Heinrich Kühn
LXXXVIII
Cómo suenan las voces
de los muchachos
allá abajo en la plaza!
Ya se vuelve esta tarde
a soñar con el pozo
del huerto de Melibea.
Ay, quién puede quedarse
viendo entrar la sombra
de estante en estante
por las ringleras de los libros!
Ayúdame, hermana, ayuda!
La primavera está nublándome
los ojos con sus manos.
Acechando estaba
en los túneles de mi niñez:
de las grutas del corazón
me ha saltado a los ojos.
Ayuda, hermana!
(Canciones y Soliloquios, pág. 175)
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