miércoles, 18 de diciembre de 2013

RAZÓN A LA LOCURA


Razón a la locura. ¿AGC?

Del libro, Registro de Recuerdos.  (22/5/02)


   La esactitud es un amor, y de los más hondos: ¿eso de que, en medio del revoltijo y estropicio de la realidad, que en vano el Poder pretende torpemente ordenar o vender como ordenado, sin embargo, haya cuentas que salen claras y precisas, pasos que vienen a cruzarse en el sitio y el momento justo, encuentros de palabras o de puntos de una escala musical que atinan esactamente, que no puedes cambiar ni desviar un ápice sin que se derrumbe todo el tinglado maravilloso! Si no has temblado y gozado, aunque sea por un vislumbre, con el juego de las matemáticas o el de la música, bien puedes, amor mío, decir que no has vivido nunca, que no has estado aquí. Lo que es los matemáticos, bien declaran a veces ellos mismos y alaban hasta lo sumo la belleza y la elegancia de una demostración, de una ecuación o fórmula, del hallazgo de un nuevo método de cálculo que resuelve de pronto un embrollo con el que estaban desde siglos debatiéndose.

   Seguramente lo dicen mal y con torpeza (porque lo bello y la belleza son palabras prostituídas, como las Bellas Artes, y la elegancia se está arriesgando siempre a confundirse con la mera economía), pero eso no quita para que, en el acto mismo del cálculo y del descubrimiento, estén sintiendo de verdad eso a lo que aluden, y hasta sintiéndole los que siguen desde fuera sus operaciones y no reciben más que, como en un espejo lejano, noticia del problema y de su resolución. Claro que esto se refiere a las matemáticas en cuanto se mantienen como juego de razón y por virtud del juego mismo topan, lo primero, con la formulación esacta del problema y dan acaso con la solución más elegante o seles abre con ello mismo campo nuevo de problemas y ensayo de nuevos métodos y artilugios, ya se trate de demostrar un teorema a la manera de Euclides, cerrándolo con el Quod Erat Demonstrandum en que el fin reproduce la partida y ha dado razón de ella,

   o que se intente penetrar en el misterio de los números mismos con que se juega, tanto más fascinante el misterio por la propia esactitud de los términos en que aparece, o ya sean problemas que nacen de la reflexión sobre los ejes y cuadrantes del sistema gráfico de coordenadas o sobre el desarrollo relativamente libre de funciones y grupos de funciones: ahora, cuando la máquina quiere aplicarse a la Realidad, la pretensión de esactitud falla, el juego y divina locura ya han cesado. Porque es que la Realidad no es ni puede nunca ser esacta, sino confusa y aproximativa siempre. Cierto que apariciones como los cristalitos de sal o nieve o las cuentas del collar de lunas o del tránsito de estrellas, hasta las Clases de átomos bien contadas,son asomos de esactitud en la realidad física, y ahí están y no hay por qué negarlas; pero, si uno dice, como el otro, que Dios hace aritmética, se le dirá que bueno, que la hace, como nosotros, en algunos raptos de locura y juego  (¿qué filosofante va a distinguir aún entre lo objetivo y lo subjetivo de la cosa?), y que esos vislumbres se dan en medio de la irregularidad y embrollo mayoritarios. Y lo mismo el canto y música de veras atinados y descubridores, no digamos los raros hallazgos de «unas pocas palabras verdaderas» corriendo por ventura sobre unos números de ritmo, tanto más justos cuanto más ricos: cuando eso se pone a servir a la realidad y a la Cultura... 

Con servicio, señores, no, no hay juego, con trabajo no hay más esactitud que la del horario, que es justamente, con pretensión de esactitud, la perdición del ritmo de danza y voces, que es siempre, cada vez que acierta, más esacto que los relojes. Ahí la Música queda reducida a ser una de las Bellas Artes y a trabajar para ir con los Tiempos y ganarle nombre al músico, y aquello de la poesía ya es mera literatura, entregada a la significación, hasta el mensaje. Así danza de mal el mundo. Y, sin embargo,  recuerda, hombre, recuerda tu locura primera, cuando de niño pensabas que, si pisabas o no esa hormiguita, si quebrabas o no esa brizna de avena loca, el universo se derrumbaba, el mundo todo sería otro. Se equivocaba tu niño, naturalmente; eso sería verdad si la Realidad fuera un todo y ordenada en su conjunto; y no es así. Pero tú, hombre, mantén viva la locura de tu niño: ella es locura de razón, y es la que, en medio del revoltijo de la realidad, te descubre lo que no sabes, lo que no esperas.

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