martes, 26 de enero de 2016

Polidrama. DIOSAS COSAS. Editorial: Lucina.




[EN ESCENA LAS TRES DIOSAS, JUTÁNDOSE EN CORRILLO, SEPARÁNDOSE UNA DE OTRAS, PERO NO MÁS QUE A DISTANCIA DE BRAZO, SIN SOLTARSE DEL TODO NUNCA, COLÁNDOSE UNA ENTRE LAS OTRAS DOS, Y OTROS PASOS DE DANZA, A LA VEZ Y COMPÁS DE LO QUE VAN DICIENDO]

DIOSA  MEDEA
DIOSA 2ª PANDORA
DOSA BRISEIDE


D1ª Es esto de ser una
                               D2ª  Lo que ya no puedo
D3ª  Sufrir.
           D1ª ¿Qué dices, loca?
                                       D2ª ¿Cómo que no puedes?
D3ª !Cómo si a ella sola
                                  D1ª  le pasara eso!
                                                         D2ª  Puedes,
D3ª  como yo y como la otra.
                                      D1ª Bueno; pues sí puedo,
D2ª lo que pasa es que
                              D3ª  no quiero ya por más tiempo.
D1ª ¿Qué dirá el tiempo,
                                 D2ª que ni sabe
                                                     D3ª  lo que dice?
D1ª Que no quiero más contar
                                          D2ª  lo que, si no se cuenta,
D3ª no es nada.
                   D1ª ¡Qué tormento!
                                            D2ª  ¡Vaya trance!
                                                                   D3ª ¿Cómo
se sale de este enredo?
                                  D1ª¿Quién o qué?
                                                        D2ª Pensemos

D3ª las tres, hermanas.
                              D1ª ¿Juntas y a la vez?
                                                          D2ª  Hagamos
Como si fuésemos una;
                               D3ª lo que somos ¡coño!
D1ª Dejad ese problema;
                                  D2ª concentrar las ansias
D3ª en un solo punto.
                           D1ª ¿Cuál?
                                       D2ª En cómo nos volvemos
 D3ª atrás.
          D1ª ¿Atrás de nuestra edad?
                                                     D2ª ¿Arrepentirme
D3ª de lo que hemos hecho?
                                       D1ª ¿de lo que nos haya hecho
D2ª  que seamos la que soy?
                                        D3ª Mejor, borrarlo todo.


D1ª¿Que lo que pasó
                           D2ª  no haya pasado?
                                                          D3ª Si se puede...
D1ª ¿Acaso estáis seguras
                               D2ª de lo que fué,
                                                      D3ª que fuera
D1ª como fué?
           
                  D2ª  Hay pruebas:
                                           D3ª hay registros;
                                                                  D1ª escrituras
D2ª y fotografías
                     D3ª y películas.
                                         D1ª Pero ésos
D2ª también son hechos,
                                      D3ª y se borran;
                                                         D1ª y, si se borran,
D2ª ¿se habrá borrado
                                   D3ª lo que hicimos?
                                                                 D1ª O, por lo menos,
D2ª al chocar lo que hizo una
                                          D3ª contra lo que otra,
D1ª el amor que fuera un tiempo mío
                                                       D2ª con el mío
D3ª y con el mío,
                         D1ª pues que eso ya no deje
al amor ser uno,
                    D2ª ¿ni se una ya ninguna
de las tres?
           D3ª ¿ni una las tres juntas?
                                                                  D1ª Puede, puede.
D2ª Pero es que eso...
                               D3ª las tres solas...
                                                       D1ª y yo sola...
D2ª  no puedo,
                  D3ª  no podemos.
                                        D1ª ¡Eh! ¿Quién dijo “solas”?




Fecha 1a edición: 2008
Autor: Agustín García
Calvo Idioma: Español 
Editorial: Lucina.



En el tiempo de la representación, las tres diosas o actrices tratan de enredarse una con otras, mientras a ratos disputan con el Director del Teatro y a ratos el Coro de Cosas las anima y acompaña: dentro de eso, se representan rápidamente, alternándose los tres actos de cada drama, los tres dramas de Medea con Yasón y los niños, de Briseide con Patroclés y la guerra, y de Pandora con Epimeteo, los primeros hombre y mujer.

sábado, 23 de enero de 2016

Canciones y Soliloquios. "Chisporroteaba"


Ralph Hedley.
 "Invention of the lifeboat".


Canciones y Soliloquios
Agustín García Calvo.



CXIII


Chisporroteaba,
sobre el dornajo puesta,
volcado boca abajo,
la llama de la candela.

A su luz, en el catre tendido
del mesón, leía
su libro el peregrino.

<<Si escondéis la candela>>,
su libro decía,
<<debajo del dornajo,
¿quién la vería?>>

Se cerraban de sueño
sus ojos; el libro
de su mano caía.
En el turbio espejo
de enfrente, veía
todavía,

puesta sobre el dornajo,
la llama de la candela
chisporroteando.




martes, 10 de noviembre de 2015

Sobre las situaciones de violencia. Carmen Martín Gaite.



George Frederic Watts
Sobre las situaciones de violencia
Carmen Martín Gaite

      Apartar. Reducir a casos particulares. Aislarlos. No relacionar. Un sastre mata a sus cinco hijos y los va enseñando uno por uno degollados al balcón y ante un espectáculo tan extraordinario y espantoso la gente sólo sabe emitir juicios hacia la persona concreta de ese sastre, tachándolo de anómalo y enfermo su proceder. Nadie piensa en su función social de mensajero en que eso es presagio de que el mundo se conmueve en sus cimientos, nadie ve en ello síntomas del mal latente y amordazado por doquiera. ¿Qué más da que ese hombre tuviera o no motivos personales? ¿No es suficiente aterrador este acontecimiento en sí como para hacernos suponer que algo de esta magnitud no puede existir sin tener raíces en alguna parte, mucho más hondas y reveladoras que la de una mera desgracia familiar? Razones de las corrientes, ¿cómo va a tener un hecho así? Pero tiene otras… Es otro rango de episodio.
    Nadie quiere oír a los heraldos que de vez en cuando se escapan a anunciar catástrofes. Inmediatamente se contrarresta con alguna interpretación tranquilizadora  el estruendo evidente que a su llegada produjo. No quiere uno asimilar las voces del suicida, mirar hacia donde nos señalaba.
    Es muy curioso que cuando un tren descarrila y mueren trágicamente cientos de personas, se dice “era la voluntad de Dios”. Porque Dios puede mover un tren y empujarlo por el barranco. Pero no puede mover a un hombre a matar. Por eso se dice: “Ese hombre estaría loco”. El caso es buscar explicación para todo. ¿Por qué Dios permitió que ese hombre se volviera loco? Si Dios ha permitido un espectáculo como el de la calle Mayor, ¿no tendrá algún motivo su permiso? Si de Dios se echa mano para aclarar los enigmas no es justo que en el caso de caos y desconcierto no pensemos así: “Dios pretende mostrar que existen el caos y el desconcierto. Llamarnos la atención sobre ello. Quiere que ese hombre sacrifique a sus hijos. Le manda matarlos”. O sea: “Ese hombre mata porque se lo manda Dios”. Oír decir estas palabras, sin embargo, escandalizaría muchísimo. Estaba poseído de una fuerza sobrenatural cuando mató a sus hijos, sí señora, eso era lo que le movía. Una fuerza sobrenatural, un soplo divino. Ha querido dar un ejemplo, sacrificar lo que más tenía. “Detente Abraham, no mates a tu hijo Isaac”. Pero este pobre sastre no oyó esa voz. No señora. Usted que tampoco se escandaliza, ¿no cree en Dios? Pues Dios podía haberle dado una voz para detenerle. Y no se la dio. Dios quiso que ese hombre matara a sus cinco hijos y a su mujer. ¿Y no dice usted que los designios de Dios siempre son justos? No hay peor sordo que el que no quiere oír. ¿Para qué paliar el espanto? Dios quiere el espanto, sí señora. Quiere ejemplos, escarmientos de espanto, inesperadamente como granadas que estallan donde menos se piensa. ¿Qué me dice ahora? ¿Le siguen importando tanto como antes los motivos privados de ese sastre? Fue un istrumento de Dios, señora, óigalo de una vez, de Dios, que quiere y fomenta el espanto y que por eso manda asomar a un hombre al balcón con sus cinco hijos recién degollados para ver si al fin se conmueven las piedras y los sordos oyen y los ciegos ven. Para ver si los hombres se retiran de una vez a buscar en todo lo que hacen y dicen la relación con tanto, tantísimo espanto. Eso, señora caso de que Dios entre en semejantes danzas. Pero es que usted ha dicho que en otras interviene y no va usted a eximirle de éstas  porque sean incomprensibles para su pobre mente de dos reales. “Si Dios existiera”, dicen algunos, “no permitiría este espanto” Y yo pienso, al contrario: “Si hay algo sobrenatural son estas llamadas al espanto”. Para mí -religioso- serían la mayor prueba de la existencia de Dios. 
       Dios consolador, dulzarrón. Lo han afeminado. Afeminan todo. ¿Y el Dios terrible, fulminante, el de las plagas y las pestes, el del espanto? No se puede uno encoger de hombros y decir: “Él sabrá por qué lo hace”. No. Nos lo está enseñando. Con el espanto sólo le pueden a uno mandar espantarse, pensar sobre él.
       La guerra parece justificable porque no suele depender de la decisión de un solo hombre. No hay a quién a echarle la culpa y entonces se piensa –a veces- en los misteriosos designios de Dios que permite tales calamidades. ¿Por qué estos misteriosos designios no han de presidir también la conducta del sastre de la calle Mayor, mucho más escalofriante e incomprensible? ¿Por qué ha de aislarse su proceder, condenado en sí mismo como el de un leproso, como si no estuviera engranado en lo divino y lo humano, como si no tuviera relación con nada?