miércoles, 18 de diciembre de 2013

'¡Gloria al recién nacido!'




'¡Gloria al recién nacido!'

 'Incipe, parve puer, risu cognoscere matrem, 

 matri longa decem tulerunt fastidia menses'. 



   'Lo normal, en las apariciones de Dios, o del Rey del Mundo, entre los hombres, es que aligual que todos los demás niños, en su nacimiento llore, si es que a ese vagido se le debe llamar ‘llanto’. Así, de la manera más florida, nos lo contaban del nacimiento del Niño Divino en Creta (el futuro Zeus, pero ahora todavía no), que en torno de la gruta de los Coribantes habían de danzar entrechocando armas para esconder con el estrépito sus llantos, no fuese a oírlo el viejo Crono y se lo comiera.

Pero que un nene chico, un bebé apenas en la cuna, se sonría, eso es algo tan inesperado, sorprendente, tan contra natura del Poder y su Realidad, que, si aluna vezaparece, sea en los vagos recuerdos resonando del MU de antes de la Historia, sea en la poca poesía que luego se atreva a repetirlo, ya parece que está sucediendo de verdad algo; porque se suponía que eso de reír, y menos aún sonreír, no podía darse más que en quien hablaba, y que hablaba ya en la lengua de su pueblo

Y sin embargo, aparece esa sonrisa de cuando en cuando, a través de la sucia tinta de Registro Civil y Prensa y Literatura. Les recuerdo a los lectores los últimos versos de la Bucólica IV de Virgilio, tan espinosos de entender que han producido a lo largo de estos siglos, entre las montañas de literatura que a toda la égloga le han caído encima, una disputa de interpretaciones que no acaba de aquietarse nunca sobre de quién es y a quién va y cómo el risus o sonrisa que en ellos aparece. *1


Se acuerda el lector al menos de que se trata, también aquí, del nacimiento de un nuevo Rey del Mundo, con el que, acabados guerras, trabajos y comercios, se vuelve a poder vivir de veras en la tierra, sin que nos importen aquí las cuentas de hermeneutas al servicio, que querían identificarlo o con un niño Augusto o con el Jesucristo del que luego se apoderó la Iglesia. Lo que aquí importa es que en esos últimos versos, siguiendo la gramática más natural para aquel latín, viene a decir esto:

Empieza ya, niño chico, a reconocer con sonrisa
a madre: a tu madre diez meses trajeron largos hastíos;
ya, niño chico, empieza: al que no le rieron los padres,
a ése ni un dios a su mesa invitó ni una diosa a su lecho.

Y hago aquí gracia de las inepcias y agudezas que sobre esa gramática han caído; la cual parece, en todo caso, exigir que el reconocimiento a la madre, sea una sonrisa del niño; y, si luego se siente contradicción en que el sonreír sea de los padres, ¿qué pasa, doctos varones?:entre otras cosas, es en latín corriente que de las cosas que le gustan o le dan alegría a uno se diga que le ríen o le sonríen ; y así aquí, el que al niño le toquen unos padres tan buenos y amables que le hagan contra natura sonreírse en la cunita, será la condición insólita de que pueda él luego jugar con la vida de los dioses y las diosas, ¿no? Y, al fin, que Virgilio mismo estuviera más o menos seguro de lo que quería decir ¿qué diablos importa? Alguien estaba por bajo de él diciendo lo que debía.

La sonrisa así, en un crío sin habla, pero que lleva en sí la palabra misma, es el primer asomo de la razón: un reírse de la realidad que lo recibe; que implica, claro, sonreírse de sí mismo y de su aventura en este mundo: pues no hay risa de de veras que no florezca del reírse de uno mismo. Por eso es que, en el «Gloria» del nacimiento que sonaba por muchos pueblos y que les oí a Antonio Mairena y a los Toronjos, pero que no se sabían más que tres coplas y hubo que ir dejando rebrotar las que faltaban, después de que el mesonero niega posada al anciano pobre y la mujer encinta, y se acogen por detrás en la cuadra, y que nace el niño, y al alba de la misma noche llega una centuria de romanos y le ocupa al mesonero desesperado toda la posada para aposento de los soldados del César, al sentir por arriba botas y voces latinas, el niño en el pesebre / de pronto se sonríe. Algo pronto, cierto, sin esperar siquiera a los 12 días y los Reyes, con que los imagineros, también imposiblemente, lo hacen sonreírse.

Quien se pregunte de qué se ríe el niño o quién es él para reírse del mundo, tampoco va a entender lo que pasaba, ni esa noche ni este año que le cuentan que está viviendo.

*1. Incipe, parve puer, risu cognoscere matrem
,matri longa decem tulerunt fastidia menses.
Incipe, parve puer, cui non risere parentes,
nec deus hunc mensa, dea nec dignata cubili est.

Los caminos inciertos,
con nieve y viento frío,
camina un pobre anciano
muy triste y afligido.

¡Gloria!

En una mula trae
una mujer encinta
que en medio del viaje
le aprietan ya los días.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!

Han llegado a un mesón,
han pedido posada,
y el mesonero ingrato
iba y se la negaba.

¡Gloria!

Si traes la bolsa llena
toda la casa es tuya,
pero si no la traes,
no hay posada ninguna.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!

Por detrás del mesón
sin tranco está la cuadra.
Allí se han acogido
del muerdo de la escarcha.

¡Gloria!

A un lado había un buey,
del otro está la mula,
en medio de la noche
vino la criatura.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!


La cuna se la han hecho
con paja en un pesebre.
Las bestias con sus cuerpos
lo tienen bien caliente.

¡Gloria!

Al filo de la aurora
al mesón han llamado
a golpes de espingarda
centuria de romanos.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!

En nombre del Señor
la casa se te toma.
Ya estás desalojando,
cuartel para la tropa.

¡Gloria!

Suplica el mesonero
con las manos arriba:
“¡No me toméis la casa
que me buscáis la ruina!”

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!

El centurión responde:
“Es la ley de la guerra.
Aquí han de aposentarse
los soldados del Cesar.”

¡Gloria!

Ya suena la posada
de botas y latines,
el niño en el pesebre
de pronto se sonríe.

¡Gloria!
Y a su bendita madre
¡Victoria!
¡Gloria al recién nacido!

¡Gloria!'

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