de producción de hechos, esperados o temidos, que vengan así a dar V a la predicación o predicción que de ellos se hubiera formulado.

 

E

Es decir que se equipara el cumplimiento de la promesa o la amenaza con el acto experimental de la comprobación científica de hechos, pese a que éstos se suponen dados sin ninguna actividad (por el contrario, la Ciencia la prohíbe) conducente a modificar la Realidad de modo que viniera a dar V a la predicción de hechos.

 

F

Pero, entre tanto, se da el paso trascendental para la fe y equivocación: a saber, que la conexión lógica se toma como conexión física: por ejemplo, y por excelencia, la relación de causa: lo que era una relación sintáctica de la formulación se toma como una relación entre hechos, perteneciente a la Realidad.

G

Interviene, por su lado, la previsión o expectativa rítmica: habiéndose reconocido, en el registro de la sucesión (donde se da como una correspondencia de pulsos entre el suceso y su observador), el hábito de repetición mecánica (producción ordenada de veces de lo mismo, esto es, que uno mismo se presente como múltiples), se confía en que siga en adelante sucediendo igual. La previsión científica no es más que un refinamiento de esa expectativa rítmica.

 

H

La equiparación de las formulaciones en Futuro con predicaciones, segun c-f, con consiguiente atribución de F o V, repercute ahora sobre las predicacio­nes de hechos (que, desde que hay hechos futuros, están ya en Pasado): así como "P fut" será V cuando el hecho la haya comprobado, así "Q fut-de-pas" ha sido V porque se ha cumplido: y entonces, pasando a la Realidad, así como un hecho futuro es real en cuanto que se le prevee con éxito, así un hecho-hecho (pasado) hubo de tener su previsión, y gracias a su éxito se ha realizado el hecho; lo cual, según f, pone ya la previsión con el hecho en relación de causa.

 

I

La suma o conjuntación del proceso de equivocación c-f con el tratamiento científico de  g viene a dar en la idea del Tiempo, "espacio sobre el que trascurren los procesos". Y la inversión señalada en h sostiene entonces la idea de "inversión de sentido del Tiempo”, Futuro a Pasado, como Pasado a Fu­turo.

 

J

La posibilidad, por su parte, no es, lógicamente, mas que la no-imposibilidad, esto es, la no-contradicción (cfr. b), que en ciertas formas de lenguaje formal (es decir cerrado), viene a ser lo mismo que V. Pero en aplicación real o física del término, posibilidad es lo mismo que infinitud o indeterminación. El intento de reducción de esa incertidumbre a números da lugar al cálculo de probabilidades. Pero es la colocación de la posibilidad en el Tiempo, establecido según f, lo que viene a parar en la imaginaria, vulgar y científica del Presente (es decir el punto en que se esta hablando) como un agujero por el que al pasar las posibilidades infinitas quedan convertidas en certidumbre, esto es, en hechos, pasados, naturalmente, y fatales en Pasado.

 

K

Pero en verdad el punto en que la cosa se esta diciendo no era de la Realidad ("fuera de", "antes de", son ya metáforas, sostenes del artilugio de superación de la contradicción en que la Realidad consiste), y por tanto, no conocía Tiempo: la conversión, a su vez, de ese decir en hecho o cosa es justamente el acto en que, juntamente,
1) la lógica o razón se interpreta como física,
2) Yo me hago un ser real, y desde entonces la suerte del átomo refleja la de mi, y
3) las posibilidades infinitas ("infinito" consistía en no ser nadie ni nada determinado) pasan, por ese agujero puntual, a convertirse en hechos, determinados, esto es, fatales “hacia atrás”.

L

Y bien, la idea de Tiempo, establecida en i, con sus inversiones de sentido, entonces, por una vía, otra vez, de sentido en cierto modo inverso a la señalada en b, plantea las cuestiones de fatalidad o necesidad "hacia adelante" o en Futuro.

GLOSA DEL PUNTO J


M

La posibilidad es, a su modo, cosa, realidad, para los sistemas finitos y cerrados: por ejemplo, todas las posiciones de las piezas en un tablero de ajedrez (de todas o del numero de ellas que se quiera) son posibles realmente, son verdaderos "seres en potencia" en el sentido aristotélico; lo cual quiere decir que, a su modo, están ya realizadas, en cuanto previstas, y una partida de ajedrez no puede ser mas que un hacer lo que ya esta hecho. A ese ideal justamente aspira la organización económica y política del mundo, cuyos manejos no tienen sentido mas que partiendo de la suposición de que lo que se quiere ordenar es un sistema finito, un conjunto.

N

Caso especial (y único) es el del sistema finito (= definido), pero no cerrado, sino interminable, es decir, el de la serie de los números naturales (cualquier otro sistema con esas características no es mas que una copia del de la serie de los núme­ros): ahí se da que, a partir del cualquier punto en que se caiga, las potencias, desde luego, de los números ya contados o costatados (un Pasado, a su manera) son propiamente seres en potencia, son posibles en cuanto, según su regla, realizados o previstos, y también, secundariamente, los compuestos, o producto de números pasados, son po­sibles y reales; pero los primos sucesivos, que parecen ser los únicos números de verdad nuevos, no tienen el mismo tipo de posibilidad: los primos no tienen otra forma de aparición que la de los agujeros de la criba de Eratóstenes, es decir, que son los fallos de la previsión: su posibilidad no es más que el residuo de todas las posibilidades o seres en potencia: lo cual debe de deberse a que los primos consisten en el desajuste entre dos maneras de ordenación, la de las potencias y productos y la de la sucesión monótona o por regla "+ 1", de la serie.        
               

Ñ

Pero en la verdadera infinitud (= indefinición, imperfectibilidad, imprevisibilidad) no caben seres en potencia: cualquier cosa es posible, y por tanto, ninguna está dada como posible en realidad; pues la Realidad se constituye por la reducción directa, según k, de la infinitud a unicidad, y solamente queda, dentro de esa Realidad, las previsiones para sistemas parciales finitos, cerrados o en la serie, que, como seres en potencia, son ya, a su manera, parte de la Realidad (los proyectos, esperanzas o temores, de cosas son también cosas); pero no hay una Reali­dad, infinita y total al mismo tiempo, a la que pudieran referirse "posibilidades en general".   

O

Cuando se trata la Realidad como un sistema (según ejemplarmente sucede con physis o rerumnatura en la Física epicúrea; pero tal es el destino de toda Física), donde se concede de palabra la infinitud (de átomos y de espacio), pero se mantiene la totalidad (summa), es lógico y sumamente ilustrativo lo que pasa: todas las cosas que pueden suceder están ya sucedidas en algún sitio. En efecto, contando con un sinfín, no puede negarse ninguna posibilidad (echadas al alto los millones de letras que se quiera, no puede no su­ceder que vengan alguna vez a ordenarse en forma de El Quijote, y como esa condición ha estado rigiendo desde siempre, no puede no haber sucedido que en algún sitio se hayan ya ordenado de esa forma): ahora bien, por un salto nuevamente de la Física a la Lógica, la no-posibilidad de la negación se identifica con la posibilidad, y, de ahí, volviendo a la Física de nuevo, esa posibilidad se costituye como real, como la de los seres en potencia de los sistemas finitos, cerrados o seriales por lo menos.

P

En esa equivocación entre la posibilidad real en los sistemas totales y la infinitud de posibilidades en la infinitud tiene el Tiempo sus raíces, y ahí también la eterna preocupación de los mortales, todos y la Mayoría, por su Destino.



¿A.G.C?

domingo, 21 de diciembre de 2014

LA MANCHITA DE LA UÑA. Miguel de Unamuno y Jugo



LA MANCHITA DE LA UÑA


       Procopio abrigaba lo que se podría llamar la superstición de las supersticiones, o sea la de no tenerlas. El mundo le parecía un misterio, aunque de insignificancia. Es decir, que nada quiere decir nada. El sentido de las cosas es una invención del hombre, supersticioso por naturaleza. Toda la filosofía -y para Procopio la religión era filosofía en niñez o en vejez, antes o después de su virilidad mental- se reducía al arte de hacer charadas, en que el todo precede a las partes, a mi primera, mi segunda, mi tercera, etcétera. El supremo aforismo filosófico de Procopio, el a y el zeda de su sabiduría, era este: «Eso no quiere de­cir nada». No hay cosa que quiera decir nada, aunque diga algo; lo dice sin querer. En rigor el hombre no piensa más que para hablar, para comunicarse con sus semejantes y asegurarse así de que es hombre.
Un día Procopio, al ir a cortarse las uñas -operación que llevaba a cabo muy a menudo-, observó que en la base de la uña del dedo gordo de la mano derecha, y hacia la izquierda, se le había aparecido una manchita blanca, como una peca. Cosa orgánica, no pegadiza; cosa del tejido. «¡Bah! -se dijo-, irá subiendo según crece la uña y acabará por desaparecer; un día la cortaré con el borde de la uña misma». Y se propuso no volver a pensar en ello. Pero como el hombre propone y Dios dispone, dispuso Dios que Procopio no pudiese quitarse del espíritu la manchita blanca de la uña.
       Cuando se puso una vez, al poco del descubrimiento, a escribir Pro-copio, la manchita no le dejaba llevar la pluma por donde él quería. «¡Pero esto es una estupidez! -se decía, irritado contra sí mismo-; ¡si esto no quiere decir nada!, ¡degradantes supersticiones!». Recordaba que cuando niño se le había dicho que esas pintitas blancas en las uñas son mentiras y que les salen a los niños mentirosos; pero él ni era ya niño -ni viejo todavía- ni recordaba haber dicho, ni haberse dicho, recientemente mentira alguna de consideración. Además, aquello no quería decir nada. Y salió de paseo al campo, a ver si con el aire libre y soleado se le quitaba la pintita aquella del magín.
    ¡Que si quieres! Más fácil le habría sido quitársela de la uña. «¿Pero qué puede querer decir una cosa así? -se decía, sin querer decirse-. ¿Qué puede querer decir? ¡Claro está que nada! Alguna causa tendrá, ¡claro!, porque no hay efecto sin causa, y esto es indudablemente efecto, efecto de algo; por algo me ha salido esta manchita en la uña y precisamente en la del dedo gordo de la mano derecha y no en ninguna otra de las diez. ¿A ver?». Y se puso a examinar las demás uñas. Y luego se dijo: «No hay efecto sin causa, como no hay causa sin efecto; pero ¿para qué me ha salido esta manchita?... ¿Manchita?». Y se puso a cavilar si era o no mancha. Porque las manchas le parecía que han de tirar a negro. «Sin embargo, sin embargo -se añadió-, blanco sobre negro es tan mancha como negro sobre blanco; en una levita negra mancha la leche como en una pechera de camisa blanca la tinta». 

Creía con estas cavilaciones trascendentales poder desechar de su magín la manchita; pero ¡quia!, ¡ni por esas! Ya la cuestión no era lo que aquella pintita significaría, sino si significaba o no algo. Y en rigor, si hay algo que signifique cosa alguna.
Procopio creía no creer en «agüeros», hechicerías y cosas supersticiosas -creencia que, según le habían enseñado en el Padre Astete[1], es pecaminosa-; pero la superstición de Procopio era que nada quiere decir nada, que ninguna cosa tiene significación. «Y si no, vamos a ver -se decía-: ¿qué quiere decir esto de que yo me llame Procopio?, ¿por qué me hizo bautizar con ese nombre mi padre, que, por su parte, se llamaba Wilibrordo?, y tenía, por cierto, un hermano, tío mío, Burgundóforo...». Mas ni aun así... 

No, no lograba con estas digresiones apartar su obsesión de la manchita. La pequita estaba allí, en la uña, sonriéndose, sí, sonriéndose irónicamente y diciéndole: «Adivina, adivinanza, ¿qué hace el huevo en la paja? Y yo, ¿qué hago aquí?». Y era un huevo, un huevecillo -un ovillo- de pesares trascendentales. Conque no quería decir nada, ¿eh? Pues, por lo menos, decía querer. ¿Y decir querer no es acaso el colmo del querer decir? La pequita decía querer amargarle el poso de las aguas del espíritu, el sedimento de las supersticiones.
Empezó la cosa -ya le llamaba, hablando consigo mismo, «la cosa»- a causarle un íntimo desasosiego, algo como un cosquilleo del cauce del alma. ¡Dolor, no! Dolor no era; no llegaba a dolor. Pero algo que no le dejaba descansar, como cuando no se acuerda uno del nombre de su padre o de su hijo o del propio nombre. Y recordaba cómo, siendo niño, tuvo que salir de la iglesia dejando de oír una misa, a que devotísimamente asistía, porque no podía dominar los cosquilleos a despabilar los mocos de las velas del altar. Y se le reprodujo aquella congoja infantil.
¿Se pintaría la uña? ¿Se la rasparía? ¿Se la cortaría? Mejor era dejarla crecer. Y acaso con su deseo de que desapareciese la misterio­sa -sí, ¡misterio, misterio!- manchita fuera creciendo más deprisa la uña. Porque... ¿no influye acaso la voluntad en el crecimiento, más o menos lento, de las uñas?
«Dicen que a Newton -se decía Procopio- se le ocurrió lo de la gra­vitación viendo caer una manzana... 

Cuentos, ¡claro! Pero ¿no será la aparición de esta manchita en mi uña algo así como la caída de una manzana newtoniana? Y ahora, ¿qué descubro yo?». Y se puso a pensar qué es lo que descubriría. Porque necesitaba descubrir algo; el ánimo le pedía un descubrimiento. Solo que como nada significaba nada... ¿Descubriría esto: que nada significaba nada? Creía tenerlo descubierto, mas para sí solo; y cuando no logra uno descubrir a los otros lo que cree tener descubierto, empieza a sospechar que ni a sí mismo se lo descubrió.
«¿Y si yo pudiese demostrar -se añadió- que la cosa no significa nada?». Empezó a asustarse. La obsesión de la manchita no le dejaba pensar en otras cosas más serias. ¿Más serias? ¿Y por qué más serias?
Procopio se volvió a su casa con la mente henchida de intenciones de pensamientos. La manchita de la uña se le había convertido en una nebulosa cósmica de la razón. Y no quería dormirse, no fuera que la manchita se le convirtiese en sueño... Procopio tenía un supersticioso horror a las supersticiones.


[1] Es decir, en el famoso Catecismo de la doctrina Cristiana de este jesuíta, uno de los más difundidos desde finales del siglo xvi.

Pequeño Manifiesto de Nadie...


Este manifiesto no es de nadie, por sus palabras fluyen diversas voces.

Se pueden hacer  algunas Rectificaciones o añadidos según: 

Se han mantenido sólo los NOES vivos (o sea las CONTRAS y RECONTRAS) ya que los puntos de A FAVOR DE -pese a la buena intención- pueden -como suelen- derivar en un alegato PROVIDA con estandarte en la Plaza de Colón (¡jesúsquépena!). 

Y se ha añadido una advertencia urgente CONTRA  / INFORMATIVA que en pura lógica debía de ir como punto primero:
Se trata de una decena de principios elementales, no de FINES, ni de MANDAMIENTOS. Así pueden hundirse frágilmente en claros naufragios.

Contra la demo-CRACIA. Si es pueblo no es PODER y si es PODER no es pueblo. Asi que NO PODEMOS, pero sí PODAMOS, sin confundir poda con tala.

Contra las URNAS. Sarcófagos de ilusiones y voluntades.

Contra el DINERO. DIOS de la MUERTE que esclaviza, idiotiza,aniquila a la gente y la convierte en Humanidad que huele mal.

Contra el ESTADO. Que pretende que seamos una mayoria que para ëllos es todos, un número y un carnet, un territorio , una propiedad en compraventa permanente...

Contra los EJÉRCITOS, la POLICÍA, LOS SIQUIÁTRICOS, las CÁRCELES

Contra las PATRIAS, los MUROS y las FRONTERAS.

. Contra la MUERTE y la INMORTALIDAD, -que son una misma cosa-, siempre futura, y han subyugado con el miedo a las criaturas desde la espulsión del paraiso...

CONTRA LA INFORMACION:QUINTO JINETE DE LA APOCALIPSIS QUE CULMINA Y PERFECCIONA A LOS 4 de siempre.... porque galopa más rápido. a "tiempo real"...( dicen los creyentes)  ..( El viejo Buñuel ya lo advirtió en su último suspiro y lo siente cualquiera que no se deje intoxicar por la Administración de muerte informativa)

Y el décimo : CONTRA MÍ MISMO,  en lo que tengo de esclavo del Estado, el dinero y el miedo: "Niégate a ti mismo, lo dijo Cristo".    Déjate vivir, pero a condición de que no sepas lo que es vivir, déjate sorprender por  lo que ello sea.


Contra el FUTURO.
¡ahora!


jueves, 18 de diciembre de 2014

EL QUE MIRA NO VE . Relaciones entre visión y fe . Isabel Escudero






EL QUE MIRA NO VE[1] 
Relaciones entre visión y fe 
 Isabel Escudero  




¡Ojos que a la luz se abrieron 
un día, para después, 
ciegos tornar a la tierra, 
hartos de mirar sin ver! 
A. Machado  


INTRODUCCIÓN:  


Como el tema central de estas jornadas trata de indagar en los usos y aplicaciones de las diversas artes y técnicas audio visuales en lo que se ha dado en llamar La comunicación mediática, (modelo que afecta a todas las poblaciones por igual del Régimen del Bienestar) y puesto que en el conocimiento de esas técnicas y su constante progreso, doctores tiene la iglesia más cualificados que yo, he decidido aprovechar este rato con vosotros para plantear la cuestión desde una operación previa y elemental: el hecho mismo del “mirar”, la visión misma, algo común que atañe tanto a los artistas o expertos (cineastas, publicistas, fotógrafos, pintores...) como a la gente corriente, a vosotros, a mí. Así que me gustaría enlazar y contrastar de alguna manera la operación de “mirar” con las posibilidades de “ver”, ya que no sólo no es lo mismo sino que de entrada sospechamos que en cierto modo puede ser lo contrario. 
No podemos entrar honradamente en la contemplación de las imágenes y menos aún en su creación o fabricación, si no planteamos primero y desde abajo, los condicionamientos impuestos por nuestro mirar humano. Esa es la cuestión política previa, descubrir los obstáculos que inutilizan, estropean o condicionan el ver, para de verdad ver algo nuevo, no previsto de antemano.  
En principio debemos reconocer que no hay, desde luego, en nosotros, los humanos, una mirada desnuda, un ver natural; tampoco el lenguaje humano es nada natural, es un artificio complicado, un artilugio milagroso sí, pero ni natural ni animal. 
Ya en el propio lenguaje se da una construcción ideal (ideal/ visual) del mundo a través de los significados del vocabulario semántico que es ya la realidad particular de cada tribu. La idea es visión. (Eidos en griego es la visón de algo) El nombre implica una idea y la idea una imagen de la cosa. Visión e idea, pues, es lo mismo. Tener idea de algo es como haberlo visto, aunque sea en el pensamiento, haberlo visto es concebirlo. Esa relación, que trataremos más adelante, no deja de ser un juego vivo y complejo entre el ver y lo visto, entre el descubrimiento y el conocimiento. 

Repasemos pues algunos de los impedimentos e imposiciones crecientes dimanados de la realidad actual y su progresivo desarrollo audiovisual. Impedimentos al menos de dos ordenes: uno tiene que ver con el uso cada vez más abusivo de aparatos intermediarios, de mediaciones tecnológicas (cámaras, pantallas, ordenadores...) interpuestas entre nuestros ojos y el mundo, y, otro, tiene que ver con la abundancia y velocidad de los estímulos audiovisuales que nos acosan por doquier. Como si todos -en nuestras vidas cotidianas- fuéramos obligados espectadores de una realidad/ pantalla, un remedo audiovisual, como si nos hubiéramos convertido en mirones profesionales, en turistas condenados a registrar vistas y almacenar postales. 

Se podría pensar sin embargo que esta multiplicidad de elementos intervinientes sería buena para producir combinaciones nuevas, azares constantes, que a medida que aumentan la multiplicidad de las cosas y situaciones, a medida que crecen los estímulos deberían multiplicarse proporcionalmente las probabilidades de acertar la combinación exacta que vendría a dar en un vislumbre de arte, pero parece que no es así. Esta consideración toca centralmente el concepto mismo de azar tanto en la creación de las artes de las imágenes como en su disfrute por parte de la gente. Parece ser que el aumento de las probabilidades tanto de fabricación como de recepción no supone un aumento de posibilidades de arte. Es más de lo mismo, acumulación, saturación que no conduce al acierto, al descubrimiento. Es más, parece que esa sobreabundancia actúa como impedimento para que algo de veras nuevo se diera y se viera. El descubrimiento, la posibilidad del descubrimiento, parece pertenecer a otro rango que no es el de las probabilidades, que pertenecen a la contabilidad de la realidad, a la estadística. El conjunto cerrado de cualquier estadística, pero que no abre las posibilidades sin fin. 

Lo primero, pues, es plantear la dificultad: la dificultad hoy de “ver”, paradójicamente en una situación, la actual, empujada fundamentalmente por la obligación de “mirar”. La cuestión es: ¿se ve más y mejor desde que se mira tanto?. O bien formulado así: ¿la constante invitación a mirar provocada por todo tipo de estímulos audiovisuales y la mediación permanente de cámaras y pantallas, de vidrios y proyectores entre nuestros ojos y el mundo, faculta el ver, en el sentido de descubrir algo nuevo, o esta avalancha de azares, estímulos y prótesis, nos condena a no ver nada imprevisto?, ¿se nos impone convertirnos en unos impenitentes mirones atiborrados de imágenes y sonidos mil que no nos penetran, que no nos hieren y que en cambio nos amodorran en vez de despertarnos? 

Las preguntas están en el aire y les dejo a vuestra inteligencia y sensibilidad el sentirlas vivas y paradójicas, tal y como yo os las formulo. 

La pregunta básica que nos hacemos ¿se ve algo con tanto mirar? no se limita sólo a las artes visuales, afecta también a la Ciencia misma. 

(Por ejemplo, a la Medicina: 

Ya no hay médico que te mire a la cara y te vea, y menos que tenga aquello que se decía “ojo clínico”, ahora sin mirarte te manda que te miren los aparatos y luego él mira los aparatos que le muestran lo que han visto, y él lo va interpretar, nombrar y diagnosticar en concordancia obligada con la teoría científica establecida, o sea con arreglo a la creencia dominante. Pero todo eso sin ver a ese ser que tiene delante. El pobre saldrá de allí mirado y remirado por las máquinas y los análisis pero sin ser visto.) No hay alteridad, el otro, lo otro desaparece, le ciega nuestra mirada mediada. ¡Dónde sentir hoy día bajo el dominio del audiovisual algo de lo que latía en aquellos versos del poeta!:  

El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas:
es ojo porque te ve.


Y esa contaminación audiovisual que rige el mundo actual no toca sólo a los ojos, toca también a los oídos, afecta a la posibilidad de oír dentro de este creciente barullo.¿Con el ruido dominante, con tanta opinión propia y tanta expresión personal, cómo se va a poder distinguir si alguna vez surgieran, en medio de tanta bulla, algunas palabras verdaderas?. No hay peligro, si alguna vez alguna voz acertara a decir verdad, no se la oirá. Ese es el beneficio primario del ruido para el Poder, impedir que se oiga y se vea. Los múltiples y variados elementos, están encaminados a la mera producción de ruido y confusión. Estímulos visuales en vertido constante de imágenes y sucesos: en eso consiste esencialmente la Información, y la Comunicación, que es la industria más potente del Régimen, la básica que mueve y sostiene el Régimen. Entreteniendo a sus súbditos, quedándolos de niños instalados en una expectante oralidad que nunca se satisface. Quedando así preparados para tragarse todo lo que le echen y comprar todo lo que le manden. 

Se produce y consume un barullo creciente, no un caos que se beneficiaría de azares abiertos, sino una avalancha, una desorganización formateada por una organización impuesta desde arriba tanto por la superproducción de chismes y obras como por su vano intento mismo de ordenación. El ejemplo del atasco automovilístico es muy elocuente a ese respecto. 

Bueno, pues tras esta somera introducción en la que queda planteado el conflicto y su contradicción, demos un paso más para indagar acerca de los propios términos “mirar” y “ver” y las relaciones con el propio lenguaje, las ideas y la fe. 

(Para ello hemos recurrido a tomar en préstamo algunas notas sacadas de una intervención de Agustín García Calvo acerca del tema y que nos han valido como detonante y reflexión y que me pareció oportuno traerlas aquí para mejor entendimiento del tema que nos ocupa esta mañana, máxime cuando ayer él mismo ya os habló de cuestiones directamente relacionadas con la incompatibilidad entre probabilidades siempre marcadas y las posibilidades sin fin.)  


*** Notas de A.G.C:  


1. -“Ver”, es algo que nos interesa, sobre todo, en cuanto se contrapone a “mirar”; dicho en otras palabras, en cuanto que es algo que nos pasa, algo que pasivamente recibimos. Eso sería el ver, el dejar ver a los ojos, que aquí vamos a llamarlo “el dejarse ver”. Se contrapone a algo que hacemos, algo donde activamente ponemos voluntad; es lo que representaría el mirar. Esta contraposición entre pasividad y actividad es lo que me interesa principalmente. (Esta distinción también se da como sabéis entre “oír” y “escuchar”).

Hay también entre ambos términos, “ver” y “mirar”, otras distinciones que apuntarían a una contraposición entre espacio abierto (resquicio, abertura, posibilidades, libertad...) y cierre (falta de distancia, ocupación, intencionalidad, apropiación...).  


2.- En cuanto a la contraposición entre pasividad y actividad, veamos qué nos dice la lengua. Hay lenguas del mundo extrañas a las de nuestra familia sobre todo, y también tal vez algo de esto había en la prehistoria de las nuestras, en las cuales se distinguen formas de predicado, que necesitan una especie de complemento, de persona o de algo asimilado a personas. Son palabras activas, verbos, por decirlo con el nombre que se da a esta parte de la oración en nuestras lenguas. A ellas se contraponen otras formas de predicado que no tienen eso. De forma que si algo que equivale a “mirar” entra en el primer grupo, algo que equivalga a “ver” o también por ejemplo a “estar”, entra en el segundo. 

Estos verbos, pues, no se presentan como verbos de la clase de los activos, de los que necesitan un sujeto, de persona. Que indican quién hace la cosa; son cosas que le pasan a uno, que le pasan a alguien.  Bueno, pues está claro que lo de ver entra en este grupo. En cualquiera de estas lenguas, lo equivalente a ver no sería un verbo que pudiera tener sujetos, sino un verbo que indicara la experiencia, la pasión de algo que a uno le pasa y, en todo caso, con un dativo, como “me duele” que indicará sobre quién, el hablante o tú a quien hablo o a cualquiera, recae esta pasión que el verbo o la palabra predica o anuncia. 

Parece, pues, que ‘ver’ está mucho más cerca que ‘mirar’ del sencillo aparecer.  


3.- Evidentemente, ver de verdad, en este sentido, será siempre algo que a uno le pasa, que le pasa no sólo por delante de los ojos, sino que al pasarle por los ojos, puede pasarle penetrando por el resto de su organismo o cualquier otra imaginería más o menos fisiológica que se os ocurra; pero, en cualquier caso, algo que le pasa. (A este sentido del ver como penetración aludía seguramente Robert Bresson cuando decía que una película, cuando acierta a ser verdadera, no está hecha para “pasear los ojos” sino para penetrar en ella y ser absorbido todo tú, enterró por cierto que Robert Bresson nos dió una buena lección sobre las cuestiones de azar y determinación que ilustrarían bien estas jornadas: Recordemos aquel burro, protagonista oscuro de su filme “Al azar, Balthasar”, al que le van ocurriendo cosas de rebote del permanente trajín de los hombres, siempre tentados de decisiones, presos entre dos ilusiones: el destino y el libre albedrío.) 

Pero volvamos a la pasión de ver. Esta pasión de ver se puede convertir en una acción. Esto está más o menos representado por la contraposición con el verbo mirar; porque, efectivamente, mirar es dirigir la mirada, dirigir los ojos, y eso sí que es algo que claramente yo hago, que “uno” hace. Dirigir la mirada es la facultad que los psicólogos suelen distinguir como atención. Ésta juega ahí un papel primario. Atención que indica, con la raíz de "téndere", la intención de dirigir en una dirección y en un sentido determinado el ojo, la mirada. Nada más contrapuesto, pues, a lo dejar ver a los ojos, dejarnos ver.  


4.-A este propósito, conviene recordar un poco a los otros seres, los seres sensitivos o seres vivos no pensantes. Es verdad que saber, saber en verdad sólo sabemos de nosotros mismos, sólo sabemos de los que saben; y, los animales sólo saben de los otros animales. Sólo sabemos de una manera ficticia, a través justamente de nuestras convicciones, de nuestras ideas, de nuestra ciencia. De forma que cuando uno trata de asomarse a los ojos de uno de los pobres animales domésticos que tenemos medio sometidos a nuestro lado, colonizados, por ejemplo de un perro[2], o más aún a los ojos de un gato que algo quizá más salvaje... tiene un temblor, tiene una extrañeza, siente una especie de tentación de reconocer que no sabe lo que allí hay detrás, por lo mismo que hemos dicho que saber saber, sólo se sabe de los que saben y sólo de los que saben se sabe: Estos versos apuntan a esa extrañeza: 

Nada está claro,
cuando el gato me mira
y yo miro al gato.

5.-Pero aún con esta dificultad primaria, conviene recordar un poco lo que zoólogos y psicólogos de animales dicen de esos otros seres vivos, cuando hacen experimentos respecto a su visión. Parece que en ellos la visión está condicionada de una manera muy estricta (me refiero sobre todo a animales superiores, a mamíferos, lobos, zorros, caballos y demás) por las necesidades prácticas, de tal forma que en el campo teórico de la visión sólo parece que se registre aquello que puede ser una amenaza, o un cebo para el alimento, o algo por el estilo. 

De manera que tenemos ahí, no vamos a decir un mirar, pero sí un condicionamiento de la atención por obra de la necesidad que limita extraordinariamente, no la amplitud del campo de visión si no la generalidad o vaguedad de ese campo y la restringe a puntos muy precisos que la necesidad práctica parece imponer. Bueno, pues os estoy sugiriendo que la situación a que se nos ha condenado a nosotros los humanos que vivimos bajo el dominio del audiovisual, puede, en este sentido, verse también como un regreso a esta situación que los psicólogos animales suponen para la servidumbre de los ojos a la atención, a la atención funcional que actúa como un mandato, una orden más que al juego. 


6.- En cambio, parece ser –sigo con anotaciones procedentes de la Psicología animal-, que nuestros primos los monos, entre los que nos encontramos, se caracterizan, sobre todo, por ser mucho menos condicionados en ese sentido, mucho más abiertos a una percepción visual que no está tan determinada por impulsos que el alimento o el miedo del ataque imponga y, con ello pues, tiene mucho que ver con esa otra forma de la percepción visual más complicada. Algún modo que ya tendría en cuenta lo que nosotros llamamos los colores. Los experimentos con los monos demuestran que la capacidad para la percepción cromática es bastante cercana a aquella de la que nosotros presumimos también. Parece que nuestra gracia humana sería disfrutar de una visión mínimamente condicionada, lo cual quiere decir, más parecida a la de una pasión de ver, a lo de un dejarse ver, a un juego, más que a lo de una atención forzada, voluntaria, venida desde la persona hacia el objeto de la visión. 


7.-Bueno, pues ahora saltemos a la Historia; es decir, al saber de aquello que sí se sabe, sin necesidad de intermedios de la Ciencia, ni de la Psicología, ni de ninguna otra interpretación del mundo. Nuestra historia hasta el momento que culmina -que es este en el que estamos ahora mismo- en el más perfecto y avasallador de los regímenes, que es el Régimen de la Sociedad del Bienestar o de la Demotecnocracia desarrollada, toda nuestra historia se nos aparece como una especie de progresiva sumisión, encerramiento, encarcelamiento, en el sentido de la utilización práctica, pero que en nuestra realidad actual, práctica quiere decir servil a lo que está mandado desde Arriba, al servicio de los intereses de los que mandan, sea desde el puro Mercado o desde las esferas de la Cultura y las Artes. Obediencia y asimilación de los modelos impuestos tanto por los intereses de Mercado como por los intereses de los Ministerio de los Estados. Y este servicio a los intereses de los que mandan, coincide hoy más que nunca con el servicio de los intereses de los que obedecen, en cuanto ya sabéis la dialéctica del amo y el esclavo Esto viene a suceder inevitablemente en cualquier desarrollo de estas sociedades. Pero de la manera más fastuosa en "la democracia progresada”, un régimen que está fundado en lo que se supone que es el interés de cada uno, pero claro con la condición de que sea cada uno, y se resigne a ser cada uno, que se resigne a ser su persona o sea un elemento consumidor y acatador de lo que esté mandado; sus intereses van a coincidir totalmente con los intereses del poder, con los intereses del dinero. Ésta es la gran astucia que hace que este Régimen sea el más perfecto y el más mortífero de todos los que la Historia nos presenta por ser el más penetrante y disimulado: el intento del Régimen demotecnocrático pretende la perfecta coincidencia más ajustada entre el interés de cada uno, del individuo, de la persona individual, (que es el núcleo básico y sustentador de las masas) y el interés de la Banca, de la Empresa, del Estado y del resto de las instituciones del Poder. 


8.-Y respecto a esto que hoy nos ocupa del ver y el mirar ¿qué es lo primero que nos manda el Capital?, ¿el movimiento del Dinero, qué nos manda?: En primer lugar: que hay que comprar chismes para ver y registrar lo visto, cuantos más y más novedosos mejor, que eso de ver a simple vista, desnudamente, es gratis y no puede ser. Y si se compran hay que usar los aparatos para enseguida cambiarlos por otros más perfeccionados, que no cese la compra, hay que usar los chismes informáticos, hay que usar la televisión y todo cuanto más rato mejor para cambiarlos frecuentemente por otros más modernos...Y, entonces, la pregunta estará viva, os la encontraréis viva y palpable, ¿)es que pueden servir de verdad para algo bueno si por debajo de todo están sirviendo para algo malo, o sea sólo para mover dinero? Quizá (a pesar de eso) en algunos casos pueden servir ( a mí a veces me sirven), pero, ante todo hay que estar conscientes de esa primera condena, estar alerta para que no sea fatalmente sólo para lo que el Poder los utiliza desde arriba. Es decir, para la compra y la venta y, por lo tanto, para la sumisión de lo que quede de pueblo y de gente, de lo que quede también de niño, de curiosidad viva, de mirada desnuda y desmandada. 

(Esta es la cuestión, digamos práctica o política. Cuestión primordial que hay que afrontar antes de iniciar cualquier disquisición más sublime o artística.) 


9.-Esto quiere decir, pues, que los sentimientos en general y entre ellos, en primer plano, éste que hoy nos ocupa: el sentido y sentimiento de la visión, están mediatizados quizá más que ningunos otros por los intereses que nos vienen impuestos y que al menos es importante que podamos reconocer cómo se someten al servicio, en ese sentido y, cada vez más, de tal forma que cada vez sea más imposible ver sin mirar; que tal como lo he presentado, resumiría nuestro deseo cada vez más imposible de ver sin mirar (como hacía la niña Ana de “El espíritu de la colmena” que cerraba los ojos para ver de verdad, para invocar al espíritu). Se pretende que sea cada vez más imposible dejar ver a los ojos, dejarse ver, más imposible correr el riesgo y la aventura de que a alguno le pase algo por los ojos, y por tanto también por dentro. Y que el obstáculo no es como el de antaño, la escasez de medios, la desnudez de los campos , sino bien al contrario la imposición de prótesis mediadoras y filtros tecnológicos, cada vez más y más variados la imposibilidad cada día de una mirada desnuda. (A.G.C) 

     Un ejemplo sacado de mi práctica docente: Os voy a poner un elocuente ejemplo que evidencia ese condicionamiento de nuestra mirada desde muy temprano: 

Yo trabajo en la Facultad de Educación de la UNED. Aparte de las asignaturas oficiales que imparto, uno de los trabajos que hago con más gusto es la dirección de un Curso de Formación del Profesorado sobre Cine y Educación, curso que también se imparte como Doctorado. 

Concretamente se titula: “Abre los ojos: el cine como arte, forma de conocimiento y recurso didáctico” en Educación Primaria y Secundaria y Superior.  

Los maestros ven conjuntamente con los niños (o con los muchachos) unas cuantas películas a lo largo del Curso y después las comentan, las dibujan, las cuentan, las analizan, las discuten etc... Las películas son elegidas de unos listados previos que les ofrezco según los niveles de edad. 

Pues veréis, este es el resultado de la experiencia después de varios años de funcionamiento: los niños cuanto más pequeños, o sea desde finales de la etapa Infantil y en toda la Enseñanza Primaria, siguen con gran pasión y entusiasmo las grandes películas del cine clásico aunque sean en blanco y negro, e incluso las mudas. Disfrutan con Charlot, con Tati, con Keaton. Y lo mismo les pasa con películas más recientes como algunas de Kiarostami: “¿Dónde está la casa de mi amigo?” o de Panahi: “El globo blanco”... E incluso se quedan boquiabiertos con películas complejas y misteriosas como “El espíritu de la colmena” o “La noche del cazador”. Parece que sus ojos estuvieran todavía relativamente libres del contagio de la estética televisiva dominante. Pero ¡ay! en cuanto crecen, y ya entran en Enseñanza Secundaria, parece que pierden toda esa soltura inicial de la mirada. Llegan ya a las aulas como formateados, dispuestos sólo a recibir el mismo pienso audiovisual con el que se les alimenta desde el televisor y las películas de éxito mayoritario. A partir de ciertas edades hay ya poco que hacer. Por ejemplo no soportan el blanco y negro ni tampoco un ritmo lento en el acaecer de las cosas. Padecen una necesidad compulsiva de ruido y acción atropellada. Claro, no todos, estoy hablando de la mayoría. Siempre hay unos cuantos que mantienen sus ojos abiertos más tiempo. La operación del Poder no es fatal ni total, siempre alguien, algunos se escapan. Y eso nos da fuerza y razón para seguir intentando esta labor a contratiempo. 



10.- El progreso de la Historia que culmina en este Régimen demotecnocrático se vuelca sobre el individuo personal, la fabricación de un individuo satisfecho y consustancial al Orden sin necesidad de dictadura ni represión. La operación consiste en un adiestramiento disimulado, pero constante, de la voluntad personal, del saber personal, la fabricación de la persona con sus necesidades y gustos personales que van a coincidir con lo que le manden y le vendan. Que vaya desapareciendo en nosotros todo lo que nos quedaba de niño o lo que nos quedaba de ser por lo menos como monos; es decir, capaces de dejarnos ver y de dejar que la visión jugara, jugara con nosotros. Los azares, los misterios, los caprichos que nos podrían remover quedan reducidos o estropeados no por la escasez de elementos sino por su extrema proliferación. No por falta sino por abundancia y confusión. 

Se podría decir que nacemos ya presos de la Realidad y que ella misma condiciona nuestra mirada que en cierto modo pasa de la limpidez de la infancia a ser una "mirada encarcelada". Me diréis que esto ha sido siempre así en cualquier civilización; sí, claro, pero el grado de condicionamiento se ha ido refinando hasta llegar a la situación actual en que poco tiempo se le deja a un niño ver sencillamente sin darle ordenes, instrucciones y aparatos mediáticos para que mire lo que está mandado mirar. 



11.- Los colores.



Vamos a recordar primero lo referente a los colores porque eso era lo más notable que, a propósito de los monos, por ejemplo decían los zoólogos y psicólogos animales: tienen la capacidad de sentir una gama que casi se diría infinita de sensaciones de colores distintos, que no sirven ya para la distinción entre sí o no, blanco o negro, o de rojo o verde. Bueno, pues en el mundo en el que os encontráis, mirad delante de cualquier semáforo de nuestras avenidas y ver para qué sirven los colores. Entre muchas otras cosas, los colores rojo y verde sirven para señales automovilísticas. Nos vale como ejemplo bien evidente de las limitaciones a las que se condena a los colores. O si no las múltiples muestras que nos da la publicidad en la pantalla y carteles de la asignación de un color a un producto con lo cual se opera también automáticamente a la viceversa: se asigna ese producto al color en cualquier otro lugar que tal color aparezca. Por ejemplo: el rojo a Vobafone, el azul a Moñistar. En fin que los colores en la Realidad son los que son, claramente definidos y están al servicio de las funciones que desde arriba se le dan. Nada que ver con las infinitas gamas de matiz del océano, de un bosque de pinos mecido por el viento o de un atardecer. 

A eso han quedado reducidos los colores. Tal vez alguien piense que el empleo de los colores para señales pudiera permitir que después se siga siendo perceptivo acerca de los colores en general. Pero esto no es así, nunca estas utilizaciones desde arriba son inocentes respecto a las capacidades que nos vienen desde abajo. Hay una lucha mortal entre unas y otras. 



12.- Tomo esta nota de Agustín García Clavo: «Pero esa dificultad de la que hablábamos para una mirada menos condicionada viene incluso de mucho antes. Viene del lenguaje mismo. Desde antes de la Historia, ya en el nivel mismo del lenguaje (que está por debajo de todas las culturas) los colores están en cierto modo condicionados por el lenguaje. Propiamente esa gama infinita de que os hablo se reduce a colores que se distinguen por el hecho de que el lenguaje, la lengua de la "tribu" correspondiente, ha llegado a desarrollar palabras que los distinguen; y sino, no se distinguen. También podéis acudir a los psicólogos que experimentan sobre colores y vocabulario, para daros cuenta hasta qué punto llega esa dependencia. Hay pues una sumisión necesaria, prehistórica, que se refiere al hecho mismo de la lengua. Existir, ser reales, sólo existen los colores que tienen un nombre en el espectro y sino, no existen. La gracia de que os estoy hablando es de aquello que no existe, que no esta sometido a realidad, que no se deja nombra, lo que está incluso por debajo del lenguaje mismo, donde la infinitud que se contrapone a esa distinción y contraposición de las gamas de colores». (A. García Calvo) 



13.- A propósito del color en el cinematógrafo



La realidad es en color. Así pues un arte de la realidad que, como el Cine, trata de mostrar 'lo real' (es precisamente su efecto de realidad su nota más característica) encontró en la alquimia de los colores la verosimilitud que necesitaba. 

Los colores establecen la delimitación de la realidad. Se supone que el color es más fiel para dar cuenta de "lo que pasa", y, de lo que se trata en el Progreso es de ir acercándonos lo más posible a esa fe perfecta en la realidad: creer en eso que vemos. 

¿Pero por qué cuando pensamos en el Cine de verdad, y nos llegan a la memoria algunos de sus fugaces destellos, los vemos en blanco y negro incluso de películas que han sido vistas en color? ¿Será que el color hace el día en la pantalla y lo que uno desearía, más bien, es perderse en la cámara oscura como si se entrara en la noche? ¿Será que nuestra infancia -a los que vivimos de aquél abundante milagro cinematográfico- se nos pintó indeleblemente en blanco y negro? ¿Por qué esa alquimia de la memoria -o la de la ensoñación- tiende a restituir ese estado primordial fantasmal, esa carencia primigenia? ¿Por qué se destiñe la vida para sentirla mejor? ¿Por qué las simas del miedo -lo más hondo de los humanos- también se abren en blanco y negro? 

Pasa algo parecido con los sueños. Hay una curiosa química del sueño en la que los materiales coloreados saltan sin sentido ni sucesividad, aparecen sueltos, luminosos, encendidos al aire y sin tiempo, arrítmicos como la caprichosa lava de un volcán. Esa fuerza inconsciente -o más bien subconsciente-, es recogida todavía bullente en el ensueño previo al despertar en el que ya aparece la mecánica de la sucesividad, la ordenación en el tiempo: aparece ya esa forma sucesiva y rítmica a la que llamamos "vida". Esa operación en duermevela -en mínima realidad- se da frecuentemente en blanco y negro y parece despertar mecanismos similares a los del cinematógrafo. 

¿Y no será que siendo el Cine un arte de la Realidad su primera acción como arte sería el desnudamiento de esa Realidad: volverse contra su propia sustancia en una operación cuasi metafísica, mirar hacia adentro para ver lo de afuera? Desde luego ¿cómo se puede pretender ver libremente la Realidad si el instrumento de visión del que nos valemos - el cinematógrafo- pretende ya en su procedimiento técnico y cada vez más lograr una copia perfecta lo más fiel posible de la Realidad, una reproducción exacta de lo que mira, o sea ser él mismo sumiso a la Realidad? pero ¿cómo ver lo invisible, lo que se escapa a la Realidad? porque la Realidad no es todo lo que hay aunque ella así lo pretenda. 


Es, quizá, precisamente el distanciamiento y la abstracción -que facultaba el blanco y negro junto a la mudez del cine de los orígenes (y antes todavía la artificiosidad mecánica de la imagen saltarina) lo que propiciaba la posibilidad de actuar: el cine no era sólo ver sino que era acción: operación; demolición de la Realidad empezando por la disolución del propio espectador que "vivía" aquello no como vivía la vida sino de otra manera más viva. Porque que la Realidad -tal como la vivimos en el mundo cotidiano- es 'ideal' no se ve bien a las claras; hay como un disimulo de que aquello se puede palpar: la vida, los rostros, los cuerpos son 'materia' (como dicen los físicos) carne, sangre, etc...; y es precisamente ese aura fantasmal del cine antiguo (envolviendo a esa "materia") la que de golpe y porrazo deja ver la 'idealidad' de la Realidad. Es, pues, el efecto des-realizador del cinematógrafo blanquinegro y mudo (por azares de una tecnología todavía imperfecta) el que le daba su indómito mirar todavía no sometido a los obligados progresos tecnológicos. Es ese efecto de idealidad, sobre la propia Realidad de la que trata, lo que le hacía inteligente y descubridor. No queremos decir con ello que no se pueda conseguir ese efecto a través del color. Tenemos ejemplos magníficos de acierto para encontrar esa diríamos subrealidad: por ejemplo en “Vértigo” de Hitchcock y por otros tratamientos del color en “El Río” de Renoir y muchas otras. 


Pero a nuestro propósito nos vale el caso del cine de los orígenes y su enorme eficacia y penetración popular (a pesar de su ausencia de color, su mudez y sus insuficiencias técnicas o quizá por ello). Con motivo del progreso de los grises a los colores, se muestra como una deficiencia, una imperfección y aún torpeza de la técnica puede actuar como inspiración, por ejemplo para el descubrimiento de la falsedad de la Realidad. En el cinematógrafo mismo, la aventura del color vino precedida por el paso a la continua de la fotografía saltuaria o saltarina del movimiento, que, inspirada por la deficiencia técnica, servía, por su propia condición rítmica, para revelar la maquinalidad del movimiento de los personajes de la Realidad. El progreso hacia el color, cada vez más realista, desde los grises es un paso en el mismo sentido: la sumisión a la Realidad, que elimina los peligros de la denuncia de su falsedad por medio de su imagen. 


¡El cinematógrafo, qué maravilla! Ya no se trata sólo de fotografiar y reducir a imagen un momento, que ha quedado reducido justamente 16 a momento, es decir un momento determinado gracias a la foto. Porque sin la foto ni habría sido momento ni nada. Habría sido la continuidad. Pero ya no basta, para cazar la vida, para convertirla en muerte de una manera más eficaz hay que cazar el movimiento mismo también. Así que ¿decía usted que la imagen fija no valía porque estaba inmóvil, estática y, por tanto, no reflejaba el transcurso del río heraclitano de la vida y todo eso? pues ahí tiene usted, le voy a fotografiar el río heraclitano, le fotografío el fluir, el transcurso y entonces, tiene ya el cinematógrafo. Como podéis ver, es un progreso la fijación de aquello inasible, inconcebible, que estaba por debajo de nuestras ideas y de nuestros saberes, la vida. Ya en ese sentido creo que fue Bazin quien dijo que el Cine era un arte funerario. 


14.- Sí, me diréis, pero ¿cuándo han florecido más las Bellas Artes en general? ¿Es que no va usted a un museo y no percibe hasta qué punto se juega con los colores, y todo eso? Pero ¿cuando ha habido más producción de películas y festivales que en estos últimos tiempos?... Bueno pues no me convencen, no me convencen las miles de exposiciones, ni los cientos de museos, ni la cascada de películas y videos... y si que me parece que su proliferación y abundancia es más bien el complemento redentor de la creciente incapacidad para alzar los ojos y ver. Un dejar ver a los ojos, de repente, de dejarse ver, en “una mirada sin dueño” que descubren estos versos de Claudio Rodríguez: 


ALTO JORNAL

Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye, […]

15.- Relaciones de la visión con la fe. 

Qué es con lo que todo esto está consiguiendo el Régimen en el momento de su culminación, que es éste el que hoy padecemos. Está tratando de conseguir lo que se puede decir así: "que creamos lo que vemos”. Esa es la moderna fe: la fe audiovisual. Que consiste en “creer en lo que se ve” en contraposición con la vieja fe de las religiones más arcaicas que mandaba “creer en lo que no se ve”. “Creer en lo que se ve” esa es nuestra fe, la que nos corresponde hoy día. 

Pero alguno de vosotros habrá que pensáis que no hace falta creer en la realidad, en lo que se ve. ¿Qué falta hace creer? ¿Qué falta hace tener fe en lo que se ve? En la realidad no hace falta creer. Bueno, espero que después de lo dicho, seáis un poco menos ingenuos en ese sentido, y no penséis que a la realidad no le hace falta que se crea en ella. Es preciso creer en lo que se ve, y sin fe no hay realidad alguna. Esto podríais deducirlo inmediatamente. Todos los días por el "órgano de educación supremo" que es la pantalla de la televisión os están mostrando qué y cómo es la realidad. Os están haciendo historia del momento mismo en que se está produciendo el hecho: la realidad sólo se sostiene por la fe. Por eso la pregonan todos los días desde la pequeña pantalla y desde cualquier autoridad. Si la realidad fuera tuviera fundamento de por sí y fuera algo incuestionable no sería necesario que nos la publicitaran tanto. 

Y así se nos repite una y otra vez desde niños que la realidad es todo lo que hay. Esa es su falsedad constitucional: que la realidad pretenda ser todo lo que hay. Eso que vemos es lo que creemos y lo que creemos es lo que vemos. Se podía decir continuando aquel slogan popular de la propaganda de antaño: “Si no lo veo no lo creo” que “sólo si lo veo lo creo” en el sentido tanto de creer como el de crear, y de tal suerte que también se podría decir al revés que “si lo creo lo veo”, y así en esa retroalimentación entre ver y creer vamos viviendo. 
      Como veis, no distinguimos entre fe y saber. Ésta es una distinción que se hace para equivocar; fe en este sentido que se aquí usamos no es ningún movimiento del corazón, no es nada como pretendía ya la vieja religión, nada de sentimiento, es una sumisión ideal, casi hasta científica se podría decir, pues nuestra religión es ahora la ciencia positiva. 

16.- En definitiva, como ya apuntamos en nuestra introducción, creer en lo que se ve es casi una tautología después de lo que hemos dicho. Porque idea es una palabra griega relacionada con ver; idea y eídos son en griego “aspecto” o “figura”, son lo que se ve, pero también y sobre todo lo que permite ver o haber visto algo. Por tanto “idea” y “visión” vienen a ser la misma cosa. Pero también “eidénai”, perfecto del verbo que en griego significa “ver”, significa también por ello mismo “saber”, o sea que la lengua griega nos dice que “saber” es “tener visto”[3].

Aunque a los ojos pertenece propiamente la visión, usamos también los términos “ve” y “mira” como sinónimos de conocer y saber. Por ejemplo, se dice “mira como huele” o “mira qué duro”. Y más todavía se dice “ve ahí” para mostrar la mera presencia de lo que hay. 
 «Y respecto a la última sublimación y conversión del ver en fe y viceversa hay que hacer notar lo siguiente: resulta que la realidad, no es realidad sino por su propia idea y las ideas de las cosas correspondientes. Sin idea no hay realidad, sin ideal no hay poder. De manera que resulta que este viejo verbo, ver, ha venido a instalarse entre nosotros. No en la lengua vulgar, pero sí en el lenguaje culto, en forma de idea, de ideación; que es justamente el nombre que acabo de identificar con el acto mismo, con el hecho mismo de la creencia, de la fe. Puesto que, saber, tener una idea, hacerse una idea del mundo y de sí mismo, es semejante a creer en ella, creer en el mundo y en la realidad, creer en sí mismo. Y esto es lo que mata, pero nunca del todo puede aniquilar las posibilidades de sentir, de vivir y de razonar. Todavía se puede hablar y razonar desmandadamente sin servir a ninguna idea ni ideal.» (A. García Calvo) 

17.- Algunos apuntes acerca de la pintura.

    Aunque también es verdad que tenemos que reconocer que hay quizá algo anterior al lenguaje, del orden de la pintura o más bien diríamos una suerte de pre-pintura, que se nos parece vislumbrar en esa facilidad asombrosa que tienen los bebés para garabatear y pintarrajear colores en un papel blanco. Habilidades que en muchos casos muestran incluso antes de la maduración del lenguaje. E incluso a partir de los tres meses, más o menos, vemos cómo los bebes se miran como asombrados la mano y la giran de un lado para otro tal como si en el aire dibujaran unos trazos imaginarios, como si sus deditos estuvieran movidos ya por alguna habilidad ciega del orden de un misterioso atrapar y soltar... 

        Estos versos dan cuenta de esa fijación temprana: 

Embobado el crío
con su manita:
no sabe hablar
y ya pinta.

   Todos recordáis que antes de la Historia tenemos testimonios pictóricos. También de las cuevas de Altamira. Son cosas claramente anteriores a la escritura, anteriores a la Historia. No hay nadie que sepa para qué servían, para que había que pintar aquello. Todos conocéis las hipótesis que se han desarrollado por parte de pre-historiadores y demás. Pero la gracia está en que no se sabe para qué servían. 

Pero después, en la Historia la pintura se desarrolla; por un lado, como decoración, complemento de la Cerámica, o complemento de la Arquitectura, ya sabéis cómo. Por otro lado, como representación. Y en este segundo sentido, no en el primero, se parecería a la fotografía, que es su progreso en cuanto fijación de una unidad de tiempo. Pero todo el mundo sabe que, ocasionalmente, este arte muchas veces entrecruzándose el intento decorativo fabricador de bellezas ornamentales y el intento reproductivo de la realidad, ha acertado a ser alguna vez una denuncia de la realidad. Evidentemente es raro porque no todo el arte que tienen los museos responde a esto, pero la pintura ha acertado alguna vez a ser una denuncia; como a veces la poesía era una denuncia de la mentira de la realidad. 

Los trucos que se han seguido con la pintura serían largos de desarrollar. ¿Cuál ha sido el procedimiento del Régimen para evitar que la pintura pueda descubrirnos alguna vez la mentira de la realidad? Pues el mismo procedimiento de siempre. Ya sabéis, los museos, las exposiciones y la floreciente industria del comercio del Arte y la promoción de las sucesivas oleadas de pintores. El barullo institucionalizado y organizado. Desde el momento que esto queda sometido a la cultura, que la cultura lo abarca todo en forma de museos, pero, sobre todo, en forma promoción constante de galerías, de exposiciones de nuevos talentos, de firmas. Entonces ya el peligro queda reducido al mínimo. Todo lo que se haga, cualquier intención de protesta incluso a través de la pintura, ya va a estar integrado, sometido, a esto que he llamado la Cultura, que es un aparato importante del Poder en este Régimen. Esa Cultura de los Cultos y ese Arte de los Artistas no es otra cosa que Dinero. Hoy día no podemos engañarnos la Pintura (y no digamos el Cine o la Publicidad que de por sí mueven tanto dinero) están en su mayoría integrados y asimilado al Poder, sea el del Capital, el del Estado o el del Autor mismo. La Firma es el dinero que más crece, una inversión segura. Hoy la firma se traga al cuadro. Si después queda algo de verdad o de hermosura, de descubrimiento de lo desconocido, por debajo de tanto dinero, será a pesar de ello. 

Pero había que plantear el conflicto, descubrir el obstáculo, caiga quien caiga, esa es la cuestión política previa antes de entrar en el Arte mismo y en las Técnicas que nunca son tan neutros e inocentes como se nos quieren hacer ver. 
18.- Pero es preciso también decir para ser justos, y retomando nuestra contraposición inicial entre ver y mirar, que: 

si ante el Cine o la Pintura y por amor a la verdad, o por milagro, alguna vez la cosa al contemplarla nos arrastra a esa pasión de dejarse ver, de dejar ver a los ojos, es porque antes ha habido un mirar atento, muy atento, una mirada paciente, la del pintor, la del cineasta, la del creador de imágenes. Se podría decir sin demasiado engaño que el pintor o el cineasta que logra acertar a movernos a esa pasión del “dejarse ver” es aquel que gracias a su habilidad y paciencia ha sabido cargar él personalmente con el peso de la cruz, con el esfuerzo del mirar y el volver a mirar atento, alerta, para liberarnos a nosotros de ello. Él estuvo velando para despertarnos en el instante preciso. Pero también para despertarse a sí mismo, porque el primero que recibe el fruto en flor de su velar es el propio pintor, el propio cineasta. 

Ese velar alerta, atento, a veces –no siempre- propicia el milagro del un desvelar, un desvelamiento de la realidad y de uno mismo. Una lucha de la mirada personal para acceder a lo impersonal. Sería, pues, responsabilidad del artista el volverse contra su propio mirar, contra sí mismo, contra su saber para desvelar algo no sometido a la idealidad de la realidad ni a la idea de arte. (A continuación veremos un ejemplo vivo de descubrimiento de lo desconocido, cómo funciona el milagro con una sola condición previa: no saber de antemano: veremos la película de Erice el Sol del membrillo que nos va a mostrar en imágenes algunas de las razones que yo he intentado aquí razonar). 

Ese descubrimiento es su pago inmediato, nada que ver con el dinero de después. Esa luz le viene de afuera como un don de lo alto que le borra el esfuerzo del trabajo y la firma personal y le hiere gozosamente a él -al artista- no como autor sino como a un desconocido, como a un cualquiera. 

Y terminamos con este pequeño poema que juega con los confusos límites que para los humanos hay entre lo vivo y lo pintado: 

¿No veis cómo avanza
el aldeano
guiando con su vara
los bueyes del carro?
De espaldas anda 
por el trazo blanco; 
nubes quietecitas 
en pastel morado, 
hilera de chopos 
de amarillo cromo 
de fino rasgo. 
Y él hacia la izquierda 
sigue, sigue andando, 
hasta que ¡zás! 
chocó con el marco. 
No había visto 
que ahí terminaba el cuadro.



(Isabel Escudero. Poema de Cifra y aroma. Hiperión, 2004) 


[1] De las JORNADAS SOBRE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL: ESTRATEGIAS DE LA TRANSPARENCIA Facultad de Ciencias de la Comunicación Santiago de Compostela 18 de Julio de 2007 

[2] Recordemos aquí el poema de don Miguel de Unamuno “A Remo, mi perro” 


 [3] Respecto a la relación entre “ver” y saber recomendamos el capitulo I sobre todo del libro “Modos de ver” de John Berger. (Editorial GG . Barcelona 2000)