Intentaré esbozar en una sola respuesta algunas de las
sugerencias que me despiertan estas preguntas.
A estas alturas de la Realidad (cada vez más sutilmente engañadora) no
podemos seguir manteniendo las viejas designaciones de antaño, que apuntaban a
la tradicional oposición política ‘Izquierda/Derecha’. Con el Desarrollo y ya
desde hace décadas (pero cada vez más consolidado bajo el Régimen del
Bienestar), tanto en los Gobiernos de uno u otro signo, como en las Personas de
una u otra afiliación, y, salvo algunas señas superficiales que los identifican
y sirven para el cacareo electoral o sindical, en el fondo se da igual por el
uno que por el otro bando la misma sumisión a los fundamentos de la dominación
y condena del pueblo y las gentes. Ejemplos de esta falsa oposición tenemos por
doquier. Por ejemplo, la misma veneración al Dinero y sus representantes. ¿Qué
gobierno de izquierdas atentaría hoy, por caso eximio, contra el automóvil,
aunque fuera un ligero ataque que obligara a reducir sus ventas y su uso? Y eso
que se sabe que mata al pueblo más que ningún terrorismo ni enfermedad (valga
la redundancia), infecta las ciudades y hace invivible la vida. Pero este
despilfarro constante parece que es beneficioso para los Gobiernos y las
personas particulares, sean de una u otra idea. La misma aceptación se produce
en la gestión de los tratos económicos entre los hombres por Bancos y
Consorcios. Idéntica sumisión ante la Autoridad de los que saben; el mismo
culto a la Personalidad y a los Personajes.
Un dato elocuente es que desde las revueltas libertarias anteriores y
durante la propia Guerra Civil, ningún Sindicato obrero ha puesto en duda el
mito del Dinero y la Producción, y, sin embargo, la gente sabe que el Dinero y
el Trabajo es su condena. Es una contradicción sangrienta, pero parece que todo
logro social de las llamadas Izquierdas se ve reducido a una reforma numeraria
en puntos por ciento destinada a elevar el "nivel de vida", o sea, de
adquisición de cosas inútiles, condenada, de hecho, a perfeccionar los
instrumentos de opresión y no a intentar derribar el obstáculo.
Otro caso llamativo es el de los movimientos “feministas de izquierda”,
los de la llamada “Liberación de la mujer” que, lejos de haber supuesto una
liberación de la sumisión a los modelos (Masculinos. No hay otros: el modelo
Patriarcal es el único que conocemos), ha consistido, en cambio, en la
imitación de esos patrones y su asimilación por vía de “igualdad”, una
desgraciada igualdad.
Otro ejemplo más sería esa evidente y nefasta indiferenciación en la
actuación tanto de izquierdas como de derechas en contra del llamado
“terrorismo” y sus muertos nuestros de cada día. ¿Qué es lo que pasa para que
esto no termine nunca? ¿A quién sirve tanta sangre, tanta y tanta barbarie?
Porque sin duda debe de servir a una mecánica muy poderosa que, sin duda, debe
también alimentarse de las “buenas intenciones” de los unos y de los otros. Por
encima, hay un discurso general de la lamentación, amplificado a bombo y
platillo tanto desde los gobernantes como desde sus propias poblaciones,
plagado constantemente de declaraciones y de efigies de los políticos de una y
otra afiliación en la pequeña pantalla y en los diarios. Pero debe haber otro
plano más hondo, una inercia letal que vela porque la maquinaria no se pare,
que siga promoviendo noticias, afirmando identidades, Estado contra estados,
barbarie contra barbaries. Nadie parece darse cuenta de que en esta pelea sin
fin hay una “ganancia” para unos y para otros, y no cesa la muerte para la
gente.
Actualmente, la equiparación de las llamadas izquierdas, (estén en el
Poder o en alternativa real de estarlo), con las derechas, en cuanto se refiere
a las cuestiones que afectan de verdad a la vida de las gentes, es cada vez
mayor, y puede decirse que están en proporción directa al alboroto que montan
unos y otros para explicar sus pequeñas diferencias y crear la necesaria
apariencia de enfrentamiento.
Es imposible, en tan corto espacio, entrar a razonar más detalladamente
sobre estos mecanismos de equiparación, de falsa oposición y aparente
enfrentamiento. Una izquierda de verdad (la que no hay), tendría como rasgo
básico una acción negativa que consistiría, en primer lugar, en decir ‘no’ a la
Realidad, a ésta, la que actualmente padecemos. En cuanto acepte una
negociación más o menos reformista y entre a considerar los argumentos y el
propio lenguaje del enemigo, está perdida. Su acción fundamental sería la de dar
voz a un sentido común, a algo que surja desde abajo, desde el pueblo, que sufre y vive sometido a las
instancias superiores del Poder y las Instituciones que lo representan.
Por tanto, no entendemos que pueda mantenerse la oposición ‘Izquierda /
Derecha’, aunque sólo sea por mero desengaño, y, sí, en cambio, sería razonable
plantear una topología política más verdadera, en el sentido de una lucha a
muerte entre un Arriba (tanto de la persona, como de los estados), y un abajo donde está el pueblo, que no existe
pero que lo hay.
Para concluir, traigo aquí una copla que hace años me salió y que dedico
aquí y ahora a la memoria de Jesús Ibáñez, que gustaba de utilizarla en
aquellas diatribas tan certeras y sensatas que sobre este tema solía lanzar.
Ni
derechas, ni izquierdas:
Entre arriba y abajo
Está la pelea.
Entre arriba y abajo
Está la pelea.
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