lunes, 22 de diciembre de 2014

De la Tertulia n. 282 Política del Ateneo de Madrid ¿AGC?


    Quede aquí el recuerdo nunca terminado de uno de los mejores ejemplos que hemos podido sentir en las carnecillas, aquellas y aquellos que alguna vez se pasearon por el Ateneo, no hace mucho de  ná, de lo que pueda dar de sí una verdadera Política del Pueblo, y que, si equivocados llegan hasta aquí, escuchen algo más que no sea lo de siempre: esa política vendida al Dinero y al Nombre, con que os  atiborran, o lo que es lo mismo, esos malos sustititos de ella, de esa verdadera política que saca sus gracias de muy... muy abajo..."-Ya se oyen palabras viejas.  -Pues aguzad las orejas".



  "Justamente viene bien por eso con lo que están diciendo o voceando estos muchachos en Sol, porque se trataba, como recordáis a propósito de la cuestión del orden y de los niveles de ordenación, de volver a entender mejor cómo es esta lucha, esta guerra siempre posible contra el Orden establecido.  Es la cuestión del dejarse hablar, el dejarse hablar uno mismo contra el cosmos, contra la ordenación que se nos ofrece.  Esto es así, porque solo hablando, es decir, dejándose hablar, dejándose pensar, lo que no sucede de ordinario, solo así se puede atacar la fe en el Orden, y el Orden no tiene otra manera de sustentarse más que por medio de la fe; de manera que, sintiendo que es justamente esa necesidad, ese fundamento en la fe, lo que sostiene el Orden, y viendo que el dejarse pensar, el dejarse hablar, la razón suelta, es lo que ataca las ideas, lo que ataca la fe, lo que puede destruirla, es por eso por lo que estamos en esta tertulia política.  Es así como se entiende la política del pueblo-que-no-existe, o, por decirlo de una manera más clara y negativa, la política que no hacen los políticos que hacen la política que hacen los políticos, que ésa ya sabéis bien cuál es, de manera que en contra de eso cabe siempre esta otra, donde la voz vendría de verdad desde abajo, desde lo que nos queda de pueblo vivo que no existe, pero que lo hay, y que habla, y como medio de romper con las ideas recibidas, aceptadas, con más o menos resignación, la imposición de ideales como el Futuro.... en definitiva, la fe en que efectivamente cabe ordenar, progresar, ir para mejor, desde Arriba, por leyes, por reglamentos, y eso es justamente lo que aquí no creemos, o no creen los que me acompañan en la no creencia.  Esto es justamente lo que no creemos, y por eso pensamos que lo que aquí se intenta hacer es una manera de ataque más rápida, y al mismo tiempo que va más a fondo, que es desmentir, librar a la gente, pero sobre todo en primer lugar librarse uno mismo, de las ideas, de la fe que tiene, y que le permite seguir viviendo fundándose justamente en esa creencia, en esa fe.

    Me voy a entretener entonces lo primero en volver sobre el Psicoanálisis, la disolución del alma; de uno, por supuesto, porque es ahí justamente donde también esta guerra se está dando.  Como volveré a recordaros después, la Realidad, cualquiera que sea y por todas partes que sea, es una lucha, es una guerra, pero esa guerra no se da por ahí, por los astros ni por las poblaciones de los Estados, sino que se da también en uno mismo, dentro de uno mismo; de manera que entonces resulta (los que me acompañan ya lo habrán oído de otras maneras muchas veces) resulta que en uno, en uno mismo, en mí mismo por ejemplo, en uno cualquiera de vosotros, hay dos, por lo pronto y necesariamente hay un rebelde y hay un sumiso, ¡qué se le va a hacer!  Lo siento si alguno de vosotros se siente molesto de encontrarse dividido, pero no hay más remedio que decirlo así, tienen que ser así las cosas: en uno mismo hay un rebelde y hay un sumiso, y están naturalmente en guerra entre sí más o menos declarada, más o menos violenta, y con triunfo alternativo más o menos por un lado o por el otro, pero en fin, aunque parezca un poco bárbaro decirlo así, eso es lo que pasa con nuestra alma de cada uno, la mía incluida también.  Eso es lo que pasa con lo que en términos más modernos se llama “El Yo” (porque no se habla mucho de el alma, no está de moda), con lo que se llama “El Yo”, pero que tiene esta condición: que yo no soy El Yo, y por tanto El Yo no es yo, como recordáis de otras muchas ocasiones en que esto ha surgido.

   En esta lucha estamos, con esto hay que contar, y ya se advierte que esto que vale para cada uno en su aislamiento, cuando se trata de colectividades o de conjuntos aproximativos, esto hace que también en cualquier conjunto, en cualquier población, lo uno esté luchando con lo otro, lo rebelde, por donde aflora eso de pueblo-que-no-existe, que es del que decimos que se trata de dejarlo hablar, y por el otro lado los Señores, el señor, la señora, y el conjunto de señores y señoras, las clases altas de la Sociedad, y el aparato gubernativo y el aparato financiero. Todo eso se da en cualquier colectividad necesariamente, pero importa ahora en este rato recordar que conviene atacarlo en éste su origen primero, en el uno, y reconocer y acostumbrarse a reconocer que a uno le pasa esto que le pasa.  Eso evitaría desde luego muchas ilusiones, muchas falsedades de los que a lo mejor se lanzan a una lucha, a una rebeldía contra el Orden, pero manteniendo la fe en uno mismo, que es lo mismo que la fe en Dios, que es lo mismo que la fe en el Estado, que es lo mismo que la fe en el Dinero, que es lo mismo que la fe en el Futuro.  Con lo cual no se puede hacer nada; nada que valga.  Así que en mí mismo, en uno cualquiera de vosotros, están siempre guerreando un rebelde con un sumiso, es decir, alguien que se las arregla para organizar lo que llaman su vida, dicho mejor ‘su existencia’, que tiene su Porvenir, que lucha por su Porvenir, que busca una colocación de las que el Estado le ofrece, o el Capital le ofrece; que está haciendo su Porvenir, porque está convencido de que vivir es eso, que la vida es el Porvenir.  Eso es efectivamente la Doctrina del Capital, la Doctrina del Estado, y eso es lo que a uno, en cuanto sumiso, le conviene, ¿eh?, le conviene, porque si no os creéis esto, mal andáis en cuanto a vuestra colocación social y en cuanto a vuestras posibilidades de éxito en lo financiero, o en lo político, o en lo que sea.  Es lo que a uno, en cuanto sumiso, le conviene: creer que el Futuro............... aunque por debajo le está diciendo el pueblo que el futuro no está, no hay, y sin embargo creer que el Futuro, que es el Tiempo, es el que hay que cuidar, al que hay que atender, al que hay que mirar, y que justamente esa atención a lo futuro es la vida.  Aquí por lo bajo, como me habéis oído decirlo de vez en cuando, Futuro no quiere decir más que muerte, porque la muerte es siempre-futura, pero el sumiso no quiere enterarse de esto: tiene sus ideas también de la muerte, como las tiene de la vida, pero no se entera de lo que pasa, porque le conviene no enterarse, porque para vivir más o menos a gusto, como cualesquiera de nosotros vivimos más o menos a gusto, y especialmente en el Régimen del Bienestar, hay que creérselo esto, no dejarse entorpecer por muchas dudas, y si no, uno funciona mal.  Y por otra parte en uno hay uno que no se lo cree, hay uno que siempre echa de menos, encuentra en el Orden que se le ofrece nada más que resquebrajamientos, tormentos, desgracias, preocupaciones, ansiedades, y que por tanto no puede menos de levantarse contra ese Orden que le está impuesto, y que está establecido. Confío en que estáis conmigo reconociendo en cada uno de vosotros esta guerra.

   Hay que añadir todavía que hay una tendencia a que uno de los dos se imponga en uno, sea el que venza.  Si mi pensamiento está bien encaminado, eso nunca puede conseguirse, porque la guerra siempre dura, no solo hasta la muerte, sino más allá de la muerte, pero eso no impide que uno tenga que creérselo, y tratar de imponerse como vencedor.  Si llamamos sumiso al que está de acuerdo con el Orden, al que tiene un puesto en la Sociedad, al que ha organizado una familia dentro de la Sociedad, al que maneja dinero de todos los bancos, el que por tanto está de acuerdo con los bancos con tal de que los bancos no le engañen, o no le engañen demasiado, etc., etc., ése, el sumiso, si vence, si se impone en uno, eso es mortífero, porque justamente ése trae consigo la muerte, porque trae el Futuro, la muerte que nunca está aquí, el Futuro.  De manera que si  eso llegara a cumplirse (pero ya digo que la guerra continúa siempre, nunca se impone del todo), si llegara a cumplirse sería literalmente mortífero, sería el dador de la muerte, es decir, conseguiría el Ideal que Dios, el Estado y el Capital, procuran, es decir, el Ideal de que ya no haya nada que hacer.  Lo que el Estado está deseando, lo que el Capital está deseando, es que todos fuerais así de creyentes, y entonces estaríais ya muertos, y por tanto no habría nada que temer desde las alturas, ni nada que intentar hacer y luchar desde abajo.  Pero nunca se cumple.

   Hay que añadir, para evitar una malicia que siempre se presenta, que en el caso de que el que venciera en uno fuera el rebelde, el que no aguanta, el que ha descubierto que todo lo que le contaban acerca del mundo, de la sociedad, de él mismo, era mentira, y que no lo soporta, porque hay algo ahí que se levanta contra cualquier verdad, si ése venciera en cambio, eso de ninguna manera podría ser mortífero, eso no produciría nada, porque de la negación, de la pura negación al Orden, no se desprende ninguna conclusión, no se desprende ningún otro Futuro que haya que mantener.  De la negación no sale nada, la negación es meramente la negación, no sale otro Orden, no sale otro Poder, es simplemente una negación, una destrucción de la fe, de la mentira, de la fe en que el Poder está sustentado.  Salvo, claro, que, como puede pasar, y pasa, entre cualesquiera revolucionarios, el NO viene a ser realista, exitoso, sostenerse en este mundo, y entonces naturalmente el NO mismo se ha convertido en un sí.  Aquella rebeldía que estallaba de una manera tan viva ha venido después de la revolución a calmarse y consolidarse en un nuevo Orden, y entonces estamos a la vuelta de la calle, estamos haciendo lo que siempre en cuanto sumisos hacemos, es decir, hacer lo que ya está hecho una y otra vez.  Hacer lo que ya está hecho, y procurando el cambio justamente, el cambio en la ordenación para que la ordenación en sí continúe.  

   A veces esta conversión de la negación viva en una nueva Ley, en un nuevo Orden, pasa por trances intermedios (como tiene que ser, así de mal estamos hechos cada uno en su alma y las poblaciones en el conjunto), de manera que sucede eso que digo de que en una revolución, en una revuelta cualquiera, se encuentra uno con el dilema de decir “si no hago más que decir NO así por las buenas, esto no va a dar nada de sí, y esto tiene que dar algo de sí”.  Bueno, ahí tenéis el ejemplo, ya que viene a cuento, entre estos muchachos y gente en la Puerta del Sol y por esos sitios: por timidez, y por realismo, tienen que mantener y adoptar términos tan horrendos como el de Democracia, “una buena”.  Esto es realismo, esto es timidez: no se puede decir “¡no, no queremos ningún Orden, no nos hace falta!  ¡NO al Orden, NO al Poder!”.  Parece que eso no es realista, se arriesga a no producir nada, y ésa es la timidez de la que hablo, que vuelve justamente a la consolidación: entonces se hace que el NO se convierta en declaraciones parciales, como por ejemplo en este caso “Democracia, pero buena, mejor”.

   Como digo, estamos al cabo de la calle, y al cabo de la calle hemos estao muchas veces justamente por el mismo error: no hay una Democracia buena, no hay una Democracia mejor, la Democracia es simplemente el tipo de gobernación más avanzado de todos, el que nos ha tocado, y por tanto el  más mortífero sin más, pero por lo demás no deja de ser una forma del Poder, una forma de la ordenación como cualquier otra.  El trampantojo estaba ya hecho desde los antiguos griegos, cuando se inventó el término, y se les hacía pensar que cabían cosas como un Poder (kratos) de algo como pueblo (demos), y el pueblo nunca puede estar en el Poder, ¡es una cosa tan sencilla de reconocer!  El pueblo es el sometido, el que padece, el que más o menos se rebela o se resigna, pero que padece la ordenación que desde Arriba se le impone (las leyes, los juicios, los partidos, las votaciones, todo lo que se le impone), y eso nunca puede estar en el Poder, es casi como una tautología, no hace falta para nada insistir en ello: eso es el no-Poder.  El no-Poder, de manera que la trampa de “Democracia” estaba ya desde el origen mismo del término y de su aplicación en algunas de las antiguas ciudades griegas, y después no ha hecho más que mantenerse la misma trampa. 


   Por eso es necesario insistir en que si en uno mismo domina el resignado con el Orden que se le ofrece, el realista, el creyente en el Futuro, que quiere decir Dinero, el que por tanto se permite tranquilamente disfrutar de la gloria de tener una familia, de manejar su economía en la medida en que se le deje, ése, el sumiso, en caso de que venza, produce muerte; eso es como si uno directamente se resignara a estar muerto.  Es un poco duro de entender, pero es así: como si uno se resignara a estar muerto.  No digo a morirse mañana y eso, porque a eso ya se sabe que nos tienen resignados: como si uno se resignara a estar muerto, porque justamente la resignación con el Orden establecido viene a dar en lo mismo.  Y que en cambio el decir NO en la medida que en uno queda algo de disconforme, algo de pueblo-que-no-existe, algo de común y no personal, eso es una acción.  En esta tertulia política suponemos que es la acción que nos traemos con lo de dejarnos hablar, que es una acción sin más, y la primera y más elemental de las acciones, porque va a atacar la fe, que es el sustento mismo del Poder, y de ahí no puede salir ningún Futuro, que es de ellos, para ellos.  Ni puede salir ningún Futuro, ni ningún nuevo cosmos, ni ninguna nueva ordenación, ni nada.  Saldrá lo que ello quiera salir, pero no nosotros, que ni podemos saberlo, ni preveerlo, ni nada, o, si no, pues volvemos a lo mismo: convertimos esta acción del negar en algo que no es más que una acción de recostruir, de hacer lo que ya está hecho una vez y otra vez, sin cansarnos.  Así de simple es como se presentan las cosas.

   Por fortuna, la hipótesis de que venza del todo el sumiso y se quede perfectamente conforme consigo mismo, con el Mundo, con la Familia, con Dios, y con Todo, o la hipótesis de que venza el disconforme, el desintegrador, el negador del Orden, el rebelde, ambas hipótesis son irrealizables: no hay más verdad de uno mismo que la división, que su división en el sentido que os la he presentado, y no se puede llegar a El Yo verdadero en ningún sitio, eso son fantasías, ilusiones de las que nos imponen a cada paso.  No hay más verdad que la división, queriendo decir ‘verdad’ justamente por tanto ‘la contradicción’, lo que no suele tomarse como verdad, pero es así: en la Realidad no hay verdad; hay pretensión, sí, imposición, sí, de verdad, de verdades, pero todo falso, no hay verdad.  La Realidad en general es esta guerra, esta división, y voy a, antes de dejaros pasar la palabra, recordar cómo esto se generaliza desde el caso de uno mismo al de lo que llamábamos Realidad en general. 

   Los que me acompañáis no olvidan por un momento que el descubrimiento más elemental es que la Realidad no es todo lo que hay, lo cual tiene el resultado primero de separar de la Realidad “Todo”, y por tanto “Nada”, y por tanto los Números Ideales, y cualesquiera otros ideales que se nos impongan.  Es en la guerra entre Todo, Nada, Dios, Poder, los Números puros, que se imponen desde Arriba, y la resistencia siempre viva, la resistencia desde abajo, es en el choque, en la lucha entre lo uno y lo otro, en donde se sitúa esto que llamamos Realidad o Existencia, y la Ley, esa contradicción que he mostrado para el caso de uno mismo, la podéis generalizar, por todas partes se da.  Es la Ley de la Existencia, que es lo mismo que la Ley de la Realidad, y animales, plantas, piedras, cristales, astros, nubes, cualesquiera cosas que queráis decir o imaginar, están sujetas a esta Ley, están en guerra, como en el caso de nosotros, de uno mismo.  Es decir, que no pueden menos por un lado de tratar de subsistir, para lo cual tienen que aprovechar las ideas que de Arriba le vienen impuestas, ese saber que viene de Arriba, para subsistir, es decir, para evitar al atacante, para apresar la presa en el caso de los animales, para cualesquiera otra cosa en el resto de las formas de existencia.  Tienen que aprovecharlos, como nosotros en nuestras poblaciones aprovechamos justamente los números (para poner el caso más eximio), y cualesquiera otras formas de aparición de Todo o Nada, las aprovechamos para mentir y para subsistir.  Esto es así, para que no entendáis esta guerra de que os hablo como algo en que los contrincantes están tan netamente separados: los contrincantes están por el contrario intrincadamente unidos, confundidos lo uno con lo otro, y bestias, árboles, astros, nosotros, tienen que aprovechar las ideas que se imponen, la fe en que las cosas son lo que son, y los números, que acompañan a esta fe en que las cosas son lo que son.  Tienen que aprovechar eso para subsistir simplemente. 

   Nosotros en el caso estremo, pues tenemos que aprovechar los dineros, que son números, que son Futuro, que son por tanto objetos impuestos desde Arriba, de Fe, pero tenemos que aprovecharlos para subsistir, para ir tirando, para lo que se llama existencia, y esto lo hacemos naturalmente contra una tendencia que tenemos desde abajo, diríamos, una especie de infinita pereza que nos invade, que es la tentación, el deseo, de dejarnos ir, de librarnos de todo el tormento de las ordenaciones y de la fe que nos están impuestos, como un verdadero respiro de liberación.  Dejarnos ir, dejarse llevar, y lo que al principio decíamos de dejarse hablar es una parte de esto, de esta especie de deseo profundo y contraideal que abandona la pretensión de ser uno el que  existe, y que por el contrario nos lleva a dejarnos ir, dejarnos perder, dejarnos de ser lo que se nos manda que seamos.

   No creo que haga falta más, por lo menos esta noche, para generalizar lo que he mostrado para el caso de uno a la Realidad en general.  Pero hay que añadir que es que el caso de el Hombre es especial, y es por eso por lo que aquí, en esta tertulia política, lo que nos queda de pueblo no está simplemente contra una forma u otra de gobierno: está contra el Hombre mismo.  Que es lo mismo que estar contra Dios, porque efectivamente de por sí esto de el Hombre, en cuanto se nos hace que le impongamos al resto de las cosas como si el Hombre fuera el observador, las cosas las observadas, el Hombre fuera el dominador, las otras dominadas, etc., es este Hombre el que así se convierte en objeto del desengaño, del desmentimiento: no tiene para ello ningún fundamento, ninguna razón, no tiene ninguna razón.  Naturalmente, si el Hombre se apodera de la razón, él mismo, y piensa que los astros y las flores y los árboles no la tienen, y no hablan, entonces, claro, por pura consecuencia en primer lugar va a tener razón, y la razón será la suya, pero eso, como tantas veces hemos dicho, es un puro patriotismo, y por tanto tan falso y tan imbécil como todos los patriotismos, solo que aplicado a la Humanidad, aplicado al Hombre, contra el que estamos.  Y es por eso por lo que, aunque esta guerra de la Realidad sea común a cualesquiera cosas, en el caso nuestro lo es de esta manera especial: con una exageración.  Con una exageración: que trata de imponer el Todo (como en los regímenes totalitarios, como el Dios Todopoderoso de la antigua Iglesia), o la Nada, que es lo mismo por el otro lado: se trata de imponer la fe en los números esactos como reales, se trata de imponer la verdad en la Realidad, donde no hay más verdad que la guerra, pero se trata de imponerla una y otra vez. 

   Las bestias, los astros, por la Ley de la Existencia, para subsistir, tienen que mentir como nosotros, tienen que aprovechar los entes ideales que les caen de Arriba para aplicarlos al negocio de salvar el pellejo, de atrapar la presa, de no chocar unos con otros, etc.  Tienen que hacerlo así, y en ese sentido se puede decir que eso que queda por debajo, que no ha quedado todavía reducido a Realidad, y a lo que por tanto no tenemos que darle nombre (aunque se le dan de vez en cuando nombres, falsos, como Natura y cosas así, que aquí le decimos la desconocida) tiene que aprender Matemáticas en cuanto se trata de la realización: si se trata de que las cosas vengan a intentar ser las que son y cada una la que es, y de esa manera pelearse unas con otras, entonces efectivamente hay que aplicar los números, los significados esactos que van con ellos, echar las cuentas, hacer las cuentas.............  Eso es subsistir, y vosotros lo sabéis como yo igualmente, pero esto no se da más que en virtud de que se pasa de lo desconocido a la Realidad, que está costantemente costituída por el intento de conocer, de saberse, y por tanto por la mentira, que ésa no puede ser.

   Pues bien, el Hombre está contra esas posibilidades de vida, de desconocido, de una manera especial, simplemente en cuanto que Él se presume el Sujeto del saber, el Autor de las ideas y de los ideales, y sobre esa mentira se sostiene.  Ésa es la mentira del Hombre, a la que directamente atacamos en esta tertulia en nombre de lo que no es Hombre, sino común, pueblo-que-no-existe, y de lo que en cada cual, gracias a su imperfección, quede de pueblo-que-no-existe.  Bueno, como se ha hecho tarde me tengo que callar aquí"  



 ¿AGC?

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