sábado, 25 de julio de 2015

Y tu falta ¡Cómo es real y grande! Por Agustín García Calvo. De Canciones y Soliloquios. editorial LUCINA.


¡Para aquellos que nos faltan!

   Dedicado, desde la tristeza más grande y profunda, a la memoria siempreviva del Príncipe Galín de Galicia, Juan Manuel Marí Solera, y no a su muerte, porque más o menos de alguna  manera no hay quién pueda morir de verdad, como suelen  noticiar los periódicos, que bien pronto noticias de su muerte, y a Mario Gómez del Estal, que acaba hace muy poco también de fallecer. Seres tan estraordinarios y amigos de cantes, compañeros de miles de tertulias en el Ateneneo de Madrid, durante muchos años. Pérdidas que no podemos de ninguna manera creer... Por ellas! y por el recuerdo de Agustín, que no morirá jamás, y de tantos abuelos rebeldes, que siguen y han seguido en esta  provocadora, insolente y algo pervertida Tertulia, que han seguido en la lucha y la continúan.

 LX
 
Cuántas veces por esta escalera he subido
pensando en encontrarte
a la puerta del cuarto en la sombra tardía
que estabas esperándome
y  que  <<Hola>>  decías <<Ya ves, he venido.
¿Qué tal vas? Buenas tardes>>
o al menos clavada en la puerta una hoja
<<He estado aquí. ¿Qué haces?
Te espero a las nueve en la bar de la esquina.
Abrazos. No me faltes>>,
y hasta abría con tiento la puerta, si acaso
por debajo lo dejaste
tu recado; y al dar todavía la luz
¿habré de confesarte
que mirado mil veces nacer de la sombras
aquel baúl, el catre
dormido, el perchero vacío, el espejo
que a mí me ve mirarme?;
y eso era imposible, que ¿cómo podías
haber entrado? Aunque
puede ser que tú sepas vencer las paredes
y obstáculos legales.
Pero el caso es que no, nada nunca ha pasado,
si no lo que se sabe
que jamás podrá ser  lo que en vano se espera
que inesperado pase;
nada había jamás, nada dentro ni fuera.
Oh nada, que era nadie.
Y si acaso venía alguno y dejaba
algún recado alguien,
ese nunca eras tú, era otro cualquiera
que no eras tú, que casi
se le odiaba de haberme fingido llenarlo
vacío de tu carne;
y si uno un momento se te parecía
( un poco : no te enfades ),
peor era, peor : que tu sombra temblaba
herida allí en aire,
para al fin resultar que tampoco eras tú
sino equívoco frágil :
¿cómo iba a ser tú, si era otro, y tú solo eres
tú solo, y sólo cabe
decir que eres tú, que tú eres... no, nada :
¿qué nombre voy a darte?
Sólo sé que no eras ni ése ni el otro,
que no eres nunca nadie.
Pero dime quién eres. Acaso si un día
aquí te presentases,
¿te reconocería? ¿Sabría que eras
tú? Tanto que tardaste,
casi ya me olvido cómo eras de alto,
cómo tus ojos, cuáles
de tu mano los vuelos hablando, tus pechos
si chicos o si grandes,
si tu voz suena ronca o si clara, tus labios
abiertos como saben,
sino sólo que saben a ti. Pero tú
¿quién eres? Sé que antes
lo sabía, que alguna vez supe quién eras,
que hasta he sabido hablarte
por tu nombre y decirte <<Mi prenda, tesoro,
mi rey, mis capitales>>;
pero ya de tal modo la niebla me borra
las redes de las calles
que hasta aquel mi saber de quién eras ahora
a sueño vano sabe;
tan sólo me queda el pobre y claro
saber de quién y cuáles
no son tú y tú no eres, saber trasparente
como un espejo al que
el que había detrás le había raído el azogue
por ver al de delante,
y tan limpio quedó que sin duda se queda
cristal o sólo el aire
dividiéndolo al uno del otro, de modo
que no haya ambigüedades
y que no confundamos a éste con ése.
Y estoy casi en trance
como aquel de aquel niño, que bien lo recuerdo :
¡ si no lo recordase! :
doce años tenía, ya iba por poco
más alto que su padre;
se quedaba en su cuarto de pronto callando
allá al mediar la tarde;
se quedaba pensando << No sé qué me pasa,
como un deseo grande
de una cosa que falta, y no sé de qué cosa
deseo >>. En los vitrales
se agriaba el día, sonaba en la sala
el péndulo; y dudándose,
él salía al pasillo, diciéndose << Sed.
Un vaso de agua grande>>;
 y del grifo llenaba un vaso de agua
más clara que una frase
de su libro de Lógica, y se la bebía,
agua que no se sabe
si la sed le quitó, si era sed o si era …
¿cómo querrá llamarse?
Pues así yo ahora no sé ni tu nombre,
tu cara ni tu talle,
sino sólo al venir y sentir tu vacío
el corazón llenarme,
que me digo  << Es amor, el amor que >> me digo
<< ha entrado a visitarme,
el amor de ti solo, el amor de ti mismo >> ;
pero es hablar de balde :
yo ¿qué sé lo qué quieren decir las palabras,
prosodias y sintaxis,
y ese amor que quizá sólo es una falta
de amor que se me abre
en la quiebra y mitad de la esencia de mí?
Porque además, ¿quién sabe
lo que quiere decir ese nombre, ‘Tú’, ‘Tú’,
que a todos se reparte
a fin de que nadie le tenga por suyo
y tú no seas nadie?
Pues lo mismo que Tú se llamaba lo vemos
llamarse Yo al istante;
conque a fin, yo no soy tú, eres yo. O mejor,
 a ti he de preguntarte :
<<  ¿ Es que yo eres tú ? ¿ Es que tú soy yo ? >> ;
responde, no te calles;
¿ o tendré que venir de mí mismo yo solo
al fin a enamorarme ?
Mírame, al fin y al cabo, no soy tan feo,
más bien gentil y amable;
no se vive conmigo tan mal: he juntado
en mi baúl bastantes
provisiones de nueces, de vino y de libros,
para pasar las tardes
en la cama tumbados, por la claraboya
viendo el cielo apagarse.
¿ No querrás compartir lo que tengo?  ¿ No puede
ni dársele algo a alguien ?
Pero es noche caída; el espejo se borra
y no responde nadie.
Por lo menos ¿ me oyes ?  ¿ Sonríe tu sombra
en el desierto aire ?
Puede ser que tú seas no más teoría
para intelectuales;
pero aquí estoy solo en mi cuarto, y tu falta
¡Cómo es real y grande!


Agustín García Calvo. Canciones y Soliloquios. Pág. 117

Notar, en este maravilloso Soliloquio de Agustín, que lo que hace aquí, es un diálogo que no puede más que estar perdiéndose en lo sin fin, << que no puede tener un fin >>,  y de hecho podrían ser miles y miles de versos más, y poco de mucho, o mucho de nada, cambiaría  la demostración que nos quiere hacer sentir, seguiría su vigencia igual, si uno la siente bien. Si uno siente bien esa perdición a dónde le lleva la misma pregunta de: “¿quién tú?”, “¿quién yo?”,”¿dónde sus amores?”, “¿a dónde aquellos deseos?”, que nos lleva inevitablemente al camino de su falta, y al preguntarse por ella, “¿quién era ella?”. Y no pudiendo llegar a contestarse ni razón ni sentimiento, por el abismo al que se asoma, que no puede de dejar de estar cayendose en él esa pregunta, nos descubre la no doma de un sentir desmandado. Era la domesticación de esas preguntas sin fin las que han inventado el Tiempo. Era sentir que eso del Tiempo no era más que una Ideación finita de los sentimientos, que cualquiera, desde uno más suelto, hasta lo más educado, podía descubrir. Os dejo unas palabras muy clarificadoras de Isabel Escudero (, en su libro “Digo Yo” , en el ensayo “Una Utopía para el Siglo XXI”:  “Estamos siempre << cayéndonos del presente>>, cayéndonos del ahora,  en el pozo del sinfín. Sobre todo se nos presentó siempre la cuestión de la Utopía en su conexión con el Futuro". "Si observamos en el ensueño de nuestras utopías sentimentales, nuestras añoranzas se alimentan también de algún rastro de pasado incierto, de algún recuerdo no histórico, que vuelve vivo una y otra vez, y cada vez  más vivo cuanto más lejano y perdido. Cuando nos invaden las ensoñaciones sobre algo deseado y, al parecer todavía no sucedido, la cosa se presenta como empujada desde atrás, como un recuerdo desplazado hacia delante –de alguien que soy yo y no soy yo al mismo tiempo– y que se vive como un <<pasado porvenir>> en vez de cómo un futuro, de tal suerte que, a veces, en el lenguaje poético se dicen cosas como, por ejemplo: << Recuerdo que moriré en París una noche de lluvia >>, y que esta formulación contradictoria no nos violenta, sino que nos parece lógica y verdadera, aunque desde luego poco o nada tenga que ver con la Realidad y el orden del Tiempo”. La falta ha de ser entendida por aquí, como que estamos hechos en ella, y desde ella tenemos noticias de alguna forma “existencia”, ella, nosotros y alguna clase de tiempo. La falta cae también en ese pozo sin fin, está siempre volviendo en forma de reviviscencias, no termina de nunca de pasar, como tal vez lo sería un verdadero tiempo, y  no como le acontece al Tiempo, hecho Idea. Ahora, ya no es ahora. Y no el Tiempo Ideado y ordenado desde Arriba, que esa sí que es pura no vida, en la que nadie vive.



  (*) (Digo yo: Ensayos y cavilaciones). Está digitalizado y colgado en la red. Isabel Escudero Rios, DIGO YO: Ensayos y cavilaciones. Editorial Huerga y Fierro, Madrid, 1997 https://books.google.es/books?id=Di4mT5Bi_kQC&lpg=PP1...

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