¡Para aquellos que nos faltan!
Dedicado,
desde la tristeza más grande y profunda, a la memoria siempreviva del
Príncipe Galín de Galicia, Juan Manuel Marí Solera, y no a su muerte,
porque más o menos de alguna manera no hay quién pueda morir de verdad, como suelen noticiar los periódicos, que bien pronto noticias de su muerte, y a Mario
Gómez del Estal, que acaba hace muy poco también de fallecer. Seres tan
estraordinarios y amigos de cantes, compañeros de miles de tertulias en el Ateneneo de Madrid,
durante muchos años. Pérdidas que no podemos de ninguna manera creer...
Por ellas! y por el recuerdo de Agustín, que no morirá jamás, y de
tantos abuelos rebeldes, que siguen y han seguido en esta provocadora,
insolente y algo pervertida Tertulia, que han seguido en la lucha y la continúan.
LX
Cuántas veces por esta
escalera he subido
pensando en encontrarte
a la puerta del cuarto
en la sombra tardía
que estabas esperándome
y que <<Hola>> decías <<Ya ves, he venido.
¿Qué tal vas? Buenas
tardes>>
o al menos clavada en la puerta
una hoja
<<He estado aquí.
¿Qué haces?
Te espero a las nueve en
la bar de la esquina.
Abrazos. No me
faltes>>,
y hasta abría con tiento
la puerta, si acaso
por debajo lo dejaste
tu recado; y al dar
todavía la luz
¿habré de confesarte
que mirado mil veces
nacer de la sombras
aquel baúl, el catre
dormido, el perchero
vacío, el espejo
que a mí me ve mirarme?;
y eso era imposible, que
¿cómo podías
haber entrado? Aunque
puede ser que tú sepas
vencer las paredes
y obstáculos legales.
Pero el caso es que no,
nada nunca ha pasado,
si no lo que se sabe
que jamás podrá ser lo que en vano se espera
que inesperado pase;
nada había jamás, nada
dentro ni fuera.
Oh nada, que era nadie.
Y si acaso venía alguno
y dejaba
algún recado alguien,
ese nunca eras tú, era
otro cualquiera
que no eras tú, que casi
se le odiaba de haberme fingido
llenarlo
vacío de tu carne;
y si uno un momento se
te parecía
( un poco : no te
enfades ),
peor era, peor : que tu
sombra temblaba
herida allí en aire,
para al fin resultar que
tampoco eras tú
sino equívoco frágil :
¿cómo iba a ser tú, si
era otro, y tú solo eres
tú solo, y sólo cabe
decir que eres tú, que
tú eres... no, nada :
¿qué nombre voy a darte?
Sólo sé que no eras ni
ése ni el otro,
que no eres nunca nadie.
Pero dime quién eres.
Acaso si un día
aquí te presentases,
¿te reconocería? ¿Sabría
que eras
tú? Tanto que tardaste,
casi ya me olvido cómo
eras de alto,
cómo tus ojos, cuáles
de tu mano los vuelos
hablando, tus pechos
si chicos o si grandes,
si tu voz suena ronca o
si clara, tus labios
abiertos como saben,
sino sólo que saben a
ti. Pero tú
¿quién eres? Sé que
antes
lo sabía, que alguna vez
supe quién eras,
que hasta he sabido
hablarte
por tu nombre y decirte
<<Mi prenda, tesoro,
mi rey, mis
capitales>>;
pero ya de tal modo la
niebla me borra
las redes de las calles
que hasta aquel mi saber
de quién eras ahora
a sueño vano sabe;
tan sólo me queda el
pobre y claro
saber de quién y cuáles
no son tú y tú no eres,
saber trasparente
como un espejo al que
el que había detrás le
había raído el azogue
por ver al de delante,
y tan limpio quedó que
sin duda se queda
cristal o sólo el aire
dividiéndolo al uno del
otro, de modo
que no haya ambigüedades
y que no confundamos a éste con ése.
Y estoy casi en trance
como aquel de aquel
niño, que bien lo recuerdo :
¡ si no lo recordase! :
doce años tenía, ya iba
por poco
más alto que su padre;
se quedaba en su cuarto
de pronto callando
allá al mediar la tarde;
se quedaba pensando
<< No sé qué me pasa,
como un deseo grande
de una cosa que falta, y
no sé de qué cosa
deseo >>. En los
vitrales
se agriaba el día,
sonaba en la sala
el péndulo; y dudándose,
él salía al pasillo,
diciéndose << Sed.
Un vaso de agua
grande>>;
y del grifo llenaba un vaso de agua
más clara que una frase
de su libro de Lógica, y
se la bebía,
agua que no se sabe
si la sed le quitó, si
era sed o si era …
¿cómo querrá llamarse?
Pues así yo ahora no sé
ni tu nombre,
tu cara ni tu talle,
sino sólo al venir y
sentir tu vacío
el corazón llenarme,
que me digo << Es amor, el amor que >> me
digo
<< ha entrado a
visitarme,
el amor de ti solo, el
amor de ti mismo >> ;
pero es hablar de balde
:
yo ¿qué sé lo qué
quieren decir las palabras,
prosodias y sintaxis,
y ese amor que quizá
sólo es una falta
de amor que se me abre
en la quiebra y mitad de
la esencia de mí?
Porque además, ¿quién
sabe
lo que quiere decir ese
nombre, ‘Tú’, ‘Tú’,
que a todos se reparte
a fin de que nadie le
tenga por suyo
y tú no seas nadie?
Pues lo mismo que Tú se
llamaba lo vemos
llamarse Yo al istante;
conque a fin, yo no soy
tú, eres yo. O mejor,
a ti he de preguntarte :
<< ¿ Es que yo eres tú ? ¿ Es que tú soy yo ?
>> ;
responde, no te calles;
¿ o tendré que venir de
mí mismo yo solo
al fin a enamorarme ?
Mírame, al fin y al
cabo, no soy tan feo,
más bien gentil y
amable;
no se vive conmigo tan
mal: he juntado
en mi baúl bastantes
provisiones de nueces,
de vino y de libros,
para pasar las tardes
en la cama tumbados, por
la claraboya
viendo el cielo
apagarse.
¿ No querrás compartir
lo que tengo? ¿ No puede
ni dársele algo a
alguien ?
Pero es noche caída; el
espejo se borra
y no responde nadie.
Por lo menos ¿ me oyes
? ¿ Sonríe tu sombra
en el desierto aire ?
Puede ser que tú seas no
más teoría
para intelectuales;
pero aquí estoy solo en
mi cuarto, y tu falta
¡Cómo es real y grande!
Agustín García Calvo.
Canciones y Soliloquios. Pág. 117
Notar, en este maravilloso Soliloquio de
Agustín, que lo que hace aquí, es un diálogo que no puede más que estar perdiéndose en lo sin
fin, << que no puede tener un fin >>, y de hecho podrían ser miles
y miles de versos más, y poco de mucho, o mucho de nada, cambiaría la demostración que nos quiere hacer
sentir, seguiría su vigencia igual, si uno la siente bien. Si uno siente bien esa perdición a dónde le
lleva la misma pregunta de: “¿quién tú?”, “¿quién yo?”,”¿dónde sus amores?”, “¿a dónde
aquellos deseos?”, que nos lleva inevitablemente al camino de su falta, y al
preguntarse por ella, “¿quién era ella?”. Y no pudiendo llegar a contestarse ni
razón ni sentimiento, por el abismo al que se asoma, que no puede de dejar
de estar cayendose en él esa pregunta, nos descubre la no doma de un sentir desmandado.
Era la domesticación de esas preguntas sin fin las que han inventado el Tiempo.
Era sentir que eso del Tiempo no era más que una Ideación finita de los
sentimientos, que cualquiera, desde uno más suelto, hasta lo más educado,
podía descubrir. Os dejo unas palabras muy clarificadoras de Isabel Escudero * (, en
su libro “Digo Yo” , en el ensayo “Una Utopía para el Siglo XXI”: “Estamos
siempre << cayéndonos del presente>>, cayéndonos del ahora,
en el pozo del sinfín. Sobre todo se nos presentó siempre la cuestión de la Utopía
en su conexión con el Futuro". "Si observamos en el ensueño de nuestras utopías
sentimentales, nuestras añoranzas se alimentan también de algún rastro de
pasado incierto, de algún recuerdo no histórico, que vuelve vivo una y otra
vez, y cada vez más vivo cuanto más lejano y perdido. Cuando nos invaden
las ensoñaciones sobre algo deseado y, al parecer todavía no sucedido, la cosa
se presenta como empujada desde atrás, como un recuerdo desplazado hacia
delante –de alguien que soy yo y no soy yo al mismo tiempo– y que se vive como
un <<pasado porvenir>> en vez de cómo un futuro, de tal suerte que,
a veces, en el lenguaje poético se dicen cosas como, por ejemplo: <<
Recuerdo que moriré en París una noche de lluvia >>, y que esta
formulación contradictoria no nos violenta, sino que nos parece lógica y
verdadera, aunque desde luego poco o nada tenga que ver con la Realidad y el
orden del Tiempo”. La falta ha de ser entendida por aquí, como que estamos
hechos en ella, y desde ella tenemos noticias de alguna forma “existencia”, ella, nosotros y alguna clase de tiempo. La falta cae también en ese pozo sin fin, está
siempre volviendo en forma de reviviscencias, no termina de nunca de pasar, como tal vez lo sería un
verdadero tiempo, y no como le acontece al Tiempo, hecho Idea. Ahora, ya no es
ahora. Y no el Tiempo Ideado y ordenado desde Arriba,
que esa sí que es pura no vida, en la que nadie vive.
(*) (Digo yo: Ensayos y cavilaciones). Está digitalizado y colgado en la red. Isabel Escudero Rios, DIGO YO: Ensayos y cavilaciones. Editorial Huerga y Fierro, Madrid, 1997 https://books.google.es/books?id=Di4mT5Bi_kQC&lpg=PP1...
(*) (Digo yo: Ensayos y cavilaciones). Está digitalizado y colgado en la red. Isabel Escudero Rios, DIGO YO: Ensayos y cavilaciones. Editorial Huerga y Fierro, Madrid, 1997 https://books.google.es/books?id=Di4mT5Bi_kQC&lpg=PP1...
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