domingo, 5 de febrero de 2017

Del "Sermón de Dejar de Ser" por ¿Agustín García Calvo?

Illustration by
Stuart Sutcliffe


     (c)

     Pues a muchos oigo que lamentan las delicias
pasadas, lloran por los gozos de su antaño
perdidos, y hasta en medio del infierno hacen
144    que una tierna boca diga “No hay mayor tormento
que el acordarse en la miseria de otro tiempo
feliz”.     Tú no les oigas: ésos son los mismos
que te invitan a trabajar, sufrir, pasarlas negras
de momento, negociar, ahorrar, en la esperanza
de así alcanzar la felicidad mañana y luego
                la gloria eterna.     Acaso, con sus verbos, crean
                que hubo o que lo habrá o que puede haber un tiempo
feliz.     Pues no: yo no les acompaño en ese
desprecio de la memoria: cualesquiera gozos
que me vuelvan al acordarme de una cara linda
sonriente, de los olores de una vieja casa
156    olvidada, de unos labios que sin saber se abrían
de deseo, de una niebla con que el turbio río
abrigaba la tristeza de uno que asomaba
del puente, los recibo con agradecimiento
de mis carnes, como bálsamo de las miserias
                reales en que me halle hundido.     Y que no vive
                eso que se te recuerda ni después ni antes,
ni lleva fecha alguna escrita.     Ni mi nombre,
ni se sabe si ha del hondo de mi niñez brotado
o de la niñez del mundo: era algo ahora,
y ahora no es momento alguno.     Es la rotura
de la mentira, ahora mismo que lo digo,
168    del tiempo de calendario y de reloj que cuenta
desde mi muerte a casi ahora.     Y cada recuerdo
cualquiera que ha logrado atravesar por medio
de tanto estrépito y basura hasta tocarte
de nuevo el corazón, con ello ha demostrado
                    que era algo bueno, bueno.     Y no pertenecía
al orden y servicio de esto que te venden
por mundo.     Y que merece bien que lo agradezcas
y vivir te dejes del recuerdo que ni es tuyo
ni de nadie.
                  (c’)
                  Claro que eso te requiere, al paso,
que te desprendas de tí mismo.     Pero eso
es tan sencillo… Basta ya con que te mires
180    al espejo. Dí: ¿qué ves?     Ahí lo veo a uno
que algunas veces es más feo y es más viejo
de lo que a este lado yo lo soy, cuando otras veces,
según de mis ojos el humor o la luz que caiga,
aparece irisado y juvenil.     No te distraigas
con fantasías: lo que importa es que te aclares
de si es el mismo que tú ése o si eres otro.
     Pues, bueno, por un lado, es claro que es el mismo
que yo: cada pestañeo, cada temblorcillo
que yo haga, (¿ves?) lo va él haciendo al mismo tiempo
lo mismo.   Ya lo veo; pero ¿por otro lado?
    Por otro, no, yo no soy ése: ¡si es del todo
 192   al revés que yo! Que es que este anillo que yo llevo
en el anular de mi mano izquierda (mira) ése
lo lleva en su derecha, como si en el mundo
de tras el espejo no rigieran estas leyes
que en el nuestro.     ¿Sino precisamente las contrarias?
                      Acaso. Pero, a ver, hermano, ¿cómo quieres
que lo compare eso con esto y que decida
si soy el mismo o no, cuando eso es una imagen
tan sólo, y aquí somos realidad palpable?:
para eso habría de poder yo mismo verme
como a él lo veo.     Claro; y verte sin espejo
no sabes.     ¿Quién va a ver al que lo está a él viendo?:
204    no se puede.     No; y ya ves, hermano, sin embargo,
que te veo y que me ves, tu espejo yo, tú mío.
     Y ¿le pasa igual a esa mariposa misma
(su par de alas iguales, pero tan seguras
de ser siniestra y diestra que ni Dios podría
cambiarlas una en otra) si se mira en ese
charquito?     ¿Es que ella puede verse? Tú la ves
mirándose en el charquito y lo dices tú por ella:
si no estuvieras tú…
                               (d)
                                Yo, yo; si no estuviera
yo, y siempre yo. ¡Qué fe! Me estoy hartando mucho
de mí.     

martes, 27 de diciembre de 2016

La producción de la imagen en Europa. Por Isabel Escudero.

Retrato de dos Mujeres.
Víctor Moya Calvo 1889-1972
Uniformidades/ Diferencias
La reciente ola de Nacionalismos de todos los signos: blandos, duros, durísimos, y hasta sangrientos, que invade, sobre todo, el llamado Primer Mundo (y el ya desaparecido por asimilación: Segundo Mundo), donde rigen, o están en trance de regir, las formas de Gobierno más progresadas: las Democracias, nos llevaría en una primera visión, a propósito superficial, a considerar el fenómeno también común y relacionarlo con otro fenómeno también común y bien evidente en todas ellas. A saber: la creciente uniformidad, tanto pública y política, de todos los Estados, que incluye el intento de disimulo de la idea de Estado, tanto eso como la uniformidad privada y particular de los ciudadanos de todas las Naciones: costumbres, usos y consumos, formas de vida y de producción , tanto laborales como artísticas, tienden a una identidad casi perfecta.
Parece que se camina de modo imparable hacia la gran Mímesis, no sólo socioeconómica y política, sino también hacia una especie de Cultura General, batida constantemente por la Información/Formacion/Comunicación de Masas, que se decanta hacia los mismos gustos, las mismas necesidades, los mismos consumos, los mismos valores, los mismos horarios, los mismos deseos, ...en pueblos y ciudadanos muy distantes y diferentes,. Pero junto a esta suerte de Estado general de Supracultura transnacional, multinacional surge simultáneamente, y como movido por el mismo motor, el otro fenómeno sorprendente: la urgencia de Nacionalismos cada vez más pretenciosos. Estos dos fenómenos parecen retroalimentarse entre sí. Ambos se refuerzan y complementan: a mayor uniformidad política y privada (entre las Naciones y entre los <<cada quisque>> de cualquier parte) mayor necesidad de afirmación de la diferencia, tanto por una exacerbada identidad nacionalista, como por la creencia desmedida en la personalidad individual. Como si efectivamente el mismo mecanismo moviera la naturaleza de las Masas, y sus Estados y la naturaleza de los Individuos. Del mismo modo también que los mecanismos publicitarios se dirigen al yo personal, muy particularmente, con esa machaconería, de: <<tú eres diferente>> para venderte lo mismo que todo el mundo.
Parece, pues, que no hay contraposición entre el gusto o capricho individual (supuesta independencia o libertad personal) sino más bien colaboración del mismo lado respecto a la obediencia a la uniformidad del grupo o de la nación, como santo y seña de pertenencia. Donde más se afirman los rasgos y valores individuales es en las actitudes de pertenencia al grupo,. Se me ocurre presentar, como referencia lejana pero modélica, el caso de los adolescentes, paradigmático por lo exagerado. No hay más que observar el uso riguroso de las marcas en sus vestimentas, motos, músicas, etc. tan fanáticamente definidos como <<gusto personal>>, y que obedece de modo ciego a lo que está mandado desde Arriba, o sea desde el Mercado, como señas de identidad y pertenencia al grupo y sus líderes: si se es de algo o de alguien se es algo o alguien: y hasta lo impertinente se hace pertinente, osea perteneciente. Y a mayor uniformidad más necesidad parece tener el sujeto de disfrazarla de libertad personal; es característica la <<rebeldía de uniforme>> que toman muchos grupos juveniles.

Este texto sirvió de base para la intervención de la autora en la Mesa: Las Culturas Nacionales en la imagen de Europa (21 y 22 de Mayo de 1992). Instituto de la Juventud y Generalitat de Valencia.

martes, 7 de junio de 2016

Optimismo y derrotismo. Por Carmen Martín Gaite


John Constable

“Si piensas así, no haces nada”.

     La gente joven (no me refiero sólo a la edad, sino también a la que nunca madura) tiende a buscar soluciones, pensando que debe adscribirse a cualquiera de ellas.

En principio tiene la tendencia a creer vagamente que las hay y que son viables. Se trata pues de encontrar una bandera del color que gusta y luego ya no pensar. El meditar sobre las cosas y rumiarlas nunca lleva al optimismo. Por eso los adolescentes son optimistas –aun cuando se enfrenten con problemas graves- y los adultos no. Se mueven mucho, gesticulan, y en ese mismo moverse suyo ya encuentran una justificación.

    Hasta los dieciocho años más o menos uno está inmerso en el mundo inmediato, sin pensar en nada. Y cuando llega esta posibilidad de Tempo Lento es muy trágico que el hombre se encuentre ya con carriles por los que deslizarse vertiginosamente. Pasan del no pensar al "que te lo den todo pensado". La velocidad, la acción, el "urge hacer" se opone a la discriminación sobre el hacer mismo, nubla las posibilidades de reflexión que permitirían el desarrollo de cualquier cosa. Se trata de cortar un bosque con hachas embotadas. Se dice: No hay otras. No hay tiempo de afilarlas. Pero uno se sienta y se pone a afilar su hacha, sirva para lo que sirva.

     La primera cosa que desembota toda mente y que se pierde a pasos agigantados es lo que yo llamo la capacidad de asombro. La posibilidad de poner lo es objeto de nuestro interés un poco lejos, no tan cerca, que no distingamos sus aristas.

    Me gustaría ahora mismo, por ejemplo (y conmino a los que leen que hagan un esfuerzo por vencer su inerte inclinación), que se oyeran mis palabras –rebatibles o no-, no con el afán exclusivo de colgarme un letrero determinado a mí que las digo, sino atendiendo a las sugerencias que de ellas deriven o las torpezas y contradicciones que nublen su total comprensión; ya que el hecho de que sea yo u otro quien dice estas palabras es totalmente indiferente. Y por lo tanto es inoportuno cualquier juicio valorativo sobre mí como persona susceptible de clasificación.

    Se habla poco de asuntos y mucho de personas. A las personas se las condena o acepta por lo que dicen, con tal de que eso esté de acuerdo con lo que se dice nuestro. Y no se trata de estar de acuerdo pero sí de no hablar encarnizadamente, corrosivamente, sino sin pasión. Nadie que toma pasión por defender una postura que empieza a serle querida puede arraigar de verdad en búsquedas y preguntas que le lleven a esclarecer el porqué de esa postura. 

    Vuelvo a lo del asombro, al escepticismo crítico. Muy pocas veces nos atrevemos a decirle a un entusiasta: “¿y a ti qué se te ha perdido en Paris?”. Se sulfuraría. Pero eso no es decirle: “no se te ha perdido nada”, sino pedir que lo explique. Pero lo malo es que ése no se convencería nunca de que no se le ha perdido nada en París, porque va preconcebidamente dispuesto a encontrarla, a hacer coincidir su verdad con…”


.

viernes, 27 de mayo de 2016

"Tenéis mucho futuro, en efecto, tenéis tanta cantidad de futuro que no hay tiempo para vivir"


 UNA NUEVA MILICIA: LA IDEA DE FUTURO 

   No se trata de inventar la muerte, sino de administrarla. Y administrar la muerte quiere decir cambiar cualesquiera posibilidades de vida, de disfrute, de inteligencia. El truco es sencillo: resulta muy melodramático llamar a la muerte, muerte, en cambio, sea lo que sea parece mejor llamarla “futuro”. No se pierde nada con el cambio, sea lo que sea eso de la muerte. De lo que estáis todos convencidos, como yo, es que no hay más muerte que la futura. Sí. Nuestros parientes se mueren y esos desgraciados militronchos yanquis, como las amas de casa de Bagdad, han muerto, pero son muertes de mentira, son muertes de fuera. La única, la verdadera, es la mía: ésa es necesariamente futura. No hay otra: no hay más muerte que la futura. La muerte es necesariamente una condición ideal futura y entonces este axioma se vuelve del revés sin ninguna falsificación: todo aquello que se llama futuro es “muerte”. “Futuro” no escandaliza a nadie y “muerte” sí. Imaginaos la que os están haciendo cuando a vosotros, la gente de veintipocos años, os dicen que tenéis mucho futuro. Una vez que habéis entendido lo que quiere decir la palabra, supongo que el truco os parece bastante claro. Tenéis mucho futuro, en efecto, tenéis tanta cantidad de futuro que no hay tiempo para vivir. Ésta es la descripción, más o menos, de la Administración de Muerte. No hay tiempo para vivir, porque ese tiempo en el que a lo mejor podría suceder tal cosa como “vivir”, está íntegramente ocupado en la preparación del “futuro”. Íntegramente ocupado en la preparación del futuro de todas las maneras que vosotros ya sabéis: desde las más triviales, desde el momento que os hacen estar pendientes de un examen fin de curso, desde ese momento, pues, ya véis cómo la administración de muerte se realiza. No tiene ninguna importancia que os examinéis, da igual, y esto lo comprobáis a cada paso. Al aparato le importa un bledo. Si hay algún profesor que está interesado en las cosas que trata es una escepción. Lo que importa es que tengáis un programa, un proyecto, un plan de fecha fija. Os quieren hacer creer que os estáis preparando para adquirir una formación que os permita debidamente integraros en este orden.
   Pendientes de un futuro y, efectivamente, pues llega el final de carrera, llega la oposición y lo que sea o el manejo por el que os colocáis. Otros quedáis sin colocar, pero no importa, porque también el paro está dentro del trabajo, es una parte de la Institución, de forma que el parado sigue aspirando a colocarse y no se le ocurre disfrutar de su condición de descolocado ni por asomo. De forma que todos están preparados con eso. Luego están otros futuros: parece que tenéis que casaros. Nadie, ni Dios, sabe por qué, pero está ahí, está en el futuro, es una condición: llega un momento en que hay que casarse y da igual que no creáis en esto y en lo otro y os parezca que eso del matrimonio es una ceremonia, da igual, no importa. Lo importante es que es una cosa más que hay que hacer y que está en el futuro, y que después hay que preocuparse de unos niños y después pensar en los posibles cambios de residencia y colocación, que entretienen mucho, y después en los planes de jubilación que la banca os proporciona para que os aseguréis la última parte del camino tranquila y podáis disfrutar así con futuros sucesivos que ocultan, al mismo tiempo que revelan, la verdadera condición del Futuro: esa muerte verdadera de la que estoy hablando.
   El mundo desarrollado aspira a que las poblaciones no sean más que masas de individuos, cada uno íntegramente reaccionario, es decir, conforme con el estado y el capital que lo rige. Se confía por lo menos por la parte de arriba que cada uno sea necesariamente reaccionario, es decir temeroso de su futuro, preparador de su futuro. Se confía, por desgracia, con buen fundamento en que al menos la parte superior de cada uno, la visible, tenga esa condición. Gracias a esto confían en que las votaciones de la mayoría sean siempre reaccionarias y conformes. Lo practican una y otra vez: están seguros de que el procedimiento va a darles lo que esperaban. Y así funciona la cosa, así forman estas masas: cuando no es a través de las instituciones de educación directamente, es por los otros medios culturales, la televisión a la cabeza. Así se consigue que nunca pase nada para que siga esta Paz. Esta Paz que consiste en la inmovilidad, la inmovilidad recubierta de movimiento acelerado: se mueven pero están quietos. Es como la flecha de Zenón: justamente consigue no poder arrancar nunca gracias a estar moviéndose constantemente y tropezándose con la imposibilidad del movimiento. Ésta es la condición metafísica. Esta conversión de la vida en Historia implica al mismo tiempo la conversión de la gente en puras masas de individuos. No puedo esplicaros mucho cómo lo uno implica lo otro. Arreglaros para ligar las dos cosas. Pero no creo que sea difícil descubrirlo: lo uno va con lo otro y un individuo quiere decir alguien entregado enteramente a su futuro, perfectamente costituido por su muerte.
    Eso quiere decir mucho: se le enseñan falsificaciones individuales que corresponden al poder. Se le enseña a creer que aquello que es una aspiración a futuro, es un deseo. Que aquello que es un llenamiento del tiempo vacío es un placer. Que esa historia que le hacen pasar es una vida. Por desgracia el engaño es eficaz en el nivel individual. Raro es el que es capaz de dar voz y decir: “Yo distingo entre matar el tiempo y divertirme y pasármelo bien de verdad. Yo no estoy dispuesto a decir que me lo he pasado bien tirándome tres horas delante de la pequeña pantalla, ni que me lo he pasado bien aguantando en la discoteca hasta las cuatro o las cinco de la mañana en esa competición de ver quién aguanta más bebiendo coca con ginebra. No puedo, no me consiento una vez más decir que me lo he pasado bien. He estado matando el tiempo, he estado eliminando una noche con trabajo penosamente. He estado sufriendo delante de la pequeña pantalla también. Me he estado aburriendo con esta condición, me he estado aburriendo sin darme cuenta que me aburría. La forma de aburrimiento más trágica y terrible: aburrirse sin darse cuenta.” Es raro que alguien pueda desde abajo lanzar esta distinción y decir “yo todavía sé, creo que sé, siento por lo menos qué es eso de vivir y sé que esto no lo es.” Es raro, y de vez en cuando, y gracias a que no estamos bien costituidos del todo cada uno como individuo, algo de esto brota, algo de esto se siente.
    Es a esa mala costitución de cada uno de vosotros a la que estoy apelando aquí. No sé si os habéis dado cuenta. Sólo a vuestra mala costitución. Si yo pensara que estáis perfectamente costituidos, como cada vez están mejor costituidos los ejecutivos, según se trepa por la pirámide, si yo pensara en eso, ni siquiera me hubiera molestado a venir aquí a hablar con vosotros. Confío en vuestra relativa mala costitución: no estáis todavía convencidos de este truco, no estáis convencidos de que “placer” sea eso, no estáis, por lo tanto, convencidos de que a esta Paz merezca la pena llamarla “paz”. Estáis dispuestos a percibir, tal vez de una manera que alguien llamaría intuitiva, pero dispuestos por tanto a formularlo después y razonarlo, que ésta es la “guerra”. Que esto que estoy describiendo es la “guerra”.

¿Agustín García Calvo? Charla ofrecida en la Universidad de Barcelona el  8 de marzo de 1992. Transcrito por Ernesto Sánchez-Pascualada de Har. La charla entera: Contra la Paz


miércoles, 20 de abril de 2016

Del magnífico drama escrito en el exilio de Don Miguel de Unamuno, EL OTRO

Finca Mallorquina 1925 
Anglada Camarasa


Pero es que es tan aconsejable para no traicionar lo vivo, que nunca puede ser un instante, como se dejaban decir otras fórmulas, con aquello de “no traicionar el instante” (porque cuando vas a decirlo ese instante ha pasado, y ese mal nombrado “istante” que no es más que “ahora”, que cuando lo dices ya no es “a h o r a”), tener en la memoria ese recuerdo vivo de palabras queridas, veladas siempre aquí, nunca muertas, para cuando haga falta sacarlas del hondo sueño o olvido, y cambiarlas, retocarlas, revivirlas, como tenerlas metidas dentro del tiempo de la representación como le  pasaría a cualquier obra de teatro, o cuento o novela dialogada donde haya atisbos de que ahí pasa un tiempo, el tiempo de lo representado. Por eso nos las traemos estas palabras amadas, sin olvidar que representarlas bien, a cada cosa a su tiempo, cosa por cosa, es tan importante como tenerlas en la memoria y sacarlas en el momento justo. 



“Las gentes temen tanto quedarse a solas con uno a quien tienen por loco, siempre peligroso, como temen entrar a solas en un camposanto. Un loco, creen, es como un muerto. Y tienen razón, porque un loco lleva dentro de sí mismo a un muerto…”


OTRO.- Un espejo y una llave no pueden estar juntos…
(Rompiéndolo y tirándolo).
ERNESTO.- Vamos, sigue, que me...
OTRO.- No temas. Me vi entrar como si me hubiese desprendido de un espejo, y me vi sentarme, donde tú estás...No te palpes, no; no estás soñando eres tú, tú mismo…Me vi entrar, y el otro…yo…se puso como estoy, como estás  (ERNESTO cambia de postura). Y se me quedó mirando a los ojos y mirándose en mis ojos. (ERNESTO, inquieto, baja la vista). Y entonces sentí que se me derretía la conciencia, el alma; que empezaba a vivir, o mejor a desvivir, hacia atrás, a redrotiempo, como en una película que se haga correr al revés. Empecé a vivir hacia atrás, hacia el pasado, a reculones, arredrándome… Y desfiló mi vida y volví a tener veinte años, y diez, y cinco, y me hice niño, ¡niño!, y cuando sentía en mis santos labios infantiles el gusto de la santa leche materna…, desnací, me morí… Me morí al llegar a cuando nací, a cuando nacimos…
ERNESTO.- (Intentando levantarse) ¡Descansa!
OTRO.- ¿Descansar?¿Descansar yo ya?¿Pero no me decías que me descargase? ¿Y cómo quieres que descanse sin descargo? No, no te levantes…, vuelve a sentarte y …guarda la llave. Estoy inerme. ¿O es que te duele lo del espejito?
ERNESTO.- Es que…
OTRO.- Sí, es que es peligroso hallarse encerrado con un loco, con un muerto, ¿no es eso? Pero oye…
ERNESTO.- Acaba, pues…
OTRO.- Al rato me fue retornado la conciencia, resucité; pero sentado ahí, donde tú estás, y aquí, donde estoy, estaba mi cadáver…, aquí, aquí…está! ¡Yo soy el cadáver, yo soy el muerto! Aquí estaba…, lívido… ( Se tapa los ojos). ¡Aún me veo! Aquí estaba, lívido, mirándome con sus ojos muertos, con sus ojos de eternidad, con sus ojos en que se quedó, como en trágica placa, la escena de mi muerte…Y para siempre, para siempre…
ERNESTO.- ¡Pero descansa, hombre, descansa!
OTRO.- ¡Ah!, no, ya no podré descansar nunca,…, nunca…, ni muerto, lo cogí y –¡cómo pesaba!, ¡cómo pesa!- lo bajé ahí, a una bodega, y allí lo encerré y allí lo tengo encerrado…
ERNESTO.- Bueno…
OTRO.- ¡No hay bueno que valga! ¡Porque ahora mismo te vas a venir conmigo, a la bodega, a que te enseñe el cadáver del otro, del que se me murió aquí!… Ahí abajo está, a oscuras, muriéndose a oscuras…


(…la continuación de la trama hay que leerla en la novela..)



jueves, 18 de febrero de 2016

LENGUA NO TIENE SEXO.



LA LENGUA NO TIENE SEXO

     Sí, eso: la rebelión de las mujeres, que debía ser la primera y germen de todas (con el sometimiento de las mujeres se erige el Poder y la Historia empieza; la primera división de Clases es la de los Sexos), ha sufrido el mismo descarrío que las otras y si­guientes, de burgueses, de proletarios, de pueblos coloniales: que, en vez de alzarse contra el Señor (en este caso, el Hombre, representado por el Sexo Dominante), en vez de ir a deshacer el Poder, a ver qué otra cosa se inventaba por acá abajo, se ha dedi­cado a reclamar la participación en el Poder, la igualdad con los Señores, el derecho a seguir haciendo (Trabajo, Familia, Justicia y demás) las mismas pifias que ellos han hecho a lo largo de la Historia, a colaborar así en la perpetuación de la falsa Realidad, en la falsificación y dominación de lo que nos quedara de mujer, de sentido común y sentimientos.
Y, en consecuencia, las proclamas feministas (reclamaciones de igualdad de derechos, tesis socio-culturales y demás, que vie­nen cada día a engrosar la balumba de Literatura para el engaño, y lo mismo si proceden de pluma o boca de hombres que de mujeres: ¿no somos iguales todos?) siguen repitiendo las equivo­caciones y monsergas que eran ya viejas (y tan falsas como aho-ra) hace 40 o 50 años, cuando estaba el Dinero estableciendo en la Democracia Desarrollada su Régimen más propio.
     De esas equivocaciones, la más triste es aquélla de cuando lo/as feministo/as se vuelven contra el lenguaje, y, fijándose en algunos hechos de vocabulario (zona del lenguaje tan superficial que apenas es ya lenguaje, sino cultura y realidad; pero ¿en qué se iban a fijar?: lo superficial es lo cercano a la conciencia y los manejos personales, y a lo hondo y de veras del lenguaje, a la máquina subcosciente, común y no personal, a eso no llegan ni pueden verlo ellos, ni tampoco el Estado ni la Banca ni la Aca­demia), confunden esas cositas de diccionario con el lenguaje y declaran que el lenguaje es machista o patriarcal o masculino; mientras que, en cambio, respetan y acatan la Cultura y la Políti­ca y la Economía (que son todas machistas y patriarcales y mas­culinas), seguro que porque tienen nombre de mujer.
     Porque es que se fijan también en eso, poco menos superfi­cial, que tienen algunas lenguas en uso para la clasificación del vocabulario, eso del Género gramatical, y confunden tranquila­mente (cayendo en la insidia que ya los términos de la Gramáti­ca escolar les preparaba, al llamar a los Géneros Masculino y Fe­menino) el Género con el Sexo, como quien dice el culo con las témporas: el Género, que es de las palabras, no real, sino gra­matical, con el Sexo, que es, natural como pretesto, social en rea­lidad, de las Personas y su división en Clases.
    No atienden siquiera a que eso del Género Masculino/Fe­menino es algo idiomático, que muchas lenguas no conocen (y no por eso han de ser menos machistas las tribus correspondien­tes), no sólo de las estrañas y primitivas, sino el inglés mismo, que lo tiene reducido a los Personales de 3a de Singular, he/she, him/her, his/her, y se acabó. ¿Cómo se arreglarán los feministas de habla inglesa para reclamar contra el lenguaje? Que lo harán, sin duda, porque la equivocación es harto necesaria para el en­gaño de pueblo y mujeres en todo el Estado del Bienestar.
   Ni se dan cuenta, aun dentro de esta pequeña oficina de nuestra lengua, de cuántas utilidades diversas tiene la oposición de Género, por ejemplo, para distinguir calderos y calderas, los pozos de las pozas, los hoyos de las hoyas, sacos y sacas, castaños y castañas, el grito y la grita, el calor y la calor, cuando se distinguen, y desde luego sin relación ninguna con el Sexo.
Ni sé siquiera cuál es la doctrina ortodoxa ante el problema de si a una mujer es más feminista llamarla catedrático que cate­drática, doctor que doctora, juez que jueza, poeta que poetisa, o si viceversa.
   Mas no digamos si el pleito pasa a los irracionales: ¡qué re­vueltas (masculinas esta vez) contra el lenguaje no se estarán montando entre las zorras y las ranas y las moscas y las ballenas y las jirafas y las panteras!
No: la lengua no tiene sexo (si alguien toma la anfibología de la fórmula por lo lascivo, buen provecho le haga), y para verlo basta con no confundir la lengua con las jergas de la Cultura, de políticos, filósofos, literatos.
    Lo triste de la equivocación está en que, al revolverse las mujeres engañadas contra el lenguaje, lo que hacen es perder, para la rebelión contra el Poder, el sitio en que vive el pueblo, lo solo gratuito que a los humanos se les da, que no distingue de clases sexuales ni de ninguna clase.
   Pero, si a alguien le pica aún la curiosidad por eso del Géne­ro gramatical, no quiero tampoco ponerme imperioso y negar que algo tendrá que ver con la división en Sexos de la Sociedad. Eso es lo que, si me dejan, les contaré otro día.

Agustín García Calvo.

jueves, 4 de febrero de 2016

Contra el suicidio, con las cosas...




Lo mortal de esta ‘Vida’ es defenderla, traicionarla al hablar, que tú la sepas.


¡Qué palabrejos…, sobre los que cae tan gran conocimiento!
.

“Algo tiene que haber”, desconocido: no hace falta morirse, para sentirlo.

Para sentirlo...,
me hace falta tan sólo,
no ser el mismo.
.


Yo no me mato, que la muerte la llevo siempre arrastrando: mucho la cargo.


Y no les miento,
tiene gran gentileza
irse muriendo.
 .



Qué lacra que esto del hablar sea sólo para defender la vida, a tal punto que se defienda también el derecho de su muerte.

Hasta con el suicidio, triunfa el alma, lo que todavía no sabemos es a qué precio (de algo que quede por ahí de vida desconocida).

La palabras en cuanto son las que son: la muerte, muerte; y la vida, vida sin entremezclarse ni bailar como esta en copla, de Isabel Escudero: Se abre el capullo / tan de sorpresa; / ya la rosa a morir / despierta, algo que sin el juego necesario y vital para la gracia de la vida, es muerte.

Era en lo perdido de no saber qué era la vida, qué era mi deseo, donde podíamos encontrar algo verdadero, en la pura negación.

Contra la muerte, deshacerse en las cosas.

Que uno se haga idea de la muerte, y de la vida es ya matador, y no necesitamos de genocidios para que nos lo demuestren. Los genocidios y la ideas andan de la mano. No nos hace falta de estas exageradas expresiones de la vida para que nos expliquen ellas que era la muerte. No nos hace falta.

Se hacen una idea de la muerte. Se creen que saben lo que hacen. Se cree uno que maneja su muerte a voluntad. Y así se cumple la empresa por planeamiento y realización, como las demás empresas.

Es una aberración creer que la muerte es manejable. Este engaño es especialmente conmovedor en estos casos. Para manejar la muerte es preciso saber qué es.

Aquí se trata de la muerte verdadera, la de uno mismo. Este engaño revela todo el engaño general respecto a la creencia en voluntad propia, decisión, saber y ciencia.

Igual que puede creer uno que puede igual se le puede vender su propia muerte, como solución o lo que sea, pero como acto voluntario.

Que se meta en los corazones esta idea está en relación con la aparición de las muertes contadas en números, las muertes contadas en los Medios (v. La de los autos por ejemplo).

Cuando se nos acostumbra a considerar y hacerse ideas de las muertes así, y como cada uno es un elemento de ese conjunto, entonces la muerte de cada uno se contagia de esas muertes contadas y así se puede llegar a eso de creer (no sentir) que se sabe lo que es la muerte, la mía.

Ilusiones. Ilusiones indispensables para el buen manejo de las Almas por Capital y Estado. El suicidio es una cuestión política, no moral. La muerte de uno, es una muerte pública, una cuestión política.

La realización imposible del deseo. La manifestación extrema de la voluntad con su eliminación a costa del "cuerpo", pobrecillo!. Ahí se ve que estaban en guerra!

...

COMPARACIÓN CON EL CASO DEL SUICIDIO EN GENERAL.- LA QUEMA DE LA PERSONA COMO REVELACIÓN DE LA MODALIDAD INCENDIARIA DE DIOS Y DEL ESTADO.


Se trata en último término, desde luego, del mismo movimiento contradictorio con que tan lúcidamente se describe el suicidio en los versos de Lucrecio como un movimiento de huída hacia aquello de lo que huyo
 
 “Y aun a menudo a tal punto, por miedo a la muerte, a la vida 
odio le cogen tal y a ver la luz los humanos 
que ellos mismos se dan con amargo pecho la muerte, 
ya olvidados que fuente a sus cuitas era ese miedo”, 


sólo que además aquí era el miedo a la Muerte comunal y pública lo que se manifestaba como imposibilidad de la vida individual; y mi propia incapacidad de soportar el crimen del Estado Me declara solidario con el Estado y responsable de su crimen: juez, acusador, verdugo y reo todo en uno; víctima y sacerdote y divinidad también. Pero, en todo caso, es esta modalidad de ser caótica y llameante que hoy el Mundo parece tomar para sustentarse la que se revela en el caos del Alma más consciente y en la quema del propio cuerpo. Y aun puede decirse que todo suicidio tiene algo del de Eróstrato, y que el muchacho que se abrasa en la plaza pública puede abrasar su cuerpo (que para eso es suyo, el pobre), pero no su Nombre o Ser o Alma, que por el contrario sale del incendio entero y renovado como el ave fénix, y el quemarse es sencillamente uno de los modos de que un joven dispone para consolidar su personalidad y, como se dice, realizarse; pero, al quemarse, quema el Templo, y con ello no se nos revela sino la verdad del caos y el incendio universal, que no son más que recursos extremos de confirmación de Dios y del Estado.


Del Comunicado Urgente Contra el Despilfarro,
este anónimo libro, sacamos esta nota.