miércoles, 18 de diciembre de 2013

CHURROS Y PORRAS


Agustín García Calvo 

“Churos y Poras”


20 Junio11 -



Viene a media mañana mi hermana Linda con su niña Rosalía, de 4 años, ¿no?: «Mira, tío: te hemos traído churos y poras».

-Churrros, Rrrosalía. Jo, ya va siendo hora de que aprendas: porrras.

-Bueno, mami, no merujas así, que te pones fea.

-Venga, no te pongas dictadora: ¿quieres cambiarle la fonémica a la niña así, a golpe de corneta? Su razón tendrá ella para no distinguir entre la vara y la barra.

-¿Ah, sí? ¿su razón? A ver…

-¿A que sí, tío?, ¡a que tengo mirazón?

-Claro, corazón.

-Niña: véte un poco a la alcoba a jugar con el hipopótamo.

-Vale; pero no leriñas al tío, ¿eh?

-A ver: ¿qué motivo puede haber para que no acabe de aprender a pronunciar la erre? ¿Algún defecto de la laringe, de las cuerdas?

-¡No, Linda, por favor, eso no! No se trata de «pronunciar».

-¿No? Pues ¿de qué?

-No sé; yo no entiendo mucho de eso; pero algo más… profundo.

-¿Cómo de profundo, Teo? ¿Qué quieres decir?: ¿de la psique?

-Tal vez, si le quitas esos nombres tan feos…

-Ya, ya te veo, Teo: que ella es libre de hacer las erres como quiera o de no hacerlas; que no tenemos derecho a ordenarle que hable como se debe.

-No, mujer; sólo que eso tampoco iba a servir de nada: ¿no ves que no es cosa del alma o la conciencia de ella ni de la vuestra?, ¿que es en otro sitio donde ese juego se está jugando?

-Ah. ¿En dónde?

-Ya te digo que no sé bien, Linda. Pero, vamos a ver, tú ¿no te das cuenta de que ella ha aprendido, sin que nadie se lo mandara, nuestra lengua?, ¿que habla bien, como está mandado?

-Demasiado, a ratos. Bueno, y ¿qué?

-Que debe de ser como un ajuste, por fases o etapas, entre lo que un niño sabía, gracias a no ser nadie, y lo que sus padres o sociedad le mandan que use como lengua propia, y que en cada niño, en cada fase, se organiza el tinglado como por compromiso entre lo uno y lo otro; por ejemplo, a ésta el cuadro de los fonemas se le ha formado, provisionalmente, de una manera algo distinta de lo mandado, que no admite la diferencia entre ere y erre. No te inquietes, Linda, que pronto habrán vencido, como suelen, los padres y la escuela y le habrán hecho cambiar el cuadro.

-¡Ah, qué bueno, qué indulgente con los niños!, ¡Cuánto sabes de más! Y ¿lo mismo será para las otras leyes de la convivencia?

-Bueno, algo por el estilo, pero…

-Cu-cu, tras-tras. Ya estoy aquí, mayores. Que es que a este hipopótamo se le haroto el rrrabo.

PADRE Y MADRE



Mentiras Principales
Agustín García Calvo
06 de enero de 2011 


Parece mentira (como que lo es) que se puedan juntar con una «y» esas dos cosas, como si fuesen de la misma clase, cuando es tan claro que son de diferentes y contrarias la una de la otra; es como el físico que se empeña en que el elemento primordial sea «onda y corpúsculo», ocultando en una falsa paz que onda y corpúsculo eran nociones incompatibles entre sí de la realidad.
Pues así, en lo de «padre y madre», se procura, en orden a la paz social, un casamiento entre incompatibles, y aún se espesa la confusión política con la fisiológica en algo tan tonto como una «colaboración del uno con la otra en la procreación de nuevos ejemplares», cuando es palmario que no hay paridad alguna en tal colaboración, que el uno y la otra vienen de sitios tan opuestos como «abajo» y «arriba»: el padre es de arriba, como el cielo de los creyentes, y lo que aporta en verdad al apareamiento es el nombre, la ley, el poder, el juicio de «sí o no», la definición, mientras que la madre no es más que aquello a lo que nombre, poder, ley, juicio y verdad definitiva se aplican o se imponen.
Dio, por cierto, un buen paso en el desengaño el hermano Freud, al tomar la fábula antigua de Edipo, asesino de su padre (sin saber quién era) y amante de su madre (sin saber que lo fuera), descubrirle un sentido y sembrarlo como germen de conflicto en el alma de un niño, aunque fuese sólo (la gran deficiencia de su Edipo) de uno de los destinados a mear de pie. Pero ¿cuánto falta para limpiarnos de esta peste del falso matrimonio?, hasta que el hijo del Hombre y de María, cuando vaya otra vez a ejecutarlo el Gobierno, mude su rezo en «Padre, ¿por qué no me abandonas?»

Por algo poníamos algunos mucha confianza en las mujeres, que, sometidas, presas y vendidas al poder del Hombre, podían bajo su dominación y pena, guardar un tesoro de cosas vivas y palpables, no se sabe cuáles ni cuántas. Claro que, cuando las vemos hasta qué punto Dios Padre está también metido en sus almas, no ya sólo que acepten como suya la ley islámica o cualquier otra machada, sino que en este Régimen pongan su gloria en hacerse iguales al Hombre y ejecutivas del Capital y Estado del Señor… ¿Por qué no las abandonas, Padre?

Carmen Martin Gaite






“Cansada de rodar,
de soñar apariencias,
de debatirse en vano
ensayando posturas de defensa o de ataque,
de convertise en otra, esa mujer perdida por Manhattan
ha escondido en un cuadro de Edward Hopper,
se ha sentado en la cama de una pensión anónima
y ya no espera nada.


Sin abrir tan siquiera la maleta,
acaba de quitarse los zapatos
porque los pies le duelen,
y se ha quedado sola entre cuatro paredes,

 condenada a aguantar a palo seco
esa luz de la tarde ya en declive
que se filtra en la estancia
veteada de brillos engañosos,
con los brazos caídos y la mirada estática,
clavada eternamente de cara a una ventana

 que de tan bien pintada parece de verdad”. 








EDUCAR PARA EL FIN




Educar para el fin
Agustín García Calvo
23 de septiembre de 2010

Al regresar a las aulas párvulos, chicos y chicas, menores y mayorcitos, ya sé que padres y educadores han de tener el corazón mayoritariamente endurecido para el caso, pero a algunos nos entra el virugis de compasión, y, si me pregunto cuál es, en una palabra, el mal que la educación les hace a esas almitas, sólo se me ocurre ésa: el fin es que se les educa para la muerte. O sea, para las notas de fin de mes, para los exámenes de junio, para el grado superior siguiente al anterior, para el puesto de alto ejecutivo en la gran empresa o al menos en la Administración, para casarse y fundar una familia y tener a su vez para los estudios de los hijos, para asegurarse una jubilación digna, para disfrutar de la vida un poco de tiempo todavía, y…


El fin último no se dice (sería un peligro de desbarajuste del tinglado), pero a la gente, en lo que le queda de vivo, le sigue rezongando por lo bajo. Y es natural: el Régimen, fundado como está en la fe en el futuro, en cerrar cualesquiera posibilidades de otra cosa y reducirlas todas a las fechas y cuadros de sus estadísticas, ¿qué va a hacer con sus criaturas más que poder educarlas en esa fe? Que tiene que hacerlo, porque, a cada nuevos niños, a cada descuido, puede que vaya a surgir algo vivo de ahí abajo y el futuro se resquebraje. De ahí el empeño y dispendios del Estado, que es el Capital, en sostener centros de educación en todos los grados, y luego continuar con la cultura televisiva la educación: la realidad necesita que se crea en ella, y hay que convencer a los niños de que no hay más que eso, lo que la Ciencia sabe, lo que les venden, de lo que los examinan: nunca se quedan lo bastante convencidos hasta…
«Pues, ¿qué otra cosa hay?», me dice un lector acaso. Pero, hombre, y ¿también eso quiere usted saberlo? ¿Lo ve? Es que está usted demasiado bien educado.

[Agustín García Calvo. Mentiras Principales]

'¡Gloria al recién nacido!'




'¡Gloria al recién nacido!'

 'Incipe, parve puer, risu cognoscere matrem, 

 matri longa decem tulerunt fastidia menses'. 



   'Lo normal, en las apariciones de Dios, o del Rey del Mundo, entre los hombres, es que aligual que todos los demás niños, en su nacimiento llore, si es que a ese vagido se le debe llamar ‘llanto’. Así, de la manera más florida, nos lo contaban del nacimiento del Niño Divino en Creta (el futuro Zeus, pero ahora todavía no), que en torno de la gruta de los Coribantes habían de danzar entrechocando armas para esconder con el estrépito sus llantos, no fuese a oírlo el viejo Crono y se lo comiera.

Pero que un nene chico, un bebé apenas en la cuna, se sonría, eso es algo tan inesperado, sorprendente, tan contra natura del Poder y su Realidad, que, si aluna vezaparece, sea en los vagos recuerdos resonando del MU de antes de la Historia, sea en la poca poesía que luego se atreva a repetirlo, ya parece que está sucediendo de verdad algo; porque se suponía que eso de reír, y menos aún sonreír, no podía darse más que en quien hablaba, y que hablaba ya en la lengua de su pueblo

Y sin embargo, aparece esa sonrisa de cuando en cuando, a través de la sucia tinta de Registro Civil y Prensa y Literatura. Les recuerdo a los lectores los últimos versos de la Bucólica IV de Virgilio, tan espinosos de entender que han producido a lo largo de estos siglos, entre las montañas de literatura que a toda la égloga le han caído encima, una disputa de interpretaciones que no acaba de aquietarse nunca sobre de quién es y a quién va y cómo el risus o sonrisa que en ellos aparece. *1


Se acuerda el lector al menos de que se trata, también aquí, del nacimiento de un nuevo Rey del Mundo, con el que, acabados guerras, trabajos y comercios, se vuelve a poder vivir de veras en la tierra, sin que nos importen aquí las cuentas de hermeneutas al servicio, que querían identificarlo o con un niño Augusto o con el Jesucristo del que luego se apoderó la Iglesia. Lo que aquí importa es que en esos últimos versos, siguiendo la gramática más natural para aquel latín, viene a decir esto:

Empieza ya, niño chico, a reconocer con sonrisa
a madre: a tu madre diez meses trajeron largos hastíos;
ya, niño chico, empieza: al que no le rieron los padres,
a ése ni un dios a su mesa invitó ni una diosa a su lecho.

Y hago aquí gracia de las inepcias y agudezas que sobre esa gramática han caído; la cual parece, en todo caso, exigir que el reconocimiento a la madre, sea una sonrisa del niño; y, si luego se siente contradicción en que el sonreír sea de los padres, ¿qué pasa, doctos varones?:entre otras cosas, es en latín corriente que de las cosas que le gustan o le dan alegría a uno se diga que le ríen o le sonríen ; y así aquí, el que al niño le toquen unos padres tan buenos y amables que le hagan contra natura sonreírse en la cunita, será la condición insólita de que pueda él luego jugar con la vida de los dioses y las diosas, ¿no? Y, al fin, que Virgilio mismo estuviera más o menos seguro de lo que quería decir ¿qué diablos importa? Alguien estaba por bajo de él diciendo lo que debía.

La sonrisa así, en un crío sin habla, pero que lleva en sí la palabra misma, es el primer asomo de la razón: un reírse de la realidad que lo recibe; que implica, claro, sonreírse de sí mismo y de su aventura en este mundo: pues no hay risa de de veras que no florezca del reírse de uno mismo. Por eso es que, en el «Gloria» del nacimiento que sonaba por muchos pueblos y que les oí a Antonio Mairena y a los Toronjos, pero que no se sabían más que tres coplas y hubo que ir dejando rebrotar las que faltaban, después de que el mesonero niega posada al anciano pobre y la mujer encinta, y se acogen por detrás en la cuadra, y que nace el niño, y al alba de la misma noche llega una centuria de romanos y le ocupa al mesonero desesperado toda la posada para aposento de los soldados del César, al sentir por arriba botas y voces latinas, el niño en el pesebre / de pronto se sonríe. Algo pronto, cierto, sin esperar siquiera a los 12 días y los Reyes, con que los imagineros, también imposiblemente, lo hacen sonreírse.

Quien se pregunte de qué se ríe el niño o quién es él para reírse del mundo, tampoco va a entender lo que pasaba, ni esa noche ni este año que le cuentan que está viviendo.

*1. Incipe, parve puer, risu cognoscere matrem
,matri longa decem tulerunt fastidia menses.
Incipe, parve puer, cui non risere parentes,
nec deus hunc mensa, dea nec dignata cubili est.

Los caminos inciertos,
con nieve y viento frío,
camina un pobre anciano
muy triste y afligido.

¡Gloria!

En una mula trae
una mujer encinta
que en medio del viaje
le aprietan ya los días.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!

Han llegado a un mesón,
han pedido posada,
y el mesonero ingrato
iba y se la negaba.

¡Gloria!

Si traes la bolsa llena
toda la casa es tuya,
pero si no la traes,
no hay posada ninguna.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!

Por detrás del mesón
sin tranco está la cuadra.
Allí se han acogido
del muerdo de la escarcha.

¡Gloria!

A un lado había un buey,
del otro está la mula,
en medio de la noche
vino la criatura.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!


La cuna se la han hecho
con paja en un pesebre.
Las bestias con sus cuerpos
lo tienen bien caliente.

¡Gloria!

Al filo de la aurora
al mesón han llamado
a golpes de espingarda
centuria de romanos.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!

En nombre del Señor
la casa se te toma.
Ya estás desalojando,
cuartel para la tropa.

¡Gloria!

Suplica el mesonero
con las manos arriba:
“¡No me toméis la casa
que me buscáis la ruina!”

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!

El centurión responde:
“Es la ley de la guerra.
Aquí han de aposentarse
los soldados del Cesar.”

¡Gloria!

Ya suena la posada
de botas y latines,
el niño en el pesebre
de pronto se sonríe.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!

¡Gloria!'

DE MUJERES Y DE HOMBRES. ¿Agustín García Calvo? . DE LA RAZÓN COMÚN.




DE MUJERES Y DE HOMBRES.

 ¿Agustín García Calvo?



Cualquier guerra tiene un cariz "fascista" (violento), ya que gustan de usar esta palabra, a mí no, confunde demasiado para un lado que no es. Cualquier guerra tiene sus defensores de Estado, tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra ¿Qué diferencia hay entre de que esa defensa venga del Estado de arriba, llamado Nación, o que venga de el Estado de "uno" como persona con nombre y apellido, y sueños al portador? Hablamos de lo mismo. y en esa guerra Razón Común hiere al más pintao. (¿Agustín García Calvo?, "De MUJERES Y De HOMBRES...")

RESENTACIÓN:.

  1. Del 26 Novienbre de 1998 al 23 de Junio de 1999, en el diario LA RAZÓN y en su página “Otras razones”, Miércoles tras Miércoles (con solo el salto, por razones técnicas, del 9 de Diciembre), ya que ¿cómo se podía, en tales trances, desobedecer al Señor en su primera istitución del mundo, la Semana?, se vinieron publicando estos articulillos, que, sin haberlo yo previsto ni planteado mucho, fueron tomando una traza de serie, bastante ordenada y congruente, dedicada a la cuestión de la mujeres, de los 2 Sexos y del Sexo, volviendo a veces sobre lo escrito en publicaciones anteriores, principalmente El Amor y los 2 Sexos, Contra la pareja y el de Dios, y otras veces descubriéndole nuevos recovecos y conexiones, hallazgos de las interminables falsedades que entorno a estos misterios se reproducen costantemente, para intentar dejarlas con el culo al aire. No quita esa ordenación que, al publicarlos ahora en breve libro, deba quizá disculparme con los lectores, repeticiones y vueltas a retomar el hilo propias de la condición periodística y semanal a qué se sometían, y que no sé, sin embargo, si a los lectores de la serie seguida les harán alguna gracia y ne agradecerán el que los deje así, sin retocaros más que para limpiarlos de erratas y descuidos. Sea como sea, les deseo a los que leyeren, hartos como los imagino de literaturas y de ilusiones televisivas de futuro, que los pespuntes y cabriolas de estas letras les despierten algo de lo que en ellos sigue vivo (niño, mujer, pueblo) por debajo de la Realidad: si puede la razón desmandada (como la cación no vendida) liberar algo de alegría en medio de este triste Estado de servidumbre, puede, a su vez, esa alegria seguir animando a la razón a decirle “No” a eso que le venden como vida. 

Junio ´99

DE LA RAZÓN COMÚN

Uno de los motivos o disculpas con los que me he decidido a aceptar la invitación de volver a colaborar en Diarios que en éste de LA RAZÓN se me ofrecía, aparte de los muchos reproches que me había ido llegando de que abandonara un Medio tan poderoso de alcanzar a muchos lectores, en especial de los no bien formados ni conformes, que seguía comprando algún Diario, para busca, en vano, si acaso algún día aparece en ellos algo que no sea lo de siempre , aparte de eso, ha sido también el nombre que éste se ha elegido.

No que piense yo ni por un momento que pueda este Diario representar de veras la razón mejor que cualesquiera de los otros que se venden; pero es que, de todos modos, la sola elección del nombre puede, en alguna pequeña medida, obligar y comprometer. Y, así como a menudo me muevo entre gente que se titulan de ácratas o anárquicos, a sabiendas de que ni una persona ni una asociación de Personas pueda de verdad ser anárquica ni ácrata, de verdad decirle “No al Poder”, que en él yace sepulto, pero presto una y otra vez a resucitar, así también, aunque realistamente sepa cómo tiene que ser al fin este Diario, si ha de ser compatible con el Régimen que padecemos y bajo Él venderse, aun así, su nombre debe comprometer en algo a los que lo hacen y han querido llamarlo de ese modo, y darme pie para, en este recuadro que me ofrecen, recordarle un día y otro lo que quiere decir ’razón’.
Que la razón, como aquel “No”, nunca puede ser tampoco propiedad de empresa ni Persona alguna, ya que justamente la razón se vuelve una y otra vez, si se la deja, contra toda Empresa o Estado o contra la Persona misma, que es en la que este Régimen de la Democracia funda su fe y su poder; porque es que Persona, Empresa, Nación, etcétera, necesitan lo primero una idea en lo que sustentarse y con que justificarse y armarse contra la gente, y he aquí, que la razón se levanta una y otra vez contra las ideas y descubre incansablemente la mentira de cada idea y de las ideas todas.
No quiero acordarme de cómo, cada vez que la razón descubre esas falsedades y dice “No” a la Realidad que sobre ellas se sostiene, suele luego cada vez resultar ella misma asimilada en forma de otra idea y de otra fe (racional o filosófica o científica o económica, por ejemplo) y quedar así dispuesta para contríbuir al mercado de la realidades y a que sigan las Empresas y el Mundo y la Personas cambiando para seguir igual. No quiero, en especial, acordarme de la vez que esto se produjo, en la Historia más reciente, de la manera más flagrante y esplendorosa, cuando, tras la Revolución de fines del XVIII, se dejó la razón erigir como nuevo ideario, y ponerse así al servicio del nuevo Poder, que no podía sino ser el mismo, convertida en la Razón mayúscula, con la mayúscula que en la escritura corresponde a Dios y a sus sucesivas epifanías.
Prefiero, en cambio, acordarme de que ‘razón’, sin embargo, no es un término de la jerga culta y filosófica, sino de la lengua corriente y moliente, y que en castellano viejo una razón (por ejemplo, una ‘razón de amor’) era, y es, no sólo un razonamiento o argumento, sino igual un cuento, un recado, un diálogo, una retahila más o menos libre: que, en suma, era la razón no otra cosa que el lenguaje corriente y moliente mismo, el que habla cuando se le deja.
Y, con ello, invito desde aquí, a los lectores a que se dejen hablar un poco, aunque sea por escrito, y que me manden a la redacción de este periódico cualquiera ocurrencias que les vengan a propósito de algún caso de las falsificaciones más hirientes con que se topen cada día en la costitución de la Realidad, y que así me ayuden a ver si puedo seguir adelante con este ambiguo intento de que, al aceptar en este Diario un hueco, hable aquí por medio de mí algo de la gente y de la razón común.

"Dejar que los peces, y los cínifes innumerables del mundo descubran su condición de mentira, y en primer lugar, nosotros."






Dejar que los peces, y los cínifes innumerables del mundo descubran su condición de mentira, y en primer lugar, nosotros.



Las cosas tienen que ser múltiples, precisamente de esto depende que cada una sea cada una: de que sean múltiples y, de alguna manera, puedan pretender alguna forma de cómputo, alguna cuenta. Las cosas son múltiples y además -en esto introducimos el misterio o el error del Tiempo, sobre el que volveremos enseguida-, además están multiplicándose costantemente también. Están costantemente multiplicándose y el teniendo que ser cada vez más y más por motivos sobre los que ahora volveremos.

Os recuerdo entre tanto, algo que ya hace mucho tiempo he usado, por ejemplo, en el librillo de las Lecturas presocráticas, en el primer tomo, que es un razonamiento de Zenón de Elea que Simplicio nos trasmite -dice él- literalmente, contra que las cosas puedan ser múltiples -pollá: muchas, muchas, múltiples, plural-. Un razonamiento con dos brazos -como suelen ser estos-, el primero dice "Si las cosas son múltiples, tienen que ser cuantas son, y ni más de las que son, ni menos de las que son, tienen que ser cuantas son". Y esto, efectivamente, introduce inmediatamente en las cosas la necesidad de la finitud (que de alguna manera sea un fin) si no, esa cuenta de 'ser cuantas son, y ni más ni menos', no tendría sentido. De manera que entonces, son finitas.


Y el segundo cuerno del dilema: "Si las cosas son múltiples, y por tanto diferentes y separada una de otra, entonces, siempre entre una y otra se puede introducir una más (no hay nada que lo pueda impedir), y a su vez, entre ésta y la anterior o la siguiente, se puede introducir otra más, en un proceso que nunca puede pararse". De manera que entonces, las cosas son, por el contrario, sin fin, infinitas.

Bueno, éste es el razonamiento de Zenón de Elea, en el cual, el interés -como veis- viene a ser que con respecto a las cosas, se pone en tela de juicio y, en cierto modo, se desbarata la oposición entre finito/infinito -entre infinito y finito- porque las dos cosas se imponen como necesarias, y en el idioma corriente y en el científico son incompatibles, y ahí tenéis la cosa.

Bien, el último día -creo que partiendo del descubrimiento de que continuamente nos estamos hundiendo en lo que no se sabe y defendiéndonos costantemente de ello- planteábamos esto de una manera, tal vez, más refinada, que era así "las cosas no pueden ser de verdad sin fin", por lo ya razonado respecto a continuidad. Son, por otra parte, incontables, es decir, que su pretensión de cómputo, dada su multiplicidad, es una mentira, una ficción, pero propiamente son incontables, sin ser sin fin, y entonces, el que esto... el que esto pueda ser, lo aclarábamos acudiendo a la eventualidad. El razonamiento de Zenón es desde luego mortal, si se piensa de una manera estática en 'las cosas cuantas son', pero si acudimos a eso de la eventualidad, entonces es muy distinto, porque 'las cosas no son cuantas son', porque siempre están entrando cosas y, por tanto, no puede haber cómputo en ningún momento, o -si preferís decirlo- si hay un cómputo en un momento, queda inmediatamente anulado por el cómputo en el momento siguiente, porque costantemente -no continuamente-, costantemente están entrando nuevas cosas, nuevos rasgos, nuevas relaciones, precisamente por esa necesidad de defensa contra la verdad de nuestra caída en lo sin fin, en lo no sabido.

De manera que 'las cosas no son todas' -eso es imposible-, 'todo'     -como el otro día volvíamos a demostrar- es un ideal incompatible con las cosas, con la Realidad -la Realidad no es todo lo que hay; las cosas no son todas- por tanto, nunca cada cosa es una del todo, nunca es del todo la que es, pero eso no quita para que estén separadas, tengan relaciones entre sí, y la imposibilidad de contarlas y de contar esas relaciones depende de eso: de que las cosas no son nunca 'cuantas son' -AHORA no son nunca 'cuantas son'- y si en un momento son 'cuantas son' en el siguiente ya no, ya la cuenta es... ya la cuenta es otra. De manera que de esa manera, yo creo, que se puede venir a entender este gran problema de que la Realidad, las cosas, no pudiendo ser sin fin, al mismo tiempo no sean propiamente en número finito ni en cuantía finita, sino incontables, en cuanto dependientes... dependientes de... del evento, de lo que vaya sucediendo: no son 'cuantas son' sino 'cuantas haya', 'cuantas vaya habiendo' en los momentos sucesivos, y así no se las puede contar.

Esto es (en esta contra-metafísica que os estoy presentando) lo mismo que en Política rastrera se nos presentaba hace cuarenta años, cuando el levantamiento de los estudiantes por el mundo, que se producía por medio de grandes asambleas, no propiamente convocadas, ni improvisadas; en las grandes asambleas, por ejemplo por aquí, en febrero del 65, estaba continuamente entrando y saliendo gente; y en un sitio donde está entrando y saliendo gente, ni cabe hacer cómputo, ni por tanto -por fortuna-, no pueden contarse votos, ni se puede votar. Y esas asambleas, costantemente aumentando y disminuyendo el número de participantes, tienen justamente esa virtud que ahora trato de presentaros para las cosas en general, con nosotros incluidos.

Os saco este recuerdo para que no olvidéis que toda esta trama, que aparentemente es muy abstracta y general, es, sin embargo al mismo tiempo, política; porque en la guerra contra la Realidad, el descubrimiento de la mentira necesaria y costitutiva de la Realidad, es donde de verdad se está luchando contra el Poder, contra lo que cualquier forma de Poder, que es lo que nos mata [] administración de muerte, es decir, lo que mata las posibilidades sin fin tratando de reducirlas a un cómputo, a unas ficciones de elección entre lo uno y lo otro, de libertad y demás, con las cuales ahora seguiremos... seguiremos entrando.

Pero antes de pasar, os voy a dejar correr la voz un poco, porque hasta en esto que he recordado, relativamente simple, puede que siga habiendo líos y dudas, que hay que recoger, porque las dudas es nuestra vida, la vida de la tertulia, la vida de la guerra contra la Realidad: las dudas.

Fijaos que cuando presentamos la incontabilidad de las cosas que, sin embargo, no sin fin -no son sin fin- en cuanto dependientes de lo que pase, de lo que vaya pasando, hemos metido... hemos metido en esto esa cuestión del Tiempo, y conviene recordar que el Tiempo es la primera falsificación sobre la que la Realidad se sienta. Se puede decir que las primeras cosas que hay son 'veces' o 'momentos'. Es este... es este Tiempo el Tiempo con el que nos engañan, nos cambian la vida por Tiempo, por años, por jornadas laborales, por horarios, y es ese Tiempo en el que toda la Realidad se sustenta.

Un Tiempo, por cierto, que en cuanto a eso de las relaciones múltiples -incontables-, entre las cosas múltiples -incontables-, se... se presenta. La Ciencia, el saber, tradicionalmente viene fundándose en interpretar esas relaciones entre las cosas como relaciones de causa. Se quiere que 'a' sea la causa de 'b', para lo cual, desde luego se impone la condición de que 'a' sea antes que 'b' -la causalidad implicando la prioridad en ese Tiempo-. Ese Tiempo, sin embargo, ese Tiempo falso, es un Tiempo que tiene -como sabéis- dos sentidos: hacia adelante y hacia atrás, y -luego ya en el colmo de la falsificación- pasado y futuro. Bueno, ya está metiendo 'el corte', esa cosa de un presente. Cosa que no le pasa al tiempo de verdad, el cual -como cada día tengo que volver a recordar- consiste en AHORA. Y AHORA tiene la virtud de que cuando se ha dicho 'AHORA' ya no es AHORA. Ese es el tiempo de verdad en el que estamos cayendo continuamente, y ese, ni tiene antes y después, ni tiene pasado ni futuro, ni tiene ninguna de esas falsificaciones necesarias del Tiempo real, el Tiempo al que reducen las posibilidades, por ejemplo... por ejemplo las de vivir    -nuestras vidas-.

Bueno, pues resulta que convendrá fijarse también en los dos sentidos de ese Tiempo -hacia adelante y hacia atrás- porque esto nos lleva a no intentar separar 'las cosas', de 'los saberes de las cosas'. 'Las cosas' en sí, como independientes, existiendo por su cuenta, sin ayuda de ninguna idea, de ningún saber, y la parte -digamos- la mitad subjetiva -por hablar a lo filósofo- que es la de 'los saberes'. Si las causas van de atrás a adelante -de pasado a futuro-, evidentemente la explicación científica va al revés, va de adelante a atrás, en el otro... en el otro sentido del... del Tiempo, trata de ir hacia atrás encontrando la explicación del comienzo de las cosas, o de la aparición de las... de las cosas.

Esa división entre los dos sentidos corresponde a la división necesaria entre 'cosa'/'idea de la cosa' -entre 'las cosas' y 'el saber de las cosas'- que es falsa, pero desde luego, necesaria para el orden, con todas sus prolongaciones en la distinción entre 'Universos' que andan por ahí de por sí, y 'saber de los Universos', que son las ideas, las explicaciones científicas, que nosotros tenemos de ello: un cuento, una falsedad, pero fundamental, fundacional para sustentar esta mentira de la Realidad.

Dentro de un rato -creo-, si tenemos tiempo, se verá cómo esas cosas enlazan mejor entre sí, pero -según decía- ahora, para intentar sacar dudas precisas, claras -si es posible- acerca de estas cosas que os he recordado, pues os dejo ya correr la palabra. De manera que venga, a ver qué pasa, a ver qué surge, a ver qué se nos ocurre, si cualquiera de vosotros se deja hablar un poco, [consultando], sacando sus dudas. También en el sentido de... Adelante.

         - Es que, la comparación ésta de la Realidad, en una asamblea estudiantil, en la que entran y salen estudiantes y nunca se sabe... (o gente), y nunca se sabe cuántos hay, pues, me hace ver la Realidad de una manera bastante atractiva. Y entonces, pregunto que ¿por qué la lucha es contra la Realidad y no contra esos ideales [], esos ideales que pretenden que siempre todos los que están en la asamblea estén bien contados, y se sepan cuántos son, y que se sabe cuántos son?

         AGC - ¿Cuál es el atractivo?, ¿cuál es el atractivo sobre todo?

         - Eso de que no esté bien contado, de que no estén las cosas bien contadas, y de que, si no están bien contadas las cosas, ¿qué cosas son esas?, no son de verdad cosas si no se las puede contar.

         AGC - Efectivamente, así es. Eso te resulta atractivo ¿por qué? ¿Por qué?

         - Hombre, porque se escapa de... se escapa de la muerte, de algún modo. Si no se saben las cosas qué es lo que son, y si no están bien contadas, no se les puede administrar la muerte.

         AGC - Sí. Voy a aprovechar eso y a prolongarlo un poco. No hay que olvidar que prácticamente lo que hay en esta discusión son tres pisos: uno son las cosas sin más, contra cuya contabilidad nos estamos metiendo de una manera directa; otro son los ideales, 'los números', 'todo', 'uno', que hemos declarado -a propósito de 'todo'- que son extraños a las cosas; y el piso de abajo que es en donde nos estamos hundiendo: la verdad, lo sin fin. No hay que olvidar que propiamente los pisos son... son tres. Tu simpatía es frente al ideal del Poder del Estado -que pretende poder contar las asambleas, que pretende que cada uno es cada uno, y por tanto debe votar, y que los votos deben sumarse para, de alguna manera, dar la voluntad del pueblo, o cualquier otra tontería sanguinaria como esas que os cuentan-, se explica.

Pero, claro, efectivamente las cosas, la multiplicidad de las cosas (no sólo de la asamblea de estudiantes), la multiplicidad de las cosas en general, es -no voy a decir ahora atractiva o simpática-, pero es, por lo menos, fascinante. ¿Quién no está fascinado por la multiplicidad de las cosas, y no sólo por el hecho de que sean muchas, sino de que se estén multiplicando; se estén multiplicando incluso a velocidades crecientes, que desde los gusanos de la tierra hasta las poblaciones de humanos o cualquier cosa, estén continuamente tramando, inventando, nuevas formas de sostenerse, nuevas formas de defenderse contra el descubrimiento de su mentira? Esto es fascinante; lo mismo si uno se deja llevar a examinar con ayuda incluso de zoólogos, los gusanos, la inmensa multiplicidad de los gusanos o de las mariposas, que si uno se dedica a verlo al nivel de la producción por ejemplo, de la producción laboral y comercial en el Régimen del Bienestar, incansable reproduciéndose con una riqueza que parece que no puede encontrar término. Sí, es la fascinación de la riqueza, de alguna manera. La fascinación de una riqueza que promete ser eso: incontable, y por ello mismo pues puede ejercer una forma de atractivo, sí.

         - Sí, pero el atractivo al que yo me refería no era que fueran muchos ni pocos, sino el que no se supiera cuántos eran.

         AGC - Bueno, muchos y pocos no... no se deben oponer. Aquí se dice 'muchos', o como Zenón 'pollá', para decir simplemente 'múltiples' -múltiples, múltiples-. Que sean muchos o pocos, de primeras, no tiene mucho que ver, aunque ahora tendremos que...

         - Sí. Yo estaba entendiendo, a lo que tú aludías como riqueza, lo estaba entendiendo como 'muchos', que se podía oponer a 'pocos'.

         AGC - Bueno, es de... no es del número de las cosas de lo que hablaba, sino de la multiplicidad reproducible a niveles diferentes, con multiplicaciones costantes, aparentemente inagotables, tanto en los pretendidos recursos naturales o bichos, hierbas (aquí nunca hablamos de natura, hablamos de Realidad, dentro de las cuales, las ideas de Naturaleza están comprendidas) como las manifestaciones esas que llaman 'humanas' -a nuestro... a nuestro nivel-. Hay que decir que... recordaros que son los tres pisos, pero cuando se descubre que las cosas son mentira en el sentido de que están establecidas por una contradicción declarada (que es la que he estado sacando), entonces ya no hay ni atracción ni simpatía que valga, es que simplemente para negar -descubrir y negar- la mentira, no hace falta nada de eso; ya se sabe que nosotros personalmente siendo cosas y formando parte personalmente de esa riqueza, tendremos que estar siempre dispuestos a admirarla, dejarnos fascinar por ella, aceptarla de alguna manera; pero la verdad es la verdad, es decir, lo desconocido que no sabemos. Y cuando eso se descubre, pues ya tenemos que luchar también con nuestras simpatías, atracciones, y ¿qué se le va a hacer?: dejar que los peces, y los cínifes innumerables del mundo descubran su condición de mentira, y -entre ellos, y en primer lugar, nosotros- nosotros, nuestra condición de mentira. No sé si quieres seguir un poco o no.

         - [] yo no me refería a los peces sino más bien a las asambleas esas de estudiantes.

         AGC - Sí, sí. Pero ese es un caso. Es un caso más, no se puede separar. No se puede separar. Si nos dedicamos a atacar el Régimen democrático por ejemplo -la creencia en el voto, en el cómputo de los votos y demás-, pues bueno, está bien, está bien, pero la verdad es que no estamos atacando a las raíces; para atacar a las raíces hay que ir simplemente a las cosas sin más, a las cosas cualesquiera, y dejar de lado todo humanismo, y dejar que nuestro caso y el de la... el del Régimen democrático se pierda como un caso de todos los demás casos de Realidad o de cosas. Sí, ¿qué pasa?

         - Que... que es que yo pienso que, bueno, tiene algo que ver con esto que se está diciendo, pero... es que la cosa se presenta en un modo tan paradójico en sí, que incluso esto que nos pueda arrebatar de la multiplicidad, de la asamblea inconclusa, de más o menos estudiantes, de más o menos que entra o sale, que... o que se queda en la puerta. Todas estas... esta rotura de fronteras de... que a lo mejor, te puede llamar la atención porque ves que no está condenao a muerte del todo, sin embargo, tiene una reducción al lenguaje. El hecho de que la asamblea se llama asamblea; el estudiante, estudiante; la puerta, puerta; el horario... Es decir, que de alguna manera, para que yo me pueda asombrar de esa multiplicidad, de lo inconcluso, parece que eso mismo está alimentado por una necesidad de una discontinuidad previa, porque si no hay esa discontinuidad previa del puro saber de la cosa -que está ligada, desde luego, con el nombre, con que se le llama de una manera-, entonces no podría... está la cosa limitada, la una cosa...

         AGC - Pero, entonces, ¿qué...?

,       - Una cosa por la otra está limitada.

         AGC - Sí, pero, ¿qué he estao diciendo? No sólo... no sólo cuando he vuelto a rebatir esa ilusión de que a 'las cosas' se puedan separar de 'la idea de las cosas' (donde está ya todo lo que dices del lenguaje y del nombre), sino además, haciendo costar los dos sentidos del Tiempo, recordando al final cómo nuestra ideación necesita 'la idea de causa'('a' causa de 'b', por tanto antes que 'b'), mientras que nuestra explicación, nuestro saber, funciona del revés, y trata de a partir... a partir de lo que se nos da inmediatamente descubrir 'algo que antes' -que venga de antes, y todo eso-. Está claro, ¿no?: sin... sin ideas no hay existencia; la condición de la existencia implica las ideas; las ideas, que pueden ser las de un lenguaje humano o los de cualquier forma de lenguaje, pero vamos, siempre sin ideas no hay... Hay sin fin, pero para que dentro de lo sin fin y, a pesar de lo sin fin, se establezca la discontinuidad, y una cosa sea una cosa, y se distinga de otras cosas y se las pueda contar, para eso, desde luego, hay que contar con las ideas: sin eso no existe uno. Sin eso no existe uno.

         - Pero es que ni siquiera hace falta de llegar a lo del ideal del 'todo' y el 'nada', sino que el 'algo' -'algo'- está ahí.

         AGC - No, no: una cosa. Una cosa. Una cosa no existe...

         - El 'algo' ya es cuantificable...

         AGC - Una cosa...

         - Ya está delimitado.

         AGC - Una cosa... "puede haber..."

         - ¿Hay 'algo', o no hay 'algo'?

         AGC - "Puede haber..." (mil veces repetido): "puede que por ahí haya algo como 'rosa' y 'olor de rosas', pero que 'las rosas' existan en la Realidad...", eso no se puede hacer sin nombre, sin... es decir, sin la idea o significado (estamos hartos de ver este 'algo'). ¿Qué más había por ahí? Sí.

         - Entiendo que se diga 'incontable' para diferenciarlo de 'sin fin' -hacer la distinción- pero a mí también como que me deja un poco... me resulta un poco confuso ¿no?, lo de decir 'incontable', porque parece que... que uno podría pensar que incontable es que... que no hay manera de... de coger la cosa para contarla. O sea, que sería diferente entenderlo como... como que no es de número cerrado, o sea, que cuando se dice 'incontable' parece que se le viene a uno a la cabeza un poco también que no se puede contar aquello ¿no? Sin embargo, creo que se dice que... que por supuesto, se cuenta pero que no... ese 'todo' de la Realidad no es de un número cerrado.

         AGC - No hay "todo". No: en Realidad no hay "todo".

         - ¿Cómo?

         AGC - Que no hay "todo". No hay tal cosa como "todo" de la Realidad.

         - Hombre, decíamos "todo"...

         AGC - No, no. Un momento: sin armar demasiao lío. Déjala un poco más.

         - Sí. No, no: pero ahí... ahí no... no entendí bien lo de "todo" de la...

         AGC - No, no: eso es lo que repetimos siempre: "la Realidad no es todo lo que hay", y "las cosas no son todas", evidentemente 'todo'...

         - Sí, pero pretende serlo ¿no?

         AGC - ¿Eh? Se pretende que lo sea, y con eso está relacionado lo que se pretende poder contarlas.

         - Eso. Entonces, la incompatibilidad...

         AGC - Una tercera cosa: se pretende que cada una sea una. Que cada una sea la que es y, por tanto, una. Todas esas pretensiones son costitutivas de la mentira de la Realidad: evidencias de la condición falsa, falsificadora de la Realidad.



Agustín García Calvo
 Ateneo de Madrid
Tertulia Política nº 40
27 de septiembre de 2006

“Las mujeres, como las cosas, o las tienes, o las gozas”

“Las mujeres, como las cosas, o las tienes, o las gozas”



 Bueno, pues aunque nos parezca que no, de momento, a eso iba lo último que el otro día sacábamos, y con lo que se cortó la tertulia: recordáis que veníamos ya en las dos últimas tertulias dándole vueltas a eso de la identidad y la diferencia, y tratando de descubrir las posibilidades de que la oposición entre identidad y diferencia se anule, que nos quedemos indiferentes a lo uno y a lo otro juntamente, como siendo lo mismo, y dejándonos reducirse a su confusión.  A propósito de esto se me ocurrió a última hora traeros el dicho, refrán, que había recogido días antes, cuando estaba en una especie de mitin con los libertarios de Lorca, en Murcia: aquel dicho que me dijo alguno “las mujeres, como las cosas, o las tienes, o las gozas”.  Eso, sin tiempo ya para discutirlo, lo dejamos.  Pues esto es lo que tiene que ver con la cuestión de las posibilidades contra el Poder.  Conviene acostumbrarse a dar el salto de lo más inmediato a lo más astracto, y si no, no hacemos nada.

El dicho, sobre el que vuelvo ahora, evidentemente, tal como está formulado, es un dicho de hombre, se le ha ocurrido a hombres, puesto que habla de mujeres, entre las cosas.  Es un dicho de hombres, y esto podría ser un inconveniente para que lo tomáramos como verdaderamente popular, verdaderamente anónimo, verdaderamente nacido de eso de el pueblo-que-no-existe: en el pueblo-que-no-existe no hay sexos, por ejemplo, ni otras divisiones por el estilo.  Pero no importa: evidentemente es, como suelen ser los refranes y los dichos, algo nacido entre los avatares de la Realidad; nacido por bocas de hombres, pero desengañado; desengañado respecto a cualesquiera de las cosas que se imponen o venden, en contra de lo que se hace creer, que es justamente el casamiento, la convivencia, de ‘tener’ con ‘gozar’, y cosas por el estilo, y en ese sentido, creo que no importa que esté formulado como por boca de hombre.   ¡Qué se le va a hacer!, está dicho en una lengua real, en un idioma, pero supongo que el desengaño que encierra vale igual para hombres que para mujeres, porque viene de más hondo de la diferencia entre sexos, y eso es lo que aquí nos importa: las cosas, las mujeres como las cosas, o las tienes, o las gozas; o la tienes, o la gozas.

Ahora os dejaré correr la voz enseguida, para que me digáis todavía hasta qué punto sentís como verdaderamente venido de abajo, popular, este dicho, y revelador de las cosas que aquí nos traemos.  Pero conviene que nos fijemos en que, en principio, se trata de que la Realidad, la existencia, está costituída precisamente por esa confusión: la compatibilidad entre ‘tener’, y lo otro, a lo que el dicho alude como ‘gozar’, vaya usté a saber quién.  Está hecha sobre esa confusión, es necesaria la confusión para el sostenimiento de cualquier Istitución de las que nos oprimen o nos matan, ¿no?  En el tener se implica, como recordáis, primero, que uno tiene, es decir, que uno es posesor, que tiene condiciones para poseer: es la asimetría entre el elemento activo y el pasivo, el que posee, y lo poseído.   Cualquier cosa que sea lo poseído, sean mujeres, o sean cosas de otra clase, queda en el otro lado: uno es el posesor, el que tiene.

Y luego, así indirectamente, uno se declara con ello un servidor del Poder, porque a ver quién le ha dado a uno esa facultad de poseer, de tener, si no es precisamente desde Arriba: Dios, la Ley, lo que sea.  No hay otra manera de posesión.  O si alguno de vosotros cree que hay alguna compatibilidad entre la sin ley, el goce, y la posesión, que lo diga, que yo por supuesto tranquilamente os digo que no hay tal compatibilidad, que no hay más posesión que la ordenada por la Ley; que la noción misma de ‘poseer’, sin la Ley, pierde todo sentido.  Sólo se sostiene precisamente gracias a eso, de forma que no tenemos que estrañarnos demasiado de que después lo que la desgraciada Historia de la Humanidad revela, es el progreso de esta colaboración entre el Poder, Estado, Capital (con las leyes que dicta, y con la manera en que reparte los terrenos, y las herencias, y los capitales), y los sujetos, hombres, o mujeres.  Los sujetos personales, que se declaran posesores, y que por tanto participan así: obedeciendo a la Ley, ganan Poder; cada uno, sometiéndose a esa Ley, gana Poder, y no hay otra manera de adquisición, de posesión, más que esa.  De manera que eso es lo que importa.

Lo que se le contrapone, “o la gozas”, bueno, ¡qué se le va a hacer!, está dicho en un idioma, y ninguna palabra de un idioma puede ser todo lo buena, clara, precisa, que debía.  El goce está sometido a toda clase de perversiones teóricas y prácticas juntamente, que hacen que se tome una vez más por goce lo que no era, pero la intención del dicho se revela clara cuando se contrapone al tener: lo que se declara es ésa contraposición, y por tanto lo importante del dicho es la disyuntiva cerrada, el “o........o...”.  El “o........o...”, eso es lo importante, es decir, una negación implícita a la confusión y a la compatibilidad entre lo uno y lo otro.  Efectivamente, esto se da: el posesor se sabe quién; justamente es quien, es alguien, porque tiene dinero, porque tiene esclavos; porque tiene, por eso es alguien.  Uno normalmente, si no tiene dinero en el bolsillo, o en la cartera, no sabe quién es, pierde inmediatamente la identidad, por ejemplo, de manera que lo uno va con lo otro.  En cambio, el que goza, o gozaría, o gozase, o pudiera gozar, ése no es ningún sujeto al que podamos agarrar; ése, en cuanto justamente se sale de las leyes de la posesión, empieza a no ser nadie; a no ser nadie de quien se pueda decir que hace esto, o que le pasa lo otro.

Esa es la contraposición, y tan honda está como el “o........o...” del dicho lo indica: “o la tienes, o la gozas”, sin ninguna posibilidad intermedia.   Si de esto os queda alguna duda, ya me lo diréis.  En todo caso, aquí encontramos lo que podemos dar por ley general de la Dominación entre los humanos, que es justamente la ley del sustituto; la ley del sustituto, que consiste justamente en tomar lo uno por lo otro.  Por ejemplo, tomar la posesión por goce.  Y la posesión no hace falta que sea de una mujer: puede ser de dinero, de tal forma que en efecto, la adquisición de dinero, el ver subir en la pantalla las cifras de las acciones de uno en la Bolsa, le produzca una especie de sursum corda, es decir, como una satisfacción y un placer increíbles, ¿no?  Ésa es la confusión, y ésa es la Ley: es la ley del sustituto. 



¿Agustín García Calvo?
 Ateneo de Madrid.
Tertulia política nº 179.
27 de Mayo de 2009.

A LA LUNA


 Agustín García Calvo.


A LA LUNA



No puedo ya fingir
que no sé lo que eres,
oh luna, o que no sé
por qué creces ymenguas,
ni puedo ya en verdad
dibujar en tu cara
figuras ni un collar
que de ánimas blancas
te ciña ni beber
fría luz de tu cuenco.

Sé todo ya de ti,
cómo giras y ruedas
y cómo, al par que vas
cada día más gruesa
volviéndote, a la vez
sales más y más tarde,
hasta que ya, si hoy
surges justo a la hora
que a la otra banda elsol
se va a hundir, todallena
en alto cielo a ti
te veré a medianoche;

y sé que luego ya,
cuanto más y más hagas
que aquí el sereno esté
trasnochando aesperarte,
de noche en noche irás
asomando más poca
y más con pena habré
de mirarte flaquilla,
hasta que, al asomar
con el alba, te anule
de un parpadeo el sol
como hebrilla de seda.

Lo sé todo de ti:
mordisquito que fuiste
que se desmigajó
de esta pella de masa
que apenas iba aún
para tierra cuajando,
pavesa que brincó
del furor arrancada
del sol, y el sol nomás,
a su vez, que destello
de un rebujón de gas
que estalló enllamaradas;
y todo eso en un tris,
un momento de nada:

solo un momento, sí,
que, al ser uno que eséste,
por eso a ti y a mí
nos parece que dura,
pero uno es no más
de los tantos relumbres
que a veces, al azar,
del abismo chispean
y un punto estrella son,
lo que tarda la boca
del vano contador
en decirle su nombre.

Y más te digo, que es
que quizá todo eso
de arder y de apagar
sombra o luz sólo pase
aquí, en un rincón
del sin fin y que, fuera
del cielo de tí y mí,
más allá no se juega
a nada de eso, no,
quizá a nada, o si acaso
se juega a la verdad
y el silencio la dice.

Y aún sé más y más
de tí, luna, y te digo
que, cuanto más lo sé,
menos sé lo que eres
y menos eres tú,
menos eres tú, luna,
y hundiéndote vas
pequeñita a lo lejos
y te me esfumas ya
como un guiño en unsueño.

¡No! Oye, espera aún
que a ti yo te pregunte:
yo que eso todo sé,
yo el que sabe quiéneres
y que, al saberte, a ti
te me borra, ése mismo
¿quién soy? ¿Quién es?Ah, no:
yo no puedo estar dentro
de lo que sé, y así
no podré saber nunca
quién soy. ¿Verdad queyo
no soy nadie ni nada?

Oh luna, dilo tú:
di de ti “No soy nadie”,
Y así, por eco, yo
seré tú que lo dices.
Sé tú mi espejo, tú
mi espejito de plata,
que en ti me mire yo
y que vea que nada,
no hay nadie. Líbrame
de ilusiones, oh luna,
oh ti: desnúdame
de mi último harapo.