miércoles, 18 de diciembre de 2013

La sombra de la madre. María Zambrano.








La sombra de la madre. 
María Zambrano.


Ay, eres tú, Madre, vuelves. Vuelves aquí también. 

No nos has encontrado reposo.

Olvida. Si pudieras volver a ser niña, muchacha sin casamiento, sin saber de novio. Vuelve a ser niña, doncella y no te cases. No, a eso no vuelvas, ni a tener hijos .

Ah, sí, ya veo. Ansías que yo sea tu hija, solamente y del todo. Pues que, tal como ha sido, es como si fuese tu padre. Era así, aunque aún no lo supieras, como si fuéramos tus hijos inacabablemente y como si nuestro padre estuviese yéndose de su sitio, del lugar del Padre. Lo mirábamos, nos empujabas tú a mirarlo como a un hermano, un hermano que llegó no se sabe cómo.

Nos hacías sentir que nuestro Padre era un hombre que había llegado un día, que se te había presentado: que no era nuestro Padre desde siempre, desde un principio, como ha de ser el Padre. No le conducías a su puesto, al trono del Padre, mientras lo izabas a trono de Rey. Y así nunca conocimos la cólera del Padre y esa densa ternura que la envuelve y embebe. No le dejabas, rey como era, ceñirse a la corona propia del Padre, cuando la justicia recorre la casa y se pasea por todos los rincones y escondrijos; cuando en la casa no hay nada escondido, sólo el misterio de la cámara nupcial, donde los padres penetran silenciosamente como el sacerdote que porta la espiga de Eleusis. Y los niños no nos preguntábamos, qué es lo que pasa allí dentro. Es el viaje misterioso de los Padres, los vemos partir más allá de todo, hacia más allá de los confines de la vida, sabiendo que volverán, que volverán con nosotros siempre, y que nos traerán algo precioso, que nosotros no tendríamos si ellos no se fueran tan lejos.

Has venido, sí yo sé, porque tienes esa costumbre y porque lo necesitas. Eras así. Mira, una Madre, porque tú ya eres para siempre una Madre, tenías que haberte refugiado cuando supiste ya sin velos, en esa tu majestad, majestad de Madre, aun con su Mancha. Y ¿es que hay alguna Madre pura del todo, alguna mujer pura del todo que sea Madre? Tú sabes que no. Esa pureza de la Madre es sueño del hijo. Y el hijo, a fuerza de amar su oscuro misterio, la lava. Y ella se va purificando con tierra, pues que de la tierra es, y a ella se parece. Y la tierra es negra y tiene en sus adentros, en sus entrañas, luz.





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