sábado, 13 de diciembre de 2014

PALABRAS CONTRA NEURONAS




PALABRAS CONTRA NEURONAS
 ¿Agustín García Calvo?
De ‘De viva voz’  2003

Me trasmiten amigos, de páginas de divulgación científica de algún Rotativo que otro, declaraciones que soltara por ahí un gran biólogo, Premio Nóbel por cierto (¿dónde andarán los tiempos en que, de muchacho, ese Premio se me aparecía venerado y seña suprema de proezas del ingenio y del bien hacer? Menos mal que me dí cuenta a tiempo de por dónde iba el progreso de la Cultura, que ha llegado ya al punto en que los Grandes Premios, Nóbel, Óscar o Beatificación Pontificia, se han convertido en un criterio casi seguro de la inanidad, inoperancia, servicio al Futuro del Régimen y falsedad, de aquello en lo que recaigan ésos u otros de los Grandes Premios de las Artes y las Ciencias), el cual, por lo visto, dictaminaba, con esa seguridad que ustedes ven en la cara de todo Alto Ejecutivo, acerca de cuestiones como (a) que son las neuronas humanas las que no saben reproducirse y ello se debe a que tenemos que tener una memoria larga de muchos años (no sé si diría siglos), (b) que eso de que ciertas funciones, si la parte correspondiente del cerebro se estropea, puedan aprovechar otra parte para seguirse realizando es cosa que se produce gracias a ciertas synápsies entre neuronas, pero que están severamente limitadas por condiciones del organismo y su desarrollo, (c) que así, a eso de los 11 años, ya no se producen synápsies nuevas, y que (d), por tanto, no se puede ya más tarde aprender a hablar una lengua "sin acento", o sea sin las peculiaridades que denuncian al estranjero.
No sé cuánto de esacto habrá quedado, a través de la noticia de mis amigos, del intermedio de los periodistas y de la propia elocución vulgarizante del biólogo (lo de synápsies lo escribo yo así, "en griego, para mayor claridad", como dice el don Hermógenes de Moratín), pero tampoco importa demasiado, porque aquí de lo que se trata es de tomar esas declaraciones como ejemplo ilustre de la doctrina y confusión que cunde por toda partes en la Ciencia. Se trata, en suma, de dictar Leyes del organismo (aunque sea humano, el pobre) que condicionan cualquier cosa de las que puedan hacerse ni decirse, que someten todo a esas Leyes, supuestamente físicas, como, en el caso (c), lo de 'pubertad' u '12 años'. Y, pese a que nuestros biólogos viven en el mismo mundo en que algunos físicos, honestos o locos por obra de la propia investigación, siguen debatiéndose con el problema de que 'el observador', el acto de observación (y aun quizá el cálculo mismo) no pueden menos de entrar también en la configuración de 'lo observado', y pese a que hasta ese biólogo, en (a), parece decir que es una necesidad de la Historia, de una memoria histórica (y de un Tiempo de inversiones a largo plazo), lo que paraliza la facultad de reproducirse de las neuronas, sin embargo, el caso es que, en definitiva, son las neuronas las que mandan, y la relación del organismo "físico" con sus funciones se toma sólo en uno de los dos sentidos de esa synápsis o conexión: las neuronas son la causa. Y ni siquiera se acuerdan de aquello que en el diálogo de Platón suena, que es el invento de la escritura lo que acorta y amortece nuestra memoria.
Por cierto que, tocante a (d), he conocido yo a una que, sabiendo sólo y malamente francés escrito, al caer y quedar en Francia a sus cuarentaytantos, al cabo de dos años hablaba, según testimonio de franceses que la oían, "sin acento". ¿Será que la pubertad se le había retrasado enormemente y seguía teniendo synápsies de neuronas? No, señores; y oigan el secreto de por qué la mayoría de los adultos, como el portugués del chascarrillo, no aprenden bien una lengua nueva: eso que llaman, muy mal, "acento'' consiste en que no han entendido (para luego dejarlo sumirse en la subcosciencia) el convenio del nuevo sistema, fonemas y prosodias por ejemplo (todos entes astractos y convencionales), y tratan de seguir adaptándolo al convenio gramatical, fonemas o prosodias, de su lengua propia. Así no hay quien hable, y las peculiaridades acústicas no son más que manifestación de esa falta de desprendimiento del convenio astracto de uno para entrar en otro. Lo cual no tiene que ver con las neuronas; ni con la edad: pues, si bien, mayoritariamente, la Persona o Alma (no, no las neuronas) tiende a endurecerse con los años, la facultad de desprenderse del convenio idiomático en que se ha formado, de abandonar la Fe, está ahí siempre abierta.

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