miércoles, 18 de diciembre de 2013

“Las mujeres, como las cosas, o las tienes, o las gozas”

“Las mujeres, como las cosas, o las tienes, o las gozas”



 Bueno, pues aunque nos parezca que no, de momento, a eso iba lo último que el otro día sacábamos, y con lo que se cortó la tertulia: recordáis que veníamos ya en las dos últimas tertulias dándole vueltas a eso de la identidad y la diferencia, y tratando de descubrir las posibilidades de que la oposición entre identidad y diferencia se anule, que nos quedemos indiferentes a lo uno y a lo otro juntamente, como siendo lo mismo, y dejándonos reducirse a su confusión.  A propósito de esto se me ocurrió a última hora traeros el dicho, refrán, que había recogido días antes, cuando estaba en una especie de mitin con los libertarios de Lorca, en Murcia: aquel dicho que me dijo alguno “las mujeres, como las cosas, o las tienes, o las gozas”.  Eso, sin tiempo ya para discutirlo, lo dejamos.  Pues esto es lo que tiene que ver con la cuestión de las posibilidades contra el Poder.  Conviene acostumbrarse a dar el salto de lo más inmediato a lo más astracto, y si no, no hacemos nada.

El dicho, sobre el que vuelvo ahora, evidentemente, tal como está formulado, es un dicho de hombre, se le ha ocurrido a hombres, puesto que habla de mujeres, entre las cosas.  Es un dicho de hombres, y esto podría ser un inconveniente para que lo tomáramos como verdaderamente popular, verdaderamente anónimo, verdaderamente nacido de eso de el pueblo-que-no-existe: en el pueblo-que-no-existe no hay sexos, por ejemplo, ni otras divisiones por el estilo.  Pero no importa: evidentemente es, como suelen ser los refranes y los dichos, algo nacido entre los avatares de la Realidad; nacido por bocas de hombres, pero desengañado; desengañado respecto a cualesquiera de las cosas que se imponen o venden, en contra de lo que se hace creer, que es justamente el casamiento, la convivencia, de ‘tener’ con ‘gozar’, y cosas por el estilo, y en ese sentido, creo que no importa que esté formulado como por boca de hombre.   ¡Qué se le va a hacer!, está dicho en una lengua real, en un idioma, pero supongo que el desengaño que encierra vale igual para hombres que para mujeres, porque viene de más hondo de la diferencia entre sexos, y eso es lo que aquí nos importa: las cosas, las mujeres como las cosas, o las tienes, o las gozas; o la tienes, o la gozas.

Ahora os dejaré correr la voz enseguida, para que me digáis todavía hasta qué punto sentís como verdaderamente venido de abajo, popular, este dicho, y revelador de las cosas que aquí nos traemos.  Pero conviene que nos fijemos en que, en principio, se trata de que la Realidad, la existencia, está costituída precisamente por esa confusión: la compatibilidad entre ‘tener’, y lo otro, a lo que el dicho alude como ‘gozar’, vaya usté a saber quién.  Está hecha sobre esa confusión, es necesaria la confusión para el sostenimiento de cualquier Istitución de las que nos oprimen o nos matan, ¿no?  En el tener se implica, como recordáis, primero, que uno tiene, es decir, que uno es posesor, que tiene condiciones para poseer: es la asimetría entre el elemento activo y el pasivo, el que posee, y lo poseído.   Cualquier cosa que sea lo poseído, sean mujeres, o sean cosas de otra clase, queda en el otro lado: uno es el posesor, el que tiene.

Y luego, así indirectamente, uno se declara con ello un servidor del Poder, porque a ver quién le ha dado a uno esa facultad de poseer, de tener, si no es precisamente desde Arriba: Dios, la Ley, lo que sea.  No hay otra manera de posesión.  O si alguno de vosotros cree que hay alguna compatibilidad entre la sin ley, el goce, y la posesión, que lo diga, que yo por supuesto tranquilamente os digo que no hay tal compatibilidad, que no hay más posesión que la ordenada por la Ley; que la noción misma de ‘poseer’, sin la Ley, pierde todo sentido.  Sólo se sostiene precisamente gracias a eso, de forma que no tenemos que estrañarnos demasiado de que después lo que la desgraciada Historia de la Humanidad revela, es el progreso de esta colaboración entre el Poder, Estado, Capital (con las leyes que dicta, y con la manera en que reparte los terrenos, y las herencias, y los capitales), y los sujetos, hombres, o mujeres.  Los sujetos personales, que se declaran posesores, y que por tanto participan así: obedeciendo a la Ley, ganan Poder; cada uno, sometiéndose a esa Ley, gana Poder, y no hay otra manera de adquisición, de posesión, más que esa.  De manera que eso es lo que importa.

Lo que se le contrapone, “o la gozas”, bueno, ¡qué se le va a hacer!, está dicho en un idioma, y ninguna palabra de un idioma puede ser todo lo buena, clara, precisa, que debía.  El goce está sometido a toda clase de perversiones teóricas y prácticas juntamente, que hacen que se tome una vez más por goce lo que no era, pero la intención del dicho se revela clara cuando se contrapone al tener: lo que se declara es ésa contraposición, y por tanto lo importante del dicho es la disyuntiva cerrada, el “o........o...”.  El “o........o...”, eso es lo importante, es decir, una negación implícita a la confusión y a la compatibilidad entre lo uno y lo otro.  Efectivamente, esto se da: el posesor se sabe quién; justamente es quien, es alguien, porque tiene dinero, porque tiene esclavos; porque tiene, por eso es alguien.  Uno normalmente, si no tiene dinero en el bolsillo, o en la cartera, no sabe quién es, pierde inmediatamente la identidad, por ejemplo, de manera que lo uno va con lo otro.  En cambio, el que goza, o gozaría, o gozase, o pudiera gozar, ése no es ningún sujeto al que podamos agarrar; ése, en cuanto justamente se sale de las leyes de la posesión, empieza a no ser nadie; a no ser nadie de quien se pueda decir que hace esto, o que le pasa lo otro.

Esa es la contraposición, y tan honda está como el “o........o...” del dicho lo indica: “o la tienes, o la gozas”, sin ninguna posibilidad intermedia.   Si de esto os queda alguna duda, ya me lo diréis.  En todo caso, aquí encontramos lo que podemos dar por ley general de la Dominación entre los humanos, que es justamente la ley del sustituto; la ley del sustituto, que consiste justamente en tomar lo uno por lo otro.  Por ejemplo, tomar la posesión por goce.  Y la posesión no hace falta que sea de una mujer: puede ser de dinero, de tal forma que en efecto, la adquisición de dinero, el ver subir en la pantalla las cifras de las acciones de uno en la Bolsa, le produzca una especie de sursum corda, es decir, como una satisfacción y un placer increíbles, ¿no?  Ésa es la confusión, y ésa es la Ley: es la ley del sustituto. 



¿Agustín García Calvo?
 Ateneo de Madrid.
Tertulia política nº 179.
27 de Mayo de 2009.

No hay comentarios:

Publicar un comentario