¿Agustín García Calvo?
Crece
la flor de la noche:
la
sembraron en lo hondo del cieno,
nadie
sabe quién;
sus
raíces como pámpanos ciegos,
blancas,
blancas de puro no ver,
las
entrañas de la tierra atraviesan
¿quién
sabrá para qué?;
ya
va abriendo sus vías secretas
a
través de la roca, a través
de
tus carnes dormidas:
déjala,
déjala crecer;
ya,
ya rompe la costra, y al aire
su
tallo cristalino se alza,
que
nadie lo ve,
y
echa ramas y hojas de sombra,
y
se abre por el mundo la flor
de
la falta de fe:
déjala, déjala, déjala
crecer
la flor:
es
la flor de la noche, la flor
de
la desilusión:
ella
cubre la tierra y las almas
en
un puro frío de amor;
ella
esparce por doquiera un aroma
donde
se muere todo olor,
que
tiene la virtud de que todos los nombres
los
sume en olvido,
y
va borrando las cosas
de
todo color,
desliendo
las ciudades y montes
y
las casas de la luna y el sol,
y
todo trasparente lo vuelve
la
maravilla de la flor,
y
desnudo va dejando el globo del mundo
y
desnudo tu corazón,
desnudo
a lo de fuera, a la herida
del
no de que no,
abriéndonos
y perdiéndonos
ni
en sueño ni en vela,
más
allá que las estrellas y el agua celeste
y
que sombra ni luz de Dios,
desnudos
a lo sin fin, desnudos
a
la verdad de lo que no se sabe,
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